¡°El adolescente vive en una sociedad que le transmite: ¡®Si beber es divertido es bueno¡±
El alcohol forma parte de nuestras vidas y es la sustancia psicoactiva m¨¢s consumida entre los j¨®venes espa?oles entre los 14 y los 18 a?os
No es ning¨²n secreto que vivimos inmersos en una cultura del alcohol. Lo vemos en nuestras fiestas m¨¢s emblem¨¢ticas, en las celebraciones familiares o sociales y en la mayor¨ªa de series y pel¨ªculas que encontramos en los suculentos cat¨¢logos de Netflix o HBO. El alcohol est¨¢ por todas partes. Sin olvidarnos, por supuesto, de las vallas publicitarias, de YouTube y de redes sociales como Twitter, Instagram o Facebook. No es de extra?ar, por tanto, que si el alcohol forma parte de nuestras vidas, tambi¨¦n sea la sustancia psicoactiva m¨¢s consumida entre los j¨®venes espa?oles con edades comprendidas entre los 14 y los 18 a?os. As¨ª lo recoge el ¨²ltimo informe del Observatorio Espa?ol de la Droga y las Toxicoman¨ªas (2017), que sit¨²a la edad media de inicio en su consumo entre los 13 y los 16 a?os.
Para Xavier Pons, profesor del Departamento de Psicolog¨ªa Social de la Universitat de Val¨¨ncia, a esta cultura del alcohol y a las costumbres del mundo adulto, que incorpora el alcohol a todas sus actividades sociales, se une un factor m¨¢s: el de la cultura de la despreocupaci¨®n. ¡°Nuestra sociedad ha creado una cultura de la banalidad y la despreocupaci¨®n, que tambi¨¦n es argumento para el consumo alcoh¨®lico en los j¨®venes. La mayor¨ªa de ni?os son educados, cuando son ni?os, en los valores de la moderaci¨®n, la prudencia, el autocontrol, el rigor, la responsabilidad... Esos valores deber¨ªan desembocar, m¨¢s adelante, en actitudes y conductas consecuentes, tales como no beber alcohol y no abusar, si sabes (y lo sabes) que es perjudicial. Sin embargo, ese ni?o va creciendo y haci¨¦ndose adolescente en una sociedad que le transmite otro tipo de realidad: si es divertido es bueno. Da igual si es sano, ¨¦tico, razonable, veraz, prudente, bello, inteligente, o si es todo lo contrario; mientras sea divertido ser¨¢ aceptable. No hay reparo alguno para la diversi¨®n en la sociedad de la despreocupaci¨®n; todo lo que interfiera en la diversi¨®n ser¨¢ apartado u olvidado, y todo lo que la facilite ser¨¢ bien recibido¡±, explica.
Sumemos dos cuestiones m¨¢s. Por un lado, el deseo de descubrimiento innato de la propia adolescencia, una etapa en la que, seg¨²n Miguel Fuster, psic¨®logo cl¨ªnico, ¡°no se tiene la misma sensaci¨®n de peligro a la hora de tomar decisiones; lo que lleva a un mayor aprendizaje pero, tambi¨¦n, a ser m¨¢s vulnerables como individuos ante los riesgos por falta de capacidad de evaluaci¨®n de las consecuencias negativas¡±.
En el Grupo de Trabajo Alcohol y Alcoholismo de la Sociedad Espa?ola de Medicina Interna se hace hincapi¨¦ en la neurotoxicidad y neuroinflamaci¨®n que ejerce el alcohol en j¨®venes, sobre todo en la modalidad de consumo en ¡°atracones¡± o binge drinking (¡°botell¨®n¡±). Su coordinador, Francisco Javier Laso apunta que cualquier consumo de alcohol es de ¡°riesgo¡±, y tiene especial impacto en la adolescencia, ¡°ya que han podido observar que implica consecuencias estructurales y funcionales en el sistema nervioso cuya ¡°maduraci¨®n¡± se est¨¢ desarrollando, lo que promueve la aparici¨®n precoz de dependencia alcoh¨®lica¡±. Lo sugieren m¨²ltiples estudios, uno de los m¨¢s recientes el publicado por investigadores suecos en enero en la revista Journal of Hepatology, en el que a trav¨¦s de un seguimiento a 40 a?os de 43.000 varones en Suecia, se asoci¨® el consumo de alcohol en la juventud con un mayor riesgo de hepatopat¨ªa grave. Un riesgo que, aunque dependiente de la dosis, se encontraba desde el primer gramo de alcohol.
?Permitir o prohibir?
