Luis Corella, el magnate de las 40 millones de rosas
ESTE SE?OR que tiende la mano en unas oficinas pulidas y as¨¦pticas, como cortadas con bistur¨ª, levantadas a orillas del Duero, en un pueblo llamado Garray, a las afueras de Soria, se ha vestido hoy con una chaqueta de cuadritos con los colores corporativos: blanco y azul intenso como los cielos limpios sobre los que escrib¨ªa Machado no muy lejos de aqu¨ª. Lo citar¨¢ dos veces a lo largo de la visita: el poeta de la tierra, que cant¨® a las b¨®vedas sin nubes que se abren junto a los r¨ªos. Una cuesti¨®n atmosf¨¦rica muy relevante para su negocio, necesitado del mayor n¨²mero de horas de sol.
Su despacho, en cuya puerta solo se lee ¡°CEO¡±, podr¨ªa ser el de una tapadera o el de un fan¨¢tico del orden. Se confiesa lo segundo. Y un perseguidor de la belleza. Ni un cuadro, ni una foto, solo unas hojas bien agrupadas sobre la mesa. Y una grapadora m¨¢s all¨¢. Y su cartera de cuero, tambi¨¦n azul, descansando con mimo a los pies del escritorio. Todo a juego salvo 45 rosas rojas rompiendo la armon¨ªa de la estancia. Sus hijas, el producto de la empresa que dirige.
En el coraz¨®n de una regi¨®n agr¨ªcola que pierde poblaci¨®n cada a?o, la empresa emplea hoy a cerca de 300 personas.
Tiene 60 a?os, flequillo plumado y una funda del m¨®vil con sus iniciales grabadas. Se llama Luis Corella y se encuentra al frente de un imperio de flores. De sus invernaderos de 14 hect¨¢reas, adyacentes al complejo de oficinas, salen una media de 100.000 rosas al d¨ªa. De ah¨ª marchan, en su mayor¨ªa, al mercado de Aalsmeer, junto a ?msterdam, donde se subastan a mayoristas, para despu¨¦s ser repartidas por el globo. Su compa?¨ªa, Aleia Roses, se ha convertido en una de las mayores productoras del mundo de una variedad llamada Red Naomi. Una de alta gama, para que nos entendamos: tallos largos de casi un metro y cerca de 80 p¨¦talos sin m¨¢cula. ¡°Est¨¢n los relojes chinos, y luego los de marca¡±, dice para explicar el concepto; los grandes productores a granel de rosas, como Colombia, Ecuador, Kenia y Etiop¨ªa. O aquellos, como ¨¦l, a quien le baila un Breitling suizo en la mu?eca.
pulsa en la fotoLos invernaderos, con tecnolog¨ªa holandesa, ocupan 14 hect¨¢reas.Alfredo Arias
Corella se enfunda un mono blanco, cubre con protectores de pl¨¢stico sus mocasines, el pelo con un gorrito, se frota las manos con alcohol y abre el port¨®n que da acceso al invernadero. Profilaxis para no contaminar su cosecha. En el interior, golpea un calor tropical. Se abre un pasillo central infinito. A ambos lados se extienden hileras de rosales. Se ven capullos, enhiestos como antorchas, pero apenas quedan flores abiertas: los operarios ya han recorrido hoy los bancales (llamados capillas) un par de veces, cortando 96.200 rosas.
Comenzaron con la siembra hace un a?o. En oto?o lleg¨® la primera siega. Alcanzaron velocidad de crucero por San Valent¨ªn. Esperan producir 40 millones de rosas anuales. Y aqu¨ª, en el coraz¨®n de una regi¨®n agr¨ªcola que pierde poblaci¨®n cada a?o, trabajan unas 300 personas: un pu?ado de ingenieros agr¨®nomos, y una legi¨®n de recolectores, clasificadores y embaladores que se desplazan en monopat¨ªn por las instalaciones.
Corella asegura que el de las rosas es un negocio id¨®neo para amantes del ¡°orden, la limpieza y la perfecci¨®n¡± como ¨¦l/
Nacido en Madrid, Corella estudi¨® en los Sagrados Corazones, termin¨® ICADE en los setenta, curs¨® un MBA en el Instituto de Empresa, trabaj¨® en banca en los ochenta y, en los noventa, mont¨® un concesionario de coches, una empresa de moda, otra de seguridad. Con la ¨²ltima, lleg¨® a M¨¦xico en 1999 para construir una c¨¢rcel en Baja California. Le sorprendi¨® el parecido con Almer¨ªa, la gran huerta espa?ola. Se le ocurri¨® que ser¨ªa un buen lugar para cultivar tomates y exportarlos a EE UU. Los acab¨® sembrando en el altiplano mexicano, cerca de Toluca. Hoy, aquella compa?¨ªa llamada Bionatur, de la que vendi¨® su parte, forma un mar de 83 hect¨¢reas.
En 2010 regres¨® a Espa?a con una nueva cosecha en mente. Se rode¨® de expertos de Holanda, epicentro de la cultura floral. Dos de sus hombres clave, al frente del invernadero soriano, pertenecen a la tercera generaci¨®n de una familia de cultivadores de rosas de los Pa¨ªses Bajos. Y este espacio, cuyo acabado define como ¡°el m¨¢s puntero de Europa¡±, regado con agua de lluvia, fue dise?ado con ayuda del departamento de I+D de la Universidad de Wageningen, de prestigio en la materia. Detr¨¢s hay una inversi¨®n de 50 millones de ¡°uno de los grandes fondos del mundo¡±. Esperan facturar cerca de 35 millones. Un negocio ¡°con potencial de crecimiento¡±, asegura Corella. Id¨®neo para quienes, como ¨¦l, que se relaja al piano con partituras de Liszt y Chopin, aman ¡°el orden, la limpieza y la perfecci¨®n¡±.
Le gusta mantener la bandeja de entrada del correo electr¨®nico a cero. Lleva tres horas sin consultarlo y ha recibido 67 e-mails, siendo agosto. Suele madrugar. Si est¨¢ en Madrid, a las ocho comienza a nadar. En Soria, corre a ¨²ltima hora. Pero le cuesta seguir rutinas con tanto viaje. El ¨²ltimo a?o ha pasado cerca de 200 d¨ªas fuera. Muchos en Holanda, donde se encuentran sus asesores, sus compradores y su competencia. A trav¨¦s del techo de vidrio difuso del invernadero, Corella mira a lo alto, cita a Machado y a?ade: ¡°Les sacamos unas 2.200 horas de luz a los holandeses. Son millones de euros al a?o¡±.
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