El D¨ªa del Orgullo Loco
Un 19% de la poblaci¨®n espa?ola tendr¨¢ en alg¨²n momento un trastorno ps¨ªquico, y un mill¨®n de conciudadanos conviven con una dolencia grave.
EL PR?XIMO 20 de mayo se va a celebrar en Espa?a una genial locura llamada, muy apropiadamente, el D¨ªa del Orgullo Loco. El Mad Pride naci¨® en Toronto en 1993 y ya es una tradici¨®n en diversos pa¨ªses anglosajones y europeos. En el mundo hispano s¨®lo se ha celebrado hasta ahora en Chile, y esta ser¨¢ la primera edici¨®n en nuestro pa¨ªs a nivel estatal (en Asturias ya lo festejan desde hace algunos a?os). ¡°Vamos a salir a la calle a celebrar la diversidad mental y a reivindicar que en la pr¨¢ctica psiqui¨¢trica se respeten los derechos humanos y nos traten con dignidad¡±, dicen los convocantes. Y una amiga que est¨¢ en la organizaci¨®n me comenta: ¡°Es precioso poder darle la vuelta a la tortilla y salir del armario para decir: ¡®S¨ª, tengo esquizofrenia, ?y qu¨¦ pasa?¡±.
Salir del armario, nunca mejor dicho. El armario discriminatorio de los trastornos ps¨ªquicos es hoy d¨ªa mucho m¨¢s cerrado y asfixiante que el de la homosexualidad (recordemos, por cierto, que a los gais se les consider¨® enfermos mentales hasta hace muy poco). Los pacientes aquejados por estas dolencias sufren un rechazo social tan feroz que el problema ya no es s¨®lo que tengan que ocultar su condici¨®n, sino que lo m¨¢s importante es evitar que se oculten enteros, es decir, que el ostracismo les encierre en sus casas y les fuerce a una vida de reclusi¨®n y aislamiento. La geograf¨ªa espa?ola est¨¢ llena de estos presos, reos condenados a cadena perpetua sin culpa y sin tribunal por la intransigencia de nuestros prejuicios.
El estigma empieza por la manera en que nos referimos a ellos; nadie dice que un enfermo de c¨¢ncer es un canceroso
El estigma empieza por la manera en que nos referimos a ellos; nadie dice que un enfermo de c¨¢ncer es un canceroso, pero a quienes tienen una dolencia mental les llamamos locos, como si la enfermedad suplantara todo lo que ellos son y les convirtiera en otra cosa, en una suerte de criaturas extra?as que producen miedo. No es f¨¢cil combatir ese temor, que nace de la inquietud ante la ruptura de la l¨®gica, del sensacionalismo de las noticias y de la ignorancia. Pero lo cierto es que el ¨ªndice de delitos cometidos por pacientes con trastorno mental grave que est¨¢n medicados es m¨¢s bajo que el de la poblaci¨®n general. De la misma manera que no extrapolamos el horror que nos producen los maltratadores de mujeres a todos los varones, no debemos suponer que todos los individuos con una dolencia ps¨ªquica van a actuar como en esos casos extremos que tanto suelen trompetearse en los medios. Repito: el trastorno mental no es m¨¢s que una parte de la persona. Y as¨ª, quienes lo padecen pueden ser listos o tontos, buenos o malos, inteligentes o zopencos. Hay de todo, como en el resto de la poblaci¨®n.
Seg¨²n la OMS, una de cada cuatro personas en el mundo va a sufrir alg¨²n tipo de dolencia mental a lo largo de su vida. Yo misma formo parte de esa estad¨ªstica; como ya he contado, hasta los 30 a?os tuve ataques de angustia inhabilitantes, con agorafobia y p¨¢nico extremo. Hoy me alegro de haber pasado por esa experiencia: me ense?¨® lo que es el sufrimiento ps¨ªquico, un dolor que no se puede compartir porque es inefable. Y ah¨ª reside la cruel agon¨ªa de los trastornos mentales: en la incomunicabilidad, en una sensaci¨®n de soledad indescriptible, una soledad tan grande que no cabe en la palabra soledad y que s¨®lo se puede conocer si la has vivido. Es la inhumana y aterradora soledad del cosmonauta que se desprende de su c¨¢psula y se queda vagando por un infinito de hielo.
Lo que llamamos locura es una ruptura de la narraci¨®n interior y sobre todo de la narraci¨®n social. Si yo dijera ahora que esta ma?ana me top¨¦ con el demonio, muy rojo, cornudo y apestando a azufre, pensar¨ªais que se me ha ido un tornillo. Pero si estuvi¨¦ramos en el siglo XII, os asustar¨ªais conmigo y me preguntar¨ªais c¨®mo me he librado de ¨¦l y si funciona lo de ense?arle un crucifijo. Ya lo dijo John Nash, el matem¨¢tico que padec¨ªa esquizofrenia, en su discurso al recibir el Premio Nobel: Zaratustra fue Zaratustra y no un chiflado porque su delirio tuvo seguidores. Un 19% de la poblaci¨®n espa?ola tendr¨¢ en alg¨²n momento un trastorno ps¨ªquico, y un mill¨®n de conciudadanos conviven con una dolencia mental grave. No les condenemos al terrible sufrimiento de su soledad con nuestro rechazo.?
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