M¨¢s all¨¢ de la tormenta
?Es razonable en pleno siglo XXI, y en el contexto de las m¨¢s viejas democracias del mundo, argumentar en plan torero que lo que no puede ser no puede ser y adem¨¢s es imposible?
Hace algo m¨¢s de dos a?os plasmaba en estas mismas p¨¢ginas, en S¨ª, Majestad, es reconducible, mi voluntarista impresi¨®n de que el choque de trenes previsto entre Catalu?a y Espa?a no era ¡°irreconducible¡± como, al parecer (no hubo desmentido de La Zarzuela), le hab¨ªa comentado off the record el monarca al dicharachero presidente c¨¢ntabro Revilla. En aquel art¨ªculo y no sin pretenciosidad le suger¨ªa al Rey que, aunque la iniciativa pol¨ªtica no le corresponde, dada la excepcionalidad y gravedad de la situaci¨®n, quiz¨¢ podr¨ªa instar a las fuerzas pol¨ªticas algo m¨¢s que t¨®picos y buenas intenciones ante un problema pol¨ªtico de primera magnitud.
Salta a la vista que no me hizo caso, m¨¢s bien todo lo contrario visto su g¨¦lido e implacable alegato a favor de la ley y el orden en su discurso del 3 de octubre, sin matices y sin la m¨¢s m¨ªnima apelaci¨®n al di¨¢logo pol¨ªtico (afortunadamente, en el de Nochebuena ha rebajado considerablemente el tono, aunque tampoco apunta nuevas ideas). Y as¨ª estamos, no por culpa del Rey, evidentemente, entrando en un invierno de climatolog¨ªa benigna pero con una temperatura pol¨ªtica infernal para la que no se vislumbran lenitivos. Ni siquiera la r¨¢pida convocatoria de elecciones sirvi¨® en su d¨ªa para atemperar los ¨¢nimos, encendidos inmediatamente por el traslado a prisi¨®n de dos l¨ªderes independentistas, el esperp¨¦ntico "exilio" del president, el ulterior encarcelamiento de su plana mayor y, ahora, por el resultado de las elecciones catalanas que confirma al bloque secesionista y sacude s¨ªsmicamente a la derecha espa?ola.
Mientras tanto, la ciudadan¨ªa observa, at¨®nita? esta especie de ordal¨ªa en que los principales actores se ofrecen en sacrificio ritual, porque nadie puede salir beneficiado de este aquelarre de banderas y sentimientos inflamados
Mientras tanto, la ciudadan¨ªa observa, at¨®nita y con el coraz¨®n en un pu?o, esta especie de ordal¨ªa en que los principales actores se ofrecen en sacrificio ritual, porque nadie puede salir beneficiado de este aquelarre de banderas y sentimientos inflamados. Y es que estamos ante un conflicto pol¨ªtico que viene de muy lejos, casi de la noche de los tiempos y trata de sentimientos de pertenencia, de s¨ªmbolos, pero tambi¨¦n de reparto de poder en la vieja piel de toro. Como escribe atinadamente Alvarez Junco en su libro Dioses ¨²tiles ( Galaxia Gutemberg 2016): ¡°Ver disolverse a la Espa?a en que nac¨ª en una Uni¨®n Ib¨¦rica o en una Federaci¨®n Europea no me har¨¢ derramar ninguna l¨¢grima, sino lo contrario (...) Las naciones son construcciones hist¨®ricas, de naturaleza contingente y son sistemas de creencias y de adhesi¨®n emocional que surten efectos pol¨ªticos de los que se benefician ciertas ¨¦lites locales¡±. Y por otra parte: ¡°Negarse a aceptar la existencia o el rango pol¨ªtico de una identidad colectiva, aunque la mayor¨ªa de los directamente afectados insistan en defender su vinculaci¨®n con ella, parece una actitud poco realista y, sobre todo, in¨²til¡±.
Pero en lugar de caminar en el sentido que sugiere el historiador, hacia soberan¨ªas compartidas, vemos la agria confrontaci¨®n entre independentistas que lo han querido todo, un catexit sin matices y a las bravas ¡ªveremos ahora despu¨¦s de la experiencia represiva¡ª, y unos constitucionalistas ac¨¦rrimos ¡ªrenacidos muchos de ellos¡ª que no les van a la zaga en radicalismo con la unidad de Espa?a, principio sin duda loable y posiblemente conveniente, pero de ninguna manera "sagrado" y por tanto intocable. La deriva es inquietante: no solo por el resultado electoral sino porque las m¨¢s recientes y cre¨ªbles encuestas otorgan un significativo aumento del n¨²mero de espa?oles que abogan por una restricci¨®n de las competencias auton¨®micas o directamente por una dr¨¢stica recentralizaci¨®n del Estado, as¨ª como el resurgimiento de una extrema derecha ultranacionalista, factores que alejan la posibilidad de una salida pol¨ªtica.
