?Por qu¨¦ manifestarse a las puertas de la UE?
Un grupo de cerca de 150 refugiados acampa en la frontera entre Serbia y Croacia para pedir el paso
¨C?Qu¨¦ d¨ªa es Navidad? ¨C me pregunt¨® J. en mayo. Est¨¢bamos en un autob¨²s de Belgrado.
¨C El 25 de diciembre. ?Por qu¨¦?
Sonri¨® de lado. Pocas veces sonr¨ªe.
¨C Porque creemos que ese d¨ªa nos abrir¨¢n la frontera, podremos ir de forma segura a Europa, a pedir el asilo y as¨ª llegar a ser ciudadanos libres alg¨²n d¨ªa.
Y esa esperanza se clav¨® en las personas, que necesitan, como todos, agarrarse a sue?os. Y los d¨ªas previos al 25 de diciembre, comenz¨® la propuesta de reunirse frente a la frontera con Croacia. Este mensaje circul¨® a trav¨¦s de WhatsApp entre los refugiados que hay atrapados en Serbia, cifra que el pasado febrero la organizaci¨®n ACNUR situaba en 8.000 personas y que actualmente podr¨ªa situarse alrededor de los 6.000, seg¨²n estima la portavoz de la misma organizaci¨®n en Belgrado. Esperar¨ªan a que la compasi¨®n de la que se habla estos d¨ªas, unida a la presi¨®n de los refugiados, pudiera llevar por fin a la apertura de las fronteras.
As¨ª, el mismo d¨ªa de Navidad, los voluntarios de No Name Kitchen, la asociaci¨®n que desde la localidad de ?id provee asistencia a refugiados, conocieron que hab¨ªa aproximadamente 150 personas en el puesto fronterizo de Tovarnik, tambi¨¦n familias con beb¨¦s, dispuestas a dormir al fr¨ªo de la intemperie para luchar por esa esperanza que ten¨ªan. Para protestar por sus derechos.
Cabe recordar que en Serbia las demandas de asilo no son respondidas desde Europa, tampoco por las autoridades. En este pa¨ªs en agosto de 2017 se hab¨ªan tramitado solo dos peticiones de acogida. La gente vive en campos de refugiados o en la calle sin ning¨²n tipo de libertad ya que al no tener documentos no pueden trabajar ni, por ejemplo, alquilar viviendas.
Se esperaba la llegada de cientos de personas m¨¢s. Pero las autoridades serbias actuaron. Cerraron campos, seg¨²n contaron los propios refugiados. Y cortaron trenes y autobuses para que aquellos que habitan m¨¢s all¨¢ de Sid, es decir, la mayor¨ªa, no pudieran acercarse a Tovarnik.
"Por la noche lleg¨® una familia, y la madre estaba embarazada", comenta Pablo, uno de los voluntarios que trabajan en la zona. "Llegaron en taxi". El gasto de un taxi desde Belgrado a Tovarnik es muy alto. Son cerca de dos horas de trayecto. Adem¨¢s, hay que tener en cuenta que quien asumi¨® ese coste fue una familia que lleva alrededor de un a?o encerrada en Serbia, m¨¢s de dos fuera de su casa, que gast¨® una inversi¨®n millonaria para llegar a Europa con traficantes, que con sus pasaportes no pueden cruzar casi ninguna frontera del mundo y que no pueden trabajar. Un gasto que algunos de los afganos que han llegado hasta all¨ª aseguran que llega a los 5.000 euros por persona.
Sin embargo, la desesperaci¨®n les llev¨® a hacerlo, a¨²n sabiendo que ese gasto era para pasar la noche a la intemperie del duro invierno serbio, aferrados a la esperanza de que la caridad aflorar¨ªa durante el m¨¢gico d¨ªa de Navidad. Esperar¨ªan "los d¨ªas que hagan falta" hasta que eso pasara. Las mantas, las tiendas de campa?a, las comidas calientes y la leche que los voluntarios repartieron durante los dos d¨ªas que dur¨® la protesta fue la ¨²nica ayuda que encontraron.
Desde que se supo de la concentraci¨®n, los antidisturbios serbios se desplegaron en la frontera. A los dos d¨ªas disolvieron la protesta. No tan pac¨ªficamente, seg¨²n afirman algunos de los testigos que no se atreven a dar muchos datos porque miedo de acusar de temas tan delicados en tiempos donde la libertad est¨¢ en entredicho.
El portavoz del Comisariado que se encarga de los refugiados en Serbia me dijo una vez que no le gustan los voluntarios porque "empoderan a las personas llegadas de pa¨ªses en guerra". Esa afirmaci¨®n muestra que se ve a las v¨ªctimas como seres in¨²tiles incapaces de tomar decisiones por ellas mismas. Si los ven desde ese prisma me pregunto si realmente est¨¢n aceptando que tienen los mismos derechos que los europeos.
De hecho, No Name Kitchen est¨¢ en el ojo de mira del Comisariado y la polic¨ªa desde las protestas. Las autoridades han dicho a los medios de comunicaci¨®n serbios que fueron las personas voluntarias las que animaron a los refugiados a reunirse, los que les dijeron que en Navidad se abrir¨ªan las puertas. Los tacharon de anarquistas y, mientras No Name Kitchen sigue repartiendo sus comidas diarias como han hecho siempre, tienen a los polic¨ªas encima con el prop¨®sito de intimidar.
Y yo, que los he conocido, puedo decir que la ¨²nica responsabilidad que esta asociaci¨®n creada por iniciativa ciudadana tiene es la de que esta crisis humanitaria en Serbia no haya a llegado a ser una cat¨¢strofe.
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