Los cocineros y las musas de las croquetas
Las mujeres han quedado apartadas de la cocina ahora que la gastronom¨ªa ha cobrado importancia y poder
"Mi ¨ªdolo, mi musa¡±. As¨ª hablaba el cocinero Joan Roca de su madre el martes en el certamen de cocina Reale Seguros Madrid Fusi¨®n. Preguntado otro de los grandes, en la Cadena SER, hace unos d¨ªas, sobre qu¨¦ come cuando est¨¢ en la intimidad respondi¨® algo as¨ª: lo que pone mi madre, porque como lo de una madre... y alab¨® aquella cocina casera que marc¨® toda su vida. Ra¨¹l Balam Ruscalleda, Nacho Manzano, Francis Paniego y Paco Roncero, por poner unos ejemplos, estuvieron acompa?ados de sus madres, para homenajearlas, por mayo del a?o pasado en el programa Motherchef. ¡°Soy cocinero por culpa de mi madre. Bendita culpa¡±, dijo el primero; los otros se declararon fans de las croquetas, de los t¨¢peres de ensaladilla y del arroz con pitu maternos. Madres y abuelas est¨¢n por todas las cartas de los restaurantes: ¡°al estilo de mi madre¡±, ¡°como lo hac¨ªa mi abuela¡±.
No es casualidad. Ni tampoco homenaje. Ni sorpresa: toda la vida las mujeres metidas en la cocina ¡ªvale, en algunos sitios no, y en otros cocinaba el padre o el hermano, vale, vale¡ª y ahora resulta que cuando llega el ¨¦xito con may¨²sculas, el de los grandes platos de autor y las fortunas, el de los destellos dorados, las t¨¦cnicas ultraferol¨ªticas para hacer un filete, las sartenes microperforadas y la magia gastron¨®mica en todo su estado de gracia, ahora, ahora la cocina tiene nombre masculino. Y las mujeres vuelven al sitio de siempre: las musas.
Espa?a ha tardado en alcanzar el puesto que le correspond¨ªa en el mundo gastron¨®mico mundial. La riqu¨ªsima cocina que mezcl¨® los ingredientes de todos aquellos pueblos que llegaron a sus costas o Pirineos abajo ya estaba tardando en llenarse de medallas. Benditas sean, estas s¨ª. Se dijo, con atino, que los franceses viv¨ªan para comer mientras los espa?oles com¨ªan para vivir y ese modelo, tantos a?os repetido, incluida la terrible dictadura, mantuvo el fuego al m¨ªnimo durante d¨¦cadas. Hasta que subi¨® el sufl¨¦. Y hete aqu¨ª que cazos y cazuelas, botellas y vasos, manteles y materias primas empezaron a cantar al son de la marca Espa?a como en una pel¨ªcula de Disney.
Y en esto llegaron ellos, benditos sean, tambi¨¦n. ?Pero era necesario que las cocineras cayeran en la invisibilidad, en el terrenito del homenaje y las musas? Bien dicen que el espacio p¨²blico lo ocupan los hombres, que el ¨¦xito es cosa de ellos, que son expertos en cerrar el paso y poner techos de hormig¨®n para preservar poder y dinero. ?O acaso es todo casualidad? ?Tantos a?os aguantando chistes que conjugaban mujeres, neurona y cocina no han servido para sumar puntos? Ya nadie dir¨¢ nunca eso de: ¡°Vete a la cocina que es donde debes estar¡±. Porque ah¨ª, en ese sitio c¨¢lido, rec¨®ndito, donde muchas mujeres han derramado en soledad m¨¢s l¨¢grimas que las que proporciona la cebolla, es donde ahora quiere estar todo el mundo. Cuando hab¨ªa carb¨®n y fregonas, all¨ª viv¨ªa Cenicienta. Ahora que la cocina es la reina de la tele y de los focos, se la expulsa. Bendita gracia.
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