El 'handicap' de ser mujer, latina y artista
Dos muestras en Los ?ngeles reivindican a una generaci¨®n de pioneras que se enfrentaron a la dictadura y al patriarcado.
EN UN INFLUYENTE ENSAYO publicado en 1971, la historiadora del arte Linda Nochlin, recientemente fallecida, formul¨® una pregunta fundamental: ¡°?Por qu¨¦ no ha habido grandes mujeres artistas?¡±. Su tesis era que siempre las hubo, pero que nadie les prest¨® atenci¨®n. La frase luce ahora, con indudable oportunismo, en las camisetas de la ¨²ltima colecci¨®n de Dior. Pero sus efectos no han sido solo decorativos. De un tiempo a esta parte, los museos se esfuerzan por rellenar los huecos existentes en la historia oficial y dejar atr¨¢s el obstinado menosprecio al que hac¨ªa referencia Nochlin. En Los ?ngeles, la ¨²ltima exposici¨®n organizada por el Hammer Museum se pregunta qu¨¦ sucede cuando ese desaire es triple: por ser mujer, por tener origen latino y por hacer un arte que, a falta de un mejor adjetivo, la muestra califica como radical.
Todas quisieron liberar sus cuerpos de los condicionamientos biol¨®gicos y culturales, convencidas de que serv¨ªan para algo m¨¢s que dar a luz y preparar la cena
Radical Women: Latin American Art, 1960-1985 es uno de los platos fuertes de Pacific Standard Time, un conjunto de 70 muestras que, en todo el sur de California y hasta finales de enero, propone una panor¨¢mica sobre la tortuosa trayectoria de latinos y chicanos en el arte de las ¨²ltimas d¨¦cadas. La exposici¨®n del Hammer ¡ªque luego viajar¨¢ al Brooklyn Museum de Nueva York¡ª re¨²ne el trabajo de un centenar de artistas que fueron desde?adas por quienes ten¨ªan el mando. Casi todas viv¨ªan bajo reg¨ªmenes dictatoriales. Sab¨ªan lo que era la censura, la represi¨®n, la c¨¢rcel, la tortura y el exilio. Todas quisieron liberar sus cuerpos de los condicionamientos biol¨®gicos y culturales, convencidas de que serv¨ªan para algo m¨¢s que dar a luz y preparar la cena.
Durante la ma?ana de la inauguraci¨®n, algunas de ellas coincidieron en el museo. La sorpresa lleg¨® al escuchar que ninguna se defin¨ªa como radical. Tampoco como feminista. Delfina Bernal, mente subversiva escondida bajo el disfraz de venerable abuelita, ni siquiera sab¨ªa en qu¨¦ consist¨ªa eso. ¡°Yo hubiera preferido hacerme secretaria, pero no pude. El arte era como una carga que deb¨ªa llevar. Intent¨¦ desprenderme de ella, pero fue imposible¡±, relataba la colombiana, de 76 a?os. La argentina Liliana Porter narraba un cuento parecido. ¡°Durante gran parte de mi vida estuve convencida de que no ten¨ªa de qu¨¦ quejarme. Hac¨ªa lo que me gustaba, as¨ª que cre¨ªa que me iba todo genial. Cuando empec¨¦ a pensar en t¨¦rminos hist¨®ricos me di cuenta de que no era as¨ª¡±, se?alaba Porter, de 75 a?os.
Anna Maria Maiolino tiene la misma edad. En Los ?ngeles, la brasile?a recibe un doble homenaje: participa en la muestra colectiva en el Hammer y protagoniza una retrospectiva en el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Los ?ngeles (Moca), que la reafirma como gran nombre del arte de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Considera que el problema de las mujeres de su generaci¨®n fue que ¡°nunca pusieron el arte por encima de la vida¡±. ¡°Las mujeres hemos ido siempre en espiral. Los hombres, en cambio, van en l¨ªnea recta. Por eso tardamos m¨¢s en llegar al mismo sitio. Pero eso no significa que no queramos el poder¡±, asegura. Hoy la llaman pionera. ¡°Es una palabra exagerada, y no lo digo por falsa modestia¡±, protesta. ¡°Simplemente me tocaba. Estaba en la cola, como cuando uno espera a que le den mesa en el restaurante. Y decid¨ª esperar hasta que lleg¨® mi turno. De todas formas, mi destino era ser artista, as¨ª que tampoco ten¨ªa nada mejor que hacer¡±.
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