La batalla del Mediterr¨¢neo
La brecha entre dos mundos ha convertido el Mediterr¨¢neo en un cementerio. Miles de personas mueren al a?o cruzando esta frontera. Mientras, en el mar, chocan los Estados y las ONG, con visiones opuestas de la tragedia. Navegamos sobre el agujero m¨¢s negro de esta crisis humanitaria, a orillas de Libia, en el buque de mando de la misi¨®n europea en la zona
EL ALMIRANTE Moreno Susanna, al mando de la operaci¨®n Eunavfor Med, la misi¨®n europea desplegada en el Mediterr¨¢neo central para hacer frente a las redes de tr¨¢fico de personas, preside la mesa. Pide un ¡°sit rep¡±, un informe de situaci¨®n. Y entonces su camarote parece convertirse en una salita de teatro. Se abre la puerta y entra en escena el capit¨¢n de fragata Mart¨ªn Prieto; cuenta que el resto de barcos ¡°ya est¨¢n en faena¡±. El Andrea Doria, un destructor italiano, atiende tres eventos SAR (de b¨²squeda y rescate). El Vos Hestia, embarcaci¨®n de Save the Children, otros cuatro. El SeeFuchs, de una ONG alemana, se ocupa de uno m¨¢s. El William B. Yeats, patrullero de guerra irland¨¦s con nombre de poeta, rescata a otra patera. Han detectado una m¨¢s a seis millas de Libia. El velero Astral, de la ONG espa?ola Proactiva Open Arms, est¨¢ cerca. El Zeffiro, fragata italiana con cicatrices de varios conflictos, va de camino. Y el Cantabria, este buque espa?ol de aprovisionamiento en combate en el que navegamos, cuartel general de la misi¨®n europea, le sigue a 18 nudos. En resumen: hay 10 pateras, con un millar de migrantes, y un buen pedazo de Europa a un paso de Libia. Civiles, polic¨ªas y militares. Solo faltan los ¨²ltimos invitados. ¡°?Noticias de alg¨²n patrullero libio?¡±, pregunta el almirante. Su interlocutor tuerce el gesto. El superior cierra la escena: ¡°Una buena batida antes de que sea de noche¡±. Es su decimoquinta jornada al frente de la misi¨®n. Y en este d¨ªa t¨®rrido, uno de esos en los que el cielo y el mar se confunden, se acuerda del consejo que le dio su colega italiano, antes del relevo: ¡°Los d¨ªas tienen 26 horas. Y cada instante cambia la situaci¨®n¡±.
Es septiembre de 2017 y la brecha entre dos mundos ha convertido el Mediterr¨¢neo en un escenario imposible en el que chocan las ONG, el aparato militar y de seguridad europeo y Libia, ese agujero negro donde el tr¨¢fico de personas es uno de los pocos negocios que a¨²n funcionan: mueve unos 5.000 millones de euros al a?o, m¨¢s de lo que factura Inditex en Espa?a. Desde 2014, han llegado a Italia 600.000 personas por esta ruta del Mediterr¨¢neo central. M¨¢s de 10.000 han muerto en la traves¨ªa. Y, poco a poco, los actores en juego han ido manifest¨¢ndose sobre el gran cementerio de las migraciones.
El Cantabria forma parte del contingente institucional de la UE. Un buque de la Armada espa?ola, de 174 metros de eslora y 23 de manga, con helic¨®ptero en la popa, dotaci¨®n de m¨¢s de 150 marineros espa?oles y un Estado Mayor formado por 45 oficiales de 15 pa¨ªses de la UE. Para darles cobijo, han desplegado un tetris de contenedores en cubierta. Unos sirven de cuartel de campa?a. Otros, de dormitorios, y en su interior se mezclan los ronquidos del continente. El reloj se ha adelantado una hora, para seguir una jornada m¨¢s racional. Las misas se ofician en lat¨ªn, para que todos las sigan. En el sal¨®n de oficiales se ve la CNN en ingl¨¦s. Mientras se asean, un espa?ol, un italiano y un finland¨¦s comentan: ¡°Creo que los siguientes saldr¨¢n de Sabratha [ciudad de Libia]¡±. Y, a bordo, llevan un librito ya curtido con el listado de ONG en la zona.
