La epidemia de ¡°absolutitis¡± en Catalu?a
Hay una l¨®gica en toda esta locura del "proc¨¦s"; pero eso no quiere decir que el tratamiento sea f¨¢cil
La ¡°absolutitis¡± (perspicaz t¨¦rmino diagn¨®stico que se autoaplic¨® Arthur Koestler, demostrando al hacerlo que estaba en v¨ªas de curaci¨®n) es un trastorno mental que puede llegar a ser muy grave, pero en ocasiones remite. Todo depende del grado al que se deje llegar al paciente antes de someterlo a tratamiento, pues el proc¨¦s (perd¨®n, quer¨ªa decir el proceso) tiene sucesivas fases bastante bien diferenciadas. Al principio las creencias sobre la realidad van carg¨¢ndose de una emocionalidad que las hace cada vez m¨¢s r¨ªgidas: es una etapa que todav¨ªa no se puede considerar patol¨®gica, pues la comparte un ampl¨ªsimo porcentaje de la poblaci¨®n general. Paso a paso el paciente va convenci¨¦ndose de que sus convicciones son absolutamente ciertas y empieza a quedarse sordo ante un argumento en contra y ciego ante un aspecto de la realidad que le desmienta. Despu¨¦s va reaccionando con agresividad progresiva frente al menor cuestionamiento de sus opiniones. Empieza a tener la convicci¨®n de que toda opini¨®n discrepante de la suya es un insulto personal. Si no se toman medidas terap¨¦uticas, su visi¨®n del mundo se acoraza y su desconexi¨®n de la realidad, cada vez m¨¢s intensa, acaba llegando a ser absoluta. Es entonces cuando se puede hablar de ¡°psicosis absolut¨ªtica¡±. [Teniendo en cuenta el tiempo de evoluci¨®n que ha requerido el proceso (?o habr¨ªa aqu¨ª que decir el proc¨¦s?), no es dif¨ªcil hacer el diagn¨®stico diferencial con la intoxicaci¨®n et¨ªlica].
Otros art¨ªculos del autor
El brote epid¨¦mico de este peligros¨ªsimo trastorno que se ha producido recientemente en Catalu?a ha hecho saltar todas las alarmas del sistema sanitario. Algunos especialistas piensan que el pron¨®stico es infausto. Pero no todos son tan pesimistas y hay cl¨ªnicos que observan signos de buen pron¨®stico. Han bastado unas semanas de ¡°ingreso forzoso¡± para que algunos de los enfermos m¨¢s graves empiecen a manifestar dudas sobre sus convicciones delirantes. Han llegado a declarar que ser¨ªan capaces de mantenerse "dentro del marco constitucional", aunque han acompa?ado esa declaraci¨®n de una serie de matizaciones ambiguas indicativas de que a¨²n no han alcanzado un aut¨¦ntico cuestionamiento del cuadro delirante, pero empiezan a entrever los beneficios secundarios que podr¨ªan obtener cuestion¨¢ndolo. Un delirio irrecuperable no les hubiera permitido siquiera llegar al grado de flexibilidad mental que requieren las mentiras interesadas.
El gran pat¨®logo del siglo XVII Thomas Sydenham dec¨ªa que las enfermedades agudas las manda Dios, pero las cr¨®nicas las producimos nosotros mismos. En un art¨ªculo reciente, publicado en EL PA?S (¡°Adoctrinar¡± /elpais/2017/11/28/opinion/1511893262_366550.html), Francesc de Carreras fijaba en 27 a?os el tiempo que se ha tardado en elaborar el cuadro de ¡°psicosis absolut¨ªtica catalanista¡± que ha brotado en los ¨²ltimos meses. Se apoyaba para ello en la publicaci¨®n por El Peri¨®dico de Catalu?a del documento titulado ¡°La estrategia de la recatalanizaci¨®n¡± (1990) (https://www.dolcacatalunya.com/2016/08/documento-prueba-jordi-pujol-diseno-pruses-1990/).
Una parte muy importante de los ¡°cr¨¢neos privilegiados¡± que dirigen la pol¨ªtica hispana siguen diciendo en p¨²blico que la enfermedad no existe: ¡°No hay adoctrinamiento en las escuelas catalanas; no es necesario cambiar nada en TV3..."
