En busca del yo¡ ?perdido?
Nada despierta m¨¢s la curiosidad de los seres humanos que los propios seres humanos, aunque a menudo nos d¨¦ pereza aplicarnos la m¨¢xima que, en tiempos de la Grecia cl¨¢sica, hab¨ªa grabada en el or¨¢culo de Delfos: ¡°Con¨®cete a ti mismo¡±. Sin restar importancia a los m¨²ltiples atributos f¨ªsicos que nos diferencian en mayor o menor medida de otros animales, el hecho es que nuestro rasgo m¨¢s distintivo, en cuanto humanos, es esa prodigiosa cualidad que llamamos la mente. Fil¨®sofos y artistas, profetas y guerreros, pol¨ªticos y amantes, se han esforzado desde hace siglos en comprender, cada uno de ellos desde su propia perspectiva, los enormes misterios que se esconden tras nuestra mirada: qu¨¦ pensamos, qu¨¦ sentimos, qu¨¦ deseamos, y lo m¨¢s importante, por qu¨¦. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, la investigaci¨®n cient¨ªfica ha avanzado considerablemente en el intento de comprender la mente humana y el ¨®rgano que, en mayor medida, es responsable de su funcionamiento: el cerebro. La cantidad y relevancia de esos hallazgos son asombrosas, y las lectoras y lectores hallar¨¢n en la colecci¨®n Neurociencia y Psicolog¨ªa que se publica con EL PA?S un panorama actualizado de la investigaci¨®n reciente en estos campos.
Yo he tenido el honor de contribuir a esta colecci¨®n con un t¨ªtulo que aborda algunas de las cuestiones filos¨®ficas m¨¢s relevantes en relaci¨®n con el conocimiento cient¨ªfico del cerebro, las que tienen que ver con la pregunta de c¨®mo puede apa?¨¢rselas, un amasijo de materia org¨¢nica de aproximadamente un kilo y medio, para generar (siempre, por supuesto, en continua y compleja interacci¨®n con lo que nos rodea) la realidad mental: nuestros pensamientos, emociones, experiencias, deseos¡ En concreto, hay tres cualidades de la mente que parecen escurrirse a casi cualquier intento de comprenderlas cient¨ªficamente: su aparente inmaterialidad, espontaneidad y subjetividad.
La mente, el yo, no parece estar hecha de la misma sustancia que las cosas ordinarias: durante siglos la gente ha cre¨ªdo que el alma seguir¨ªa viviendo una vez descompuesto su organismo, y hoy est¨¢ de moda imaginar que nuestra mente podr¨¢ ser descargada en un ordenador. Tambi¨¦n tendemos a sentir que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, tomamos libremente nuestras decisiones, por muy condicionadas que est¨¦n por nuestro entorno, por nuestros genes o por el mero azar. Y asimismo nos parece obvio que el hecho de ser conscientes no puede reducirse a ser el resultado de un conjunto de interacciones f¨ªsicas entre mol¨¦culas. ?Son estas tres obviedades algo en lo que podamos realmente confiar? ?Puede la ciencia revelarnos algo interesante y sorprendente sobre tales cuestiones? Intentar conocerse a s¨ª mismo tambi¨¦n implica asumir el riesgo de que las investigaciones m¨¢s detalladas y cuidadosas sobre estos temas acaben revel¨¢ndonos un yo que, en el fondo, se parezca muy poco al que muchas filosof¨ªas, ideolog¨ªas y religiones del pasado (o no tan del pasado) se han empe?ado en hacernos pensar que ¨¦ramos. Atrev¨¢monos a conocernos un poco mejor.
Jes¨²s Zamora Bonilla es decano de la Facultad de Filosof¨ªa de la UNED.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.