Es evidente que estamos en un momento pol¨ªtico comprometido y todo apunta a un nuevo cierre en falso despu¨¦s de otras elecciones pseudo plebiscitarias , con candidatos en la c¨¢rcel o pase¨¢ndose por los juzgados, y con amenazas m¨¢s o menos veladas de volver a aplicar el 155. A todo ello, crece el distanciamiento entre espa?oles y buena parte de catalanes que amenaza con hacerse sideral si no se corrige la miop¨ªa pol¨ªtica que afecta a la inmensa mayor¨ªa de la clase pol¨ªtica. A este respecto, asombra que nadie tome en consideraci¨®n la propuesta de Miguel Herrero y Rodr¨ªguez de Mi?¨®n, uno de los padres de la Constituci¨®n, quien s¨ª ofreci¨® en su d¨ªa una salida exquisitamente pol¨ªtica con un pacto fiscal, un acuerdo cultural-ling¨¹¨ªstico y refrendo posterior que, seg¨²n el acreditado jurista, no precisa reforma constitucional.
A todo ello, crece el distanciamiento entre espa?oles y buena parte de catalanes que amenaza con hacerse sideral si no se corrige la miop¨ªa pol¨ªtica que afecta a la inmensa mayor¨ªa de la clase pol¨ªtica.
Parece claro que el modelo del 78 con su caf¨¦ para todos est¨¢ agotado. Se necesita cortar de una vez el nudo gordiano que atenaza a Espa?a mediante una pol¨ªtica de altura que propicie no solo una salida democr¨¢tica como la apuntada por Herrero, sino tambi¨¦n un mejor conocimiento mutuo, con la difusi¨®n del estudio del catal¨¢n en Espa?a y la ense?anza del castellano como idioma propio en Catalu?a, sin cicater¨ªas, as¨ª como la aceptaci¨®n por parte de los espa?oles de que la "diferencia" no tiene por qu¨¦ significar distintos derechos entre los ciudadanos de Espa?a, sino simplemente asumir que la presencia de la espa?olidad en Catalu?a, tanto jur¨ªdica como simb¨®lica y cultural no puede ser la misma que en otras comunidades aut¨®nomas. Y por parte del independentismo la asunci¨®n de que los sue?os, sue?os son, y que hoy por hoy es posible cierto grado de soberan¨ªa pero no toda, compartida como debe ser con Espa?a y Europa, que por cierto ha expresado claramente a trav¨¦s de sus representantes institucionales que no admite bromas independentistas¡
Con un embrollado Brexit por un lado y con la amenaza latente de un asilvestramiento de padanos, corsos, bretones i tutti quanti, es l¨®gico que la Comunidad Europea se oponga con toda su fuerza institucional y jur¨ªdica a las reivindicaciones catalanas, fuertemente desestabilizadoras¡ Y presuntamente contagiosas. S¨ª, pero, ?hasta cu¨¢ndo podr¨¢ mantener la cuna de la democracia esta actitud numantina y autoritaria? En pol¨ªtica es ut¨®pico buscar soluciones para toda la vida ¡ª¡°Nunca digas nunca jam¨¢s¡±, nos dec¨ªa James Bond¡ª, pero al margen de como termine este peligroso sainete, es obvio que se tiene que dar una salida democr¨¢tica por un tiempo equis a un problema pol¨ªtico de primer orden que requiere m¨¢s finezza que el actual vuelo gallin¨¢ceo de los pol¨ªticos de ambos lados.
Y es que tarde o temprano, Europa tendr¨¢ que afrontar el problema de las soberan¨ªas compartidas no solo por arriba sino tambi¨¦n por abajo respondiendo a una pregunta clave: ?c¨®mo articular democr¨¢ticamente la inequ¨ªvoca voluntad de los ciudadanos de una comunidad pol¨ªtica de plantearse un futuro diferente? ?Es razonable en pleno siglo XXI y en el contexto de las m¨¢s viejas democracias del mundo argumentar en plan torero que lo que no puede ser no puede ser y adem¨¢s es imposible?
Pedro J. Bosch es m¨¦dico-oftalm¨®logo y periodista.
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