Brexit: lo que sabemos ahora
Cuando votamos en 2016, sab¨ªamos que est¨¢bamos votando contra nuestra situaci¨®n actual en Europa, pero no sab¨ªamos c¨®mo ser¨ªa la futura relaci¨®n con el continente. Una vez que conozcamos la alternativa, deber¨ªamos poder pens¨¢rnoslo de nuevo
Este a?o que empieza va a ser decisivo para el destino del Brexit y Reino Unido. En 2017, las negociaciones eran todav¨ªa incipientes. Para 2019 ser¨¢ demasiado tarde. Desde una perspectiva realista, 2018 ser¨¢ la ¨²ltima oportunidad para tener voz y voto a la hora de saber si la nueva relaci¨®n con Europa es mejor que la actual, y para insistir en que el ¡°acuerdo¡± sea lo bastante detallado como para que ese voto sea significativo. Por eso publicamos hoy ¡°Lo que sabemos ahora¡±, lo que hemos aprendido sobre el Brexit desde el 23 de junio de 2016.
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Nunca he ocultado mi deseo de que Reino Unido permanezca en la Uni¨®n Europea. Esta es la decisi¨®n m¨¢s importante que hemos tomado como naci¨®n desde la Segunda Guerra Mundial, una decisi¨®n que va a determinar el destino de nuestros hijos durante mucho tiempo. Estoy apasionadamente convencido de que, al salir del poderoso bloque regional de los pa¨ªses vecinos, a los que estamos unidos f¨ªsicamente por el t¨²nel del Canal de la Mancha, comercialmente por el Mercado ?nico, hist¨®ricamente por infinitos v¨ªnculos culturales y pol¨ªticamente por la necesidad de una alianza en una era dominada por Estados Unidos en Occidente y China e India en Oriente, estamos cometiendo un error que el mundo contempor¨¢neo no puede comprender y las generaciones futuras no podr¨¢n perdonar. Pero lo primero que hay que conseguir no es revocar la decisi¨®n, sino reivindicar el derecho a cambiar de opini¨®n cuando conozcamos los t¨¦rminos de la nueva relaci¨®n.
Nadie discute la votaci¨®n de 2016. Y nadie discute que, si se mantiene como expresi¨®n de la opini¨®n de los brit¨¢nicos, nos iremos de la Uni¨®n. La cuesti¨®n es si, a medida que se conocen m¨¢s datos, a medida que avanza la negociaci¨®n y vemos con claridad la alternativa a la pertenencia actual a la UE, vamos a tener derecho a cambiar de opini¨®n; si la ¡°voluntad del pueblo¡± ¡ªuna expresi¨®n de la que se abusa¡ª es inmutable o se permite que cambie cuando nuestra percepci¨®n de la realidad se base en una informaci¨®n mejor.
Cuando votamos en 2016, sab¨ªamos que est¨¢bamos votando contra nuestra situaci¨®n actual en Europa, pero no sab¨ªamos c¨®mo ser¨ªa la futura relaci¨®n con el continente. Fue como tener unas elecciones generales en las que la pregunta es ¡°?Le gusta el Gobierno?¡± Si se preguntara eso, pocos Gobiernos en el poder ser¨ªan reelegidos. Una vez conocida la alternativa, deber¨ªamos poder pens¨¢rnoslo de nuevo, a trav¨¦s del Parlamento, unas elecciones o un nuevo refer¨¦ndum, que, por supuesto, no ser¨¢ una repetici¨®n del anterior porque esta vez decidir¨ªamos conociendo cu¨¢l es la alternativa.
En los ¨²ltimos meses, el paisaje del Brexit ¡ªhasta ahora oculto en la niebla de las afirmaciones de un lado y otro¡ª se ve cada vez con m¨¢s claridad. Ahora contamos con la predicci¨®n presupuestaria de que, debido al Brexit, el crecimiento econ¨®mico estar¨¢ por debajo de las expectativas, no solo este a?o sino los pr¨®ximos cinco a?os, con un promedio del 1,5%. Algo que no sucede desde hace m¨¢s de 30 a?os. Y a eso hay que a?adir la ca¨ªda de nuestra moneda, la bajada del nivel de vida y la primera subida del desempleo.
Reivindiquemos el derecho a cambiar de opini¨®n cuando conozcamos los t¨¦rminos de la nueva relaci¨®n
Junto a eso hemos sabido que vamos a tener menos dinero para gastar en el Servicio Nacional de Salud y que, al menos durante unos cuantos a?os, Europa no nos va a devolver ning¨²n dinero, sino que tenemos que pagar una gran suma.
Luego est¨¢ la negociaci¨®n sobre Irlanda del Norte. Afirmar que el problema se ha ¡°resuelto¡± es rid¨ªculo. Se ha aplazado, nada m¨¢s. Por el contrario, la negociaci¨®n ha sacado a la luz la verdadera naturaleza de las decisiones a las que nos enfrentamos y las tensiones en la posici¨®n negociadora del Gobierno.
