D?Hondt ha muerto, larga vida a Sainte-Lagu?
Bastar¨ªa con modificar la f¨®rmula del sistema electoral para tener una gran mejora en proporcionalidad
El sistema electoral espa?ol es una obra de orfebrer¨ªa. Lejos de recurrir a toscos bonos de esca?os a la fuerza m¨¢s votada, se trata de un modelo muy sutil e inteligente en el dise?o de sus sesgos.
El sistema espa?ol se caracteriza por combinar tres sistemas en uno. Tenemos las provincias de menos de cinco diputados, en las cuales nuestro modelo opera con efectos muy mayoritarios y donde la ¡°Espa?a vac¨ªa¡± vale un potos¨ª. La mitad de esas circunscripciones est¨¢n en las Castillas. Hay una Espa?a intermedia en las provincias entre los seis y los nueve esca?os. Aunque ah¨ª el sistema mejora su proporcionalidad, la f¨®rmula d?Hondt se afana y sigue primando a los dos m¨¢s votados. Y, finalmente, una Espa?a proporcional con m¨¢s de diez diputados donde cada partido saca m¨¢s o menos cada uno lo que le toca.
En paralelo, el sistema electoral fija un m¨ªnimo de dos esca?os por provincia lo que distorsiona el valor del voto con relaci¨®n a la poblaci¨®n. De ah¨ª aquello de que el lugar de nacimiento decida lo caro o barato que sale ganar un esca?o. Y encima, por si fuera poco, el sistema tambi¨¦n se acompa?a de un sesgo conservador. La raz¨®n es que los partidos de derechas son m¨¢s exitosos donde el sistema conspira con m¨¢s malicia y por eso las mayor¨ªas absolutas del PP han sido hist¨®ricamente m¨¢s baratas en votos que las del PSOE.
Este sistema electoral tiende a penalizar a fuerzas peque?as de voto disperso en favor de los dos principales partidos. Ciertamente, los nacionalistas sacan lo que les toca. Ahora bien, en Espa?a los partidos de ¨¢mbito estatal deben crecer por encima del 15% nacional o, cuando el sistema apriete al votante, el mal llamado ¡°voto ¨²til¡± tender¨¢ a empujarlos hacia la irrelevancia. De ah¨ª que sean los dos nuevos jugadores, Podemos y Ciudadanos, tan alejados en otras cuestiones, los que quieran cambiar las reglas.
El manual del buen reformista invita siempre a mantener lo positivo del sistema y corregir lo negativo. Si nuestro sistema ha permitido, pese a sus sesgos, que haya pluralismo, estabilidad y alternancia pol¨ªtica, es mejor no estropearlo. Por eso mismo si se quiere mejorar el equilibrio territorial, la proporcionalidad o acabar con las listas cerradas lo ideal es recurrir a ajustes incrementales antes que a un cambio radical de modelo.
Siendo como son las reglas de juego, siempre es deseable que cualquier cambio del sistema se haga con un amplio consenso. En la revisi¨®n del voto rogado esto ya se da. Sin embargo, si en otros campos no es posible un acuerdo total, al menos es deseable que la reforma sea factible. Por eso es razonable aceptar el per¨ªmetro que marca la Constituci¨®n e ir a por una reforma de la LOREG, que s¨®lo precisa una mayor¨ªa absoluta.
Esto no supone una merma tan importante en la ambici¨®n reformista. La constituci¨®n delimita el tama?o del Congreso (entre 300 y 400 diputados), que el sistema debe ser proporcional y que la circunscripci¨®n debe ser la provincia. Quitando estos elementos, todo es modificable, y la experiencia de nuestro entorno demuestra que una sucesi¨®n de peque?os cambios pueden tener importantes consecuencias.
Con una mayor¨ªa absoluta se podr¨ªa aumentar el Congreso a 400 diputados, reducir el m¨ªnimo provincial a un diputado, reemplazar la f¨®rmula d?Hondt por Sainte-Lagu? (la m¨¢s proporcional de todas) y liquidar las listas cerradas. Cambios que en su conjunto mejorar¨ªan bastante todos los sesgos anteriores. De trenzarse un acuerdo entre los nuevos partidos con estos cambios entonces s¨ª la pelota pasar¨ªa al tejado del PSOE, que en su programa tambi¨¦n defiende la reforma y cuyo concurso es imprescindible. Aunque supondr¨ªa asumir, eso s¨ª, que el mundo del multipartidismo ha venido para quedarse. Un mundo en el que las mayor¨ªas absolutas ser¨¢n m¨¢s complicadas y los gobiernos de coalici¨®n la nueva norma.
Pero ahora viene el secreto. Es cierto que el pobre Victor d?Hondt no tiene la culpa del efecto mayoritario del sistema. La viga maestra es el reducido tama?o de la circunscripci¨®n. Ahora bien, en el supuesto de que todas las anteriores cuestiones fueran dif¨ªciles de pactar, bastar¨ªa con modificar la f¨®rmula para tener una mejora sustancial en proporcionalidad. Sin tocar la c¨¢mara o la circunscripci¨®n. Sin cambiar los m¨ªnimos provinciales. Un acuerdo de m¨ªnimos tan sencillo como que los tres partidos cambiaran dos palabras de la nueva ley y declarasen en comuni¨®n: d?Hondt ha muerto, larga vida a Sainte-Lagu?.
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