El mayo del 68 ahora
En vez de recurrir a las previsibles fanfarrias de un aniversario podr¨ªamos recuperar la furia ir¨®nica y convertir Par¨ªs en una Comuna desde la que decir al mundo que todos somos jud¨ªos alemanes, iran¨ªes libres o turcos rebeldes
El 50? aniversario de mayo del 68 se aproxima a galope tendido.
??Y si la celebraci¨®n eludiera las previsibles fanfarrias, los doctos estudios y los relatos de los antiguos luchadores? ?Y si ¡ªaunque solo fuera por una noche, o una hora, o el tiempo que dura una enso?aci¨®n¡ª acudiera a beber en las fuentes de la conmemoraci¨®n, en la cascada de la impertinencia, la furia ir¨®nica y la fraternidad erudita que presidieron, hace cincuenta a?os, aquellas barricadas m¨¢gicas, aquellos anfiteatros rebeldes y aquellos d¨ªas de locura completa en los que Par¨ªs recuper¨® una atm¨®sfera de educaci¨®n sentimental?
La insumisi¨®n dejar¨ªa de ser privativa de un partido y los inquilinos de la vieja izquierda, la de las ideas de plomo, se exiliar¨ªan, de manera definitiva, a Baden-Baden.
Otros art¨ªculos del autor
Los socialistas se dedicar¨ªan m¨¢s a los sue?os que a presentar mociones.
Los zadistas [activistas para una ZAD, una Zona A Defender en sus siglas francesas] que ocupan Notre-Dame-des-Landes se convertir¨ªan en la protagonista de Zazie en el metro, y de su no-aeropuerto se elevar¨ªan bengalas de esperanza.
Los hombres y las mujeres dejar¨ªan de ir cada uno por su lado y los enamorados, las enamoradas y los amigos del deseo y la pasi¨®n arrojar¨ªan no cerdos, sino adoquines a los instigadores del nuevo orden moral que se nos viene encima.
Explicar¨ªamos a las feministas juramentadas que Catherine Deneuve, con sus pel¨ªculas, ha contribuido a aflojar el yugo de las mujeres m¨¢s de lo que puedan ellas hacer jam¨¢s con sus art¨ªculos llenos de reprimendas y sus invitaciones a la delaci¨®n.
Repartir¨ªamos con gran alborozo un librito rojo con fragmentos de Marivaux, una canci¨®n de Ronsard y las p¨¢ginas m¨¢s er¨®ticas de En busca del tiempo perdido.
Recordar¨ªamos que las largas marchas siempre acaban dando vueltas sin fin y que cada uno de sus timoneles es un Tim¨®n de Shakespeare, alejado de la realidad por la falsa amistad de sus cortesanos.
Paul Ricoeur, resucitado, comprobar¨ªa que un hijo de mayo, disc¨ªpulo suyo, parece haber adquirido el arte de hacer respirar a una sociedad.
El Parlamento ya no estar¨ªa en marcha, sino deambulando; se desviar¨ªa por caminos transversales y sin aduanas ideol¨®gicas; en ¨¦l no solo se leer¨ªan los informes del Tribunal de Cuentas, sino tambi¨¦n a Rimbaud, Baudelaire y Romain Gary.
Los profesores y alumnos de la Sorbona ser¨ªan m¨¢s partidarios de Kundera que del Che Guevara
Preferir¨ªamos vivir en Montevideo con el recuerdo del poeta Lautr¨¦amont que morir en Caracas en defensa de Maduro.
Gritar¨ªamos a los birmanos, a los egipcios, a los argelinos, que la voluntad general es m¨¢s importante que la voluntad de cualquier general.
Interpelar¨ªamos a Estados Unidos, a los empresarios corruptos y los f¨®siles de la energ¨ªa para invitarles a que volvieran a leer a G¨¹nther Anders o Andr¨¦ Gorz; quiz¨¢ as¨ª conseguir¨ªamos make the planet great again.
Disipar¨ªamos, en todos los Barrios Latinos del mundo, los gases lacrim¨®genos pegajosos y las fumarolas de las ideas del nacionalismo extremista: se prohibir¨ªa a Orban, se gritar¨ªa: ¡°?Ni patria ni Putin!¡± y ¡°?FSB igual a SS!¡±, quedar¨ªa claro que un Donald no vale ni un Mickey Mouse y pedir¨ªamos a Erdogan que hiciera el amor con la paz y no la guerra con los kurdos de Afrin.