Al abordar la negociaci¨®n del Brexit hay, en definitiva, cuatro opciones:
1. Cambiar de opini¨®n y permanecer en Europa, sobre todo en una Europa reformada, en la que podamos utilizar el voto del Brexit para imponer esas reformas.
2. Abandonar las estructuras pol¨ªticas de la UE pero permanecer en las estructuras econ¨®micas, es decir, el Mercado ?nico y la Uni¨®n Aduanera.
3. Salir de las estructuras pol¨ªticas y econ¨®micas pero intentar negociar un acuerdo a medida que reproduzca las ventajas econ¨®micas actuales y nos mantenga pol¨ªticamente cerca de Europa.
4. Salir de las dos estructuras, hacer de la salida virtud, negociar un Acuerdo de Libre Comercio b¨¢sico y vendernos como ¡°No Europa¡±.
Lo que pasa es que, aunque las tres ¨²ltimas opciones sean Brexit, tienen repercusiones muy distintas. El Gobierno ha descartado la opci¨®n 2 y est¨¢ tratando de negociar la 3, pero una parte importante del Partido Conservador est¨¢ dispuesto a seguir la opci¨®n 4. Lo malo de la opci¨®n 3 es que no se puede negociar sin hacer unas concesiones de tal dimensi¨®n que dejan en rid¨ªculo los argumentos para marcharse. Lo malo de la opci¨®n 4 es que supondr¨ªa tremendas dificultades econ¨®micas, en la medida en que habr¨ªa que ajustar nuestra econom¨ªa a las nuevas condiciones comerciales.
El crecimiento estar¨¢ por debajo de las expectativas. Caer¨¢ nuestra moneda, el nivel de vida y el empleo
Es absurdo decir que es antidemocr¨¢tico exigir que la gente tenga libertad para votar sobre el acuerdo definitivo, dada la enorme disparidad de variantes y sus consecuencias. ?C¨®mo podemos juzgar la verdadera ¡°voluntad del pueblo¡± sin saber cu¨¢l ser¨ªa la alternativa a la situaci¨®n actual, dadas las distintas repercusiones de cada alternativa? Irlanda del Norte es una met¨¢fora del dilema central de esta negociaci¨®n: o estamos en el Mercado ?nico y la Uni¨®n Aduanera, o tendremos una frontera dura y un Brexit duro.
Es la misma diferencia que hay entre la situaci¨®n de Noruega y la de Canad¨¢. Noruega tiene pleno acceso al Mercado ?nico, pero tambi¨¦n sus obligaciones, incluida la libertad de circulaci¨®n. En el caso de Canad¨¢, hay un Acuerdo de Libre Comercio que facilita enormemente la circulaci¨®n de bienes pero que incluye controles fronterizos y no supone acceso a los servicios del Mercado ?nico. Es un juego de suma cero: cuanto m¨¢s se parezca a la opci¨®n de Noruega, m¨¢s obligaciones hay; cuanto m¨¢s se parezca a la opci¨®n de Canad¨¢, menos acceso.
No se trata de saber qui¨¦n es el negociador m¨¢s duro. El dilema deriva de c¨®mo se concibi¨® el Mercado ?nico. Es una zona comercial ¨²nica, con un sistema ¨²nico de regulaci¨®n y un sistema ¨²nico de arbitraje, el Tribunal de Justicia Europeo. Lo importante es que no es un Acuerdo de Libre Comercio. Es otra cosa. As¨ª que es imposible disfrutar de sus ventajas sin atenerse a sus reglas. El Mercado ?nico es una cosa, y un Acuerdo de Libre Comercio es otra.
Imaginemos una analog¨ªa. Supongamos que la Federaci¨®n de f¨²tbol inglesa quiere jugar un partido con Francia. Negocian el campo, la fecha, el precio de las entradas, etc¨¦tera. Pero entonces la Federaci¨®n inglesa le dice a la francesa que tambi¨¦n quieren negociar la posibilidad de tener 15 jugadores en el equipo, en lugar de 11. Los franceses dir¨ªan que lo sienten pero se han equivocado de deporte y deben hablar con la Federaci¨®n de rugby.
Pues eso es lo que parece estar haciendo el Gobierno. David Davis asegura que vamos a abandonar el Mercado ?nico y la Uni¨®n Aduanera pero que tendremos ¡°exactamente las mismas ventajas¡± en un nuevo Acuerdo de Libre Comercio. Boris Johnson habla de distanciarnos de la normativa europea pero tener unas relaciones comerciales sin fricciones y pleno acceso al mercado europeo de servicios. La primera ministra insiste en que vamos a contar con el acuerdo comercial m¨¢s amplio de la historia y se olvida curiosamente de que ya lo tenemos.
