13 personas nos desvelan cu¨¢l fue el regalo de Reyes que les emocion¨® hasta llorar
Algunos costaron mucho dinero, otros ni un euro, pero todos tuvieron la capacidad de conmover
Papa Noel ha ido ganando terreno en las ¨²ltimas d¨¦cadas, para espanto y desconsuelo de los m¨¢s puristas de la Navidad espa?ola. Pero es la ma?ana del 6 de enero, d¨ªa de la Epifan¨ªa del Se?or, la que los espa?oles siguen esperando con m¨¢s ilusi¨®n para abrir los regalos y dar, esta vez s¨ª, carpetazo a las celebraciones navide?as y una ocupaci¨®n del 100 % a los contenedores de papel de todo el pa¨ªs. Hemos pedido a algunas personas de diferentes edades, profesiones y procedencia que nos relaten el regalo m¨¢s emocionante que recibieron ese d¨ªa. Entre las respuestas hay grandes ¨¢lbumes, carb¨®n, viajes y hasta camellos.?
Como Amazon, pero hace 25 a?os y con camellos
Paloma, guionista madrile?a de 33 a?os: "Ten¨ªa 7 a?os. Me levant¨¦ aquella ma?ana y no hab¨ªa regalos.?Cuando estaba desquiciada, loca perdida pensando en qu¨¦ hab¨ªa hecho mal, o¨ª un sonido.?Me asom¨¦ a la terraza y all¨ª estaban ellos, tres reyes magos llegando a mi casa en tres camellos.?Me dieron en mano mis regalos y mis padres los despacharon r¨¢pido porque al parecer iban muy mal disfrazados, pero yo no me di cuenta de nada.?Y gracias a eso cre¨ª en los Reyes Magos durante mucho m¨¢s tiempo: ?Me hab¨ªan dado mis regalos en mano! O sea, como Amazon, pero hace 25 a?os.?Mi vecina de Madrid, un par de a?os despu¨¦s, se empe?¨® en que yo dejara de creer, as¨ª que me cont¨® que ella hab¨ªa visto a su padre dejarle una caja de rotuladores.?Y yo, en mi delirio, le expliqu¨¦ que, claro, como ella no cre¨ªa, los reyes no iban a su casa y su padre ten¨ªa que dejarle los regalos para no hundirla, pero que a mi casa ven¨ªan los Reyes Magos en persona".?
Un traje de princesa con mucha simbolog¨ªa
Carlos, enfermero de 42 a?os: "Me acord¨¦ el otro d¨ªa de aquel regalo cuando le¨ª la noticia de Lewis Hamilton. En realidad, me acuerdo mucho de aquellos Reyes. Ten¨ªa ocho a?os y ped¨ª un traje de princesa. Mi padre estuvo intentando disuadirme durante semanas. Para ¨¦l, que un chico quisiese vestirse de princesa no era lo normal. Mi madre era m¨¢s conciliadora. Al final, y gracias a la mediaci¨®n de mi hermana mayor, me lo trajeron. Baj¨¦ con ¨¦l puesto a la calle, todo emocionado. All¨ª estaban todos los chicos del barrio, con sus camiones, balones de f¨²tbol y espadas. Alguno de ellos se rio de m¨ª. Pero despu¨¦s de un momento de confusi¨®n, Rodri, que era de los m¨¢s brutos del barrio, se acerc¨® a m¨ª y me dijo que si jug¨¢bamos. Mi padre, que miraba desde la distancia, respir¨® aliviado. Todav¨ªa guardo aquel traje de princesa".
La historia del 'gremlin' que mi abuela odiaba y yo adoraba
Eduardo, periodista donostiarra de 34 a?os: "Ten¨ªa ocho a?os y acababa de ver la pel¨ªcula Gremlins. Me obsesion¨¦ con ella y ped¨ª a Gizmo a los reyes, que a¨²n estaba de moda aunque hubiesen pasado ya unos cuantos a?os desde que se hab¨ªa estrenado la pel¨ªcula. El peluche era una pasada: era exactamente igual al de la pel¨ªcula y hac¨ªa exactamente los mismos ruiditos. A mi abuela, por desgracia, el mu?eco le daba pavor. '?Qu¨¦ feo es!', me gritaba. Le tuve much¨ªsimo cari?o a ese mu?eco. Por cierto, no s¨¦ d¨®nde est¨¢ ahora".
