Los que entonan el ¡®Refugees welcome¡¯ con sus actos
Voluntarios de todo el mundo se han desplazado a Serbia para ayudar a cubrir las necesidades b¨¢sicas de unas 8.000 personas estancadas por el cierre de fronteras
"Se preocupaban por nosotros, nos cuidaban como se cuida a la familia", cuenta el afgano Jamshid mientras recuerda las barracas donde hace unos meses m¨¢s de 1.000 refugiados se congelaban de fr¨ªo en pleno invierno serbio, en un campamento improvisado, en el centro de Belgrado. El joven describe c¨®mo voluntarios llegados de muchos lugares del mundo ayudaron entonces ¡ªy ayudan ahora¡ª a que esta situaci¨®n no llegase a ser una cat¨¢strofe humanitaria m¨¢s dura de lo que pueda ser? una vida en el limbo, a las puertas de Europa por restricciones de entrada. Sin ninguna idea de si en alg¨²n momento llegar¨¢ una soluci¨®n.
En Serbia viven unos 8.000 refugiados y migrantes, seg¨²n la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) en el pa¨ªs. Casi todos proceden de Afganist¨¢n, aunque tambi¨¦n los hay de Pakist¨¢n, Irak, Siria o norte de ?frica y casi todos llevan alrededor de un a?o, a veces m¨¢s, en el pa¨ªs. Pagaron a una red traficantes, pero, cuando aterrizaron en Serbia tras sortear muchas dificultades por el camino, ya se hab¨ªa levantado una valla kilom¨¦trica en la frontera con Hungr¨ªa y se hab¨ªa reforzado el lado croata con presencia policial. Las demandas de asilo a pa¨ªses europeos no reciben respuesta y no hay visos de que esto vaya a suceder. Miles de personas permanecen estancadas.
Y junto con los refugiados, este pa¨ªs de la antigua Yugoslavia vive un ir y venir de voluntarios internacionales que llegan con el objetivo de ayudar a las asociaciones existentes, casi todas ellas tambi¨¦n creadas a ra¨ªz de la crisis del pasado invierno. Buscan, dicen, "paliar las necesidades que el Gobierno no cubre ni con las ayudas europeas". Y quieren decirles a los refugiados que para ellos s¨ª que son bienvenidos, aunque vallas, fuerzas policiales y pol¨ªticas europeas digan lo contrario.
Trabajando por un fin com¨²n
Estos voluntarios no tienen un perfil unificado. Proceden de diversos puntos de Europa, de Estados Unidos, Canad¨¢, e incluso de pa¨ªses latinos, norteafricanos y asi¨¢ticos. Son de diferentes edades. Muchos decidieron dejar sus trabajos e irse a Serbia, otros estaban desempleados y vieron una oportunidad de colaborar. Est¨¢n los que usan sus vacaciones. Y los que han pedido una excedencia en sus empleos. En ocasiones llegan personas que han conseguido recopilar alimentos y enseres?en sus pa¨ªses de origen y los transportan hasta aqu¨ª para donarlos a alguna de las organizaciones presentes. No se definen por una religi¨®n ni raza. Ni por una profesi¨®n. Lo ¨²nico que les une es la solidaridad. Consideran injustas las pol¨ªticas europeas hacia estos seres humanos y han decidido moverse a Serbia para entonar el famoso "refugees welcome" a trav¨¦s de sus acciones.
"Un d¨ªa lleg¨® a las barracas un coche con una bandera alemana y comenz¨® a distribuirnos pan. Tambi¨¦n hab¨ªa algunos periodistas sacando fotos", comenta Jamshid. "A partir de ah¨ª, todos los d¨ªas ven¨ªan much¨ªsimos periodistas y, de repente, comenzaron a llegar personas a repartir ropa, sacos de dormir, hab¨ªa sanitarios y se comenz¨® a distribuir comida caliente para el almuerzo y la cena¡±, sigue. ¡°Vino una chica alemana a preguntarme qu¨¦ necesitaba y yo tuve curiosidad por saber cu¨¢nto le pagaban por hacer esto¡±, dice el joven que, tras meses de maltratos en el duro viaje clandestino que separa Afganist¨¢n de Serbia, fue la primera vez que se sinti¨® apreciado. "Cuando me dijo que nada, que lo hac¨ªa porque solo quer¨ªa ayudar, me pareci¨® algo incre¨ªble".