Los profesores y estudiantes de la Sorbona ser¨ªan m¨¢s partidarios de Kundera que del Che Guevara.
Erigir¨ªamos un monumento al novelista y activista homosexual Guy Hocquenghem delante de los locales del movimiento Manif pour tous.
Los nanterrianos de hoy y los odeonistas de siempre ocupar¨ªan la rue S¨¦bastien-Bottin hasta que Gallimard se decida a incluir a Fran?oise Sagan en la colecci¨®n de la Pl¨¦iade.
La gente leer¨ªa m¨¢s a Lacan que a Laclau y bailar¨ªa en el bulevar Saint-Michel sin dejar de re¨ªrse de los populistas, los arraigados y otros ¡°franceses de pura cepa¡± encantados de haber nacido en alguna parte.
Vender¨ªamos a China esos libros que hemos le¨ªdo demasiadas veces y entonces, tal vez, las misiones diplom¨¢ticas volver¨ªan con los brazos llenos, no de contratos, sino de disidentes liberados.
Se cerrar¨ªan las televisiones propagandistas para abrir los ojos a las tragedias del mundo (otra posibilidad ser¨ªa obligar a Russia Today, con amenaza de una multa gigantesca, a difundir de forma continua im¨¢genes de las guerras de Chechenia, Ucrania y Siria).
En Twitter ordenar¨ªan a los trols que se dieran a conocer y salieran de su antro an¨®nimo y 2.0.
Recordarar¨ªamos a los catalanes que Vargas Llosa vale m¨¢s que Carlos 'Pousse-D¨¦mon'
Ser¨ªamos astutos como zorros frente a esas otras polic¨ªas que son las GAFA, las grandes empresas de Internet.
Repartir¨ªamos adhesivos de ¡°Te quiero¡± entre los polic¨ªas de toda la vida, esos que vigilan el edificio de Charlie Hebdo, las sinagogas y las estaciones, y tambi¨¦n entre los paisanos de Par¨ªs, caminantes genuinos de las revoluciones, no en un clic de Instagram; el sombrero de Louis Aragon entrar¨ªa en el Panth¨¦on; y todos preferir¨ªan morir a los 30 a?os que renunciar a s¨ª mismos a los 60.
El fondo del aire volver¨ªa a ser rojo, y dejar¨ªa de tener el gris antracita de nuestras pasiones m¨¢s tristes.
Recordar¨ªamos a los corsos que las fronteras, en cualquier caso, no existen.
Y a los catalanes, que Mario Vargas Llosa vale m¨¢s que Carlos Pousse-D¨¦mon.
Par¨ªs se convertir¨ªa en una segunda Comuna, desde la que dir¨ªamos al mundo que todos somos jud¨ªos alemanes, iran¨ªes libres, turcos rebeldes, iraqu¨ªes so?adores y rohingyas en peligro.
Har¨ªamos barricadas con las bicicletas municipales; disfrazar¨ªamos la rue des ?coles de plaza Maidan o de Parque Gezi para decir que los verdaderos insumisos son siempre cosmopolitas; en la plaza de la Concordia, proyectar¨ªamos en una pantalla gigante im¨¢genes de solicitantes de asilo a los que se ha rechazado injustamente; las calles que bordean el r¨ªo volver¨ªan a abrirse para dar paso a desfiles de psicoanalistas y parados indignados, patronos foucaldianos y defensores del derecho a la pereza, ecologistas californianos, carn¨ªvoros irredentos, lectores de Abdelwahab Meddeb que marcharan gritando ¡°Ni yihad ni pa?uelo¡±, admiradores de Rushdie y de Polanski.
Seamos realistas, pidamos lo imposible.
De esa forma, en vez de invocar a los manes extintos de los tres contestatarios de los Treinta Gloriosos, en vez de ver una y otra vez las diapositivas en blanco y negro de nuestros Gavroche [ni?o abandonado de la novela Los miserables], esos mocosos que hoy peinan canas, en vez de comportarnos como un pa¨ªs viejo y diseccionar lo mejor que tenemos, recuperar¨ªamos la emoci¨®n de aquellas santas semanas.
Bernard-Henri L¨¦vy es fil¨®sofo.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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