El espacio p¨²blico y sus "intrusos" en Buenos Aires
Presencias inaceptables en las calles bonaerenses
?Qu¨¦ cabe entender por espacio p¨²blico? De entrada, podr¨ªa ser una forma de referirnos a los espacios colectivos de una ciudad: calle, plaza, vest¨ªbulo, and¨¦n, playa, parque..., entornos abiertos y accesibles sin excepci¨®n. En tanto espacio de todos, no podr¨ªa ser objeto de posesi¨®n, pero si de apropiaci¨®n. Apropiarse de una cosa no es poseerla, sino reconocerla como propia, en el sentido de apropiada, es decir apta o adecuada para algo. Por ello ¨Cal menos conceptualmente¨C la calle o la plaza, en tanto que espacios p¨²blicos, no pueden conocer sino usuarios, es decir individuos que se apropian de ellas en tanto que las usan y s¨®lo mientras lo hacen. Ahora bien, ese principio de libre accesibilidad, del que depende la realizaci¨®n de la naturaleza de ese espacio en tanto que p¨²blico, se ve matizado en la medida en que quien se arrogan su titularidad ¨Cel Estado, que entiende lo p¨²blico como lo que le pertenece¨C puede considerar inaceptables e inadecuados ¨Ces decir inapropiados¨C ciertos usos que no se adecuan a sus expectativas de modelaci¨®n de lo que deber¨ªan ser los escenarios sociales por excelencia para la mercantilizaci¨®n de las ciudades que administra.
Eso tiene que ver con otras acepciones de la categor¨ªa. As¨ª, para el urbanismo oficial espacio p¨²blico remite a un vac¨ªo entre construcciones que hay que llenar de forma adecuada a los objetivos de promotores y autoridades, que suelen ser los mismos, por cierto. En este caso se trata de una comarca sobre la que intervenir y que intervenir, un ¨¢mbito que organizar en orden a que quede garantizada la buena fluidez entre puntos, los usos adecuados, los significados deseables, un espacio aseado que deber¨¢ ver garantizada la previsibilidad de sus apropiaciones. No en vano la noci¨®n de espacio p¨²blico se puso de moda entre los planificadores sobre todo a partir de las grandes iniciativas de reconversi¨®n de centros urbanos, como una contribuci¨®n te¨®rica al objetivo de hacerlas apetecibles para la especulaci¨®n, el turismo y las demandas institucionales en materia de legitimidad.
Pero en realidad, el espacio p¨²blico es sobre todo un artefacto ideol¨®gico. En paralelo a la idea de espacio p¨²blico como complemento sosegado para los grandes festines urban¨ªsticos, hemos visto prodigarse otro discurso que lo concibe como materializaci¨®n de categor¨ªas abstractas como democracia, ciudadan¨ªa, convivencia, civismo, consenso, proscenio en que se desear¨ªa ver deslizarse una ordenada masa de seres libres e iguales, que emplean ese espacio para ir y venir de trabajar o de consumir y que, en sus ratos libres, pasean despreocupados por un para¨ªso de cortes¨ªa y buenas maneras, conforme a lo que recibe la denominaci¨®n de "cultura ciudadana". Por descontado que en ese territorio cualquier presencia indeseable es r¨¢pidamente exorcizada y corresponde expulsar a cualquier ser humano que no sea capaz de mostrar modales de clase media. Por doquier encontramos ejemplos de esa ret¨®rica acerca de qu¨¦ es el espacio p¨²blico "de calidad", como en Medell¨ªn o Montevideo, por citar dos muestras de c¨®mo se ha incorporado desde no hace mucho ese concepto y sus funciones al servicio del control social y la exclusi¨®n.