Cooperantes y voluntarios se lanzaron en tromba al mar ante la alerta humanitaria. En 2015, realizaban un 5% de los rescates. En 2016 ya se ocupaban del 40%. Llegaron a superar la decena de buques. Pero las ONG se han visto diezmadas tras ¡°una campa?a concertada de calumnias¡±, seg¨²n Amnist¨ªa Internacional. Han sido acusadas de provocar un efecto llamada y de colaborar con redes criminales. Fabrice Leggeri, director de Frontex, la agencia de fronteras europea, denunci¨® en agosto que los barcos de las ONG recog¨ªan inmigrantes cada vez m¨¢s cerca de las costas libias, con lo que los traficantes sobrecargaban a¨²n m¨¢s las barcas y reduc¨ªan el combustible. Su falta de cooperaci¨®n con las autoridades, a?adi¨®, volv¨ªa ¡°a¨²n m¨¢s complicado conseguir informaci¨®n sobre redes de tr¨¢fico y abrir investigaciones¡±. Donde unos ve¨ªan una emergencia, otros, una oportunidad perdida de atacar el negocio ilegal. Para algunas voces cr¨ªticas, las ONG eran ¡°taxis¡± para inmigrantes. ¡°Se instal¨® la idea de que ¨¦ramos el problema, una mentira malintencionada¡±, dice Hern¨¢n del Valle, director de Asuntos Humanitarios de M¨¦dicos Sin Fronteras. ¡°Nos quisieron quitar de en medio porque la exposici¨®n medi¨¢tica de la tragedia es pol¨ªticamente inc¨®moda¡±.
Este mismo verano de 2017, arreciaron las hostilidades. Los libios declararon que se encargar¨ªan de los rescates en aguas internacionales. Comenzaron a asomar sus patrulleras (cuatro de ellas cedidas por Italia) reclamando sus aguas con tiros al aire. A la vez, el Gobierno de Italia exigi¨® a las ONG firmar un c¨®digo de conducta, apoyado por la UE, para poder operar. El documento, entre otras cosas, los obliga a no entrar en aguas libias ni ¡°comunicarse o enviar se?ales luminosas¡± para facilitar la salida de embarcaciones (las ONG siempre han negado hacerlo), a acatar ¨®rdenes del Centro Internacional de Coordinaci¨®n de Rescates Mar¨ªtimos de Roma y a embarcar polic¨ªas, para recabar inteligencia o detener a traficantes, si se los requiere. Cuatro de las organizaciones se negaron a firmar. Entre ellas, MSF y la alemana Jugend Rettet, cuya embarcaci¨®n fue retenida en Italia al poco, acusada de ¡°favorecer la inmigraci¨®n clandestina¡±.
¡°Se instal¨® la idea de que las ONG eran el problema, una mentira malintencionada¡±, dice un responsable de MSF
En Malta, al final del verano, coincidimos con un grupo de bomberos sevillanos, de la ONG Proemaid. Mientras pon¨ªan a punto un pesquero desastrado, el gran debate era si firmar o no ese c¨®digo. No por ellos, sino por sus compa?eros de viaje. Para hacer frente a la costosa operaci¨®n, se hab¨ªan unido a otra ONG alemana cuyos miembros se autodenominan ¡°activistas de izquierdas¡±. Ya sucedi¨® en el Egeo, seg¨²n Antonio Reina, que lidera a los espa?oles: ¡°?ramos cada uno de su padre y de su madre¡±. Los bomberos estuvieron en Lesbos, durante el ¨¦xodo de refugiados, hasta que se cerr¨® aquella v¨ªa con un pacto de 6.000 millones con Turqu¨ªa. All¨ª, tres de sus compa?eros fueron detenidos y acusados de tr¨¢fico ilegal. Las cosas tampoco pintan bien ahora. Saben de los riesgos cuando uno se acerca a Libia, y de lo dif¨ªcil que lo ponen los italianos si uno no firma el c¨®digo. Para los bomberos, habituados al orden y la jerarqu¨ªa, estaba claro: ¡°Si quieres jugar, hay que aceptar las reglas del juego¡±. Para los alemanes, recelosos de las autoridades, no tanto. Pero acabar¨ªan firmando. Y sufriendo un aviso con disparos y el abordaje de una patrullera libia. Y rescatando tambi¨¦n a m¨¢s de 600 personas, entre septiembre y diciembre, cuando regresaron a casa.