Con un panorama tan desolador y complicado, cabe preguntarnos si como familia est¨¢ en nuestra mano convertirnos en un ¡°factor¡± de protecci¨®n y prevenci¨®n, o si por el contrario podemos acabar a?adidos a la lista de factores de riesgo mencionados sin que tengamos conciencia de ello.
Un reciente trabajo publicado en el Journal of Adolescent Health y dirigido por la investigadora Jennifer L. Maggs, Parents Who Allow Early Adolescents to Drink, nos plantea la cuesti¨®n de que una actitud m¨¢s relajada y permisiva con respecto al alcohol, con la creencia de que esto ense?ar¨¢ a nuestros hijos a beber con sensatez, puede ser un factor de riesgo para una iniciaci¨®n temprana en el consumo de alcohol, incluso de problemas m¨¢s graves a posteriori. La investigaci¨®n, adem¨¢s, pone en evidencia que el nivel socioecon¨®mico y cultural de los padres no es un factor protector sino m¨¢s bien al contrario: un mayor nivel social y econ¨®mico puede ser un factor de mayor riesgo para el consumo, ya que ese poder econ¨®mico puede suponer una mayor disponibilidad econ¨®mica tambi¨¦n para los hijos, y con ello el acceso m¨¢s f¨¢cil a esta sustancia.
¡°La sociedad ha creado una cultura de la banalidad, que tambi¨¦n es argumento para el consumo alcoh¨®lico en los j¨®venes¡±
Si la permisividad mantenida por los padres incrementa la probabilidad de consumo en los hijos adolescentes, ?es la prohibici¨®n del alcohol la soluci¨®n? Se?ala Xavier Pons que ni?os y adolescentes tienen que aprender a convivir con ciertas restricciones conductuales, ¡°porque se van a encontrar con much¨ªsimas en su vida adulta y tendr¨¢n que adaptarse a ello¡±. Por eso, entiende que las restricciones razonables ayudan a educar la tolerancia a la frustraci¨®n y la responsabilidad. Y, muchas veces, la salud. A?ade el profesor e investigador que, aunque est¨¢ muy arraigada la idea de que lo prohibido resulta m¨¢s atractivo ¡°y acaba haci¨¦ndose m¨¢s¡±, no hay ninguna evidencia de que eso sea as¨ª. ¡°Las cosas son mucho m¨¢s complejas que eso. Por ejemplo, siguiendo esa l¨®gica, podr¨ªamos decir ¡°prohibido estudiar¡± y a todos los chavales les entrar¨ªan unas ganas enormes de ponerse a estudiar, pero nada es tan simple. De hecho, lo prohibido suele acabar desapareciendo a largo plazo, siempre que junto con la prohibici¨®n haya un control de la conducta que se restringe¡±, argumenta.
Para Pons, adem¨¢s, lo que convierte al alcohol en algo atractivo no es que los adultos lo proh¨ªban, sino que ¡°los adultos lo consumen¡± y que los adultos ¡°lo califican de peligroso para los j¨®venes¡±. Por tanto, estamos aportando valor positivo y atractivo al consumo de alcohol sin darnos cuenta. ¡°Para un adolescente abstenerse de hacer algo ¡°peligroso¡± por el hecho mismo de serlo supondr¨ªa manifestar indecisi¨®n o debilidad, mientras que hacerlo significa ser alguien ¡°enrollado¡±, valiente, atrevido,... Es eso, m¨¢s que ser ¡°rebelde¡±, lo que motiva al adolescente. Realmente, hay poca rebeld¨ªa en hacer lo mismo que se ve que hacen los adultos, que son los que han institucionalizado el alcohol y lo comercializan¡±.
Entonces, ?cu¨¢l es la mejor manera de hablar y actuar con un ni?o de 15 a?os sobre el alcohol? ?Qu¨¦ herramientas tenemos para hacerles resistentes ante la cultura del alcohol? La respuesta del investigador valenciano es clara: ¡°No pensar que es un ni?o, porque, aunque para nosotros lo parezca, ¨¦l o ella no lo va a ver as¨ª y no lo va a admitir. A los 15 a?os es normal creer que uno lo sabe todo de la vida y son sus padres los que no se enteran. Pero, al mismo tiempo, uno es consciente de estar sumido en una vor¨¢gine de dudas, que le cuesta mucho admitir, porque esas dudas no son congruentes con la imagen de fortaleza que desea proyectar. Esto no es malo, en el sentido de que se ir¨¢ ajustando con la edad. Lo que pasa es que esa incertidumbre es terreno abonado para que los que comercializan el alcohol saquen beneficio¡±.
