Un siglo buscando alien¨ªgenas sin ¨¦xito
Desde que se invent¨® la radio, se plante¨® utilizarla para buscar inteligencia extraterrestre. La b¨²squeda ha recibido un importante impulso econ¨®mico recientemente
Contactar con extraterrestres fue uno de los usos propuestos por los creadores de los primeros sistemas inal¨¢mbricos para enviar informaci¨®n a distancia. A principios del siglo XX, Guglielmo Marconi, uno de los creadores de la radio, cre¨ªa que esa tecnolog¨ªa se pod¨ªa emplear para comunicarse con los habitantes de Marte y recibir sus se?ales. En agosto de 1924, el Gobierno de EE UU declar¨® un d¨ªa nacional de silencio radiof¨®nico para buscar este tipo de se?ales y pidi¨® a los ciudadanos que durante 36 horas apagasen cinco minutos cada hora sus aparatos de radio. Se trataba as¨ª de evitar interferencias que ocultasen posibles mensajes marcianos que nunca llegaron.
Desde aquellos primeros intentos de b¨²squeda de inteligencia extraterrestre, nuestra visi¨®n del espacio se ha transformado. Las sondas que han fotografiado Marte desde su ¨®rbita y han aterrizado sobre su superficie muestran un desierto g¨¦lido sin rastro de civilizaci¨®n. Expediciones similares por todo el Sistema Solar y d¨¦cadas de detecci¨®n de todo tipo de se?ales electromagn¨¦ticas sugieren que, salvo que sean extremadamente discretos, no hay alien¨ªgenas con sistemas de telecomunicaciones en nuestro vecindario.
Una se?al que se plante¨® como producida por una inteligencia extraterrestre acab¨® siendo un descubrimiento de Nobel
La exploraci¨®n cient¨ªfica tambi¨¦n ha desvelado que las posibilidades de mundos habitados son casi ilimitadas. Se estima que solo en nuestra galaxia hay alrededor de 200.000 millones de estrellas y que en todo el universo hay un n¨²mero similar de galaxias. Son muchas oportunidades para que, en un cosmos con las mismas reglas f¨ªsicas, surja la inteligencia como lo hizo en la Tierra. Sin embargo, esa misma exploraci¨®n ha mostrado que el universo es inmenso y que est¨¢, fundamentalmente, vac¨ªo. La astrof¨ªsica Amina Helmi recordaba hace poco en EL PA?S que si dos galaxias, con sus decenas de miles de sistemas planetarios, se cruzaban, seguramente no se produjese ninguna colisi¨®n. Incluso a la velocidad de la luz, a la misma que viajan nuestras ondas de radio, llegar al planeta extrasolar m¨¢s cercano que se conoce requiere 4 a?os. Atravesar tanto vac¨ªo para encontrar a seres parecidos a nosotros, incluso aunque existan en nuestra galaxia, puede requerir siglos.
Pese a la inmensidad de estos retos, los humanos siguen buscando inteligencias extraterrestres, a veces sin poner l¨ªmites a la imaginaci¨®n. En octubre de 2015, se supo que el telescopio Kepler hab¨ªa detectado un oscurecimiento peculiar en el brillo de la estrella KIC 8462852. Aquel sol, que se encuentra a 1.480 a?os luz, pero forma parte de la V¨ªa L¨¢ctea, parec¨ªa tener a su alrededor alg¨²n objeto extra?o, distinto de los planetas extrasolares que busca Kepler. El entorno de la estrella parec¨ªa un batiburrillo de objetos de distintos tama?os, que viajaban a distintas velocidades y no lo hac¨ªan en un plano m¨¢s o menos fijo como en los sistemas planetarios comunes. Entonces, Jason Wright, un astr¨®nomo de la Universidad Penn State (EE UU), plante¨® que aquellas observaciones pod¨ªan tener su explicaci¨®n en una megainfraestructura creada por una civilizaci¨®n m¨¢s avanzada que la humana para aprovechar la energ¨ªa de la estrella. Un an¨¢lisis realizado por 200 astr¨®nomos y publicado recientemente descarta este tipo de construcci¨®n y considera m¨¢s plausible que las distorsiones hayan sido causadas por el choque de dos cometas o por alg¨²n tipo de convulsi¨®n interna del astro.
No es la primera vez que se introduce a los alien¨ªgenas en la explicaci¨®n de una observaci¨®n cient¨ªfica peculiar. Una de las m¨¢s famosas es la que rode¨® la detecci¨®n de unas extra?as se?ales en el verano de 1967. Jocelyn Bell, una estudiante de doctorado en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), llevaba semanas observando el cielo con un gran radiotelescopio. Un d¨ªa de agosto, Bell observ¨® algo que no coincid¨ªa con las fuentes de se?ales de radio conocidas en el universo. Y tampoco parec¨ªa una interferencia. Tras semanas de estudio, identific¨® su origen en una regi¨®n particular del cielo y comprob¨® que aquella fuente vibraba con una velocidad m¨¢s propia de una se?al artificial que de un objeto natural conocido. Durante un tiempo, aunque no fue la primera hip¨®tesis, no se descart¨® del todo que aquellos pulsos fuesen la primera evidencia de inteligencia extraterrestre. Al final, se comprob¨® que la se?al proven¨ªa de una estrella de neutrones, un objeto desconocido hasta la fecha. Bell Burnell no contact¨® con extraterrestres, pero su descubrimiento vali¨® un Nobel. Aunque no para ella.
Pocos a?os despu¨¦s de aquella historia de hombrecillos verdes, el radiotelescopio Big Ear, en Ohio recibi¨® una intensa se?al de radio de 72 segundos que proven¨ªa de la constelaci¨®n de Sagitario. Sus caracter¨ªsticas coincid¨ªan con lo que se esperaba de una se?al fruto de alg¨²n tipo de tecnolog¨ªa de telecomunicaci¨®n, pero no se pudo detectar de nuevo. Aquella se?al, bautizada como Wow por la expresi¨®n que escribi¨® su descubridor sobre el papel en el que qued¨® registrada, es a¨²n lo m¨¢s parecido a un mensaje extraterrestre que se ha recibido en la Tierra.
Un siglo despu¨¦s de los primeros intentos de contactar con otros seres vivos inteligentes, la b¨²squeda contin¨²a y ha recibido un gran empuj¨®n. Financiado por el magnate ruso Yuri Milner, el proyecto Breakthrough Listen, que el a?o pasado present¨® sus primeros resultados, proporcionar¨¢ 100 millones de d¨®lares y miles de horas de uso de telescopios para escuchar a los alien¨ªgenas. Aunque no la encuentren, como nos recuerdan las estrellas de neutrones, la b¨²squeda puede dar frutos inesperados.
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