Las ONG comparten el tablero con tres misiones europeas y una de la OTAN. Entre las cuatro, suman cerca de una veintena de barcos, una decena de medios a¨¦reos y un par de submarinos (no todas tienen activos ni presencia fija). Pero hubo una ¨¦poca en que el mar estaba casi desnudo. Se pag¨® con vidas humanas. En 2013, un naufragio con 366 muertos a orillas de Lampedusa conmocion¨® Europa. Italia lanz¨® una misi¨®n militar para resolver una crisis civil. La Mare Nostrum, primera de su especie. Sac¨® del agua a 150.000 personas. Pero, con un coste de 9 millones de euros al mes, se cerr¨® al a?o. La zona qued¨® en manos de Frontex. En 2014 naci¨® su Operaci¨®n Trit¨®n. Hoy, con un presupuesto de casi 40 millones anuales, han detenido a unos 250 traficantes y rescatado a 21.000 personas en 2017. Pero su tarea qued¨® en la sombra cuando la UE apost¨® por una nueva misi¨®n militar, la Eunavfor Med. Naci¨® tras otra tragedia, en abril de 2015, en la que murieron 800 personas. Se mont¨® a la carrera, con un mandato claro: combatir a los traficantes. Pero ha sacado del agua a m¨¢s de 40.000 personas. Y su nombre se ha dulcificado, detalle que habla de algo que les ha tenido muy ocupados: ahora se llama Operaci¨®n Sophia, en honor a un beb¨¦ migrante nacido en uno de sus buques. En ella participa toda la UE, salvo Dinamarca. Cuenta con cuatro barcos, cuatro aviones, dos helic¨®pteros, un submarino y un millar largo de militares. Su presupuesto ronda los 6 millones para a?o y medio. M¨¢s los gastos de cada pa¨ªs, con Italia y Espa?a a la cabeza (en 2016, este pa¨ªs contribuy¨® con 67,2 millones).
Desde su buque de mando, en el Cantabria, se sigue cada movimiento de la batalla. En la sala de guerra, una estancia sellada y sin ventanas, con r¨®tulos de ¡°EU Secret¡±, se confunden los uniformes, anunciando el futuro de la defensa europea. Al fondo hay dos pantallas: una de ellas muestra un mapa con informaci¨®n en tiempo real de todas las naves en juego. En la otra, explica Enrico Abati, el italiano al mando en la sala, hay una foto de una embarcaci¨®n tomada ¡°hace 15 minutos¡± desde el avi¨®n luxemburgu¨¦s. Ya son 11 pateras en un d¨ªa. Todas, al parecer, zarparon de forma coordinada. Seg¨²n el almirante Moreno, ¡°ahora hacen estas salidas masivas para saturar. As¨ª es m¨¢s dif¨ªcil coger a los traficantes¡±. ¡°La situaci¨®n es cr¨ªtica¡±, prosigue el italiano Abati. Ya hay una rescatada; cuatro buques (tres militares y uno de una ONG) se encargan de las otras diez. Y el almirante no lo dice, pero se intuye su preocupaci¨®n: cuando acaben, los barcos tendr¨¢n que ir a puerto para dejar a los n¨¢ufragos. El Cantabria se quedar¨¢ entonces a solas frente a Libia. Y nunca, desde que han asumido el mando (lo ejercieron entre septiembre y diciembre), se han enfrentado a un rescate.
A ellos, confiesa el almirante, tambi¨¦n los han acusado de ¡°taxistas¡±. Por eso, suele repetir a menudo el ¡°core¡± de su misi¨®n, su n¨²cleo: ¡°Apresar y llevar ante la justicia italiana a quienes trafican con personas¡±. De momento, su acci¨®n es limitada. Sophia recibi¨® un mandato en cuatro fases. Complet¨® en un par de meses la primera, de recogida de informaci¨®n. Luego entr¨® en la fase 2A, de captura y destrucci¨®n de embarcaciones en aguas internacionales. Y lleva dos a?os en ella. Las siguientes fases implican adentrarse en aguas libias (la 2B) y en tierra libia (la 3), pero requieren de una orden de la ONU o una invitaci¨®n de Tr¨ªpoli. Entre tanto solo act¨²an en un margen ¡°de dos o tres millas¡±, al borde de las aguas libias. Donde, a veces, si son r¨¢pidos, atrapan a quien remolca la patera; o a los chacales, los carro?eros que se acercan a recuperar motores y pateras. Pero, como critica un mando de Frontex, con experiencia al frente de misiones en el Mediterr¨¢neo: ¡°Sin entrar en Libia no puedes hacer nada. ?Qu¨¦ diablos van a hacer contra las redes desde el mar?¡±.
