Crimen y castigo
Espa?a tiene una de las tasas m¨¢s altas de encarcelamiento de la Uni¨®n Europea y los tiempos de las condenas suelen triplicar la media de otros pa¨ªses de la regi¨®n.
Diana Quer no muri¨®. Ni siquiera la palabra asesinato parece decir lo suficiente. Fue arrancada a la vida. En principio, uno no elegir¨ªa a Franz Kafka para hablar del gozo de vivir, pero es dif¨ªcil expresarlo mejor que como lo hizo el joven triste de Praga en este aforismo: ¡°?C¨®mo puede alguien alegrarse por el mundo excepto cuando se huye hacia ¨¦l?¡±. Sentimos muchas veces las ganas de huir del mundo, la nostalgia de unas alas, pero no hay sensaci¨®n comparable al impulso de huir hacia ¨¦l. Abrir la puerta, no para escapar, sino para refugiarse en el mundo. Y eso es lo que vemos en la mirada de Diana, y en las fotos de tantas desaparecidas: alguien que corre hacia la vida. Y se la arrancan.
Veo al padre de Diana y al de Mari Luz Cort¨¦s (asesinada a los cinco a?os, en 2008) portando un cartel en el que anuncian el apoyo de dos millones de firmantes en una campa?a a favor de mantener la llamada ¡°prisi¨®n permanente revisable¡±. A efectos cr¨ªticos, tambi¨¦n denominada ¡°cadena perpetua revisable¡±. Esta ley, muy cuestionada, entr¨® en vigor en 2015, con el ¨²nico apoyo conservador. Ahora, una mayor¨ªa parlamentaria plural estudia su derogaci¨®n. Comprendo el activismo en este asunto de los padres de Diana y Mari Luz, como el de los familiares y personas cercanas a otras v¨ªctimas. Los sentimientos y las emociones no se pueden juzgar. Se respetan. Y se intenta compartir un dolor que se sabe oce¨¢nico.
Lo que no es tan comprensible es el aprovechamiento partidario de esas tragedias. Los l¨ªderes pol¨ªticos, los gobernantes, tienen que escuchar siempre a la gente, y en especial tienen que ¡°escuchar¡± el dolor. El dolor no aplaude. Y el liderazgo servicial tampoco cura. Pero esa presencia en el lugar del dolor, y en el momento necesario, contribuye a crear confianza. No es posible una democracia sin confianza b¨¢sica. Pero la confianza, como la libertad, no es un arenque salado. Hay que ejercerla. Lo contrario, lo que crea desconfianza, es la explotaci¨®n del dolor de las v¨ªctimas con fines sectarios. En este caso ha sido una maniobra demasiado obscena. La agitaci¨®n del dolor para ?disputar unas d¨¦cimas.
Cuando se detiene a un malo que parece el retrato del mal, cuando se nos representa como un monstruo, es f¨¢cil conseguir un clamor para que se endurezca el castigo hasta el l¨ªmite.
La encuesta del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS) gu¨ªa a los pol¨ªticos espa?oles como el calendario lunar a las plantas. La m¨¢s reciente resultaba preocupante para la derecha gobernante. Por un lado, registraba una creciente inquietud por la corrupci¨®n, solo superada como problema por el paro. Por otro, apuntaba un alza espectacular de Ciudadanos. Los conservadores necesitaban un frame, un nuevo encuadre, un motivo para cambiar la conversaci¨®n popular. Quiz¨¢s alguien levant¨® la nariz hacia una estanter¨ªa y se encontr¨® con un t¨ªtulo cl¨¢sico: Crimen y castigo. ?Ese era el framing, ese era el encuadre! Es un buen tocho, as¨ª que le cascaron con Dostoievski a Albert Rivera y compa?¨ªa.
En los ¨²ltimos a?os, los partidos que podr¨ªamos llamar tradicionales o m¨¢s acomodados han situado, terrorismo aparte, como principal peligro de desestabilizaci¨®n al ¡°populismo¡±. En Espa?a se utiliz¨® de manera indiscriminada, con poco rigor, sobre todo para estigmatizar a Podemos, una fuerza que nunca fue xen¨®foba ni antieurope¨ªsta. Al contrario, fue una de las organizaciones m¨¢s activas en defender la acogida a los refugiados y en la lucha contra las desigualdades. El verdadero ¡°populismo¡± es el que excita los instintos b¨¢sicos de la gente. Por ejemplo, la cuesti¨®n del crimen y el castigo. La verdad es que Espa?a tiene una de las tasas m¨¢s altas de encarcelamiento de la Uni¨®n Europea y los tiempos de las condenas y su cumplimiento suelen triplicar la media de los otros pa¨ªses de la regi¨®n. Por eso algunos catedr¨¢ticos en Derecho Penal han calificado esta operaci¨®n pol¨ªtica como un ¡°populismo penitenciario¡±.
Cuando se detiene a un malo que parece el retrato del mal, cuando se nos representa como un monstruo, es f¨¢cil conseguir un clamor para que se endurezca el castigo hasta el l¨ªmite. Pero hay otro dato que a m¨ª me parece monstruoso: aunque ha aumentado la sensibilidad respecto de los estudios anteriores, solo un 4,6% de los encuestados considera una preocupaci¨®n principal la violencia machista. Y eso no lo arregla solo la pol¨ªtica penitenciaria.
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