Las palabras ofendidas
EN ETAPAS TURBULENTAS, cuando los acontecimientos cambian en cuesti¨®n de horas, es a¨²n mayor fastidio escribir sabiendo que lo escrito llegar¨¢ a los lectores dos semanas m¨¢s tarde. Pero en el asunto catal¨¢n hay algo que no se habr¨¢ alterado ni se alterar¨¢ jam¨¢s, y es el desaforado y ofensivo vaciamiento, o abaratamiento, de las palabras. Los pol¨ªticos independentistas catalanes, y no s¨®lo ellos (tambi¨¦n los dirigentes de Omnium y la ANC, antes Casals y Forcadell, ahora Cuixart y S¨¤nchez, a los que nadie ha elegido y que sin embargo se han proclamado representantes m¨¢ximos de su pa¨ªs), llevan muchos a?os ofendiendo a mansalva. Pero no me voy a referir a los incontables agravios a los dem¨¢s espa?oles, con predilecci¨®n por extreme?os, andaluces e inicuos madrile?os. Dejemos eso de lado, no demos importancia a lo que carece de ella.
La gran ofensa es contra quienes s¨ª est¨¢n o han estado de verdad oprimidos y privados de libertad, contra quienes no han disfrutado de un ¨¢tomo de democracia en sus vidas y jam¨¢s han votado.
No, las ofensas mayores han sido contra el mundo, tanto el del presente como el del pasado, y se han producido a trav¨¦s de la banalizaci¨®n constante de palabras de peso, serias, que no se pueden utilizar a la ligera sin cometer una afrenta. Un pa¨ªs con un autogobierno mayor que el de ning¨²n equivalente europeo o americano (mayor que el de los l?nder alemanes o los estados de los Estados Unidos), que lleva votando libremente en diferentes elecciones desde hace casi cuatro d¨¦cadas, a cuya lengua se protege y no se pone la menor cortapisa; que es o era uno de los m¨¢s pr¨®speros del continente, en el que hay y ha habido plena libertad de expresi¨®n y de defensa de cualesquiera ideas, en el que se vive o viv¨ªa en paz y con comodidad; elogiado y admirado con justicia por el resto del planeta, con ciudades y pueblos extraordinarios y una tradici¨®n cultural deslumbrante¡; bueno, sus gobernantes y sus fan¨¢ticos llevan un lustro vociferando quejosamente ¡°Visca Catalunya lliure!¡± y desplegando pancartas con el lema ¡°Freedom for Catalonia¡±. Sostienen que viven ¡°oprimidos¡±, ¡°ocupados¡± y ¡°humillados¡±, y apelan sin cesar a la ¡°democracia¡± mientras se la saltan a la torera y desean acabar con ella en su ¡°rep¨²blica¡± sin disidentes, con jueces nombrados y controlados por los pol¨ªticos, con la libertad de prensa mermada si es que no suprimida, con el se?alamiento y la delaci¨®n de los ¡°desafectos¡± y los ¡°tibios¡± (son los t¨¦rminos que en su d¨ªa utiliz¨® el franquismo en sus siempre insaciables depuraciones). Se permiten llamar ¡°fascistas¡± a Joan Manuel Serrat y a Isabel Coixet y a m¨¢s de media Catalu?a, o ¡°traidor¡± y ¡°renegado¡± a Juan Mars¨¦. Ninguno deber¨ªa amargarse ni sentirse abatido por ello: es como si los llamaran ¡°fascistas¡± las huestes de Mussolini. Imaginen el valor de ese insulto en los labios que hoy lo pronuncian.
La gran ofensa es contra quienes s¨ª est¨¢n o han estado de verdad oprimidos y privados de libertad, contra quienes no han disfrutado de un ¨¢tomo de democracia en sus vidas y jam¨¢s han votado. Para empezar, contra todos los espa?oles que vivimos y padecimos el franquismo, bajo el cual no hab¨ªa partidos pol¨ªticos ni libertad de expresi¨®n alguna, y un estudiante se pod¨ªa pasar dos a?os en la c¨¢rcel por arrojar octavillas; un sindicalista, no digamos. No s¨®lo los catalanes lo sufrieron, ni los que m¨¢s, y fueron muchos sus conciudadanos que lo abrazaron y fortalecieron. Es una ofensa contra las poblaciones de Irak y Siria que est¨¢n o han estado bajo el dominio del Daesh, eso s¨ª es opresi¨®n y humillaci¨®n sin cuento. Contra las mujeres saud¨ªes y de otros pa¨ªses musulmanes, en los que carecen de derechos y viven convertidas en menores de edad o en esclavas conyugales. Contra los cubanos, que no han podido votar nada desde hace seis decenios; contra los chilenos y argentinos de sus respectivas dictaduras militares, cuando a la gente ¡°se la desaparec¨ªa¡± y torturaba. Hablar de los ¡°m¨¦todos de tortura¡± de la polic¨ªa el 1-O, como ha hecho Anna Gabriel desfachatadamente y con mentira confesa, es un inconmensurable agravio a cuantos sufren y han sufrido torturas verdaderas en el universo. En cuanto a la ¡°represi¨®n salvaje¡± de ese d¨ªa, no s¨¦ qu¨¦ adjetivo podr¨ªan encontrar entonces para las cargas de los grises en la dictadura, que muchos todav¨ªa hemos conocido. En ellas, y en otras incontables a lo ancho del globo, s¨ª que se hac¨ªa y se hace da?o, en Venezuela hoy sin ir m¨¢s lejos. La polic¨ªa y la Guardia Civil se deber¨ªan haber abstenido de emplear una sola porra, pero calificar su actuaci¨®n de ¡°brutal¡± y ¡°salvaje¡± es desconocer la brutalidad y el salvajismo. Por fortuna. Y ojal¨¢ que las generaciones actuales los sigan desconociendo.
La de las palabras manoseadas y profanadas es la mayor ofensa y la mayor falta de respeto. M¨¢s incluso que la tergiversaci¨®n de los n¨²meros, practicada cuando en las ¨²ltimas elecciones catalanas un 47% o 48% qued¨® convertido por los caciques y los cazabrujas (no por todos los independentistas, claro) en ¡°una mayor¨ªa n¨ªtida¡± y ¡°un claro mandato¡± del pueblo entero. Ese fue ya el aviso de que nos encontramos, en efecto, ante ¨¦mulos de Mussolini que extra?amente se dicen oprimidos, sin libertad y humillados, y que cometen la infamia de llamar ¡°fascistas¡± a sus venideras v¨ªctimas.
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