De Grecia a Serbia
Ra¨²l Ubide y Bruno ?lvarez-Contreras son algunos de los que trabajaban a comienzos de 2017 como voluntarios en Grecia. Las im¨¢genes de sirios tratando de cruzar fronteras en masa y malviviendo en campos improvisados hab¨ªan circulado por todos los medios del mundo. Y ellos quisieron sumarse a la oleada de solidaridad que se moviliz¨® hacia el este de Europa. "En Grecia hab¨ªa much¨ªsimos voluntarios", explica Ubide, "pero hasta ese momento no hab¨ªa mucha informaci¨®n de la situaci¨®n de los refugiados en Serbia".
La asociaci¨®n Hot Food Idomeni llev¨® su experiencia adquirida en el pa¨ªs del sur hacia las barracas de Belgrado ¡ªas¨ª se llam¨® a los asentamientos que se crearon alrededor de la estaci¨®n de tren¡ª para cocinar comidas calientes, y se corri¨® la voz entre los voluntarios que estaban por la zona de que en Serbia hab¨ªa muchas necesidades sin cubrir y que, sin ayuda, la situaci¨®n podr¨ªa desbordarse y derivar en cat¨¢strofe humanitaria. Hacia enero, decenas de personas deseosas de ayudar pasaron de Grecia a Belgrado y comenz¨® un amplio despliegue alrededor de las barracas. "Habl¨¢bamos con los desplazados y luego pas¨¢bamos horas sentados en un caf¨¦ de la estaci¨®n de tren, contigua a las barracas, decidiendo c¨®mo organizarnos para paliar la situaci¨®n", explica Ra¨²l. De esas conversaciones surgi¨® BelgrAid, que sigui¨® los pasos de Hot Food Idomeni. Se alquil¨® una casa con almac¨¦n, donde se sit¨²a la cocina y las donaciones que van llegando. Y ya conformados oficialmente como organizaci¨®n serbia, comenzaron a encargarse de las comidas.
En Serbia viven unos 8.000 refugiados y migrantes, muchos llevan m¨¢s de un a?o esperando una respuesta a sus solicitudes de asilo
"Por otro lado, explica ?lvarez-Contreras, cuando supimos que solo estaban recibiendo una comida al d¨ªa, unos amigos y yo decidimos comprar utensilios y ponernos a preparar cenas. No sab¨ªamos por donde empezar, pero conseguimos cocinar para 400 personas el primer d¨ªa". Y as¨ª fue como surgi¨® No Name Kitchen, que ha llegado a repartir hasta 1.000 comidas en una jornada. Lo que comenz¨® como unas vacaciones destinadas al voluntariado en Grecia se torn¨® en una forma de vida. Ha llegado a rechazar un contrato de trabajo porque se siente demasiado implicado en esta causa.
Adem¨¢s de alimentos, varias asociaciones como Help-Na desde Navarra o M¨¦dicos sin Fronteras llevaron a las barracas madera que no fuera t¨®xica al quemarse para entrar en calor, llegaron doctores y miles de donaciones en forma de ropa y calzado, se crearon duchas y ba?os y expertos en electr¨®nica crearon instalaciones para que se pudieran cargar los m¨®viles y los refugiados no perdieran la comunicaci¨®n con las familias. Otras asociaciones se situaron en oficinas cercanas para ofrecer actividades de integraci¨®n social, clases de idiomas gratuitas o talleres para mantener a los j¨®venes entretenidos. Muchos refugiados son tambi¨¦n voluntarios y ofrecen sus habilidades a otros. Casi todos est¨¢n convencidos de que la mayor¨ªa de las grandes organizaciones supranacionales, las que m¨¢s dinero tienen, "no hicieron nada" entonces para ayudar a estas personas que conviv¨ªan con ratas y plagas de sarna en el centro de Belgrado.
