La deuda de los bosques escandinavos en el norte de Mozambique
Desfalcos, apropiaci¨®n de tierras y promesas incumplidas son la desafortunada herencia de un programa financiado por el Gobierno sueco cuyo objetivo era reducir la pobreza mediante la inversi¨®n privada
A lo largo de la pasada d¨¦cada, Mozambique ha sido testigo del arrendamiento de un mill¨®n de hect¨¢reas (10.000 kil¨®metros cuadrados) de tierras cultivables ¡ªuna superficie mayor que la de Chipre¡ª a inversores privados extranjeros del sector agr¨ªcola. El Gobierno, que conserva la propiedad legal de todas las tierras del pa¨ªs, ofreci¨® concesiones a empresas extranjeras como parte de una campa?a dirigida a mantener el crecimiento econ¨®mico y a ayudar al 35% de hogares mozambique?os que todav¨ªa no tienen garantizado el sustento.
En 2005, el programa Malonda, financiado en parte por el Gobierno sueco, fue una de las primeras iniciativas extranjeras en Mozambique. El programa facilit¨® la inversi¨®n forestal a gran escala ¡ªcentrada en el pino y el eucalipto¡ª en la regi¨®n de Niassa a la empresa Chikweti, filial de la compa?¨ªa sueca de inversiones GSFF. El plan promet¨ªa una situaci¨®n beneficiosa para todos, con creaci¨®n de puestos de trabajo y desarrollo para la regi¨®n tomando como base las comunidades, y una sustanciosa rentabilidad de las inversiones para los accionistas de GSFF (entre los cuales figuraban las Iglesias luteranas de Noruega y Suecia, as¨ª como el fondo de pensiones holand¨¦s ABP).
En los a?os siguientes, Chikweti qued¨® atrapada en las disputas locales por los derechos sobre la tierra y fue v¨ªctima de innumerables incendios provocados por exempleados descontentos. En la actualidad, solamente una quinta parte de las tierras de la empresa est¨¢n plantadas, y las comunidades de la zona han perdido la confianza en las declaraciones que afirmaban que la inversi¨®n extranjera traer¨ªa riqueza y trabajo a la regi¨®n.
A sus 69 a?os, Nconda goza de buena salud. Junto con su nuera Delinda, arranca las mazorcas de los tallos del ma¨ªz ¡ªel principal medio de subsistencia en la zona¡ª en el patio delantero de su casa. Lleva el nombre de la aldea que preside como l¨ªder tradicional (r¨¦gulo en portugu¨¦s), un cargo que hered¨® por v¨ªa materna, y es un personaje importante a la hora de aprobar el arrendamiento de las tierras de los alrededores de su comunidad. "Al principio, la gente se resist¨ªa [a las empresas privadas], y hubo muchos conflictos, pero cuando empezaron a desbrozar la tierra y a plantar, hubo m¨¢s trabajo para la comunidad y su imagen empez¨® a cambiar a mejor".
El descontento de las comunidades lleg¨® a su punto ¨¢lgido en abril de 2011, cuando Chikweti ocup¨® zonas que no le hab¨ªan sido cedidas
Cuando empezaron a contratar en 2010, Nconda anim¨® a su nuera a que trabajase en las plantaciones que colindaban con el pueblo, pero tras unos primeros meses intensivos, la contrataci¨®n de mano de obra descendi¨® y empezaron a aparecer los problemas. "Solo necesitaban trabajadores para determinadas temporadas. Despu¨¦s los empleos empezaron a desaparecer. La gente se sent¨ªa frustrada, ya que lo ¨²nico que hac¨ªa era estar en casa esperando m¨¢s trabajo, as¨ª que prendi¨® fuego a las plantaciones forestales".
Ya en 2010, Chikweti empez¨® a recibir duras cr¨ªticas cuando los informes de la UNAC (Uni¨®n Nacional de Campesinos de Mozambique) hicieron referencia a m¨²ltiples casos de promesas incumplidas y de desalojos forzosos de agricultores de sus tierras. Seg¨²n un estudio del Ministerio de Agricultura del pa¨ªs y de la Direcci¨®n Nacional de Agricultura y Bosques (DNTF, por sus siglas en ingl¨¦s), la empresa hab¨ªa plantado ilegalmente una superficie de 32.000 hect¨¢reas en Niassa.
El descontento de las comunidades lleg¨® a su punto ¨¢lgido en abril de 2011, cuando, durante la temporada de plantaci¨®n, Chikweti ocup¨® zonas que no le hab¨ªan sido cedidas. Los campesinos de los pueblos de Licole y Lipende arrancaron y talaron 60.000 pinos y destruyeron parte de la maquinaria.
Kauguanha, de 23 a?os, es uno de los l¨ªderes m¨¢s j¨®venes. Vive en Licole y tiene a su cargo una gran extensi¨®n de plantaciones de ma¨ªz que limitan con el bosque de pinos. Los ¨¢rboles ya son lo bastante altos para hacer sombra a algunos de sus cultivos. Piensa que, en parte, el conflicto tuvo lugar debido a que no se consult¨® a fondo con los representantes de la comunidad. "En esta zona la empresa [Chikweti] solamente habl¨® con un l¨ªder. ?l accedi¨® a entregarles tierras que no eran suyas y tuvieron que parar y volver a negociar".