El ¡®Cantabria¡¯ amanece con 410 migrantes a bordo, los testigos mudos de esta ¡®batalla¡¯
Nuestro segundo d¨ªa a bordo, el Cantabria despierta con ajetreo. Riadas de uniformes caminan al punto de encuentro. El oficial anuncia: ¡°Estamos cerca de Libia. Y tenemos a las otras unidades desembarcando. Estamos casi solos. El avi¨®n ha estado haciendo ronda y, si encuentra algo, nos toca. Me gustar¨ªa hacer un simulacro y quedarnos tranquilos¡±. Pero no parece un simulacro. Minutos despu¨¦s, el almirante ampl¨ªa en su camarote: ¡°Estamos en el escenario de que vamos a recoger inmigrantes. Vamos hacia all¨ª¡±. En la sala de guerra se sabe a¨²n m¨¢s. El italiano Abati sintetiza: el avi¨®n ha detectado una embarcaci¨®n; las im¨¢genes indican que no hay traficantes remolcando, ni chacales; el SeeFuchs, pesquero de una ONG, ha visto una lancha de goma en el l¨ªmite de las 12 millas, pero ha tenido problemas con la Guardia Libia; el Centro de Coordinaci¨®n de Roma trata de declarar un evento SAR. Pero necesita aclararse con los libios, est¨¢ en ello. ¡°Hasta que decidan, iremos a la zona¡±, ordena el almirante. Y la estancia se convierte en un cruce de frases en espa?ol e ingl¨¦s: ¡°Estamos a 50 millas¡±. ¡°M¨¢xima velocidad¡±. ¡°Tenemos otra llamada¡±. ¡°Mike, any point?¡±. ¡°Se confirma llamada por UHF, tenemos un segundo¡±. ¡°El Astral est¨¢ muy cerca¡±. ¡°Tienen pabell¨®n espa?ol¡±. ¡°Acerca esa imagen¡±. Y la instant¨¢nea muestra un dinghy, decenas de rostros, la pierna colgando por la borda, la balsa doblada como un chicle sobre una ola. Los mandos la escrutan para ver qui¨¦n maneja el motor: ¡°Son los primeros a los que se investiga¡±.
Mientras, entra en acci¨®n la otra cabeza del Cantabria. El comandante del buque, Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez de la Puente, expiloto de reactores, superviviente de una eyecci¨®n y curtido en los despachos de la OTAN, ordena un reconocimiento a¨¦reo. Son las 11.00 y el helic¨®ptero se adentra en la bruma sobre un mar con escamas doradas. Sacan los prism¨¢ticos, calibran el visor infrarrojos y la pantalla muestra una ciudad. ¡°Tr¨ªpoli¡±. Vuelan a 25 millas de la capital libia. Comienza la b¨²squeda. Encuentran una barcaza a la deriva. Vac¨ªa. Toman una foto, la aumentan. Hay c¨¢maras de rueda de bicicleta en el cascar¨®n: salvavidas caseros. Y una fecha inscrita: es una de las rescatadas ayer. Al poco, localizan otra mota casi invisible. Se acercan y confirman. Es la que buscaban, con unas 50 personas. Sacan fotos, la graban y de vuelta al Cantabria, de pronto, localizan una m¨¢s que no esperaban.
Cuando se posan en el buque, las lanchas de rescate ya est¨¢n en el mar y se aproximan a la primera patera. Los oficiales europeos se asoman desde los contenedores. Los militares se enfundan monos blancos y mascarillas, a la espera. Hay una enfermer¨ªa de campa?a lista. Un puesto para tomar fotograf¨ªas. Mesas para la identificaci¨®n. Por radio se oye: ¡°Tres mujeres, cuatro ni?os¡±. Lanzan salvavidas y arranca una de esas jornadas con 26 horas. Y en las que parece quedar olvidado el core de la misi¨®n.
