?Qu¨¦ sucede en un instituto tras un tiroteo como el de Florida?
Inevitablemente, los 17 muertos tras el tiroteo en el instituto Stoneman Douglas har¨¢n que el lugar cambie para siempre f¨ªsica y psicol¨®gicamente
El tiroteo en el instituto Stoneman Douglas, situado en Parkland (Florida), ha supuesto un nuevo golpe a la seguridad de Estados Unidos, un pa¨ªs que ¨Cespecialmente en la era Trump¨C busca al enemigo fuera de sus fronteras, pero ha tenido que ver como su ¨²ltima masacre se comet¨ªa desde dentro.
Lo m¨¢s llamativo en la reforma de Columbine fue la decisi¨®n que se tom¨® respecto a la biblioteca, donde tuvo lugar la mayor parte de los asesinatos: en vez de reformarla la hicieron desaparecer para siempre
El n¨²mero de v¨ªctimas mortales a manos de Nikolas Cruz, exalumno del centro que ya ha sido detenido por la polic¨ªa, es por ahora de 17. Es menor que la cifra del instituto Virginia Tech (32) o del instituto Sandy Hook (27), pero supera a Columbine, la masacre que en 1999 golpe¨® Estados Unidos. Entonces, los alumnos Dylan Klebold y Eric Harris entraron en el instituto con armas y explosivos y comenzaron a disparar contra sus compa?eros y profesores.?
Columbine es el nombre de una escuela, pero el tiempo lo ha convertido tambi¨¦n en un sustantivo. "Un nuevo Columbine" es el modo en que la prensa describe cualquier masacre perpetrada por un alumno en un centro estudiantil. La tragedia ocurrida hace 19 a?os dej¨® una herida en la sociedad estadounidense que se ha intentado curar con documentales (el oscarizado Bowling for Columbine), pel¨ªculas de ficci¨®n inspiradas en el caso (Elephant, de Gus Van Sant) o series de ¨¦xito (el giro final de la controvertida ficci¨®n de Netflix The OA, por ejemplo). Todas, junto a cientos de libros, han intentado dar sentido a aquella tragedia que tambi¨¦n dej¨® un debate abierto sobre la influencia de la violencia en cine y videojuegos que hoy, en la era de Internet, se ha quedado un poco obsoleto.
Una de las muchas inc¨®gnitas que arrojan estos casos es: c¨®mo cambia la cara de un instituto y de un pueblo entero estos dram¨¢ticos episodios.
Los alumnos de Columbine tardaron m¨¢s de diez d¨ªas en reanudar sus clases y lo hicieron en otro centro, el instituto Chatfield, a unos diez minutos andando. Hubo que dividir los horarios: los estudiantes de Chatfield iban a la escuela por la ma?ana, los que llegaron desde Columbine por la tarde.
Un mes despu¨¦s de la masacre, el entonces presidente Bill Clinton, que durante sus dos legislaturas abog¨® por el control de la posesi¨®n de armas de fuego, se reuni¨® con las v¨ªctimas y familiares. ?Lo har¨¢ Trump, que el pasado abril se convert¨ªa en el primer presidente desde Ronald Reagan que acud¨ªa a la convenci¨®n de la Asociaci¨®n Nacional del Rifle?(el lobby que defiende la libre posesi¨®n de armas entre ciudadanos) y les dec¨ªa que siempre tendr¨¢n "a un amigo en la Casa Blanca"?
Cuatro meses despu¨¦s de la tragedia, el 16 de agosto de 1999, los estudiantes de Columbine pudieron volver a su lugar de estudios. El instituto hab¨ªa cerrado sus puertas para ser reformado. Una obra que cost¨® 1,2 millones de d¨®lares (casi un mill¨®n de euros) y no tuvo ¨²nicamente fines reparadores ¨Caunque muchas paredes necesitaron reconstrucci¨®n por encontrarse atravesadas por agujeros de bala o manchadas de sangre¨C, sino psicol¨®gicos.
Por ejemplo, el sonido de la alarma se cambi¨® para que los estudiantes no tuviesen que volver a o¨ªr lo mismo que el d¨ªa de la matanza.
