688.000 sue?os grandes
El 60% de los refugiados rohingya que han llegado en los ¨²ltimos meses a Banglad¨¦s son ni?os, cuenta Bel¨¦n de Vicente de Unicef Comit¨¦ Espa?ol desde Cox's Bazar
Cox's Bazar es sin¨®nimo de 688.000 esperanzas. Miradas que han llegado a Banglad¨¦s casi inertes en busca de sosiego desde el m¨¢s absoluto infierno. Aqu¨ª todos los ni?os rohingya saben qu¨¦ es el fuego y qu¨¦ ocurre cuando te tiran a ¨¦l, muchos lo han visto. Entienden lo que significa un disparo y tienen claro que es dif¨ªcil esquivarlos cuando llegan desde el aire. Saben bien que los gritos, los tiros y las llamas significan ¡°sal corriendo¡±. Aunque no tengas nada, aunque est¨¦s t¨² solo, aunque acabes de ver c¨®mo le cortan el cuello a tu padre, no mires atr¨¢s. Lo han aprendido a la fuerza.
Para Tasmin el infierno comenz¨® con los dos tiros que mataron a sus padres. Sus ojos enormes me lo cuentan todo, pero cuesta encontrar en ellos alg¨²n atisbo de expresi¨®n. Apenas sonr¨ªe, y mientras habla se agarra la falda con fuerza, como estrujando cada recuerdo. ¡°Estaba jugando, pero lo vi todo y corr¨ª¡±. Y as¨ª, corriendo, huy¨® de su casa y lleg¨® aqu¨ª, donde es feliz haciendo lo que m¨¢s le gusta: ir de un lado para otro de la mano de su amiga Rubina y saltar a la comba.
Estoy en Kutupalong, el asentamiento improvisado de refugiados rohingya m¨¢s grande que hay ahora mismo en Cox's Bazar, Banglad¨¦s. Desde agosto de 2017 su poblaci¨®n pr¨¢cticamente se ha triplicado, pero el espacio contin¨²a siendo el mismo. Sus laber¨ªnticas calles son un hervidero en el que se entremezclan peque?os puestos de comestibles con min¨²sculas viviendas. Y contra todo pron¨®stico, cuando observas con detalle, descubres a los ni?os correteando tras una cometa de pl¨¢stico o jugando divertidos en cualquier rinc¨®n.
El 60% de los refugiados rohingya que han llegado en los ¨²ltimos meses a Banglad¨¦s son ni?os. Mohamed Yunus es uno de ellos. Tiene 11 a?os y lleg¨® a Kutupalong hace cinco meses. Est¨¢ sentado con otros ni?os jugando al ludu (similar al parch¨ªs) en uno de los 141 espacios amigos de la infancia establecidos por Unicef en este asentamiento. Cuando me presento, me mira con los ojos muy abiertos. Habla bajito y sus manos agarran con fuerza sus delgadas piernas. ¡°No estoy bien aqu¨ª¡±, me dice, ¡°echo de menos Myanmar¡±. Normal, pienso. Siente lo mismo que sentir¨ªamos t¨² o yo si tuvi¨¦ramos que dejar nuestro hogar y salir con lo puesto para salvar la vida. ¡°Los militares golpeaban a los ni?os y los tiraban al fuego. Mataron a muchos de mis amigos y familia. Por eso vine aqu¨ª¡±. Lleg¨® con dos de sus seis hermanos, tras caminar durante d¨ªas por el bosque y cruzar el r¨ªo.
El principio de cada conversaci¨®n es como recibir un pu?etazo en el pecho y decenas de porqu¨¦s amonton¨¢ndose en mi cabeza
La insoportable y brutal violencia que han vivido los ni?os y las familias rohingya que est¨¢n aqu¨ª les ha borrado la expresi¨®n. Hablan de un sufrimiento sin l¨ªmites y lo hacen con absoluta normalidad. Quiz¨¢ para tratar de olvidar lo que les quit¨® la inocencia de la infancia de un plumazo. El principio de cada conversaci¨®n es como recibir un pu?etazo en el pecho y decenas de porqu¨¦s amonton¨¢ndose en mi cabeza.