Con este argumento, el Parlamento brit¨¢nico public¨® en julio un duro informe sobre Sophia: ¡°Es la herramienta err¨®nea: una vez los barcos zarpan, es tarde para socavar el negocio de los traficantes¡±, conclu¨ªa. ¡°La b¨²squeda y rescate es una obligaci¨®n humanitaria vital, pero podr¨ªa hacerse con embarcaciones m¨¢s adecuadas que los activos a¨¦reos y navales de alta gama¡±. En 2016, argumentaba, con la flota a pleno rendimiento, entraron desde Libia 180.000 personas y murieron cerca de 5.000, las cifras m¨¢s altas de la historia. El a?o 2017 llevaba el mismo camino. Hab¨ªan destruido pateras (casi 500). Y arrestado a m¨¢s de 100 sospechosos, pero la mayor¨ªa, ¡°de la parte baja de la cadena alimentaria de los grupos criminales¡±. Solo uno parec¨ªa liderar una red eritrea. En Italia se ha detenido a miles y condenado a cientos, la mayor¨ªa por manejar pateras o br¨²julas, pero han ca¨ªdo pocos capos de un negocio que comienza en los pa¨ªses de origen y suele confundirse con la maquinaria corrupta de los Gobiernos africanos. Luca Raineri, investigador experto en Libia de la Escuela Superior Sant¡¯Anna de Pisa y miembro del grupo Eunpack sobre respuestas de la UE a las crisis, asisti¨® hace poco a una reuni¨®n a puerta cerrada con oficiales de Sophia. No se llev¨® una buena impresi¨®n: ¡°Se centran en una parte muy peque?a de la cadena y carecen de medios para compartir de manera adecuada la inteligencia y obtener un dibujo completo¡±.
Pero las cifras, hoy, han dado un vuelco: en 2017 las entradas a Italia bajaron de 130.000 por primera vez en cuatro a?os; el frenazo empez¨® en verano, con el endurecimiento de condiciones. Quiz¨¢ por eso, el informe brit¨¢nico salvaba un punto de la misi¨®n: la formaci¨®n a los guardacostas libios. Se ha llevado a cabo en buques de Sophia en Malta, Creta, Roma y Tarento. Han participado Frontex, ACNUR y la OIM. Se ha formado a unos 200. El plan es llegar a 500. Una f¨®rmula para que, poco a poco, ellos controlen su frontera. La ONU avis¨® de los riesgos: se podr¨ªa condenar a miles de personas a quedarse en una tierra donde se cometen ¡°graves violaciones de los derechos humanos¡± y aconsej¨® una supervisi¨®n internacional.
Durante meses, El Pa¨ªs Semanal ha solicitado acceso a sus aulas, sin ¨¦xito. Aunque llegamos a estrechar la mano de dos alumnos, en una base en Roma, durante un encuentro en noviembre con decenas de oficiales de los pa¨ªses del Mediterr¨¢neo. Los comodoros libios conceden una respuesta: su formaci¨®n en Europa ha sido provechosa. Acto seguido un tipo grandull¨®n interrumpe de malos modos y los libios se escabullen. Son las estrellas del evento. Y los saludos iniciales los tienen en cuenta: ¡°Buon giorno, good morning, salam aleikum¡±. Enrico Credendino, almirante en tierra de la Operaci¨®n Sophia, resalta el descenso en las cifras: ¡°Muestra que el modelo de negocio de los traficantes puede ser atacado¡±. Federico Bisconti, almirante de la misi¨®n italiana Mare Sicuro, la ¨²nica de un pa¨ªs de la UE con acceso a Libia, destaca que esa formaci¨®n supone ¡°una nueva esperanza¡±, habla de los buques de guerra italianos que han prestado ayuda en la otra orilla y menciona un hito, un rescate realizado de forma ¡°totalmente aut¨®noma¡± por libios. El vicealmirante Clive Johnstone, al frente del Comando Mar¨ªtimo Aliado de la OTAN, cuya misi¨®n Sea Guardian patrulla la zona desde 2016, se?ala a ¡°nuestros socios¡± de Libia, y los felicita ¡°por los extraordinarios ¨¦xitos del ¨²ltimo a?o¡±.
¡°No es una tormenta pasajera¡±, asegura un analista. ¡°La migraci¨®n va a seguir creciendo¡±
Solo uno entre los ponentes va m¨¢s all¨¢, al origen del problema. Michael Spindelegger, exvicecanciller de Austria y director de un think tank sobre migraciones, se pregunta si estos cuatro a?os han sido ¡°una tormenta pasajera¡± o el anuncio de lo que est¨¢ por venir. ¡°Si uno estudia los motores de la migraci¨®n¡±, a?ade, ¡°los conflictos, la demograf¨ªa, el desarrollo econ¨®mico y las brechas de prosperidad, solo podemos concluir que el impacto potencial incrementar¨¢ en los pr¨®ximos a?os¡±.
