?Por qu¨¦ ya no quedan naranjas sanguinas en Valencia?
HACE UNAS D?CADAS, el motor de la econom¨ªa en regiones como Valencia, Murcia o Andaluc¨ªa era la agricultura, y no el turismo. Uno de los cultivos principales era la naranja, y Espa?a formaba parte del equipo de los mayores productores del mundo, lugar que ahora nos han arrebatado, entre otros, Brasil y Estados Unidos. Entre las variedades m¨¢s populares se encontraban las de sangre, tambi¨¦n llamadas sanguina o sanguinelli. Produc¨ªan un zumo de un caracter¨ªstico color rojo, aunque la forma m¨¢s frecuente de com¨¦rselas era abland¨¢ndolas con la mano, haciendo un agujero con el dedo pulgar y chupando. Sin embargo, su producci¨®n ocasionaba algunos problemas. El principal era que no todas las naranjas de un mismo ¨¢rbol adquir¨ªan esa caracter¨ªstica tonalidad, lo que obligaba a descartar la mayor¨ªa, y el cultivo se abandon¨®. Curiosamente, Italia no ten¨ªa este problema y sigui¨® dominando el mercado europeo con denominaciones de origen como la arancia rossa de Sicilia. Hace poco, la ciencia descubri¨® cu¨¢l era el misterio del cambio de color. Y la respuesta ten¨ªa que ver con algo que se hab¨ªa descubierto muchos a?os atr¨¢s en el ma¨ªz.
La genetista Barbara McClintock descubri¨® que el cambio de color en los vegetales se deb¨ªa a fragmentos de ADN capaces de replicarse y cambiar de posici¨®n.
Seguro que han visto esas mazorcas en las que cada grano tiene un amarillo diferente. El patr¨®n de herencia de estos pigmentos parec¨ªa escapar a todas las leyes de la gen¨¦tica conocidas hasta el momento. Fue en los a?os cincuenta cuando la cient¨ªfica estadounidense Barbara McClintock resolvi¨® el enigma. La variaci¨®n de tonalidades se deb¨ªa a la presencia de transposones, fragmentos de ADN que son capaces de replicarse y cambiar su posici¨®n en el genoma. McClintock descubri¨® que los genomas de los organismos no son inmutables y est¨¢ticos, como se pensaba, sino que, adem¨¢s de mutaciones, tienen elementos capaces de ir cambiando de posici¨®n. Por este hallazgo recibi¨® el Premio Nobel de Medicina en 1983, tres d¨¦cadas despu¨¦s de la publicaci¨®n de los resultados.
Nacida en Estados Unidos en 1902, la brillante genetista se gradu¨® en Ingenier¨ªa Agr¨®noma por la universidad neoyorquina de Cornell en 1923. Se tuvo que doctorar en el departamento de bot¨¢nica porque el de mejora gen¨¦tica no admit¨ªa mujeres. Tampoco pudo optar a una beca de estudios en el extranjero. El pretexto alegado fue que exist¨ªa la probabilidad de que dejara los estudios en el momento en que se casara. Pero contraer matrimonio o abandonar la investigaci¨®n fueron dos cosas que nunca hizo. Lejos de amilanarse con tal injusticia, se dedic¨® a estudiar las c¨¦lulas del ma¨ªz, y a partir de ah¨ª sac¨® conclusiones universales que se aplican en todos los organismos, incluyendo los seres humanos.
Este trabajo fue acogido con escepticismo por la comunidad cient¨ªfica, dominada por hombres.
Este trabajo fue acogido con escepticismo ¡ªcuando no hostilidad¡ª por la comunidad cient¨ªfica, dominada por hombres. McClintock era una mujer que trabajaba con las plantas, as¨ª que lo ten¨ªa todo en contra para que no fuera admitida por el establishment. Pero la ciencia se basa en las evidencias y todas confirmaron su descubrimiento. Hoy sabemos que los transposones tienen una gran influencia en la evoluci¨®n. Por poner un ejemplo, aproximadamente el 3% del genoma del Homo sapiens debe su estructura a la acci¨®n de estos elementos. Su origen es incierto, aunque se sospecha que son restos de virus arcaicos integrados en el ADN del organismo.
En 2012, un grupo de investigadores liderado por la bot¨¢nica inglesa Cathie Martin descubri¨® que la aparici¨®n del rojo en las naranjas depende de la presencia de un transpos¨®n en la regi¨®n del ADN que controla la producci¨®n del pigmento. Adem¨¢s, comprobaron que este elemento se activa con el fr¨ªo. Eso explicaba que en Valencia las naranjas del exterior del ¨¢rbol acumularan el color mientras que las de dentro, m¨¢s resguardadas, no lo hac¨ªan. En Italia no ten¨ªan este problema porque crec¨ªan a las faldas del Etna, a una altura pronunciada, lo que garantiza que la planta se enfr¨ªe m¨¢s y la fruta coja la tonalidad que pide el consumidor. As¨ª que ahora sabemos que las naranjas de sangre son de sangre fr¨ªa.
Las vidas del rojo
El tono rojo de la sangre se debe a la hemoglobina, que obtiene su color por el ¨¢tomo de hierro que contiene el grupo hemo. Sin embargo, la naranja no tiene hemoglobina ni es especialmente rica en hierro. Por eso no sabe a morcilla. Adquiere esa tonalidad por la presencia de un pigmento vegetal perteneciente a la familia de las antocianinas, que da color a muchas flores y salud a nuestro cuerpo por sus potentes antioxidantes. El consumo de frutas ricas en estos compuestos se ha asociado con menor riesgo cardiovascular, prevenci¨®n del c¨¢ncer y de la obesidad.
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