En la actualidad, solo una quinta parte de las tierras de la empresa est¨¢n plantadas
Cuando, en 1975, Mozambique se independiz¨® de Portugal, sobrevino una dolorosa guerra civil que se prolong¨® 15 a?os. En 1997, en un esfuerzo por conciliar los intereses de los inversores extranjeros y los de las comunidades locales, se introdujo un sistema de derechos de uso y aprovechamiento de la tierra (DUAT, por sus siglas en portugu¨¦s), que permit¨ªa que los inversores arrendasen una superficie de tierra al Gobierno solamente por un periodo de 50 a?os.
Para muchos agricultores de Niassa que cultivaban para su propio consumo, esto supon¨ªa que, como no ten¨ªan documentos oficiales o legales que declarasen que sus tierras ¡ªque a menudo hab¨ªan sido cultivadas por sus familias durante generaciones¡ª estaban en uso, la decisi¨®n de si estas se pod¨ªan entregar o no quedaba en manos de los l¨ªderes locales tradicionales, que eran con quienes consultaban las empresas.
En consecuencia, opina Kauguanha, se trataba de algo m¨¢s que de un conflicto comercial. Era tambi¨¦n una cuesti¨®n de formas tradicionales de identidad, algo que las empresas hab¨ªan pasado por alto. "Puede que no seamos propietarios de la tierra, pero estamos conectados con ella. Si nos es necesario, podemos marcharnos tres o cuatro a?os, pero siempre volvemos".
En junio de 2013, una auditor¨ªa de la ayuda econ¨®mica que prestaba la Agencia Sueca Internacional de Cooperaci¨®n al Desarrollo (SIDA, por sus siglas en ingl¨¦s) a la fundaci¨®n Malonda ?la cual hab¨ªa facilitado las inversiones de GSFF en la zona? hall¨® irregularidades notables. No tard¨® en descubrirse que en las oficinas de Niassa hab¨ªa habido un desfalco de 32.000 d¨®lares y que se hab¨ªan utilizado cheques falsos. El organismo sueco cancel¨® inmediatamente el contrato, pero la mitad de los nueve millones de d¨®lares comprometidos para el periodo 2010-2013 ya se hab¨ªan desembolsado.
Tras un aluvi¨®n de publicidad desfavorable, GSFF sigui¨® los pasos de SIDA y se retir¨® de la zona. En 2014, Green Resources compr¨® GSFF. La empresa noruega adquiri¨® tambi¨¦n el 83% de los bosques de Chikweti.
Delante de la aldea de Nconda hay una extensa franja de bosque de pinos carbonizado y reducido a cenizas. Una pista estrecha y embarrada conduce a las plantaciones, donde se encuentra una se?al destrozada de Green Resources. La base est¨¢ cortada a machetazos y el logotipo de la compa?¨ªa arrancado y tirado en el barro. Han pasado tres a?os, e incluso con el cambio de propiedad, muchos de los problemas a los que se enfrentan las plantaciones siguen siendo los mismos.
Mussa est¨¢ en cuclillas en un taburete de madera junto a la puerta de su casa, en la aldea de Mapudje. Abre un momento la tela gruesa que envuelve a su hijo de un a?o, enfermo de malaria, para observar su palidez. A su espalda, el sol de la ma?ana ba?a las hileras de pinos perfectamente alineadas que cubren las ondulantes colinas hasta el horizonte, interrumpidas tan solo por un peque?o macizo solitario que recuerda que, a pesar de este sorprendente paisaje escandinavo, esto es el sur de ?frica.
Pese a los problemas con las comunidades locales, Mussa fue uno de los muchos habitantes del pueblo que crey¨® en la ret¨®rica de la empresa y en sus ambiciosos planes de empleo. "Al principio estaban mucho por aqu¨ª. Dec¨ªan que se quedar¨ªan 50 a?os (todo el periodo de arrendamiento de las tierras), as¨ª que la gente abandon¨® sus campos".
Green Resources ha acumulado una superficie de 126.471 hect¨¢reas. De ellas, solo ha plantado el 19%
Maskuini, un r¨¦gulo de Liconhile, cree que, cuando Chikweti consult¨® con ¨¦l la compra de las tierras vecinas a su aldea, no le comunic¨® que el trabajo ser¨ªa temporal. "Su llegada nos parec¨ªa muy positiva, sobre todo cuando dieron trabajo a tanta gente, pero luego los contratos se acabaron sin m¨¢s. ?ramos 80 personas [trabajando para Chikweti], y ahora somos cuatro".
Los ancianos de Liconhile tienen la impresi¨®n de que se difundi¨® informaci¨®n falsa con el fin de obtener permiso para establecer los derechos de uso y aprovechamiento de la tierra, como queda reflejado tambi¨¦n en el informe de la UNAC sobre las plantaciones en el norte de Mozambique. El documento concluye que "el principal problema reside en la manera enga?osa en que se transmite la informaci¨®n durante las consultas con la comunidad, lo cual forma parte de una estrategia alevosa para que las comunidades renuncien a sus tierras".
