La vuelta a la ni?ez de Oumar Ball
Hecho a s¨ª mismo, la calidad de la obra del joven pintor y escultor destaca en una Mauritania que mima poco a sus artistas
¡°Quedamos en la tienda verde¡±, dice una voz al otro lado del tel¨¦fono. Las calles de arena de la periferia de Nuakchot no tienen nombre. Koufa es un barrio de aluvi¨®n al que han ido llegando gentes del interior de todos las etnias y colores, maures, sonink¨¦s, wolofs. Las casas son diversas, irregulares, y se entremezclan, como la vida misma, deslavazadas, entre solares sin amurallar, vertederos de basura y los eternos ni?os que juegan con piezas que un d¨ªa fueron motocicleta. All¨ª, en una primera planta desde donde se vislumbra esta revoltura, hay un reino aparte, un instante detenido de buitres, peces y perros, de mujeres en chanclas y ni?os bebiendo agua que parecen cobrar vida. Son los dominios de Oumar Ball, el artista.
¡°En nuestra sociedad musulmana la escultura est¨¢ mal vista porque se proh¨ªbe la representaci¨®n de la figura humana, dice Ball
No estuvo siempre ah¨ª. De hecho, la estancia es un trozo idealizado de su infancia importado del sur, del esplendor del r¨ªo de Senegal, hasta este rinc¨®n caluroso y ¨¢rido de Nuakchot. Oumar Ball, quien ahora tiene 32 a?os, naci¨® y se ensoler¨® en un pueblo llamado Babab¨¦, rodeado de vacas y cabras y corderos, de casas de barro y paja que se alongaban sobre una ribera f¨¦rtil de cereales y arroz. Criado por su abuela, el mayor de ocho hermanos, aquel ni?o empez¨® a crear. ¡°Sobre todo escultura¡±, recuerda, ¡°usaba lo que ten¨ªa a mi alcance, hierro, pl¨¢stico, y de ah¨ª sal¨ªan peque?as casas, juguetes, bichos. La pintura lleg¨® luego¡±.
Pero, como todas, la infancia feliz de Oumar se quebr¨® un d¨ªa. Su padre, el fot¨®grafo y tambi¨¦n pintor Issa Ball, le trajo a Nuakchot a la casa familiar a los 13 a?os, cuando su abuela muri¨®. ¡°Para m¨ª el cambio fue muy dif¨ªcil, apenas sal¨ªa de casa, estaba como en shock. Adem¨¢s ten¨ªa problemas de asma, me asfixiaba muchas veces e iba y ven¨ªa al m¨¦dico todo el tiempo, as¨ª que tuve que dejar el colegio¡±, explica. De la escultura, el adolescente, guiado por su padre, dio el salto a la pintura. ¡°Fue en ese momento cuando lleg¨® la explosi¨®n, no pod¨ªa dejar de trabajar. Era como una obsesi¨®n, pintaba y pintaba d¨ªa y noche¡±.
El cambio de registro tambi¨¦n tuvo que ver con los prejuicios religiosos. ¡°En nuestra sociedad musulmana la escultura est¨¢ mal vista porque se proh¨ªbe la representaci¨®n de la figura humana. La gente empez¨® a hablar y mis padres me aconsejaron que lo dejara¡±. Pero aquello fue temporal, nadie iba a detener la necesidad de contar a trav¨¦s del arte que lat¨ªa dentro del joven Ball. ¡°Con el tiempo entend¨ª que lo que dec¨ªa la gente eran solo palabras y que en la vida uno tiene que hacer lo que siente en su coraz¨®n, no lo que est¨¢ en el coraz¨®n de los otros¡±, opina. Ahora, recuperada la escultura, Ball combina ambas disciplinas con id¨¦ntica pasi¨®n. ¡°Son dos lenguajes diferentes, no podr¨ªa decir cu¨¢l me gusta m¨¢s, paso de uno a otro en funci¨®n de mi estado de ¨¢nimo¡±.