La gran mayor¨ªa del dinero de estas asociaciones llega de las aportaciones voluntarias de ciudadanos que tambi¨¦n quieren ayudar a los refugiados. "Hay mucha colaboraci¨®n y coordinaci¨®n, nos ayudamos unas a otras y compartimos lo que tenemos", explica ?lvarez-Contreras, "al final no ganamos nada, sino que todas estamos aqu¨ª con el mismo fin". Estas asociaciones de voluntarios internacionales aseguran no pagar retribuci¨®n econ¨®mica alguna a ninguno de los implicados por su labor y que tiran de ahorros y de austeridad para poder invertir su tiempo en esta causa.
Tras el caos, m¨¢s ayuda
Las barracas han desaparecido, pero las necesidades b¨¢sicas de los llegados desde Asia, no. Los voluntarios y varias de las asociaciones creadas en ¨¦poca de emergencia contin¨²an. Algunos han conseguido permisos para acceder a los campos creados por el Gobierno, como es el caso de BelgrAid, que alimenta a unas 1.000 personas de uno de ellos situado a las afueras de Belgrado. Y, gracias al material que llega desde muchos pa¨ªses, se reparten equipos de higiene a personas en varios campos, juguetes a ni?os y ropa.
Otras ayudan a aquellos que siguen viviendo a la intemperie, como No Name Kitchen, que mud¨® su instrumental a Sid, una peque?a localidad al lado de Croacia donde unas 200 o 300 personas viven en el bosque con el objetivo de cruzar la frontera irregularmente hacia la Uni¨®n Europea. Frente al mutismo de Bruselas hacia las solicitudes de asilo, esta traves¨ªa es la que asegura mayores probabilidades de ¨¦xito, aunque es muy dura y peligrosa.
Luis L¨®pez dej¨® su empleo como trabajador social en Espa?a para implicarse durante unos meses en Belgrado en Help Na. Cree que es negativo que no haya habido un control sobre los voluntarios que llegan ni sobre las asociaciones que se han ido creando: "Nadie les da a conocer los riesgos que sus actividades pueden tener en las personas. Los voluntarios vienen y se van. Vuelven a su vida real, mientras que los refugiados tienen que quedarse aqu¨ª, no logran irse y viven una situaci¨®n de desamparo".
No sab¨ªamos por donde empezar, pero conseguimos hacer comida para 400 personas el primer d¨ªa Bruno, voluntario en Serbia
"Hay algo muy frustrante en ser voluntaria en esta situaci¨®n", explica una joven que estuvo casi dos meses en Serbia. "Puedes escucharlos y apoyarlos, acompa?arlos, colaborar para cubrir sus necesidades b¨¢sicas, pero ves c¨®mo se van sintiendo m¨¢s y m¨¢s cansados por la situaci¨®n y ah¨ª es imposible ayudar", lamenta. "Lo que necesitan es conseguir la protecci¨®n para que se les permita trabajar o estudiar y ser ciudadanos con derechos, pero en eso estamos con las manos atadas".
"La coordinadora me ha preguntado qu¨¦ quiero que mejore en el campo", explica Jamshid, que ahora vive en Adesevci, uno de los asentamientos que peores condiciones presentan en Serbia y donde no se permite la entrada de asociaciones. "Quiero que permitan venir a los voluntarios, poder seguir aprendiendo, poder matar las horas muertas con actividades". Adesevci est¨¢ muy alejado de cualquier poblaci¨®n, los ni?os no reciben educaci¨®n y el tedio alarga cada hora del d¨ªa. Jamshid aprendi¨® ingl¨¦s en tres meses viviendo en las barracas en Belgrado gracias a un nuevo amigo estadounidense. "Ahora no aprendo nada. Ahora solo pierdo el tiempo".
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