Inocencio Sotomane, director regional de Green Resources en Niassa, explica que hab¨ªa "muchas expectativas. Cre¨ªan que nuestra presencia all¨ª significar¨ªa empleos estables, pero tenemos que plantar y procesar, y luego repetir el procesado. Entremedias hay un largo periodo. Por ejemplo, necesitaremos muy poca [mano de obra] hasta 2018, cuando empecemos a procesar".
Seg¨²n un informe de UNAC publicado en agosto de 2016, Green Resources ha acumulado una superficie de 126.471 hect¨¢reas. De ellas, solo ha plantado 23.864, lo cual representa una tasa real de uso de la tierra del 19%. La situaci¨®n ha acentuado la confusi¨®n de la poblaci¨®n local con respecto a por qu¨¦ las empresas escandinavas han invertido en la regi¨®n.
Al igual que muchos de sus compa?eros agricultores, Mussa se siente frustrado por haber podido disfrutar de un buen nivel de vida gracias al trabajo en la plantaci¨®n, para luego ver c¨®mo desaparec¨ªa sin apenas explicaciones. Lleva a?os esperando que un representante de Green Resources le aclare por qu¨¦ finaliz¨® su contrato. "Que nos digan qu¨¦ pasa y nos den informaci¨®n real". Cree que este fallo de comunicaci¨®n se debe a un choque entre dos mundos diferentes. "En sus pa¨ªses (Noruega y Suecia), en Maputo (la capital, a 1.430 kil¨®metros de distancia) y en Lichinga (capital de la regi¨®n) hay personas que entienden cosas diferentes. Lo que entienden ustedes, nosotros no podemos entenderlo a no ser que nos lo expliquen. En los distintos lugares hay maneras diferentes de entender".
Los ancianos de Liconhile tienen la impresi¨®n de que se difundi¨® informaci¨®n falsa con el fin de obtener permiso para usar la tierra
En Natemangue ¡ªun pueblo de unos 3.000 habitantes situado en el punto m¨¢s alto de la meseta¡ª hay quien dice que Chikweti emple¨® a ni?os de tan solo 14 a?os. Antonio estaba contento de que su hijo Saguate trabajase cuando era un adolescente. "Cuando trabajaba nos iba muy bien. Ten¨ªamos dinero y pod¨ªamos permitirnos comprar cosas". Saguate juguetea con su moto, que su familia compr¨® con los salarios que ¨¦l ganaba y que cuida como un tesoro. Dice que cuando ten¨ªa 14 a?os trabajaba con muchos otros menores. "El acuerdo era que trabajar¨ªamos dos o tres meses, y que en ese periodo podr¨ªamos poner en orden nuestra documentaci¨®n. Cuando empec¨¦ a trabajar, ellos [Chikweti] no volvieron a hablar de documentos".
La contrataci¨®n de tantos trabajadores j¨®venes se ha asociado con el aumento de los peque?os delitos y del consumo de kacholima, una bebida alcoh¨®lica de ca?a de az¨²car fermentada.
Alberto, un chico de 18 a?os de la zona de Chimbolina, explica que para ellos [la generaci¨®n de j¨®venes] hay dos opciones: "trabajar aqu¨ª como agricultores o hacerlo para una empresa como Green Resources. No sabemos leer ni escribir y no podemos conseguir un empleo en Lichinga".
En opini¨®n de Mussa, esta opci¨®n ha dejado sin un rumbo en la vida a los j¨®venes que trabajaron en las plantaciones. "La empresa [Chikweti] emple¨® a un mot¨®n de chicos, y entre ellos hab¨ªa muchos que eran malos. Cuando se quedaron sin trabajo empezaron a crear problemas otra vez. No ten¨ªan una meta en la vida; no estaban acostumbrados al trabajo agr¨ªcola como los dem¨¢s habitantes del pueblo. Era mejor cuando trabajaban".
Recientemente, Green Resources ha hecho p¨²blicos sus planes de dedicarse a la producci¨®n de soja
Recientemente, Green Resources ha hecho p¨²blicos sus planes de dedicarse a la producci¨®n de soja tras un periodo de prueba que empez¨® en 2011. Sotomane explica que su principal objetivo "era proporcionar un cultivo comercial, y luego se convirti¨® en una respuesta a la cuesti¨®n de la seguridad alimentaria".
Seg¨²n Sotomane, aunque es posible que al principio la comunicaci¨®n no fuese buena, lo cual tuvo como resultado centenares de incendios provocados en las plantaciones, desde entonces la empresa ha mejorado su estrategia de comunicaci¨®n. "Ahora Green Resources est¨¢ en di¨¢logo permanente e intenta implicar a la comunidad lo m¨¢s posible y crear diferentes comisiones y representantes".
Cuando Green Resources decida aumentar el nivel de empleo, encontrar¨¢ una mano de obra latente preparada y dispuesta a trabajar. Solo el tiempo dir¨¢ si lo que empez¨® como un experimento industrial escandinavo para reducir la pobreza acabar¨¢ ofreciendo riqueza y seguridad a la regi¨®n.
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