El sonido de la alarma se cambi¨® en el instituto Columbine para que los estudiantes no tuviesen que volver a o¨ªr nunca lo mismo que el d¨ªa de la matanza
Pero lo m¨¢s llamativo fue la decisi¨®n que se tom¨® respecto a la biblioteca del instituto. All¨ª tuvo lugar la mayor parte de los asesinatos: diez estudiantes fallecieron. Y otros doce resultaron heridos con diferentes resultados de gravedad. Los responsables del instituto decidieron no reformar la biblioteca (algo que s¨ª hab¨ªan hecho, por ejemplo, con la cafeter¨ªa, donde no hubo v¨ªctimas mortales pero s¨ª un herido grave). En su lugar, se decidi¨® que aquel lugar desapareciese para siempre.
Su situaci¨®n dentro del instituto ¨Cestaba justo encima de la cafeter¨ªa¨C permiti¨® que, al desaparecer, la cafeter¨ªa pudiese disponer de un techo alto en el que hay desde entonces un enorme mural en el que se ve el cielo azul rodeado de ¨¢lamos. Cuando el director del centro, Frank DeAngelis, describi¨® la nueva biblioteca (ahora situada en otro ala) al Denver Post, lo hizo de modo un tanto inquietante. "La nueva biblioteca tiene much¨ªsimas ventanas", dijo al peri¨®dico. Y el periodista del diario a?ad¨ªa: "A DeAngelis se le ha ocurrido que, en caso de necesitarlo, los alumnos podr¨ªan romper los cristales con sillas y escapar a trav¨¦s de ellas".
Uno de los papeles m¨¢s dif¨ªciles en tragedias de este tipo es el de las familias de los atacantes. A menudo, no solo deben lidiar con la muerte de sus hijos (Dylan Klebold y Eric Harris se suicidaron, Nikolas Cruz no lo ha hecho), sino con la repulsa de sus vecinos. Sue Klebold, la madre de Dylan, ha sido la m¨¢s medi¨¢tica al respecto, ha concedido entrevistas y ha escrito libros. El entierro de su hijo se realiz¨® en secreto.
El reverendo que se encarg¨® de la ceremonia describi¨® a Sue y a su marido Tom como "la gente m¨¢s sola que hab¨ªa visto nunca". Los Klebold se fueron del pueblo pensando en no volver jam¨¢s, pensaron incluso en cambiar sus nombres. Pero semanas poco despu¨¦s regresaron. Sue cont¨® a Vanity Fair que sab¨ªa que era algo de lo que no pod¨ªa huir. "Pon¨ªa la radio y escuchaba a la gente hablar sobre m¨ª, decir que era una persona asquerosa". El duelo acab¨® tambi¨¦n con aquel matrimonio. Sue y Tom se divorciaron poco despu¨¦s.
Respecto a los padres de Eric, abandonaron la ciudad poco despu¨¦s de la tragedia. No aceptan ser contactados por nadie para hablar del tema.
Las autoridades tambi¨¦n han sacado sus conclusiones y cambiado su metodolog¨ªa despu¨¦s de aquellos hechos. Los servicios secretos estudiaron tiroteos en institutos acontecidos desde 1974 hasta Columbine y descubrieron que, en el 81 % de los casos, los atacantes alertaban a alg¨²n compa?ero de sus intenciones. Los de Columbine tambi¨¦n lo hab¨ªan hecho. Hoy los profesores y compa?eros deben mantenerse alerta, en lo que supone una especie de cultura del vigilante que convierte los institutos estadounidenses en lugares donde no solo hay que estudiar, tambi¨¦n mirar de reojo al otro.
El FBI, por su lado, cambi¨® el protocolo desde Columbine. En aquel caso los polic¨ªas rodearon el edificio y establecieron un per¨ªmetro de seguridad, sin acceder al instituto. Siguieron un protocolo que entonces se usaba para los criminales que toman rehenes, algo que no hicieron Klebold y Harris. Hoy en d¨ªa, los polic¨ªas est¨¢n entrenados para acceder al instituto e intentar neutralizar al criminal lo antes posible. Seg¨²n datos del FBI, esta metodolog¨ªa salv¨® docenas de vidas en tragedias como la de Virginia Tech.
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