Detr¨¢s de una sonrisa
V¨ªctima de violaciones, obligada a prostituirse para comer y embarazada cuando solo era una ni?a, Sophie Diatta se ha reconciliado con la vida como payasa de circo en Senegal
Con su peluca de colores y el rostro pintado de blanco y rojo, Sophie Diatta sale corriendo al escenario. Se tropieza, se levanta, se vuelve a caer. La cara de los ni?os se ilumina con una sonrisa mientras da grandes zancadas de un lado al otro en compa?¨ªa de su amigo Lassy, payaso como ella. La ni?a de 13 ¨® 14 a?os que lleg¨® a Dakar embarazada tras una violaci¨®n y obligada a prostituirse por un bol de arroz, arrasada por la vida y con pensamientos suicidas, se ha convertido hoy en una artista de circo que hace re¨ªr con torpezas y malabares. ¡°Hay d¨ªas que es duro recordar y sigue siendo dif¨ªcil, pero ahora estoy mucho mejor¡±, asegura.
¡°Cuando lleg¨®, estaba destrozada. Apenas interactuaba con nadie y odiaba a todos los hombres. Cuando su beb¨¦ naci¨® no se ocupaba de ¨¦l, lo maltrataba¡±, recuerda Mona Chasserio, fundadora y directora de La Casa Rosa, el ¨²nico centro de acogida especializado en ni?as v¨ªctimas de violencia que existe en Senegal. ¡°No soportaba que nadie me tocara y menos un hombre. No quer¨ªa a mi hijo, pensaba que no iba a ser un ni?o normal, quer¨ªa que sufriera como yo hab¨ªa sufrido. Pens¨¦ en matarme varias veces¡±, explica Diatta. Tres a?os y medio despu¨¦s, se ha reconciliado consigo misma y con el mundo. ¡°Ahora adoro a Ismael¡±, revela.
Su imagen y su experiencia forman parte de una exposici¨®n sobre La Casa Rosa que ver¨¢ la luz este 8 de marzo. En un pa¨ªs donde la violaci¨®n y las agresiones a mujeres siguen siendo un tab¨² del que apenas se habla y pocas veces se denuncia, que Diatta est¨¦ dispuesta a compartir su historia da muestra del enorme trabajo interior que ha hecho. ¡°Ojal¨¢ sirva para ayudar a otras ni?as que pasan por algo similar, que sepan que se puede salir de ah¨ª y tener una vida diferente¡±, dice.
El relato de la joven, que no sabe ni su edad, ¡°19 ¨® 20 a?os¡±, dice, brota a trompicones, inconexo. Se llena de detalles en apariencia irrelevantes pero sobrevuela, indiferente, los episodios m¨¢s duros de asimilar. Recuerda a muchos hombres entrando y saliendo de la casa de Ziguinchor donde viv¨ªa con su madre. ¡°Mi padre nos hab¨ªa abandonado y ella se acostaba con esos hombres¡±, explica. ¡°Entonces uno de ellos me envi¨® a comprar cigarrillos y cuando se los traje me agarr¨®, me tap¨® la boca para que no gritara y me forz¨®. Yo era muy peque?a, no me pude resistir¡±, a?ade.
Una de las primeras tareas de La Casa Rosa, situada en Guediawaye, a las afueras de Dakar, es conseguir que las ni?as hablen, que cuenten lo ocurrido. ¡°No tenemos prisa¡±, explica Chasserio, ¡°tienen todo el tiempo que necesiten. Muchas veces su relato est¨¢ lleno de incoherencias, pero la verdad acaba surgiendo. A veces la descubrimos por sus dibujos o a trav¨¦s del teatro¡±.
Las ni?as que han sufrido una violaci¨®n llegan partidas en dos, su cerebro por un lado y su cuerpo por otro Mona Chasserio, fundadora y directora de La Casa Rosa
En este centro en el que hoy conviven 17 j¨®venes, muchas de ellas menores de edad, la banda sonora permanente es el llanto de los beb¨¦s y los juegos infantiles de los m¨¢s mayores. ¡°Las ni?as que han sufrido una violaci¨®n llegan partidas en dos, su cerebro por un lado y su cuerpo por otro¡±, explica la directora. ¡°Nuestra tarea es que se reconcilien ambas partes y por eso el ejercicio f¨ªsico, el yoga o el circo son muy importantes¡±.