Pero aquella expl¨ªcita declaraci¨®n de las razones y procedimientos para la construcci¨®n del proc¨¦s hab¨ªa sido precedida por numerosos s¨ªntomas anteriores. Conviene releer el temprano diagn¨®stico que realiz¨® el doctor De Az¨²a en el informe cl¨ªnico titulado ¡°Catalu?a es el Titanic¡±, que se public¨® el 14 de mayo de 1982. Dec¨ªa en ¨¦l hace treinta y cinco a?os: ¡°El caso es que Barcelona est¨¢ y¨¦ndose a pique. Que sus noches son cada vez m¨¢s breves, y una tristeza de perdedores de Liga se va amparando en las Ramblas. (¡) Dentro de poco esta ciudad parecer¨¢ un colegio de monjas, regentado por un seminarista con libreta de hule y cuadrat¨ªn de madera, a menos de que las capas m¨¢s vivas de la ciudad salgan de su estupefacci¨®n¡±. Algunos recordar¨¢n que la precocidad de aquel diagn¨®stico hizo que su autor fuese generosamente apedreado.
Pero tambi¨¦n el doctor S¨¢nchez Ferlosio detect¨® con lucidez los primeros s¨ªntomas del incipiente trastorno, como por ejemplo en el texto titulado ¡°Situaci¨®n l¨ªmite: ?Ultraje a la paella¡±, del 8 de julio de 1983, que empezaba diciendo: ¡°Con esta peste catastr¨®fica de las autonom¨ªas, las identidades, las peculiaridades distintivas, las conciencias hist¨®ricas y los patrimonios culturales, la inteligencia de los espa?oles va degrad¨¢ndose a ojos vista y se la ve ya acercarse peligrosamente a los mismos umbrales de la oligofrenia¡±.
Hay, sin embargo, algunos datos que nos permiten ser optimistas sobre el pron¨®stico. Las aut¨¦nticas psicosis siguen siendo de etiolog¨ªa desconocida. En el presente caso est¨¢ muy bien documentada la etiopatogenia, paro adem¨¢s disponemos de indicios muy claros sobre las causas primarias. Fuentes bien informadas aseguran que la invocaciones p¨²blicas al di¨¢logo, en abstracto (como si se pudiera dialogar con los sectarios que ponen siempre el logos, prescindiendo de la sinceridad, al servicio de sus estrategias y objetivos) han sido acompa?adas por discretos mensajes ¡ªprocedentes de los beneficiaros del saqueo iniciado en los tiempos del ¡°caso Banca Catalana¡±¡ª que aclaraban sin lugar a dudas las condiciones del di¨¢logo, en concreto, que se demandaba. No es posible conocer el texto literal de esos mensajes (hay maniobras de las que es fundamental no dejar huellas escritas) pero en la esencia de su contenido todas las fuentes coinciden: ¡°Dejad de molestarnos, olvidaos de recuperar el bot¨ªn, a?adidle un generoso rescate, renunciad a procesarnos y nosotros os garantizamos a cambio que se acab¨® el proc¨¦s¡±.
No, no tienen raz¨®n los m¨¦dicos que se inclinan por el diagn¨®stico de psicosis end¨®gena. Estamos ante un proceso (de hecho, ahora s¨ª, un proc¨¦s), que se ajusta perfectamente al c¨¦lebre dictamen de Shakespeare: ¡°Though this be madness, yet there is method in't¡±. Hay una l¨®gica en toda esta locura. Pero eso no quiere decir que el tratamiento sea f¨¢cil. Aunque no haya sido Dios el que mand¨® la enfermedad, cuarenta a?os dedicados a construir sistem¨¢ticamente un delirio grupal (tan narcisista como interesado) no se pueden contrarrestar en cuarenta d¨ªas, ni aunque se multipliquen por 155. Sobre todo cuando una parte muy importante de los ¡°cr¨¢neos privilegiados¡± (aunque no sean catalanes) que dirigen la pol¨ªtica hispana siguen diciendo (en p¨²blico, no en privado) que la enfermedad no existe: ¡°No hay adoctrinamiento en las escuelas catalanas; no es necesario cambiar nada en TV3; el espa?ol no est¨¢ marginado en Barcelona¡¡±. Es la frase favorita de todos los toxic¨®manos: ¡°Yo, en realidad, no tengo ning¨²n problema. Me drogo porque me gusta. Pero puedo dejarlo cuando quiera¡±.
Jos¨¦ L¨¢zaro es Profesor de Humanidades M¨¦dicas en la UAM y codirector de www.deliberar.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.