Un ejemplo: a medida que se cierra la v¨ªa libia, las llegadas a Espa?a se han disparado (de 8.000 a 20.000 en un a?o), sugiriendo un cambio de ruta. Seg¨²n el coronel Fuente Cobo, experto en la regi¨®n del Instituto Espa?ol de Estudios Estrat¨¦gicos, nos hallamos ¡°muy al principio¡± de algo m¨¢s serio. ¡°La poblaci¨®n de ?frica crece de forma explosiva. Una parte podr¨¢ ser absorbida por su desarrollo. Pero no toda. Las leyes de la f¨ªsica ayudan a entenderlo. Europa est¨¢ al borde de la cat¨¢strofe demogr¨¢fica. Si deja espacios vac¨ªos, lo natural es que vengan otros y los ocupen. Y lo har¨¢n por la l¨ªnea de menor resistencia¡±.
Esa l¨ªnea, hasta hoy, es Libia tras la ca¨ªda de Gadafi. ¡°Un pa¨ªs que no es un pa¨ªs¡±, seg¨²n Bernardino Le¨®n, que fue enviado especial de la ONU. Hasta las primaveras ¨¢rabes, explica, el norte de ?frica funcionaba como una pantalla que le ocultaba a Europa lo que hab¨ªa m¨¢s all¨¢. Pero en 2011 se abri¨® ¡°una ventana de m¨¢s de 2.000 kil¨®metros por donde est¨¢n llegando los problemas del Sahel¡±. Le¨®n alerta sobre las soluciones a corto plazo, como los acuerdos de la UE con facciones libias para controlar el flujo. Algunas, seg¨²n la ONU, las ONG y periodistas sobre el terreno, son milicias dedicadas al tr¨¢fico que, a cambio de dinero europeo, se han pasado al otro bando. ¡°No creo que funcione. Todo lo que sean posibles acuerdos con estas redes es un tema delicado, casi como recompensar al que realiza la actividad ilegal¡±.
En la cubierta del Cantabria se despliega ese mapa de guerra y miseria que sol¨ªa quedar tras la pantalla. Con las dos primeras pateras rescatadas, los hombres comen bajo una malla de camuflaje; el almac¨¦n acoge a mujeres y ni?os. Los cr¨ªos han estado jugando al f¨²tbol con la tripulaci¨®n. El m¨¦dico de a bordo agrupa a los peque?os para una foto, y grita ¡°?pa-ta-ta!¡±, cuando asoma una nueva embarcaci¨®n con migrantes. ¡°?Vienen con un beb¨¦!¡±, avisan al doctor. Esta tercera patera parece llegar de alg¨²n c¨ªrculo pr¨®ximo al infierno. Suben al cr¨ªo envuelto en mantas, un reci¨¦n nacido. Lo llevan corriendo a la enfermer¨ªa. Viene cubierto de costras secas, el cord¨®n umbilical colgando. ¡°?Necesito gente!¡±, dice el m¨¦dico. Suben a las mujeres. Una da unos pasos y se desmaya. ¡°?Sab¨¦is qui¨¦n es la madre?¡±. Siguen rescatando gente. Traen con ellos un hedor profundo. En cuanto se sientan, se echan chorros de agua sobre la cabeza. El cr¨ªo no llora. Es como si se hubiera quedado mudo. Lo limpian con suero y gasas. ¡°Son supervivientes¡±, dice el m¨¦dico, meneando sus brazos. ¡°?Mira qu¨¦ reflejos!¡±. Le avisan de nuevo: ¡°?Viene uno en camilla!¡±. Un chaval con la pelvis dislocada y los pies en carne viva, abrasados por la reacci¨®n del carburante con el agua. Nigeriano. Son mayor¨ªa en la embarcaci¨®n. Llevan un par de a?os encabezando las listas de entrada en Italia, junto a los eritreos. Muchas son mujeres j¨®venes, con nombres hermosos como Joy y Blessing, y un contrato ya firmado para la prostituci¨®n.
