Ser o estar
Hay que adaptar la Constituci¨®n a la realidad. Despu¨¦s de 39 a?os intocada, ya toca
La reforma de la Constituci¨®n vuelve a estar en el debate, pero no se aprecia en los actores pol¨ªticos la convicci¨®n que requerir¨ªa. Suena como estribillo voluntarista de discursos impotentes para articular una salida a la crisis catalana, una vaga promesa con la esperanza de entretener con ella al soberanismo. El PSOE es el representante genuino de esta actitud, el PP, con su gen¨¦tica conservadora, se resiste a un cambio que le da miedo.
Y, sin embargo, la Constituci¨®n viene dando se?ales de agotamiento desde hace tiempo. Y prueba de ello es que Mariano Rajoy ha acabado forzando sus costuras, desprecintando un art¨ªculo 155 que estaba por estrenar, ante la incapacidad de resolver pol¨ªticamente la cuesti¨®n catalana. S¨¦ que desde algunos sectores esta decisi¨®n es un argumento a favor de la Constituci¨®n, que habr¨ªa demostrado recursos suficientes para defenderse cuando se pretende subvertirla. Pero en democracia tener que acudir a las medidas excepcionales es siempre expresi¨®n de un fracaso.
Ciertamente, la Constituci¨®n lleva inscritos algunos pecados de origen, por el hecho de que el r¨¦gimen naci¨® de una transici¨®n sin ruptura (con la excepci¨®n del famoso saludo republicano del presidente Tarradellas: ¡°Ciutadans de Catalunya: Ja s¨®c aqu¨ª¡±). Pero el problema de la Constituci¨®n es el inmovilismo de sus gestores, el p¨¢nico a abrirla por parte del PSOE y el PP que a partir de los a?os ochenta entraron en un proceso de patrimonializaci¨®n del sistema pol¨ªtico, que reforz¨® el lado excluyente de la Constituci¨®n.
Fue con la crisis de 2008 que se abri¨® el debate. Primero, con el cuestionamiento de los dos partidos propietarios del r¨¦gimen: un PP atrapado en las tramas de la corrupci¨®n y un PSOE en p¨¦rdida de rumbo ideol¨®gico. El malestar social se transform¨® en ruptura del bipartidismo (en este marco no cabemos todos) con la irrupci¨®n de Podemos y el salto de Ciudadanos. Despu¨¦s, con la enmienda a la totalidad del independentismo, que provoc¨® la l¨®gica reacci¨®n de repliegue en defensa de la Constituci¨®n, convirtiendo en sospechosos a quienes se resistan al frentismo e intenten ampliar el campo, Podemos, por ejemplo.
Puede que la reforma de la Constituci¨®n exija plazos demasiado largos para las urgencias del presente. Pero el resurgir del nacionalismo espa?ol en la acci¨®n-reacci¨®n con el nacionalismo catal¨¢n, vuelve a plantear la cuesti¨®n del ser y del estar. Una Constituci¨®n inclusiva es la que permite estar sin necesidad de ser, estar en Espa?a sin necesidad de ser espa?ol y garantizando el respeto mutuo, es decir, el pleno reconocimiento.
Es la segunda revoluci¨®n laica: que separa patria y Estado, dif¨ªcil en un pa¨ªs que a¨²n no ha culminado la primera (religi¨®n y Estado). Hacer la Constituci¨®n m¨¢s inclusiva es adaptar la Constituci¨®n a la realidad y no la realidad a la Constituci¨®n. Despu¨¦s de 39 a?os intocada ya toca.
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