As¨ª es Oumuamua, ¡°el mensajero que lleg¨® el primero¡±
El primer asteroide del espacio interestelar pas¨® junto a la Tierra y se march¨® del Sistema Solar
Quienes hayan le¨ªdo?Cita con Rama (Clarke, 1973) habr¨¢n experimentado estos d¨ªas una cierta sensaci¨®n de?dej¨¤-vu. Para quienes no la conozcan, la acci¨®n se sit¨²a a mediados del pr¨®ximo siglo y narra el descubrimiento y exploraci¨®n de una inmensa nave extraterrestre que entra en el Sistema Solar. Es un cilindro hueco, habitado en su interior, de veinte kil¨®metros de di¨¢metro por cincuenta de largo. Rama, que as¨ª se bautiza el artefacto, llega desde el espacio interestelar, no desde ning¨²n planeta del Sistema Solar y no muestra el m¨ªnimo inter¨¦s por el nuestro. De hecho, ignora por completo a la Tierra antes de acelerar hacia un nuevo destino extragal¨¢ctico.
Miles de astr¨®nomos y aficionados han recodado ese argumento en las ¨²ltimas semanas. En la novela, Rama es detectado por un sistema autom¨¢tico de localizaci¨®n de asteroides, para evitar la repetici¨®n de una cat¨¢strofe como la que supuso la ficticia destrucci¨®n de Venecia por el impacto de un meteoro; pues bien, el 19 de octubre pasado un telescopio rob¨®tico de Hawaii, dedicado precisamente a localizar peque?os cuerpos celestes pr¨®ximos a la Tierra, descubri¨® lo que parec¨ªa un nuevo cometa entre las ¨®rbitas de la Tierra y Marte.
El reci¨¦n llegado no desarroll¨® cola, y a los pocos d¨ªas se reclasific¨® simplemente como un asteroide sin mayor inter¨¦s. Pero las sorpresas empezaron al calcular los par¨¢metros de su ¨®rbita.
Cuando fue descubierto, el asteroide hab¨ªa pasado ya por su perihelio y estaba en ¨®rbita de salida, alej¨¢ndose del Sol. Nadie le hab¨ªa visto llegar. Pero su velocidad no dejaba lugar a dudas: Proven¨ªa del espacio interestelar. Y a ¨¦l volver¨ªa en un viaje cuya duraci¨®n se mide en cientos de miles, si no cientos de millones de a?os.
El 19 de octubre pasado un telescopio rob¨®tico de Hawaii, dedicado a localizar peque?os cuerpos celestes pr¨®ximos a la Tierra, descubri¨® lo que parec¨ªa un nuevo cometa entre las ¨®rbitas de la Tierra y Marte
Unas pocas observaciones y muchos c¨¢lculos permitieron establecer que su trayectoria original ven¨ªa aproximadamente de la direcci¨®n de Vega, una estrella joven, en la constelaci¨®n de Lyra, a la que no se conocen planetas (otra coincidencia: la novela?Contact, de Carl Sagan, luego llevada al cine, tambi¨¦n pon¨ªa el origen del misterioso mensaje extraterrestre en esa misma estrella. Quiz¨¢s por su relativa proximidad a nosotros: s¨®lo 25 a?os luz).
Quiz¨¢s conviene aclarar que es muy dudoso que ese asteroide tenga su origen en los alrededores de Vega. Hace unos ochocientos mil a?os, cuando se calcula que estaba a la distancia de Vega, Vega ni siquiera hab¨ªa llegado a la posici¨®n que hoy ocupa.
Se le asign¨® el anodino nombre A/2017 U1, una denominaci¨®n nueva, que inauguraba otra clase en la clasificaci¨®n de objetos celestes: ¡°Interestelares¡±. El equipo responsable del descubrimiento ten¨ªa derecho a bautizarlo con un nombre m¨¢s atractivo. Y escogieron una palabra en hawaiano: ¡°Oumuamua¡± que viene a significar ¡°el mensajero que lleg¨® el primero¡±.
A su llegada se mov¨ªa a unos 100.000 kil¨®metros por hora; esa cifra se triplic¨® en el momento en que pas¨®. Porque pas¨® incre¨ªblemente cerca, enhebr¨¢ndose muy por dentro de la ¨®rbita de Mercurio. Esto le hab¨ªa provocado un fort¨ªsimo cambio de trayectoria de casi 300 grados, lo que lo pon¨ªa en direcci¨®n a la constelaci¨®n de Pegaso.
