La bondad como arma de destrucci¨®n masiva
El mundo de Forges era el de la clase media espa?ola ninguneada y despreciada por el franquismo. Era el humor de la vida cotidiana, siempre amable, incapaz de hacer da?o, el humor de la a?oranza y la decepci¨®n, pero nunca de la tristeza
Fue Miguel Ors, jefe de la secci¨®n de Deportes del diario Pueblo y famoso presentador de noticias en la peque?a pantalla, quien primero nos present¨®. Sus grandes gafas de miope y su gesto distra¨ªdo recordaban a los de un ni?o aplicado, un empoll¨®n con aspecto de no haber roto nunca un plato. Era empleado de Televisi¨®n Espa?ola, mezclador de imagen o algo parecido, y lleg¨® a la redacci¨®n del peri¨®dico con un manojo de papeles bajo el brazo, ¡°porque lo de la tele es para comer, yo lo que quiero ser es dibujante¡±. Enseguida comenz¨® a publicar, en la p¨¢gina de Hermida e ilustrando algunas noticias deportivas hasta su lanzamiento estelar, a?os despu¨¦s, en el Informaciones dirigido por Jes¨²s de la Serna. All¨ª comenz¨® a desarrollar un estilo tan personal y novedoso que acab¨® por convertirle en representante de toda una generaci¨®n.
Otros art¨ªculos del autor
Frente al desgarro c¨¢ustico de Chumy Ch¨²mez, la sobriedad intelectual de M¨¢ximo o la suave incorrecci¨®n pol¨ªtica de Mingote, Antonio Fraguas aprendi¨® a utilizar la bondad como corrosivo social, hasta casi convertirla en un arma de destrucci¨®n masiva. Jam¨¢s hubo amargura en su pluma ni, que yo sepa, en su vida. Supo ser travieso sin ser hostil. Retrat¨® mejor que nadie los personajes de la Espa?a rural que se resist¨ªa a perecer y los del marujeo franquista que se empe?aba en sobrevivir. Como Machado, nunca persigui¨® la gloria y cuando esta le atrap¨® eligi¨® ser querido antes que temido, contra lo que es habitual en quienes denuncian las flaquezas ajenas. Por eso, aunque nadie se libra en Espa?a de la envidia de los mediocres, jam¨¢s se le conocieron enemigos.
Comenz¨® su colaboraci¨®n en Pueblo, y tambi¨¦n en Hermano Lobo, evitando firmar con su nombre por temor a eventuales represalias en Televisi¨®n Espa?ola, y opt¨® por utilizar la versi¨®n catalana de su apellido paterno. Forges se convirti¨® as¨ª, con el tiempo, en una marca acreditada y en un referente social mientras Antonio Fraguas se afanaba, con talento y dedicaci¨®n, en dar vida propia a sus personajes, el Cosme, la Concha, los Blasillos y tantos otros, para los que lleg¨® a inventar un dialecto propio, con vocablos que en ocasiones m¨¢s tarde recoger¨ªa la Academia.
Su mundo era el de la clase media espa?ola ninguneada y despreciada por el franquismo, al que parad¨®jicamente serv¨ªa de base. Era el humor de la vida cotidiana, inundado de nostalgias, pero siempre amable, incapaz de hacer da?o, el humor de la a?oranza y la decepci¨®n, pero nunca de la tristeza. Sus argumentos podr¨ªan haberse inspirado en el teatro del absurdo de Ionesco, y de seguro lo hicieron en los di¨¢logos telef¨®nicos de Gila, pero hund¨ªan fundamentalmente sus ra¨ªces en el conocimiento cercano y entra?able del comportamiento de la especie humana en torno a la mesa camilla. Siguiendo las recomendaciones de su padre logr¨® que sus dibujos fueran reconocidos a muchos metros de distancia, de modo que lo que lleg¨® a ser m¨¢s identificable de ellos fue el grueso trazo de las nubes o bocadillos en los que inscrib¨ªa el texto. Estos acabaron por constituir su aut¨¦ntica denominaci¨®n de origen.
Con Andr¨¦s R¨¢bago (Ops, El Roto) y con Peridis coronaba el triunvirato de una generaci¨®n irrepetible de dibujantes de peri¨®dico. La crisis del papel en la prensa escrita, la aparici¨®n del video animado y los memes distribuidos por Internet, amenazan la relevancia futura de una profesi¨®n, la de dibujante de peri¨®dicos, que naci¨® con la prensa misma tal y como la conocemos y ha llegado a nuestros d¨ªas. Charles Dickens, siendo director del Daily News de Londres, encarg¨® al dibujante Seymour que ilustrara su follet¨ªn por entregas sobre Los papeles p¨®stumos del club Picwick y Hearst y Pulitzer, los dos m¨ªticos magnates del periodismo americano del XIX, compet¨ªan entre s¨ª a base de utilizar los mensajes, muchas veces ofensivos, de las tiras c¨®micas de Yellow Kid (el chico amarillo).
Es un cl¨¢sico, lo que har¨¢ que su mensaje resista mejor que los humanos la erosi¨®n del tiempo
Conocedor sin duda de estos precedentes, aunque Forges fue en muchos casos un innovador en las redes sociales y en el uso de la televisi¨®n, su desempe?o como autor de vi?etas era la de todo un cl¨¢sico, lo que har¨¢ que su mensaje perdure muchos a?os, y resista mejor que los humanos la erosi¨®n del tiempo. La emoci¨®n que la noticia de su fallecimiento ha causado no solo entre los profesionales del periodismo y la cultura sino entre la gran masa de sus seguidores, identificados hasta el tu¨¦tano con la visi¨®n atribulada y risue?a que de la vida espa?ola ten¨ªa, pone de relieve la grandeza de su trayectoria, basada antes que nada en la lealtad. Lealtad a su oficio, a su familia y a sus amigos. Lealtad a este peri¨®dico al que no se incorpor¨® en su fundaci¨®n porque ¨¦l y yo quisimos respetar el compromiso por nosotros establecido en los inicios de EL PA?S de no debilitar a Informaciones arrebat¨¢ndole a sus mejores firmas¡
Cuando se incorpor¨® a nuestras p¨¢ginas despu¨¦s de aquel par¨¦ntesis profesional, que dur¨® m¨¢s a?os de los deseados y de los necesarios, me entreg¨® una nota en la que Blasillo se regocijaba por haber vuelto por fin a su verdadera casa. Su casa era no solo ni principalmente la construida por un equipo de profesionales y amigos que hab¨ªamos estado juntos desde el principio, sino la que han levantado y levantan a diario cientos de miles, millones de lectores, que durante d¨¦cadas han participado de la sonrisa, la sorna y la melancol¨ªa que emanan de sus personajes. ?l sab¨ªa que en la ficci¨®n como en la realidad los lectores son quienes verdaderamente inventan, protagonizan y desarrollan las historias que otros perge?amos torpemente. Descubrieron en Fraguas la humildad que adorna a los maestros y la trascendencia que anida en las cosas aparentemente m¨¢s sencillas. Por nuestra parte, aunque la vida siga, nos quedar¨¢ el dolor y el consuelo de poder exclamar con sus dibujos cada ma?ana la interjecci¨®n magn¨ªfica que ¨¦l patent¨® inspir¨¢ndose en los textos de Larra, vigente cada d¨ªa m¨¢s, para desgracia nuestra y desesperaci¨®n de tantos compatriotas: ¡°?Pa¨ªs!¡±.
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