Un agujero simb¨®lico demasiado grande
No hay huella del franquismo ni en leyes ni en instituciones, pero s¨ª en las calles y s¨ªmbolos del pa¨ªs
Han pasado 42 a?os desde que muri¨® el dictador Francisco Franco y 40 desde que se celebraron las primeras elecciones democr¨¢ticas y no tiene sentido buscar exponentes del franquismo en la vida pol¨ªtica del pa¨ªs. Espa?a es una democracia consolidada, bastante parecida, en virtudes y en defectos, a las democracias fundadoras de la UE. No hay huella del franquismo en las leyes ni en las instituciones espa?olas, por mucho que algunos aseguren lo contrario. Pero inexplicablemente s¨ª la hay, y abundante, en las calles y s¨ªmbolos del pa¨ªs. Los restos de Franco y del fundador de Falange, Primo de Rivera, siguen enterrados en el Valle de los Ca¨ªdos. Hay calles y plazas dedicadas a la memoria de franquistas que protagonizaron la Guerra Civil. Incluso quedan monumentos erigidos en homenaje a quienes apuntalaron 36 a?os de dictadura. Peor a¨²n, existen todav¨ªa fosas comunes en veredas de caminos, con los restos de personas asesinadas durante la guerra y en la posguerra.
?C¨®mo es posible que en todo este tiempo no se haya construido un espacio democr¨¢tico simb¨®lico aceptable por toda la ciudadan¨ªa? La ¨²nica explicaci¨®n es que el Partido Popular se ha negado a contribuir a la construcci¨®n de ese espacio y con ello ha faltado gravemente a su obligaci¨®n de ayudar a la normalizaci¨®n simb¨®lica espa?ola. Todo el mundo hizo su contribuci¨®n en su momento, desde Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista, exhibiendo la bandera roja y amarilla, a Manuel Fraga, secretario general de Alianza Popular, presentando a Carrillo como conferenciante principal en un club madrile?o. Los ¨²nicos que no han hecho nunca la menor aportaci¨®n al espacio simb¨®lico democr¨¢tico son los dirigentes del PP, primero Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y ahora Mariano Rajoy.
Debi¨® ser precisamente el presidente Aznar quien organizara el traslado de los restos de Franco y de Jos¨¦ Antonio a los cementerios que eligieran sus familiares. Era a la derecha, llegada al poder de manera democr¨¢tica, a la que le correspond¨ªa ese gesto, precisamente para consolidar un espacio simb¨®lico v¨¢lido para todos. Ahora, el Partido Popular tiene tan embotado el sentido de Estado y de pa¨ªs que Mariano Rajoy se pregunta por qu¨¦ una calle dedicada al almirante franquista que bombarde¨® Gij¨®n y la carretera de M¨¢laga a Almer¨ªa, llena de civiles en desbandada, ha cambiado de nombre para homenajear a Rosal¨ªa de Castro.
Puede interpretarse como una an¨¦cdota, pero no lo es. La sociedad espa?ola realiz¨® un esfuerzo formidable en las cinco primeras legislaturas (de 1977 a 1996), en circunstancias muy dif¨ªciles, pero siempre por unanimidad parlamentaria, para devolver sus derechos a quienes fueron despojados violentamente de ellos por el golpe de Estado del 1936 y por la dictadura franquista. Cuando en 2004 pr¨¢cticamente todos los grupos parlamentarios presentaron una proposici¨®n no de ley sobre ¡°el reconocimiento moral de todos los hombres y mujeres que padecieron la represi¨®n del r¨¦gimen franquista por defender la libertad y por profesar convicciones democr¨¢ticas¡±, solo fue posible conseguir el apoyo del PP aceptando una enmienda en la que, entre otras cosas, se pon¨ªa l¨ªmites en la ayuda para localizar y exhu?mar fosas de la Guerra Civil. El apoyo de las instituciones, exigi¨®, solo se dar¨¢ a las familias, de manera que no puedan solicitar esa ayuda asociaciones ni entidades civiles. Algunos a?os despu¨¦s, Rajoy se enorgullec¨ªa de no dedicar ni un euro a ese fin.
Han pasado 40 a?os. ?Cu¨¢ndo aceptar¨¢ el PP que es a ¨¦l a quien le corresponde poner algo en el espacio simb¨®lico democr¨¢tico de este pa¨ªs? Deber¨ªan darse prisa los j¨®venes dirigentes populares porque un agujero tan grande puede llenarse muy r¨¢pidamente de cualquier color y olor desagradable.
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