¡°No hay activista que no haya sufrido represi¨®n en Marruecos¡±
Khadija Ainani, vicepresidenta de la Asociaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos, denuncia la vulnerabilidad de los migrantes subsaharianos en su pa¨ªs
Los pilares m¨¢s s¨®lidos de la existencia de Khadija Ainani (Ben Ahmed, Marruecos, 1966) son la denuncia y la protecci¨®n. Ambos se sustentan gracias a firmes principios de responsabilidad y de solidaridad con los m¨¢s vulnerables que esta mujer marroqu¨ª ha alimentado desde sus a?os de universitaria. Primero, cuando se hizo militante de la Uni¨®n Nacional de Estudiantes y, despu¨¦s, cuando obtuvo su empleo en las administraciones p¨²blicas, como sindicalista en la Uni¨®n Marroqu¨ª de los Trabajadores. Hoy es vicepresidenta de la Asociaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos (AMDH), una ONG nacida en 1979. ¡°Fue v¨ªctima de mucha represi¨®n por parte de las autoridades marroqu¨ªes porque la crearon antiguos presos pol¨ªticos que quer¨ªan desarrollar los derechos humanos en el pa¨ªs¡±, relata. Pese a ello, hoy cuenta con m¨¢s de 15.000 miembros voluntarios, el 80% de ellos en activo.
Su militancia no le ha salido gratis, asegura. ¡°No hay ning¨²n activista que no haya sufrido represi¨®n en Marruecos, especialmente desde el movimiento del 20 de febrero de 2011, que es nuestra versi¨®n de la Primavera ?rabe. Nunca he sido detenida, pero s¨ª golpeada en varias ocasiones¡±, asevera. Y a esto a?ade las dificultades que encuentra en el d¨ªa a d¨ªa de su empleo, en la administraci¨®n del Estado, donde asegura sufrir intimidaci¨®n.
A pesar de las dificultades, decidi¨® formar parte de un movimiento nacional de dem¨®cratas que se asociaron para crear una atm¨®sfera de trabajo en com¨²n que llevara a la consecuci¨®n de un pa¨ªs realmente democr¨¢tico. Y algo de fruto ha dado este af¨¢n: ¡°Impulsamos la firma de bastantes convenios de derechos humanos. Ha habido mucho sacrificio, muchos de nosotros han sido v¨ªctimas de persecuci¨®n, encarcelamiento, desapariciones y torturas y muertes¡±, asevera.
Le mueve un optimismo y un sentido de la responsabilidad sin l¨ªmites alimentado por su marido, tambi¨¦n activista, que le ayud¨® mucho a comprometerse con los derechos humanos. ¡°Mi militancia parte de la situaci¨®n de despotismo y falta de libertad en Marruecos. Yo quer¨ªa desde el principio mejorar la situaci¨®n para que nuestros ni?os puedan vivir en un pa¨ªs mejor ma?ana¡±.
Pese a que al Gobierno no le gusta el activismo, Khadija explica que la asociaci¨®n intenta reunirse con sus ministros. ¡°Pero no es f¨¢cil, nosotros no nos hemos negado nunca a encontrar a representantes del Gobierno para hablar de derechos humanos". El problema, no obstante, hoy d¨ªa parece a¨²n lejos de solucionarse: ¡°El Estado marroqu¨ª est¨¢ intentando manipular a la sociedad civil para ponerla de su parte y convertirla en leal al r¨¦gimen¡±.
Mi militancia parte de la situaci¨®n de despotismo y falta de libertad en Marruecos
A mediados de enero, Khadija visit¨® la sede madrile?a de la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR) para participar en una rueda de prensa sobre la situaci¨®n de los migrantes que llegan a Espa?a cruzando la Frontera Sur desde Marruecos. Ella de esto sabe bastante, pues su labor principal en AMDH consiste en velar por los derechos del colectivo subsahariano, el m¨¢s vulnerable con diferencia en su opini¨®n y peor tratado que otros, como el de los sirios. ¡°Los sirios est¨¢n bastante bien acogidos: son ¨¢rabes, tienen la misma religi¨®n, vienen de un pa¨ªs en guerra¡ S¨ª hay cierta tolerancia porque se parecen m¨¢s¡±, reconoce.
