Deditos
Conviene recordar que la democracia te obliga a permitir incluso la expresi¨®n de aquello que no te gusta o¨ªr
Uno de los primeros dolores que experimentan los ni?os es el de pillarse los dedos. El movimiento de bisagra les resulta tan sorpresivo que suelen retrasar la escapada de la punta de los dedos hasta comprender que los objetos tambi¨¦n tienen boca. Luego, ya nos pasamos la vida intentando no pillarnos los dedos. La democracia luce tambi¨¦n ese sistema de bisagra con direcci¨®n de ida y vuelta. Quiz¨¢ esa es una de sus bellezas. A ra¨ªz de la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155, el Gobierno del PP ha explicado con ese contundente ejemplo a todos los espa?oles el funcionamiento de la democracia y sus leyes. El problema es que si todo ese ejercicio rotara en la bisagra en la direcci¨®n del propio Gobierno espa?ol muchos se temen que acabar¨ªa por estar obligado a aplicarse el art¨ªculo 155 a s¨ª mismo.
Se le observa al Gobierno una tendencia esmerada por zancadillear las leyes cuando le van en contra. No digamos el cumplimiento de algunas, que ha vaciado de fondo y contenido hasta que en lugar de parecer leyes parezcan espantajos. Y en la relaci¨®n con el poder judicial, donde para refrenar a los otros luce destreza, velocidad e higi¨¦nico respeto en los casos que le afectan, trabaja con los codos en la recusaci¨®n, el bloqueo y la designaci¨®n a capricho. El cariz de este juego de bisagra alcanz¨® l¨ªmites grotescos cuando el Gobierno del PP contempl¨® intervenir TV-3 para garantizar la pluralidad informativa. Ante la carcajada general, desistieron por respeto a su propia imagen. Tendr¨ªan que haber justificado lo que hacen en la tele nacional y las regionales, incluidos los vaciados y liquidaciones vergonzantes de la valenciana y la madrile?a.
Puede que tanto furor en defensa de la democracia les vaya a pillar los deditos sucios. Cuando salen a recoger el voto en los caladeros ultras, sus l¨ªderes m¨¢s escorados, como Pablo Casado o Albiol, tropiezan con sus tics totalitarios, como el que les llev¨® a decir que iban a poner a gente normal al mando de los medios catalanes. Nada hay m¨¢s subjetivo que la normalidad. De igual modo, el ministro de Educaci¨®n y Deporte le dijo a un entrenador de f¨²tbol partidario de la secesi¨®n que se callara en lugar de opinar de pol¨ªtica porque de eso no sabe, que hiciera como ¨¦l, que nunca habla de f¨ªsica nuclear. Cuando otro deportista expresaba ideas pol¨ªticas acordes con las del ministro, ¨¦ste corr¨ªa a ponerlo de ejemplo c¨ªvico y moral. Mientras ponen a salvo los dedos, conviene recordar que la democracia te obliga a permitir incluso la expresi¨®n de aquello que no te gusta o¨ªr.
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