No se trata de saber qui¨¦n es el negociador m¨¢s duro. El dilema deriva de c¨®mo se concibi¨® el Mercado ?nico.
Philip Hammond propone una estrecha armonizaci¨®n con Europa despu¨¦s del Brexit. Liam Fox, por su parte, habla sin parar sobre los acuerdos comerciales que lograremos una vez que estemos fuera de la Uni¨®n Aduanera y y lejos de esa armonizaci¨®n. Por supuesto, el Acuerdo de Libre Comercio puede ser de gran alcance, aunque, cuanto m¨¢s abarque, m¨¢s complicada ser¨¢ la negociaci¨®n y mayor la armonizaci¨®n reguladora. Pero nunca podr¨¢ reproducir ¡°exactamente las mismas ventajas¡± del Mercado ?nico sin obedecer sus obligaciones y regulaciones.
Las concesiones que se nos ha obligado a hacer, con raz¨®n, en el caso de Irlanda del Norte, ponen de relieve en qu¨¦ consiste el dilema. Si queremos libertad de circulaci¨®n de personas a trav¨¦s de la frontera en Irlanda, tendremos que abandonar los controles fronterizos a la inmigraci¨®n. De modo que una persona podr¨ªa ir del continente a Dubl¨ªn, de ah¨ª a Belfast y de ah¨ª a Liverpool sin pasar ning¨²n control.
Los partidarios del Brexit suelen decir que Noruega y Suecia no tienen una frontera dura para la circulaci¨®n de personas. Es verdad. Pero el motivo es que Noruega forma parte del Mercado ?nico y, por tanto, acepta la libertad de circulaci¨®n.
En cualquier caso, casi todo el mundo reconoce ya que Reino Unido necesita a la mayor¨ªa de los trabajadores inmigrantes que llegan de Europa, y, como muestra nuestro estudio, el Brexit est¨¢ perjudicando ya seriamente la contrataci¨®n en sectores cruciales, incluido el Servicio de Salud. Si queremos tener libre circulaci¨®n de bienes, Irlanda del Norte deber¨¢ tener una relaci¨®n con la UE que se rija por las normas de la Uni¨®n Aduanera. Pero, en ese caso, ?c¨®mo podr¨¢ estar Reino Unido fuera de esa situaci¨®n?
Ese es el dilema que nos vamos a encontrar en todos los aspectos del acuerdo. ?C¨®mo van a poder operar libremente los servicios financieros y otros sectores en Europa sin una armonizaci¨®n regulatoria? Incluso si suponemos que Europa acepta mirar caso por caso, la ¡°armonizaci¨®n¡± tendr¨¢ que ser la que imponen las normas europeas. ?Y c¨®mo se resolver¨¢n las disputas en estas circunstancias si no es a trav¨¦s del Tribunal Europeo de Justicia? Cuando surjan estos interrogantes durante la negociaci¨®n, volver¨¢n a aflorar las divisiones en el Gobierno.
La primera ministra seguir¨¢ siendo partidaria de la opci¨®n 3, hacer las concesiones necesarias y tratar de presentarlas como una forma de ¡°recuperar el control¡±. Los verdaderos partidarios de marcharse se dar¨¢n cuenta de que las concesiones contradicen los motivos esenciales para irse y preferir¨¢n la opci¨®n 4. Los funcionarios p¨²blicos brit¨¢nicos son seguramente ¡ªo al menos lo eran en mi ¨¦poca¡ª los mejores de Europa. El problema no est¨¢ en los negociadores sino en la negociaci¨®n.
Casi todos reconocen ya que Reino Unido necesita a la mayor¨ªa de los inmigrantes que llegan de Europa
El peligro es que acabemos qued¨¢ndonos con lo peor de ambos mundos. Iremos tirando, alternando entre las opciones 3 y 4 seg¨²n qu¨¦ sector del Partido Conservador predomine en cada momento, intentaremos ¡°marcharnos¡± sin marcharnos verdaderamente, con un batiburrillo de disposiciones que permita al Gobierno asegurar que se ha materializado el Brexit pero que, en realidad, solo significar¨¢ que hemos perdido nuestro puesto en la toma de decisiones.
Ese ser¨ªa un resultado nefasto para el pa¨ªs. Y aqu¨ª es donde el Partido Laborista se enfrenta a su propio reto.Me gustar¨ªa que los laboristas mantuvieran la superioridad moral de la pol¨ªtica progresista, que explicaran por qu¨¦ la pertenencia a la Uni¨®n Europea es lo mejor por principio, por motivos econ¨®micos pero tambi¨¦n por motivos profundamente pol¨ªticos.