Para el psic¨®logo Miguel Fuster la idea de la prohibici¨®n como alternativa lleva a un problema igual que el que acarrea la permisividad, y opina que todo va a depender m¨¢s de qu¨¦ relaci¨®n tengan los padres con el uso de sustancias como el alcohol y las drogas. ¡°La mejor manera de hablar y de actuar es que haya una consistencia en mi manera de relacionarme con el alcohol y lo que yo les pido a mis hijos. Si hay una consistencia entre lo que yo digo como padre y lo que yo hago como padre el mensaje calara en mis hijos. Si hay una inconsistencia, mis hijos aprender¨¢n de lo que yo hago y nunca de lo que yo digo. El mensaje verbal pierde toda su fuerza¡±.
Revisar nuestros h¨¢bitos y actitudes
La mayor¨ªa de nosotros, adem¨¢s de una baja percepci¨®n del riesgo que entra?a el consumo de alcohol, no tenemos conciencia de cu¨¢ndo y cu¨¢nto bebemos delante de nuestros hijos. ¡°El 75 % de los individuos que bebe excesivamente cree que toma una cantidad ¡°normal¡± de alcohol. Aunque frecuentemente en los medios surgen noticias sobre las bondades del consumo de peque?as cantidades de alcohol, los estudios rigurosos demuestran que no hay ning¨²n efecto saludable, y como indica la OMS: alcohol, cuanto menos mejor¡±, explica F. Javier Laso. En este sentido, el coordinador considera que si los padres tienen ¡°informaci¨®n incompleta y sesgada¡±, no es de extra?ar que se obvie hablar con los hijos sobre los riesgos del alcohol y que se considere su consumo como algo socialmente ¡°natural¡±. Y es esa actitud permisiva parental ¡°por ignorancia de riesgos¡± la que considera un hecho determinante para el consumo de alcohol en los adolescentes.
Pregunt¨¦monos honestamente cada uno de nosotros: ?Qu¨¦ pasar¨ªa si preparo una fiesta con adultos en mi casa en la que NO hubiese alcohol?
Y es que, adem¨¢s, muchos padres beben delante de sus hijos de manera habitual. Quiz¨¢s los fines de semana, en bares, en el propio hogar. Se?ala Xavier Pons que hay muchos estudios que comprueban que en familias de padres bebedores habituales (no necesariamente alcoh¨®licos) es m¨¢s probable encontrar adolescentes bebedores abusivos, que en familias de padres abstemios. ¡°Los hijos adquieren muchas conductas y actitudes por imitaci¨®n de los padres. Tambi¨¦n los h¨¢bitos saludables/insaludables. Y, efectivamente, tiene m¨¢s influencia en el hijo lo que ve que hacen sus padres que lo que estos dicen¡±, cuenta Pons.
Poca utilidad encuentra el psic¨®logo Miguel Fuster en las campa?as centradas en las consecuencias del alcohol si no son acompa?adas de coherencia en el uso que hacemos como adultos del alcohol. ¡°Pregunt¨¦monos honestamente cada uno de nosotros: ?Qu¨¦ pasar¨ªa si preparo una fiesta con adultos en mi casa en la que NO hubiese alcohol? ?C¨®mo reaccionar¨ªamos todos y cada uno de nosotros? Desde ese planteamiento, ?qu¨¦ podemos hacer si asumimos que el alcohol es algo presente en nuestra vida? Seamos coherentes y el mensaje tendr¨¢ sentido¡±, plantea.
Opina Xavier Pons que las campa?as de prevenci¨®n que comenzaron en los primeros a?os ochenta del siglo XX han servido para crear a lo largo de todo este tiempo una actitud m¨¢s cr¨ªtica hacia el alcohol en la sociedad (¡°Somos m¨¢s conscientes de sus riesgos que en generaciones anteriores, esa idea ha calado en la sociedad¡±), pero sabe que una campa?a preventiva no va a servir para disminuir dr¨¢sticamente el consumo juvenil de alcohol. ¡°Conocer los riesgos que supone el abuso de alcohol no disuade a los j¨®venes de iniciar y mantener su h¨¢bito de consumo; eso est¨¢ totalmente comprobado por casi 40 a?os de investigaci¨®n al respecto. Adem¨¢s, los que publicitan y comercializan el alcohol han sabido conectar con los adolescentes mejor que los que dise?an campa?as preventivas¡±, se lamenta y vuelve a incidir en lo que se?al¨¢bamos al principio: el consumo de alcohol responde a un modelo cultural arraigado y a un modelo de sociedad determinado por lo que, seg¨²n concluye Pons, tendr¨ªamos que modificar radicalmente los valores culturales imperantes. Y no es nada f¨¢cil, no, salvo que empecemos por nuestras propias trincheras familiares.
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