Las ni?as que esquivaron la muerte
En apenas tres meses, 500.000 rohingyas han huido de Myanmar para refugiarse en Banglad¨¦s. Un m¨¦dico de MSF cuenta c¨®mo a¨²n es posible encontrar algo de esperanza entre tanta desesperaci¨®n
En apenas tres meses, 500.000 personas han huido de Birmania para buscar refugio en Banglad¨¦s. Son los refugiados rohingyas que huyen de la persecuci¨®n y violencia a la que son sometidos en sus tierras. Los testimonios que comparten aquellos que han conseguido escapar ponen los pelos de punta y hacen temer por la situaci¨®n desesperada en la deben encontrarse quienes permanecen al otro lado de la frontera. Sin embargo, entre tanta tristeza y desesperaci¨®n, a¨²n es posible encontrar historias que nos devuelven algo de esperanza en el ser humano. Aqu¨ª recopilo tres de ellas. En todas los nombres son ficticios para proteger a las protagonistas.
Noor, el milagro de volver a doblar los dedos
No vio al soldado que les dispar¨®. Su padre corr¨ªa desde el poblado llev¨¢ndola en brazos. Y ella se abrazaba a su cuello. La bala atraves¨® el antebrazo de la ni?a y termin¨® en la cabeza del progenitor, mat¨¢ndolo en el acto.
La peque?a Noor no habla mucho de lo que pas¨® a continuaci¨®n. De alguna manera, logr¨® escapar de all¨ª y cruzar la frontera hasta Banglad¨¦s con su madre y su hermano peque?o. Su extremidad estaba demasiado da?ada como para que pudi¨¦ramos tratarla en nuestras instalaciones de Kutupalong, as¨ª que la trasladamos de urgencia al Memorial Christian Hospital, que est¨¢ a un par de horas de distancia hacia el norte. Una vez all¨ª, lo primero que hicieron los cirujanos fue fijarle los huesos.
Volv¨ª a ver a Noor cuando regres¨® a la cl¨ªnica con un cabestrillo. No pod¨ªa estirar los dedos porque los tendones extensores hab¨ªan quedado destrozados por la bala. Hab¨ªa pasado m¨¢s o menos un mes desde que nos vimos por primera vez, y ya estaba lista para someterse a una cirug¨ªa reconstructiva.
Una ma?ana, la peque?a lleg¨® a mi cl¨ªnica, muy orgullosa, para ense?arme el resultado. Ya pod¨ªa doblar sus dedos: estaba asombrada. Su madre se sent¨ªa tan agradecida por el tratamiento recibido que nos pidi¨® que cont¨¢ramos al mundo la historia de su hija.
"La incre¨ªble suerte de sobrevivir"
A Azara la bala le penetr¨® en el cr¨¢neo oblicuamente, por encima de su oreja derecha, y atraves¨® el globo ocular, saliendo por el lado izquierdo de su nariz. Obviamente, su ojo estaba completamente destrozado. Los cirujanos repararon un agujero de unos tres cent¨ªmetros de ancho entre la cuenca del ojo y el cerebro. Su visi¨®n no result¨® afectada y, aunque por desgracia recibi¨® un disparo, tuvo la incre¨ªble suerte de sobrevivir. Yo a¨²n me pregunto c¨®mo pudo salir de aquella.
A Azara la bala le penentr¨® en el cr¨¢neo oblicuamente. Yo a¨²n me estoy preguntando c¨®mo pudo salir de aquella
Cada vez que me acuerdo de Noor y de Azara no puedo evitar pensar en qu¨¦ habr¨ªa sido de ellas de no haber logrado salir de Birmania. Aqu¨ª, en Banglad¨¦s, recibieron atenci¨®n m¨¦dica especializada, pero ?cu¨¢ntas ni?as como ellas se habr¨¢n quedado por el camino?
