La letra y el esp¨ªritu
NO SE FIJEN EN ELLA, sino en esa especie de pegote de plastilina rojo que lleva en el o¨ªdo. He ah¨ª un auricular de traducci¨®n simult¨¢nea. Pongamos que la mujer es rusa, que usted es espa?ol y que ninguno de los dos conoce el idioma del otro, pero tampoco un tercero en el que entenderse. No pasa nada. Se coloca usted un auricular de las mismas caracter¨ªsticas y cada uno habla en su lengua. Se pregunta uno c¨®mo habr¨ªa sido la conquista de M¨¦xico si Hern¨¢n Cort¨¦s y Moctezuma hubieran dispuesto de tales artilugios que a¨²n se encuentran en fase de mejora: no son capaces, por ejemplo, de captar la iron¨ªa, de traducir las met¨¢foras. De momento, parece que se atienen a la literalidad de lo escuchado, de ah¨ª que convenga mantener con su intermediaci¨®n conversaciones de orden pr¨¢ctico, carentes de doble sentido. Eso no deber¨ªa ser un problema en un mundo que cada vez atiende menos a lo simb¨®lico. En toda lengua suele darse una tensi¨®n entre lo que las palabras dicen y lo que aspiran a decir, entre la letra y su esp¨ªritu. En la actualidad, con frecuencia, no se capta el esp¨ªritu. Har¨ªa falta para ello una formaci¨®n human¨ªstica que cotiza a la baja. Significa que, intelectualmente hablando, estamos nosotros m¨¢s cerca del traductor mec¨¢nico que el traductor mec¨¢nico de nosotros. A ver en qu¨¦ punto acabamos encontr¨¢ndonos. De momento, si el aparato sirve para preguntar en un aeropuerto chino d¨®nde est¨¢ el cuarto de ba?o, ya nos parece un avance prodigioso. Siempre y cuando, claro, esa pregunta, en China, no signifique una cosa distinta de lo que significa entre nosotros.
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