Nunca m¨¢s

Cientos de miles de catalanes demostraron ayer que la manifestaci¨®n del 8 de octubre no fue una respuesta fugaz al independentismo. Desbordando de nuevo las calles de Barcelona, dejaron meridianamente claro lo c¨®modos que se sienten en el marco constitucional espa?ol y, sobre todo, que no est¨¢n dispuestos a regalarles la hegemon¨ªa de la calle a los secesionistas. Sin la estructura, financiaci¨®n ni los apoyos institucionales de los que ha gozado el proc¨¦s, Sociedad Civil ha demolido el mito independentista de que el pueblo catal¨¢n aspira a la ruptura. Despu¨¦s de ayer, el proc¨¦s no podr¨¢ nunca m¨¢s usurpar como ha hecho hasta ahora el nombre de Catalu?a.

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Never again

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Catalu?a ha demostrado en esta dif¨ªcil tesitura que su sociedad es mucho m¨¢s plural de lo que el bloque independentista se empe?a en mostrar. Plural y solidaria con su pa¨ªs, Espa?a, al que siempre ha enriquecido con su car¨¢cter emprendedor, su lengua, su cultura y su seny, su sensatez. Que frente al ¡°Espa?a nos roba¡± hay otra Catalu?a, mayoritaria, dispuesta a airear sin complejos su espa?olidad y su adhesi¨®n a la Constituci¨®n. La de ayer fue una nueva derrota del secesionismo que puede preludiar la que le pueden infligir las urnas el 21 de diciembre.

Es un momento decisivo. Es la hora de regresar a la pol¨ªtica de verdad, a esa que se atiene a la ley y no ahoga al disidente, a la que atiende los intereses de los ciudadanos en vez de organizar demostraciones de fuerza en la calle, una estrategia, no lo olvidemos, iniciada por el bloque independentista, la estrategia que ha movilizado a la otrora mayor¨ªa silenciosa.

Las semanas que restan hasta el 21 de diciembre no ser¨¢n f¨¢ciles. Carles Puigdemont ha llamado a una resistencia numantina frente al art¨ªculo 155, que tacha de ¡°agresi¨®n a los catalanes¡±. No reconoce Puigdemont su propio cese, como no podr¨¢ reconocerse como el agresor que ha causado tan grave da?o a Catalu?a.

Si el art¨ªculo 155 se aplica con mesura, con determinaci¨®n y con inteligencia, es muy probable que Catalu?a recupere pronto la normalidad institucional, pero har¨¢ falta mucho m¨¢s tiempo para resta?ar las heridas abiertas por el proc¨¦s en la sociedad catalana. Tardar¨¢ en llegar la deseada reconciliaci¨®n entre catalanes, la convivencia pac¨ªfica y en orden de ideales distintos, libre de etiquetas y de prejuicios. Uno de ellos debe caer cuanto antes: los constitucionalistas no son unos extremistas anticatalanes y de extrema derecha.

Conviene hoy recordar que no ha sido Puigdemont, sino la aplicaci¨®n de la Constituci¨®n la que ha llamado a los catalanes a las urnas, las de verdad. El grito independentista de ¡°votarem¡± en defensa de un refer¨¦ndum ilegal realizado sin garant¨ªas democr¨¢ticas se le ha vuelto en contra. El bloque secesionista tiene que entender que sus aspiraciones, si no abusa de la ley, son tan leg¨ªtimas como las de los otros y que ahora tiene la oportunidad de volverse a medir all¨¢ donde las fuerzas democr¨¢ticas lo hacen: en las urnas. Sus abusos han favorecido la unidad de acci¨®n de la oposici¨®n, otro elemento que apuntala la derrota secesionista. La mayor¨ªa social debe movilizarse para ganar con sus votos, para que nunca m¨¢s se regrese a la pesadilla que todav¨ªa hoy est¨¢ viviendo Catalu?a.

El desaf¨ªo independentista catal¨¢n

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