Esperando a Godot
Se ha perdido mucho tiempo, ya irrecuperable, y se han provocado muchos da?os, algunos ya irreversibles, pero el reto sigue siendo el mismo. Es necesario abrir un gran debate nacional para reformar el Estado de las autonom¨ªas
El desarrollo del proceso independentista en Catalu?a y la forma de afrontarlo por el sistema pol¨ªtico espa?ol componen una insensata representaci¨®n del teatro del absurdo, carente de sentido y, quiz¨¢s, tambi¨¦n de esperanza.
Los independentistas est¨¢n empe?ados en convertir en realidad su convicci¨®n de que el pueblo catal¨¢n tiene derecho a la autodeterminaci¨®n, amparado por el derecho internacional; que la independencia es alcanzable de forma sencilla e inmediata; que ser¨¢ bien acogida por la sociedad internacional ¡ªdestacadamente, por la UE¡ª y que es alcanzable de forma pac¨ªfica y plenamente legal, incluso, sin una clara mayor¨ªa. Que una construcci¨®n semejante haya sido amparada ¡ªpor acci¨®n u omisi¨®n¡ª por, entre otros, destacados juristas catalanes demuestra hasta d¨®nde ha llegado el independentismo y la inutilidad, hoy por hoy, de cualquier intento de debate racional que la ponga en tela de juicio.
Solo los independentistas son responsables de su estrategia y de sus grav¨ªsimos efectos. Pero el sistema pol¨ªtico espa?ol ¡ªmuy destacadamente, el Gobierno y su partido¡ª es responsable de las consecuencias de renunciar a enfrentarse al reto independentista de forma adecuada: pol¨ªticamente. Durante largos a?os se ha limitado a contemplar, con pasividad, el crecimiento de sus apoyos, instalado con relajo en la arrogante convicci¨®n del car¨¢cter inexpugnable de su fortaleza jur¨ªdica. Ha olvidado la trascendencia de la pol¨ªtica y la imposibilidad, en una democracia, de reducirla total y absolutamente a la ley. La ley marca el terreno de juego de lo que se puede ¡ªy no se puede¡ª hacer; pero la pol¨ªtica puede poner en crisis la percepci¨®n ciudadana de legitimidad de la ley. Cuando eso ocurre el sistema democr¨¢tico est¨¢ en crisis.
?C¨®mo se gestiona pol¨ªticamente un quebrantamiento de la ley por las autoridades?
El Estado no puede renunciar a imponer el cumplimiento de su derecho; est¨¢ en su identidad gen¨¦tica. En contra de lo que parecen querer creer los independentistas, no resulta f¨¢cilmente imaginable que fracase en esa operaci¨®n, a pesar de la ineptitud mostrada el 1-O. El problema es el precio a pagar por lograrlo, que ser¨¢ m¨¢s elevado cuanto mayor sea la fortaleza ¡ªy la resistencia¡ª del independentismo y mayor la impericia del Gobierno. El sistema democr¨¢tico va a salir muy maltrecho; est¨¢ ya profundamente erosionado en Catalu?a, y la imagen internacional de Espa?a ¡ªy su credibilidad en Europa¡ª sufrir¨¢ un profundo deterioro. Los acontecimientos del pasado domingo son una seria advertencia.
Hace mucho tiempo que el Gobierno, a la vista de su estrategia, tendr¨ªa que haberse enfrentado a un problema peliagudo: ?c¨®mo se gestiona pol¨ªticamente, en un sistema democr¨¢tico, un quebrantamiento hipot¨¦ticamente masivo de la ley, protagonizado por importantes autoridades del territorio, respaldado pol¨ªticamente, cuando los delitos que asoman por el horizonte son de tan especial gravedad? Quienes dise?aron esa estrategia, ?nos ocultaban este panorama o simplemente lo ignoraban?