Un regalo que entr¨® en casa rodando
Pablo, ilustrador asturiano de 35 a?os: "Mi recuerdo m¨¢s intenso de Navidad fue el d¨ªa en el que salieron mis abuelos del ascensor empujando una bicicleta BH roja preciosa, tama?o ni?o, con dos ruedines que me negu¨¦ durante mucho tiempo a retirar. Aunque el momento de entrar en el sal¨®n y ver un mont¨®n de cajas envueltas en los sof¨¢s es m¨¢gico, me quedo con la sorpresa de ver un regalo que entraba en casa rodando".
Del terror al amor
Raquel, editora de gu¨ªas de viajes barcelonesa de 35 a?os: "Ten¨ªa unos 9 a?os y toda mi familia concluy¨® que no me hab¨ªa portado muy bien ese a?o, as¨ª que lo primero que vi debajo del ¨¢rbol el D¨ªa de Reyes fue carb¨®n. A¨²n no s¨¦ exactamente por qu¨¦ me lo regalaron. Tras aquel susto descubr¨ª que tambi¨¦n me hab¨ªan dejado cosas que yo hab¨ªa puesto en mi lista, pero curiosamente lo que recuerdo a d¨ªa de hoy con m¨¢s ilusi¨®n es el carb¨®n: aquello con lo que a los ni?os llevaban aterroriz¨¢ndonos toda la vida ten¨ªa un sabor delicioso. A partir de ah¨ª y durante el resto de mi infancia inclu¨ª el carb¨®n en mi lista de deseos para ese d¨ªa".?
La tortuga Ninja tira pizzas que nunca lleg¨®
Rafael, dise?ador industrial madrile?o de 33 a?os: La Isla del Tesoro de Playmobil, o la Ciudad de Micro Machines son los regalos que me hizo m¨¢s ilusi¨®n recibir. Aunque como an¨¦cdota siempre recordar¨¦ una sobre el regalo que no recib¨ª: yo mor¨ªa por la furgoneta de las tortugas Ninja, que lanzaba pizzas a sus enemigos. Mis padres, probablemente tras un malentendido con mi carta a los Reyes Magos, me dejaron bajo el ¨¢rbol el peluche de una tortuga. As¨ª, a secas. Yo no entend¨ªa nada y me empe?¨¦ en devolver el regalo a los Reyes. Mis padres me convencieron para qued¨¢rmelo porque 'todos los ni?os tienen que tener, al menos, un peluche'. Hace un par de a?os reeditaron la furgoneta de las Ninja, con la misma caja y todo. Me la encontr¨¦ un d¨ªa andando por El Corte Ingl¨¦s y volvieron todos mis fantasmas del pasado. Casi la compro".
Un discazo que era para m¨ª, pero no era exactamente para m¨ª?
Gonzalo, polit¨®logo compostelano de 33 a?os: "Era 1991 y yo quer¨ªa el disco Dangerous, de Michael Jackson. Pero como no estaba demasiado seguro de que me lo fueran a comprar (sab¨ªa que en mi casa ve¨ªan a Michael como una persona rara y extravagante y a m¨ª como un ni?o demasiado peque?o como para escuchar eso) me invent¨¦ que era mi hermana mayor la que lo deseaba con todas sus fuerzas. As¨ª que se lo compraron a ella. Mientras ella refunfu?aba bajo el ¨¢rbol y se preguntaba por qu¨¦ los Reyes le hab¨ªan dejado el disco de ese 'loco', yo bailaba entusiasmado en la habitaci¨®n de al lado".?
La cazadora que me hizo llorar
Victor, ejecutivo de m¨¢rketing logro?¨¦s de 33 a?os: "Hab¨ªa una tienda en Logro?o que se llamaba Sacha. Cuando ten¨ªa 12 a?os vi en su escaparate una cazadora beisbolera de la marca Liberto con las mangas de cuero blanco que val¨ªa 37.000 pesetas (unos 220 euros). Siempre me quedaba un rato observ¨¢ndola ante el escaparate, pero siendo tan cara imaginaba que nunca me la iban a comprar. Pero el d¨ªa de Reyes de 1996 apareci¨® debajo del ¨¢rbol. No es que sea una historia muy navide?a con buenos sentimientos, pero yo llor¨¦". ?
Un duro dilema con final doblemente feliz?
