?rdenes de no movernos
Lo ideal para algunos cr¨ªticos ser¨ªa que existiese un feminismo ¡°bien entendido¡±. Es decir, un feminismo no feminista
DE KAFKA aprendemos que los grandes cr¨ªmenes se gestan en las ¡°oficinas¡±. Sabemos que hay una cultura estupefaciente, y una presunta civilizaci¨®n que empapela la barbarie, pero lo que nos resulta m¨¢s dif¨ªcil de digerir es constatar que algunos referentes culturales que asociamos con el librepensamiento, mentes l¨²cidas que suponemos alertas a los prejuicios y los dogmas, van a descarriar siempre en la misma estaci¨®n. Y es cuando se detienen en el mundo femenino. Cuando hablan de las mujeres.
De acuerdo o no con ¨¦l, es dif¨ªcil no sentirse atra¨ªdo por Rousseau. Es el pensamiento salvaje, el piel roja, en el territorio de la Ilustraci¨®n donde abundaban los rostros p¨¢lidos. El m¨¢s p¨¢lido de los p¨¢lidos hab¨ªa sido Descartes, que establec¨ªa una desconexi¨®n total entre el humano y los otros seres animales. Para Descartes, los animales eran m¨¢quinas biol¨®gicas, aut¨®matas f¨ªsicos incapacitados para los sentimientos. Rousseau encarnaba el contrapunto a ese racionalismo cartesiano, que no dejaba de ser un fanatismo. ?l devolv¨ªa la vida al cuerpo de la filosof¨ªa: en el mundo animal podemos encontrar inteligencia, afectos y formas de comunicaci¨®n.
Bien. Muy bien. Pero hay un conformismo regresivo con el que Rousseau no es capaz de romper. El que afecta directamente a media humanidad. No corresponde a las mujeres la condici¨®n de ¡°ciudadan¨ªa¡±. Su funci¨®n ¡°natural¡± es la maternidad: ¡°Es verdad que no est¨¢n pre?adas todo el tiempo, pero su destino es estarlo¡±. En Emilio, una obra que tanta influencia tuvo en generaciones de educadores, Rousseau defiende una educaci¨®n contrapuesta para ni?os y ni?as. Para ellos ser¨¢ el camino de la emancipaci¨®n. Para ellas, el de la sumisi¨®n: ¡°No deb¨¦is consentir que no conozcan el freno durante un solo instante de su vida¡±.
Rousseau defiende una educaci¨®n contrapuesta para ni?os y ni?as. Para ellos ser¨¢ el camino de la emancipaci¨®n. Para ellas, el de la sumisi¨®n
En Mujeres de ojos rojos, de Susana Carro Fern¨¢ndez, se cuenta la lucha pionera de una profesora inglesa, Mary Wollstonecraft, para desmontar esta gran aver¨ªa de Rousseau. Ella era, en principio, una apasionada de la filosof¨ªa del ginebrino, pero sufre una gran desilusi¨®n con sus tesis discriminatorias en la educaci¨®n. El gran revolucionario deja de serlo cuando tiene que definirse sobre el lugar de hombres y mujeres en la vida. Lo ¡°natural¡± es la subordinaci¨®n de la mujer. ?Wollstonecraft se rebel¨® ante esta falacia y escribi¨® una obra germinal del feminismo, Vindicaci¨®n de los derechos de la mujer (1792), que dejaba con el culo al aire al imperio masculino, ilustrado o no.
El libro de Wollstonecraft caus¨® un fuerte impacto en Europa y Estados Unidos. Pero, al poco tiempo, pas¨® a la condici¨®n de un bicho raro que hab¨ªa que esconder. Seg¨²n testimonios de la ¨¦poca, que recoge Susana Carro Fern¨¢ndez, la sola menci¨®n de la obra ¡°bastaba para ruborizar a quienes en alg¨²n momento la hab¨ªan apreciado o simplemente le¨ªdo¡±. Hab¨ªa triunfado en la cultura otra forma de misoginia, la que arras¨® con envoltura rom¨¢ntica.
Un gran fil¨®sofo, Schopenhauer, por lo dem¨¢s genial, es otro que en 1851 va a descarriar, y de qu¨¦ manera, en la estaci¨®n de siempre: ¡°Las mujeres son el sexus sequior, el sexo segundo de todos los puntos de vista, hecho para que est¨¦ a un lado y en un segundo t¨¦rmino¡±. Un siglo despu¨¦s, Simone de Beauvoir voltear¨¢ la torpe expresi¨®n para provocar, con El segundo sexo, una revoluci¨®n ¨®ptica equivalente, para la humanidad, a la de Cop¨¦rnico en astronom¨ªa.
Esta vez s¨ª. Eso parec¨ªa. El feminismo se convertir¨ªa en un movimiento social que acabar¨ªa con las desigualdades, no solo econ¨®micas. La emancipaci¨®n de las mujeres significar¨ªa un cambio de vida, un cambio cultural, en el sentido m¨¢s profundo, que tambi¨¦n liberar¨ªa a los hombres con prejuicios milenarios. Parec¨ªa que ese nuevo sentido com¨²n se extend¨ªa. Hasta que lleg¨®, de nuevo, el carpetazo. La contraofensiva del machismo. Del de siempre. Y, lo que es peor, el machismo de una misoginia ¡°culta¡±, de la nueva ¡°ilustraci¨®n¡± regresiva: ¡°?Las feministas, con tanto feminismo, perjudican a las mujeres!¡±.
Lo ideal para estos cr¨ªticos ser¨ªa un feminismo ¡°bien entendido¡±. Es decir, un feminismo no feminista. Poner fin, como dice uno de estos detractores hablando de mujeres artistas, a ¡°un extendido frenes¨ª exhibicionista de victimaci¨®n y autocompasi¨®n¡±. Pero ah¨ª est¨¢n las mujeres de ojos rojos. Barbara Kruger public¨® a todo esto una respuesta ir¨®nica titulada Hemos recibido ¨®rdenes de no movernos.
E pur si muove!
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