Aquella no fue la ¨²nica violaci¨®n que sufri¨® Sophie. Su madre la culpabiliz¨® de haberse acostado con el hombre que la mand¨® a por cigarrillos y, a partir de entonces, se vio obligada a prostituirse para comer. No recuerda cu¨¢nto tiempo pas¨®, hay como una especie de bruma en su cabeza. ¡°Una vez estuve una semana sin echarme nada a la boca, solo agua. Empec¨¦ a fumar y beber alcohol. Entonces, un d¨ªa rob¨¦ unos limones de una casa cercana. El due?o me cogi¨® y me dijo que si no me acostaba con ¨¦l me mataba con un gran cuchillo que llevaba. Ah¨ª fue donde me qued¨¦ embarazada¡±, explica.
Los servicios sociales la encontraron durmiendo en la calle junto a su madre. Ya ni siquiera ten¨ªa una casa donde vivir. ¡°La quer¨ªa much¨ªsimo, pero se volvi¨® loca¡±, aclara la joven. Tras unos meses en un centro de Ziguinchor la enviaron a La Casa Rosa en Dakar. Y fue all¨ª, en pleno proceso de recuperaci¨®n, donde se encontr¨® con la troupe de Sencirk, los j¨®venes artistas circenses dirigidos por Modou Fata Tour¨¦ que un d¨ªa fue talib¨¦, ni?o de la calle obligado a mendigar, y que hoy es el alma mater de una treintena de j¨®venes que hacen acrobacias incre¨ªbles y ense?an este noble arte a quien quiera tocar a su puerta.
A Sophie Diatta y sus silencios la han acogido como una m¨¢s. En Le Clos Normand hay actuaci¨®n este s¨¢bado. Su compa?ero Lassy la maquilla con esmero y sobre un fondo de pintura blanca le dibuja una especie de sonrisa roja a juego con la nariz. Est¨¢ nerviosa. Es su primera vez sobre el escenario y eso siempre impresiona. Sin embargo, lo ha ensayado tantas veces que siente que todo saldr¨¢ bien. ¡°Estoy aprendiendo a hacer malabares¡±, dice con un gesto c¨®mplice. Su amiga Marietu, con trenzas y pantal¨®n coloreado, se acerca y le estampa un beso. Antes de salir, respira hondo. Al fin y al cabo, si de algo sabe Diatta es de caerse y volverse a levantar. ¡°Yo ya he perdonado¡±, remata.
Ese refugio llamado La Casa Rosa
Hace 10 a?os, Mona Chasserio lleg¨® a Dakar procedente de Francia y construy¨® un refugio para ni?as rotas. Fue en el mismo edificio que antes albergaba el tribunal de Pikine. ¡°La arquitectura del lugar era importante para m¨ª, este es un espacio cerrado, como un vientre protector¡±, asegura. Las adolescentes que llegan aqu¨ª han vivido todo tipo de violencia y arrastran un historial de malos tratos, da?os psicol¨®gicos y violaciones, en ocasiones dentro de la familia. ¡°Los padres, los t¨ªos, los hermanos mayores o los primos son a veces los agresores. La promiscuidad y la pobreza en la que viven no ayuda¡±, explica Chasserio.
Lo que un d¨ªa fueron oficinas y salas de juicio hoy son guarder¨ªas, salas para talleres de danza o costura y habitaciones. ¡°Esta es una casa de vida y de renacimiento¡±, asegura su directora. Con el apoyo de UNICEF, Save the Children y mecenas particulares, en La Casa Rosa nunca hay mucha prisa. ¡°En el mundo occidental estamos siempre corriendo, pero para sanar a estas chicas hace falta tiempo, todo el que sea necesario¡±, a?ade. ¡°Cuando vamos con calma siempre aparece un clic que ayuda a que se abra la puerta para que cuenten, para que se reconcilien, para que dejen el odio y perdonen; con prisas nos arriesgamos a perdernos ese instante¡±.
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