Nerea, periodista madrile?a de 35 a?os: "Yo era una ni?a conservadora de familia numerosa y me llov¨ªan los regalos de mis hermanos, pero era muy comedida, ten¨ªa muy interiorizada la idea de que ¨¦ramos una familia de obreros que deb¨ªa ahorrar. Estuve varios meses hablando con mi madre para sopesar pros y contras de la Barbie Peinados, que era la que ten¨ªa el pelo que le llegaba hasta el culo y era incre¨ªblemente guay, o la Barbie Sirenita. Fue una negociaci¨®n larga y dura para, al final, encontrarme debajo del ¨¢rbol las dos".?
Madre no hay m¨¢s que una, pero regalo ninguno
Andr¨¦, dise?ador gr¨¢fico gallego de 39 a?os: "Mi madre me prometi¨® un conjunto de bata, pantuflas y pijama porque ¨Ccito literalmente¨C 'cada vez falta menos para que ingreses en un hospital'. Era el t¨ªpico humor negro de mi madre, que siempre dec¨ªa que llevo muy mala vida. Pero el regalo se qued¨® en promesa".
El regalo que volvi¨® del pasado
Patricia, maestra pontevedresa de 35 a?os: "Cuando era peque?a ten¨ªa la consola Master System II de Sega. Mi hermano era un obseso del Sonic, pero a m¨ª me encantaba un juego m¨¢s sencillo que la consola ya tra¨ªa de serie. Era el Alex Kidd, un videojuego con el que crecimos todos los ni?os que ten¨ªamos una Sega en vez de Nintendo. Yo estaba obsesionada con ¨¦l. Se lo cont¨¦ a mi actual marido cuando llev¨¢bamos muy poco tiempo saliendo y, en nuestras primeras navidades juntos, me regal¨® un simulador con el videojuego que hab¨ªa conseguido tras mucho buscar y que se pod¨ªa meter en el ordenador para jugar. Fue como volver a mi infancia".
El elefante del mill¨®n de d¨®lares (o casi)
Sol, periodista malague?a de 40 a?os: "Tengo claro cu¨¢l fue el regalo m¨¢s deseado que me trajeron los Reyes Magos. Frente a la casa de mi abuela, en un barrio de M¨¢laga, hab¨ªa una zapater¨ªa infantil. A mis tiernos 3 ¨® 4 a?os (var¨ªa seg¨²n la fuente) comprob¨¦ embelesada que entre zapato y zapato mediocre hab¨ªa una maravilla de elefante de peluche a rayas de colores con dos ojos grandes y negros. Ped¨ª solo eso a los Reyes. Y lleg¨®. ?Me hizo una ilusi¨®n tremenda! Dorm¨ª con ¨¦l varios a?os. En una mudanza, cuando yo ten¨ªa 12, desapareci¨®. Cuando pregunt¨¦ por ¨¦l me dijo mi madre que mi padre hab¨ªa echado un a?o entero de horas extra para pagar aquello. El peluche en cuesti¨®n lo hab¨ªa hecho la mujer del zapatero con unos retales para adornar el escaparate y el zapatero se hab¨ªa aprovechado de mi capricho y del hecho de que mi padre no encontrar¨ªa otro igual. 15.000 pesetas del a?o 1990 eran muchas pesetas. Mi padre lo tir¨® en cuanto me despist¨¦ porque le daba rabia recordar aquel abuso. No recuerdo ning¨²n regalo en mi vida que me hiciera mayor ilusi¨®n que el elefante".
Manjares espa?oles recubiertos de colonia para despistar en la aduana
Clemente, peluquero madrile?o de 39 a?os: "El regalo que m¨¢s ilusi¨®n me hizo fue el que recib¨ª el primer a?o que viv¨ª en Londres. Aquel 5 de enero mis padres me mandaron una caja gigantesca que conten¨ªa legumbres, diversas chacinas con medio jam¨®n serrano, conservas, una botella de Malibu, una taza con mensaje ('Tu familia te quiere') y muchas cosas m¨¢s, todas ellas envueltas en papel marr¨®n rociado con un bote entero de colonia Vanderbilt. Mi pobre madre pens¨® que quiz¨¢ habr¨ªa perros en la aduana y podr¨ªan oler la carne, as¨ª que ?por qu¨¦ no confundirlos con un perfume? Me hizo una ilusi¨®n que me tuvo llorando d¨ªas".
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