Las madres me cuentan c¨®mo sus hijos fueron arrojados al fuego delante de ellas, c¨®mo asesinaron a sus maridos, c¨®mo las violaron o las hirieron de la peor forma posible estando embarazadas. Muchas de ellas ya no tienen l¨¢grimas. Las han gastado todas, y mientras relatan las atrocidades vividas, te miran a los ojos profundamente. Ves c¨®mo se esfuman tus palabras y encuentras en su mirada tristeza, impotencia y desesperaci¨®n, pero tambi¨¦n la tenue calma de saberse ahora a salvo.
"Nada me gustar¨ªa m¨¢s que volver a Myanmar. Pero si queremos seguir vivos, s¨¦ que ahora no podemos regresar", me dice Noor mientras baja la mirada al suelo. Ella huy¨® de Myanmar con su marido y sus cuatro hijos. ¡°No tenemos muchas cosas. Tuvimos que dejarlo todo. Mi marido es granjero y ten¨ªamos cultivos y animales, pero cuando llegaron a nuestra casa solo pudimos coger a nuestros hijos y correr con ellos. Asesinaron a todas mis cu?adas. Caminamos durante dos semanas y al final llegamos aqu¨ª hace cinco meses¡±, me cuenta ante la atenta mirada de Salaman, su marido, y tres de sus hijos.
La minor¨ªa rohingya lleva huyendo de la violencia en Myanmar desde los a?os setenta. Entonces ya algunos se establecieron en este asentamiento informal. En los noventa, una nueva oleada de terror provoc¨® m¨¢s desplazamientos.
Hacia 2008, Nur Fatema llegaba a lo que se ha convertido a?os despu¨¦s en el mayor asentamiento improvisado de refugiados del mundo. Apenas ten¨ªa un a?o. En Kutupalong viven pr¨¢cticamente todos sus recuerdos. Aqu¨ª dio sus primeros pasos, comenz¨® ir a la escuela, hizo sus mejores amigos y dio la bienvenida a sus dos hermanos peque?os. Con nueve a?os, no conoce otra realidad que no sea la de este asentamiento.
No le ocurre lo mismo a Kamrul, cuyos 10 a?os de recuerdos felices en Myanmar quedaron empa?ados por el asesinato de dos de sus hermanas. Asomarte a sus ojos es encontrarte con su tristeza. Todav¨ªa no se ha hecho del todo al que ser¨¢ su nuevo hogar. Para ¨¦l no ha sido f¨¢cil llegar a Kutupalong, pero se siente bien aqu¨ª. ¡°Al menos podemos vivir en paz y s¨¦ que no nos va a pasar nada malo", comenta. Tras la muerte de sus hermanas, sus padres huyeron con ¨¦l y sus 10 hermanos. ¡°En Myanmar iba a la escuela, pero aqu¨ª no puedo ir y lo echo de menos, aunque s¨ª estudio ingl¨¦s y algunas otras cosas, porque cuando crezca quiero ser ingeniero¡±.
Las madres me cuentan c¨®mo arrojaron a sus hijos al fuego delante de ellas, c¨®mo asesinaron a sus maridos, c¨®mo las violaron o las hirieron de la peor forma posible estando embarazadas
Si sumamos a los refugiados que hab¨ªan llegado previamente a las comunidades de acogida y a los llegados recientemente, la cifra es abrumadora: 1,2 millones de personas necesitan asistencia humanitaria urgente en Banglad¨¦s.
Como t¨² y como yo, los ni?os y familias rohingya tienen sue?os grandes, pero los retos que afrontan cada d¨ªa son quiz¨¢ la mayor barrera para lograrlos. Una comunidad rechazada en su lugar de origen, muy vulnerable. Muchos deben lidiar cada d¨ªa con las secuelas del trauma vivido y en unas condiciones muy complicadas.
Su esperanza est¨¢ puesta en una vida digna y un futuro en paz, pero la violencia en Myanmar contra la poblaci¨®n rohingya contin¨²a. En las ¨²ltimas semanas se ha intensificado y cientos de personas han llegado a Banglad¨¦s. No podemos mirar para otro lado. No debemos quedarnos callados. Hay que actuar y hay que hacerlo ahora porque, de lo contrario, nos convertimos en c¨®mplices de que cientos de miles de ni?os y familias no puedan tener el presente que merecen y el futuro que ans¨ªan.
Bel¨¦n de Vicente trabaja para Unicef Comit¨¦ Espa?ol
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