Estoy en desacuerdo con nuestra posici¨®n actual, por razones estrat¨¦gicas, pero tambi¨¦n t¨¢cticas. En primer lugar, cuando el Partido Laborista dice que nosotros tambi¨¦n llevar¨ªamos a cabo el Brexit, no puede criticar su terrible efecto de distracci¨®n. El Partido Laborista podr¨ªa atacar con todas sus fuerzas los fracasos del Gobierno, desde el penoso estado del Servicio Nacional de Salud hasta la criminalidad, que, debido al abandono y la falta de apoyo a la polic¨ªa, ha vuelto a aumentar. Pero para ello habr¨ªa que decir: estas son las cosas que se podr¨ªan hacer por la gente si no fuera porque el Gobierno dedica todas sus energ¨ªas y grandes cantidades de dinero al Brexit.
Y en segundo lugar, esta actitud nos coloca en una posici¨®n vulnerable cuando el Gobierno concluya ¡°el acuerdo¡± en alg¨²n momento de 2018. Mi predicci¨®n es que el Gobierno intentar¨¢ negociar un acuerdo que deje fuera muchos detalles, porque no hay forma de resolver el dilema. Aprovechar¨¢n ciertas ventajas f¨¢ciles de obtener, como el acceso a los bienes sin barreras arancelarias (y dejar¨¢ para m¨¢s tarde las cuestiones que no tienen que ver con los aranceles). Para Europa, que tiene un tremendo super¨¢vit de bienes respecto a Reino Unido, este aspecto est¨¢ muy claro.
Ahora bien, en el acceso a los servicios, que han impulsado el crecimiento de nuestras exportaciones durante los ¨²ltimos 20 a?os y son el 70% de nuestra econom¨ªa y en los que tenemos super¨¢vit nosotros, no tendremos nada que hacer sin unas concesiones importantes. Salvo que el Gobierno encuentre una soluci¨®n milagrosa para el dilema, seguramente intentar¨¢ emular el ¡°acuerdo¡± de diciembre sobre Irlanda del Norte, disponer de varios encabezados generales ¡ªm¨¢s con aspiraciones que con detalles¡ª y dejar muchas cosas para negociarlas a partir de marzo de 2019, durante el periodo de transici¨®n en el que Reino Unido seguir¨¢ rigi¨¦ndose por las normas del Mercado ?nico.
Los laboristas deben mantener la superioridad moral de la pol¨ªtica progresista,? explicar por qu¨¦ pertenecer a la UE es mejor
El Gobierno dir¨¢ entonces que es este acuerdo o nada, y el Partido Laborista se limitar¨¢ a decir que habr¨ªa negociado mejor. Una afirmaci¨®n poco cre¨ªble. Los laboristas tambi¨¦n pretenden repicar y andar en la procesi¨®n. El responsable de Hacienda dice que no estaremos en ¡°el¡± Mercado ?nico sino en ¡°un¡± Mercado ?nico. El responsable laborista de Industria habla de conservar las ventajas de los acuerdos de la Uni¨®n Aduanera pero, al mismo tiempo, tener libertad para negociar nuestros propios acuerdos comerciales.
Todo esto hace que sea un terreno muy confuso para pelear. Es mucho mejor luchar por el derecho del pa¨ªs a cambiar de opini¨®n, a conocer los detalles de la nueva relaci¨®n antes de abandonar la vieja, oponernos al Brexit y criticar a los conservadores por su incapacidad de abordar los verdaderos problemas del pa¨ªs. El Brexit tiene que ser un Brexit conservador. Tiene que ser suyo al 100 por cien. Hay que demostrar a la gente por qu¨¦ el Brexit no es ni ha sido nunca la respuesta. Abramos un di¨¢logo con los l¨ªderes europeos sobre las reformas necesarias, un di¨¢logo que est¨¢n muy dispuestos a tener ahora porque son conscientes de que el Brexit tambi¨¦n es perjudicial para Europa, econ¨®mica y pol¨ªticamente.
En cada sesi¨®n de preguntas al Gobierno, hay que desmontar cada mentira de la campa?a del Brexit, decir que las divisiones de los conservadores est¨¢n debilitando nuestro pa¨ªs; pero eso solo es cre¨ªble si nos oponemos al Brexit de verdad, no defendiendo un Brexit distinto, y si cuestionamos la tomadura de pelo de que una primera ministra est¨¦ llevando a nuestra naci¨®n en una direcci¨®n por la que ni siquiera ahora se atreve ella a decir que votar¨ªa.
Si nos marchamos de Europa, tendr¨¢ que ser por decisi¨®n de la derecha conservadora. Pero, si los laboristas siguen dej¨¢ndose llevar e insisten en abandonar el Mercado ?nico, esa timidez contribuir¨¢ al Brexit.
Tony Blair fue primer ministro laborista del Reino Unido de 1997 a 2007 y es enviado especial para el Cuarteto de Paz para Oriente Pr¨®ximo.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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