El d¨ªa no acaba. ¡°El Astral a ocho millas¡±, anuncian. Son las 20.00 y el velero de la ONG espa?ola ha rescatado a unas 30 personas. El Cantabria se dirige hacia ¨¦l para trasvasar a los migrantes. Se encargar¨¢ de llevarlos a Sicilia. Al borde del ocaso, enfrente surge otra patera fantasma. El capit¨¢n de fragata la reconoce: ¡°Es la primera de ayer¡±. Una lancha sale hacia ella. La roc¨ªan con combustible, disparan bengalas y comienza la hoguera. Igual que han hecho con las anteriores, para evitar que sean reutilizadas. El humo negro asciende, recortado en el horizonte de sangre, y Arturo Arcay, ayuda del almirante, dice que esto era as¨ª, o peor, hasta julio. ¡°Lleg¨® a haber en un d¨ªa 43 embarcaciones, la locura¡±. Con la vista clavada en el incendio, habla de las ONG que han ido abandonando desde entonces; del tira y afloja con los libios, que primero dijeron que se ocupar¨ªan de rescatar en aguas internacionales, y luego recularon; de la monitorizaci¨®n futura de la UE a sus guardacostas y de que pronto, quiz¨¢, se adentre la misi¨®n en la orilla sur. El humo expira y ¨¦l se encoge de hombros: ¡°Es un l¨ªo que est¨¢ evolucionando¡±.
Poco despu¨¦s, bajo el cuenco estrellado de la noche, la lancha se aproxima al Astral. Tr¨ªpoli es un fulgor en el horizonte y en el velero se distingue una proa atiborrada de gente. La bandera espa?ola y de la UE en el palo mayor. Y una libia. La ONG ha denunciado r¨¢fagas de aviso y abordajes. Incluso fue arrastrada al otro lado. ¡°Hola, macho, qu¨¦ tal¡±, se saludan militares y voluntarios. Hay globos y pancartas por el barco. Comienza el trasvase. Una tripulante del Astral se despide de los n¨¢ufragos lanz¨¢ndoles besos. Y el comandante del Cantabria, con la labor concluida, env¨ªa a la ONG una botella de vino.
El Cantabria amanece, rumbo a Sicilia, con 410 inmigrantes, los invitados mudos en esta batalla. Durante dos d¨ªas de traves¨ªa, un frontex y un guardia de fronteras finland¨¦s tratan de averiguar si hay sospechosos entre ellos; los oficiales se re¨²nen para seguir el gran dibujo: ¡°Libia ha retornado a 120 sudaneses y 82 de Burkina Faso¡±, dicen. ¡°Los traficantes tienen presi¨®n, algunos han cerrado. Se preparan para entregar a las autoridades a los que iban a embarcar. Esperamos frenar a 10.000¡±. Mientras, los rescatados yacen a la intemperie y cuentan historias aterradoras: c¨¢rceles en las que defecan unos sobre otros, violaciones, secuestros, compraventa de personas, amigos muertos de un balazo, como Ulibali Kassim, dicen su nombre, para que no se olvide que tuvo una vida. El chico de la pelvis dislocada narra c¨®mo los traficantes le quemaron con un fog¨®n y lo lanzaron por una ventana. ¡°Quer¨ªan que pagara m¨¢s¡±. Y as¨ª, entre relatos del desastre humano, asoma la belleza de Palermo. Hay un crucero en el puerto. Blanco e inmenso. Y el contraste con los rostros de los reci¨¦n llegados flota como una pregunta dolorosa. La que remite al origen, y no a las mafias, y habla de esa grieta entre dos mundos que ha llenado el mar de barcos. Cuando atraca el Cantabria, los dos primeros en bajar van escoltados por polic¨ªas. ¡°Personas de inter¨¦s¡±, las llaman. Quiz¨¢ con informaci¨®n sobre las redes.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Desarrollo ?frica
- Agenda Post-2015
- Inmigraci¨®n irregular
- Refugiados
- Desarrollo humano
- Inmigraci¨®n
- Pol¨ªtica migratoria
- V¨ªctimas guerra
- Migraci¨®n
- ?frica
- Demograf¨ªa
- Conflictos
- Organizaciones internacionales
- Barco Open Arms
- Proactiva Open Arms
- Salvamento mar¨ªtimo
- Seguridad mar¨ªtima
- Servicios emergencia
- ONG
- Transporte mar¨ªtimo
- Emergencias
- Solidaridad
- Sucesos
- Transporte
- Sociedad
- Reportajes
- Planeta Futuro