Fernando Savater, el peine del viento
El compromiso ¨¦tico del pensador resiste al fanatismo y al buenismo contempor¨¢neos
Si no fuera por las gafas o por el estrabismo con que los dioses han matizado la clarividencia mental de Savater, el busto de Savater podr¨ªa ubicarse en la repisa de los fil¨®sofos del Museo Capitalino de Roma. O hacerlo en el de Atenas, compartiendo linaje con los maestros presocr¨¢ticos que dieron origen al pensamiento como respuesta a la incertidumbre del mundo.
Y no es cuesti¨®n de restringir los pasos Savater al p¨®rtico de los estoicos o al recorrido circular de los peripat¨¦ticos. Savater encontrar¨ªa parecido acomodo entre los preceptores de la familia Medici. Formar¨ªa parte de los fajadores de la Ilustraci¨®n. Y podr¨ªa haber sustituido a? Andreas Wasianski?en los ¨²ltimos d¨ªas de Kant, ayud¨¢ndole con el candil en sus noches de insomnio.
Savater habr¨ªa redactado la Declaraci¨®n Universal de los Derechos del Hombre. Y habr¨ªa cedido el asiento a Rosa Parks, como la dio la cara por sus vecinos y sus gentes cuando ETA corrompi¨® la democracia espa?ola y pretendi¨® reventar la convivencia lejos de las met¨¢foras.
La noticia es que Savater sigue molestando en su impertinencia intelectual. Porque le gustan los toros. Es inc¨®modo e incorrecto profesar estas aficiones en la sociedad de la mascota. Y Savater a?ade a sus conductas sospechosas la devoci¨®n a las carreras ecuestres, ahora que el dogmatismo animalista las considera ejercicios de tortura y humillaci¨®n.
Pero no capitula el fil¨®sofo. No lo hizo en los a?os de plomo. Ni lo hace ahora, cuando la propaganda independentista trata de degradarlo a la categor¨ªa de reaccionario. Y reaccionario nunca ha sido Savater. Ni revolucionario. Ha sido un predicador inagotable de la ¨¦tica. Un hombre comprometido con el laicismo, la ilustraci¨®n, los derechos, la raz¨®n. Un divulgador sin concesiones a la demagogia ni al sectarismo. Ni a la simpleza. Un ensayista que ha opuesto muchas preguntas y algunas respuestas a las congojas de nuestra sociedad.
Y puede que la gran batalla haya sido la que ha emprendido contra el oscurantismo. El religioso, el pol¨ªtico, el cultural, no digamos el fanatismo nacionalista. Savater no ha dejado de molestar con su rechazo al puritanismo, pero tambi¨¦n con la refutaci¨®n a la correcci¨®n as¨¦ptica de la progres¨ªa. La libertad de expresi¨®n est¨¢ amenazada. Se halla bajo sospecha la transgresi¨®n. Y hasta las artes se encuentran expuestas a una mirada p¨²dica que aspira a redimirlas.
Savater, en cambio, ha llegado a tiempo de redimirnos del buenismo. Por eso no hay manera de clasificarlo ni de simplificarlo. Savater no es s¨®lo un fil¨®sofo, un pensador. Es un estado de conciencia que sobrevive a la coyuntura. Un peine del viento, por mencionar la par¨¢bola de Chillida en la Donosti donde el sabio habita.
Andr¨¦ Gide recomendaba huir de quienes dicen haber encontrado la verdad, pero aconsejaba seguir a quienes la buscan. Por eso Savater es la luz en la que algunos o muchos -no lo s¨¦- encontramos una salida a la oscuridad cada vez que ¨¦sta nos acecha.
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