Pero no es el caso de quienes vienen del Sur africano, en parte por el total desconocimiento de su cultura, pero tambi¨¦n por el tono de su piel. ¡°En Marruecos existi¨® la esclavitud hasta principios del siglo XX y a¨²n se relaciona el color negro con los esclavos¡±, reconoce. La falta de entendimiento por las diferencias idiom¨¢ticas y por las distintas religiones les convierte en una comunidad totalmente excluida. Y la situaci¨®n empeora debido a la pol¨ªtica desarrollada por el Estado. ¡°Hasta 2013 las autoridades ten¨ªan un discurso racista que incluso llevaban al Parlamento: que los negros tra¨ªan enfermedades, sobre todo sida, que son criminales, violentos, violan mujeres, roban ni?os.¡¡±
El maltrato hacia la poblaci¨®n subsahariana ha sido documentado en diversas ocasiones desde el otro lado de la frontera. Periodistas y activistas en Ceuta y Melilla han grabado con sus c¨¢maras las palizas que la polic¨ªa alau¨ª propina a los j¨®venes que intentan saltar la valla fronteriza para acceder a Espa?a y no lo logran, o lo hacen pero son enviados de vuelta por la polic¨ªa espa?ola en las conocidas como devoluciones en caliente, una pr¨¢ctica ilegal pero muy frecuente.
En Marruecos existi¨® la esclavitud hasta principios del siglo XX y a¨²n se relaciona el color negro con los esclavos
Khadija confirma estos abusos desde su lado del territorio, igual que han hecho organizaciones como Human Rights Watch en a?os anteriores. ¡°Generalmente les golpean, les torturan y luego les internan en centros que no est¨¢n reconocidos por la ley y suelen depender de comisar¨ªas¡±. Lo que s¨ª ha cambiado, seg¨²n afirma, es el destino final de estos migrantes. Diversas organizaciones documentaron c¨®mo la polic¨ªa despojaba de todo efecto personal a estos hombres, les introduc¨ªa en grandes autobuses y los llevaba a las fronteras de Marruecos con Argelia, donde eran abandonados a su suerte. Hubo unos a?os en los que la universidad de Oujda, cercana a uno de estos puntos fronterizos, se convirti¨® en lugar de acogida improvisado para v¨ªctimas que llegaban heridas, cansadas y desprovistas hasta de los zapatos. Y la pasividad de las autoridades fue tal que la ONG M¨¦dicos sin Fronteras, ¨²nica de la regi¨®n que asist¨ªa a este colectivo, decidi¨® abandonar el pa¨ªs. La pr¨¢ctica, dice Khadija, ha cambiado: ¡°Son enviados a otras zonas de Marruecos, pero ya no se les deporta a otros pa¨ªses o se les deja en la frontera de Argelia¡±, asegura.
Hay m¨¢s aspectos que est¨¢n cambiando entre la clase pol¨ªtica marroqu¨ª, explica la activista. El discurso de odio se ha suavizado, y cree que tiene que ver con la entrada de Marruecos en la Uni¨®n Africana y tambi¨¦n por los acuerdos firmados por el reino alau¨ª con toda la Uni¨®n Europea o con distintos pa¨ªses de los Veintiocho para frenar la inmigraci¨®n desde Marruecos y para intentar llevar a cabo una integraci¨®n de sus migrantes. ¡°Pero esa integraci¨®n en la realidad no es tal cosa¡±, lamenta. ¡°Se les da acceso a trabajos como la venta ambulante o a peque?os proyectos como montar una peluquer¨ªa o algo as¨ª. Esto no les da una situaci¨®n econ¨®mica suficientemente holgada como para integrarse en la sociedad¡±.
La sociedad, por su parte, renquea a la hora de superar el racismo, y el mensaje que a¨²n domina es el de que los inmigrantes van a Marruecos para aprovecharse. ¡°La percepci¨®n m¨¢s extendida en la sociedad es que son intrusos y a?aden problemas a los problemas de los marroqu¨ªes. Se ha degradado la situaci¨®n econ¨®mica de los marroqu¨ªes y se ve a los subsaharianos como los que quieren quedarse con el trabajo, los que son los responsables de los problemas de salud¡". Es un discurso, casualmente, muy similar al que existe en Espa?a, pero esto no arredra a Ainani, cuya responsabilidad y solidaridad le ayudan a no decaer en el af¨¢n de mejorar su pa¨ªs.
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