Eso es lo que el espacio p¨²blico deber¨ªa ser y lo es, hasta que se le cae su m¨¢scara as¨¦ptica y tranquila y se descubre que no era sino simplemente la calle. Y en la calle lo que hay es lo que hay, una realidad hecha de constantes apropiaciones "inapropiadas" por parte de toda la retah¨ªla de impresentables cuya presencia ah¨ª afuera, en los exteriores urbanos, debe ser evitada, controlada, escondida. Para ello se despliegan leyes, normativas, ordenanzas, que persiguen, proh¨ªben, sancionan cualquier elemento que altere el paisaje amable que el consumidor de ciudades espera contemplar: mujeres de las esquinas, cartoneros, vagabundos, inmigrantes, mendigos, chatarreros, inconformes que gritan solos o con otros, desamparados, ni?os de la calle, sin techo, amantes y enamorados impacientes, vendedores ambulantes, m¨²sicos y artistas callejeros¡ Todo aquel universo humano considerado intruso en una ciudad que no les pertenece.
Esto pasa en las ciudades en venta; casi todas ya. Por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires tambi¨¦n se hace circular el correspondiente manual de instrucciones del buen uso de la ciudad, centrado en la noci¨®n anestesiante de espacio p¨²blico. En relaci¨®n a ello, y como su contraste, acaba de aparecer una compilaci¨®n de trabajos de investigaci¨®n sobre diferentes maneras no permitidas de usar el espacio urbano de la capital argentina, bajo la direcci¨®n de Juliana Marcus y publicada por la Editorial Teseo. Su t¨ªtulo es Ciudad viva. Disputas por la producci¨®n sociocultural del espacio urbano en Buenos Aires y est¨¢ disponible on line. Los autores son estudiosos del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires y sus aportes recogen un abanico de cuadros conflictivos que tienen en com¨²n el desacato a lo que oficialmente se entiende que son "buenas pr¨¢cticas ciudadanas", en el caso bonaerense su C¨®digo Contravencional.
Algunos de los asuntos abordados son las formas de resistencia colectiva en pro del derecho a la vivienda y la ciudad en general, y su represi¨®n; las colonizaciones informales de terrenos abandonados en Balvanera y Caballito; como la "humanizaci¨®n" del Microcentro de Buenos Aires quiere decir expulsi¨®n de toda una humanidad inconveniente; la presencia considerada escandalosa de personas travestidas o de inmigrantes; el desalojo de un huerto autogestionado en Caballito, o el acoso contra los manteros en Belgrano, Once, Flores o Palermo, que en enero de este a?o desencaden¨® disturbios, en la que los vendedores ambulantes ilegales eran mostrados por los medios de comunicaci¨®n como depredadores del "espacio p¨²blico ciudadano".
Cada uno de los cap¨ªtulos de este libro es un testimonio de c¨®mo, en Buenos Aires tambi¨¦n, las mismas autoridades que se muestran complacientes con el saqueo capitalista de la ciudad, se muestran inflexibles con cualquier expresi¨®n externa de fealdad, pobreza o injusticia o incluso de simple espontaneidad humana. Tambi¨¦n all¨ª, generadores de ruido o contaminadores visuales mucho m¨¢s da?inos que otros ven toleradas, protegidas e incluso subvencionadas sus pr¨¢cticas desfiguradoras de la ciudad, porque pagan impuestos o generan beneficios. En cambio, ninguna tolerancia para cualquiera que sea sorprendido sin los preceptivos permisos para ser ganarse la vida o tan solo ser libre. Todos ellos pasan a engrosar la lista de usuarios desviados o indignos hacia los que desviar el malestar social. L¨®gica punitiva de poderes locales que, en lugar de erradicar la pobreza, la persiguen, o que entienden demasiado bien hasta qu¨¦ punto lo que se da en llamar "incivismo" no es otra cosa que la afloraci¨®n de realidades sociales que no se dejan enmascarar, al tiempo que confirmaci¨®n de que el desorden social o la creatividad humana no han sido todav¨ªa derrotados por el virtuosismo y la "buena educaci¨®n" burguesa.
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