Un abrazo curativo
Cuando la vi por primera vez a Laila, de diez a?os, estaba tumbada en la cama de una oscura habitaci¨®n de la cl¨ªnica de salud mental de MSF. Cruz¨® la frontera junto a su familia hace 11 d¨ªas, escapando como todos los dem¨¢s de la violencia en el Estado de Rakine, en Birmania. Ingres¨® en la cl¨ªnica con espasmos de dolor en los m¨²sculos espinales, lo que hac¨ªa que tuviese la espalda arqueada, rigidez en la mand¨ªbula y sus extremidades agarrotadas.
Sufr¨ªa t¨¦tanos, una enfermedad que est¨¢ casi erradicada en todo el mundo gracias a las vacunas, pero no en el noroeste de Birmania, hogar de esta peque?a y su familia. Manten¨ªamos la habitaci¨®n oscura y en silencio para reducir al m¨¢ximo la estimulaci¨®n sensorial ya que, de lo contrario, se podr¨ªa desencadenar otro doloroso episodio de espasmos.
El tono muscular de sus brazos iba mejorando, pero ten¨ªa las piernas estiradas y r¨ªgidas, y los dedos de los pies, tiesos. Intent¨® comer algo, pero su boca no se abr¨ªa lo suficiente. Mir¨® a su padre, que estaba sentado junto a ella con las piernas cruzadas sobre el colch¨®n, y las l¨¢grimas empezaron a caerle por las mejillas. Hac¨ªamos todo lo posible para acelerar su recuperaci¨®n, pero era un trabajo lento.
Mientras segu¨ªa mirando a su padre, dijo algo a trav¨¦s de sus dientes apretados. Quer¨ªa un abrazo
Mientras segu¨ªa observando a su padre, dijo algo a trav¨¦s de sus dientes apretados. ¡°?Qu¨¦ ha dicho?¡±, pregunt¨¦ al asistente m¨¦dico, mi compa?ero banglades¨ª el doctor Sharma Shila. ¡°Quiere que su padre le abrace¡±, me respondi¨®. El padre mir¨® inquieto. No quer¨ªa provocarle a su hija otro espasmo. Yo acerqu¨¦ con cuidado a la ni?a hasta su regazo y le dije que no se preocupara, que si quer¨ªa pod¨ªa darle un abrazo.
Me gir¨¦ discretamente para no interrumpir su momento de intimidad y para poder ver al otro paciente que ten¨ªamos en la habitaci¨®n: un beb¨¦ de un mes con t¨¦tanos neonatal. Me da tanta rabia pensar que una simple vacuna durante el embarazo habr¨ªa prevenido la enfermedad¡ Por desgracia, en las ¨¢reas rohingya al otro lado de la frontera con Birmania no ha habido asistencia sanitaria desde hace meses. Pas¨¦ un rato intentando ense?ar al beb¨¦ c¨®mo succionar leche materna usando mi dedo me?ique. Si lograba que hiciera eso, quiz¨¢ podr¨ªa pegarse correctamente a los pezones de su madre para alimentarse. Tras apenas diez segundos empez¨® a entenderlo y pronto empez¨® a mamar con fuerza y con ritmo. Tras haber tenido que alimentar a su hijo a trav¨¦s de un tubo nasog¨¢strico durante tres semanas, la mujer estaba entusiasmada.
Cuando est¨¢bamos a punto de salir, mir¨¦ de nuevo hacia la chica, que segu¨ªa en brazos de su padre. Me qued¨¦ asombrado: los espasmos musculares se hab¨ªan reducido lo suficiente como para que ella doblase sus rodillas 60 grados. Su mand¨ªbula ya no estaba apretada y la ni?a sonre¨ªa a su progenitor. Casi me ech¨¦ a llorar.
Hoy, tres semanas despu¨¦s de su ingreso en el hospital, la peque?a ha experimentado una gran recuperaci¨®n. Al principio su estado era tan cr¨ªtico que nadie habr¨ªa puesto la mano en el fuego por su supervivencia, pero cuando uno pasa por experiencias tan asombrosas como esta, al final acaba d¨¢ndose cuenta de que el amor de un padre puede llegar a resultar mucho m¨¢s poderoso que todos los f¨¢rmacos que los m¨¦dicos podamos dar.
Ian Cross es m¨¦dico de MSF en Kutupalong, Banglad¨¦s.
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