Este tipo de alteraciones de rumbo son corrientes cuando se lanzan sondas interplanetarias, sobre todo, las dirigidas hacia los planetas exteriores. Las Galileo,?Cassini o?Juno, por poner s¨®lo unos ejemplos recientes, utilizaron esta maniobra, llamada de ¡°asistencia gravitatoria¡± tanto para ajustar su rumbo como su velocidad hacia sus objetivos. Puestos a fantasear, si Oumuamua fuera un objeto artificial, sus constructores no podr¨ªan haberlo hecho mejor para ajustar su trayectoria hacia otro destino.
A tales velocidades, es claro que estar¨ªa muy poco tiempo al alcance de los telescopios, as¨ª que varios observatorios se apresuraron a analizar sus caracter¨ªsticas. Entre ellos, el del Roque de los Muchachos, en la Palma, que consigui¨® fotografiarlo a finales de octubre: Un simple punto luminoso frente a una campos de estrellas?movidas durante la exposici¨®n. Y tambi¨¦n lo siguen varios telescopios gigantes en Sudam¨¦rica y Hawaii. Y el Hubble (en el rango visible) y el Spitzer (en el infrarrojo)
La curva de luz, o sea las variaciones de brillo al girar sobre s¨ª mismo, apuntaba otra sorpresa: no era de forma esferoide ni irregular; m¨¢s bien alargada, como un cigarro. Y va dando tumbos alrededor de su eje transversal (el m¨¢s corto: cosas del momento de inercia)
Su d¨ªa ¨Cdeducido de esas variaciones- dura unas siete horas. Asumiendo una superficie oscura como la de otros asteroides, se le estima una longitud de algo menos de medio kil¨®metro por una anchura ocho o quiz¨¢s diez veces inferior y mucho menor que, por ejemplo, el cometa 67P que visit¨® hace unos a?os la sonda Rosetta. Entre el medio mill¨®n de objetos que actualmente se tienen bajo vigilancia, nunca se hab¨ªa visto nada con una forma semejante. Otra vez las comparaciones con el ficcional Rama parecen inevitables.
El an¨¢lisis espectrosc¨®pico de su luz apunta, adem¨¢s a un predominio de las longitudes de onda bajas: Oumuama tiene un matiz rojizo. Quiz¨¢s a consecuencia de los cambios que han sufrido sus minerales debido al bombardeo de radiaci¨®n c¨®smica durante su largu¨ªsima odisea por el espacio. Aunque tambi¨¦n hay voces que aseguran que, puestos a construir una nave interplanetaria, nade se opone a no pintarla de rojo.
Para completar las similitudes con Rama s¨®lo faltar¨ªa que Oumuama fuese hueco. Pero no es el caso. Lo m¨¢s probable es que est¨¢ compuesto por roca s¨®lida y no por desechos aglomerados, como algunos cometas. Tiene que serlo para haber resistido las fuerzas de marea que genera un paso tan cercano junto al Sol as¨ª como su propia fuerza centr¨ªfuga; ambos factores tienden a fragmentarlo.
Ha habido propuestas para construir a toda prisa una sonda que se vaya a cazarlo y pueda investigarlo en detalle antes de que desaparezca. O incluso depositar en ¨¦l alg¨²n instrumento cient¨ªfico. Aunque el tiempo es muy justo, hay quien dice que quiz¨¢s podr¨ªa haberse intentado. Hasta ahora, el r¨¦cord de velocidad lo tienen las dos sondas alemanas?Helios que, al pasar por el perihelio, alcanzaron los 250.000 Km/h. Casi como el Oumuamua. Pero no lo suficiente, claro.
Como todos los cometas cuando van en trayectoria de salida, el Oumuamua ha ido perdiendo velocidad aunque a¨²n se mantiene por encima de los 25 kil¨®metros por segundo. A ese ritmo en primavera pasar¨¢ a la distancia de J¨²piter y en 2019, a la de Saturno. Para alcanzarlo, cualquier veh¨ªculo que pudiera lanzarse ahora (suponiendo que ya estuviera disponible) tendr¨ªa que ir mucho m¨¢s r¨¢pido que cualquier otro jam¨¢s construido. Y al llegar all¨ª, salvo que se utilizasen complicados sistemas de maniobra, el encuentro s¨®lo durar¨ªa una fracci¨®n de segundo.
Sin duda, Arthur Clarke hubiese disfrutado con este nuevo descubrimiento. Al fin y al cabo, dos de sus profec¨ªas se han cumplido o est¨¢n en camino: los sat¨¦lites de comunicaciones y la posibilidad de vida en Europa. ?Por qu¨¦ Rama no podr¨ªa ser la tercera?
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