El ¡®showman¡¯

Hay coincidencia en cuanto al ¨¦xito alcanzado por el independentismo catal¨¢n al construir un relato eficaz. Visto de cerca, lo que se presenta ante el espectador como un sembrado de flores amarillas es, en realidad, un campo de minas en cuyo tr¨¢nsito los rebeldes pol¨ªticos podr¨ªan ser f¨¢cilmente autodestruidos. Pero, claro, ellos se cuidan muy bien de cumplir a rajatabla la m¨¢xima senderiana de que ¡°yo no digo mi canci¨®n sino a quien conmigo va¡± y, en todo caso, consiguen de sus interlocutores presuntamente objetivos una actitud reverencial, y as¨ª siguen felices con su enga?o.

Tal fue el caso de la entrevista a Manel Comas en una televisi¨®n. Pudo presentar todo el proc¨¦s bajo una capa impoluta de democracia asaltada, una y otra vez, por el Gobierno. La entrevistadora dejo pasar por alto las jornadas del Parlament del 6 y 7 de septiembre, base de un refer¨¦ndum ya no ilegal sino radicalmente antidemocr¨¢tico, as¨ª como lo que Comas quiso contarle sobre las dos DUI. Claro que as¨ª llegamos al momento monstruoso del ¡°golpe de Estado¡± cometido por el Gobierno con el 155, como si este no fuera constitucional, y la DUI, una broma inexistente. Un hilo amarillo recorre todo: el Govern siempre ha querido di¨¢logo, olvidando que en ese di¨¢logo no se pod¨ªa discutir la decisi¨®n previa de independencia.

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El momento de enterrar el hacha de guerra

Para un tinglado como el de esta tr¨¢gica farsa no hac¨ªa falta Vaclav Havel, sino un personaje de poco pelo (mental), dispuesto a mentir con tal de afirmar su propio mesianismo. La propia trivialidad de sus argumentos, rasantes, a veces, con la mentalidad de la Nova Hist¨°ria Catalana, favorece su conexi¨®n con el nivel 0 de la racionalidad pol¨ªtica. As¨ª el sambenito de fascista colgado sobre la Espa?a de hoy. Hasta carg¨® contra Europa, aunque all¨ª le frenaron. En su favor jug¨® tambi¨¦n el extra?o comportamiento de la justicia belga, la cual al recibir la euroorden pudo impedir que Puigdemont convirtiera su estancia en Bruselas en una plataforma privilegiada para provocar d¨ªa a d¨ªa, y plasma a plasma, la destrucci¨®n de un Estado democr¨¢tico, miembro de la UE. B¨¦lgica arrastra una curiosa trayectoria, habiendo protagonizado casi un siglo de genocidios sucesivos, primero en el Congo y luego como columna vertebral (y rentable) del neosultanismo de Mobutu. Y con plena buena conciencia.

En el baremo de la eficacia, los presos han sido vencidos por el espect¨¢culo montado en Bruselas. Las encuestas cantan. Sin aportar una sola idea a c¨®mo resolver¨¢ la crisis de Catalu?a y la relaci¨®n con un enemigo satanizado, convertido en showman, a Puigdemont le falta un golpe de efecto. Esta vez arriesgado: lograr presentarse en su ¨²ltimo mitin. Aun detenido, inmediatamente surgir¨ªa una imagen triunfal.