Utiliza los materiales m¨¢s inveros¨ªmiles. Desde excremento de vaca hasta trozos de lata, pigmentos naturales, tierra pisada por el ganado, arena o piezas de metal y chapas
Las palabras le salen con dificultad, se le quedan colgadas en el aire como fruta madura a punto de caer. Pero tiene tanto que contar. Quiz¨¢s por eso aquel joven arrancado a la fuerza de la ni?ez, d¨¦bil y enfermo, encontr¨® en sus manos la mejor manera de sacar lo que hay en su cabeza. A la entrada de la casa, su madre, Maimouna Diallo, est¨¢ trenzando a una ni?a sentada entre sus piernas. Arriba, el estudio de Ball est¨¢ lleno de filamentos de hierro con los que enhebra y enreda y da forma a criaturas incre¨ªblemente reales. ¡°Una cosa viene de la otra. Cuando trabajo pienso en mi madre, que es peluquera¡±, asegura.
Con apenas 15 a?os presenta su primera exposici¨®n individual en el Centro Cultural Franc¨¦s de Nuakchot. Desde entonces no ha dejado de crecer. La fuerza de su obra, que nos interpela acerca de nuestra relaci¨®n con la naturaleza y que capta con maestr¨ªa peque?os detalles cotidianos, momentos, la vida en circulaci¨®n y sin sobresaltos, no pod¨ªa pasar desapercibida. Residencias en Espa?a y Francia, muestras en Par¨ªs o en la Bienal de Arte de Dakar y hasta un documental sobre su proceso creativo, de Fran?oise Dexmier, hablan de la dimensi¨®n del artista de hoy, de su perenne evoluci¨®n y del enorme potencial del creador de ma?ana.
Y eso que Nuakchot no fue nunca f¨¢cil. ¡°Aqu¨ª apenas hay ambiente cultural, la mayor parte de la gente tiene poca sensibilidad con el arte¡±, considera. Pese a todo, ¨¦l se ha ido construyendo a s¨ª mismo. En un rinc¨®n de una mesita baja asoma el libro Propos sur l¡¯art, de la editorial Gallimard, en el que se recogen entrevistas y reflexiones del pintor espa?ol Pablo Picasso, una de sus fuentes de inspiraci¨®n junto a Dal¨ª o Van Gogh, sobre quienes le¨ªa en libros que le regalan sus amigos franceses y espa?oles. Sus cuadros y esculturas circulan sobre todo entre los extranjeros que viven en Mauritania y viajan hacia mercados del arte en Francia y Senegal, donde una galer¨ªa expone y vende sus obras. ¡°As¨ª es como me gano la vida¡±, revela.
Utiliza los materiales m¨¢s inveros¨ªmiles. Desde excremento de vaca, ¡°ese olor, esa textura, es algo muy ligado a mi infancia¡±, hasta trozos de lata, pasando por pigmentos naturales que ¨¦l mismo mezcla, tierra pisada por el ganado, arena o piezas de metal, chapas y otros presuntos desperdicios que recoge de la basura. En un instante, Oumar Ball se levanta, coge un burro de tama?o natural que est¨¢ haciendo en hierro y aluminio y muestra su parte trasera: un trozo de bid¨®n de pl¨¢stico en el que el agujero representa el culo. ¡°Cuando vi esa garrafa de pl¨¢stico no puede evitar usarlo para esto, lo mismo me ocurre con lo dem¨¢s. Es como si ya fueran arte y estuvieran ah¨ª s¨®lo a la espera de que alguien pase y se d¨¦ cuenta¡±, a?ade.
En su estudio, sobre la mesa, un buitre gigante hecho con trozos de lata despliega sus alas mientras una mujer de filamentos de hierro lo observa con atenci¨®n. Cuadros de paisajes, instantes de la vida en el campo, peces y ni?os se apoyan en las paredes, apenas esbozados o a punto de terminarse. ¡°Son retazos de una vida simple que est¨¢ desapareciendo, de la paz de aquellos que viven sin molestar a los dem¨¢s, en armon¨ªa con la naturaleza. Quiero mostrar al mundo que ?frica no es lo que piensan, que no es s¨®lo guerra, miseria y destrucci¨®n¡±, asegura este joven peul que vuelve una y otra vez a Babab¨¦ porque, en realidad, es como si nunca se hubiera ido del todo de all¨ª.
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