Se ha perdido mucho tiempo, ya irrecuperable, y se han provocado muchos da?os, ya irreversibles. Pero nos encontramos ante el mismo reto que se viene tratando de eludir tozudamente desde hace muchos a?os: la necesidad de una profunda reforma del sistema auton¨®mico que, en parte importante ¡ªy su aglutinante¡ª, debe ser reforma de la Constituci¨®n. Solo hay un terreno pol¨ªtico en el que se puede debilitar el apoyo social al independentismo: la mejor conformaci¨®n del sistema auton¨®mico aprendiendo de la experiencia de los mejores sistemas federales de nuestro entorno. Los defectos del sistema auton¨®mico, magnificados, han sido un elemento determinante en el proceso de deslegitimaci¨®n que se encuentra en la base del reto independentista; lo fue ¡ªy lo volver¨¢ a ser¡ª en el Pa¨ªs Vasco y lo ha sido en Catalu?a. Una reforma as¨ª planteada se corresponde con la realidad de lo que es hoy el sistema auton¨®mico y con sus necesidades. No se trata de satisfacer a los independentistas, sino de lograr un sistema de autonom¨ªas territoriales s¨®lido y saludable que estar¨¢ en mejores condiciones de dificultar su descalificaci¨®n y la justificaci¨®n de las propuestas de ruptura.
Son los partidos pol¨ªticos quienes deben impulsar el proceso de reformas necesario
Los autores intelectuales de la estrategia independentista han solido reconocer que su mayor riesgo de perder apoyos cualitativamente determinantes se encontraba en la tercera v¨ªa, viendo con satisfacci¨®n la incapacidad para articularla. Parad¨®jicamente, la negaci¨®n de esa posibilidad ha surgido de entre quienes se oponen a la pretensi¨®n independentista. Alegan que ninguna reforma servir¨ªa para resolver el problema porque no satisface a los nacionalistas. Los independentistas entendieron que se puede influir en el cambio de actitud de los ciudadanos y ello les ha permitido ir engordando sus filas de forma significativa. No hay que mirar a la forma en que los independentistas expresan su reivindicaci¨®n, sino a lo que ha movido a parte de los ciudadanos a respaldarla en un momento concreto. A estos no se les puede ofrecer su sue?o ¡ªuna Catalu?a independiente¡ª, pero s¨ª una realidad aceptablemente satisfactoria como para que un sector suficiente de ellos considere que no merece la pena lanzarse a arriesgadas aventuras. Eso es lo que, entre otras cosas, podemos aprender de los pa¨ªses que han sido capaces de enfrentarse con ¨¦xito a retos similares ¡ªque existen¡ª, y tambi¨¦n de los que fracasaron ¡ªque tambi¨¦n los hay¡ª. Los sondeos muestran que, en Catalu?a, todav¨ªa hay un sector suficientemente importante en ese territorio a conquistar.
La situaci¨®n en que hay que afrontar este reto es una de las peores imaginables. Venimos de una pr¨¢ctica pol¨ªtica partidista profundamente t¨®xica. Cualquier propuesta de reforma del sistema auton¨®mico ha sido asaeteada en cuanto asomaba la cabeza, para ser descalificada despectivamente, sin ofrecer ninguna alternativa. Se han hecho propuestas de reforma excesivamente cerradas, cuando, simplemente, hab¨ªa que abrir el debate y el tiempo de las reformas. Se han lanzado propuestas precipitadas, sin madurar, que han facilitado su descalificaci¨®n. Se han propuesto contenidos extremadamente pol¨¦micos, que ni tan siquiera hab¨ªan sido suficientemente debatidos ¡ªy ampliamente asumidos¡ª en el sector del que proced¨ªan. Por si fuera poco, ?qui¨¦n puede asumir su bandera en Catalu?a? O el federalismo no es el terreno de quien se gan¨® credibilidad en la oposici¨®n al proc¨¦s o lo es de quien la perdi¨® y no se sabe si lograr¨¢ recuperarla. Y una brecha dif¨ªcilmente superable separa a unos y otros.
Necesitamos abrir un gran debate sobre la reforma; abrir un tiempo de reformas. Pero nos enfrentamos a un gran problema. Para que tenga posibilidades de ¨¦xito es necesaria la profunda convicci¨®n de los partidos que deben impulsarla; y deben transmitirlo convincentemente a la sociedad. ?Van a ser capaces de estar a la altura del reto que tienen ante s¨ª? Si fracasan, ?cu¨¢l ser¨¢ el horizonte respecto a Catalu?a y, en general, para el sistema constitucional? ?Alguien cree que es sostenible un sistema democr¨¢tico que excluye la posibilidad de independencia sin ganarse a una amplia mayor¨ªa de la sociedad catalana?
Alberto L¨®pez Basaguren es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional.
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