Patrullas contra la trata de mujeres
As¨ª trabajan las encargadas de detectar el tr¨¢fico de personas en la frontera de India y Nepal. Las organizaciones estiman que las v¨ªctimas pueden llegar a 16.000 al a?o
Es muy f¨¢cil cruzar la frontera que separa Nepal e India. Demasiado, incluso. Son 1.600 kil¨®metros en los que ambos pa¨ªses est¨¢n delimitados por apenas unos peque?os pilotes de cemento. No hay muro, ni valla, ni siquiera alambre de espino. Algunas huertas tienen parte en Nepal y parte en India. Cualquiera puede caminar entre ambos pa¨ªses. Es m¨¢s, nepal¨ªes e indios no necesitan visado para hacerlo legalmente. Ni siquiera tienen que viajar con su pasaporte, porque basta cualquier otro documento de identidad oficial.
Este libre tr¨¢nsito de personas puede parecer una gran f¨®rmula para incentivar la integraci¨®n y el intercambio entre ambos pa¨ªses. Y, sin duda, es la coyuntura perfecta para que los nepal¨ªes puedan ir a trabajar a India de forma temporal cuando escasean las labores en el campo. Pero esta frontera tan porosa supone tambi¨¦n un gran peligro para las mujeres que son v¨ªctima de la trata de personas. Y no son pocas: entre 12.000 y 16.000 cada a?o, seg¨²n estimaciones de Unicef y de diferentes ONG.
Detr¨¢s de las estad¨ªsticas se esconden vidas como la de Mermendo Taya, una joven de 20 a?os que cay¨® en las redes de la trata en septiembre de 2016. ¡°Viv¨ªa con mis padres en una zona rural de Nepal en la que no hay ninguna posibilidad de encontrar un trabajo bien remunerado. Hasta que una conocida me llam¨® desde Katmand¨² para proponerme un viaje a India. Me dijo que all¨ª necesitaban a chicas para trabajar de camareras en restaurantes y como empleadas del servicio dom¨¦stico, y que pagaban bien¡±, recuerda.
Cogieron un autob¨²s hasta la frontera, cruzaron en un triciclo motorizado ¡ªllamado autorickshaw¡ª y enlazaron con un tren indio que las llevo hasta Pune, en el estado occidental de Maharastra. Cuando su amiga desapareci¨®, ella supo que hab¨ªa sido vendida a un burdel. All¨ª fue violada y obligada a recibir clientes. Pero, a pesar de todo, Taya fue afortunada: la polic¨ªa india la rescat¨® durante una redada y consigui¨® escapar con 20.000 rupias que hab¨ªa ido escondiendo (250 euros). ¡°No s¨¦ qu¨¦ sucedi¨®, porque durante las intervenciones policiales nos sol¨ªan esconder en estancias secretas bajo el suelo. Quiz¨¢ los agentes corruptos no tuvieron tiempo de avisar a la madame¡±, elucubra. En cualquier caso, lo cierto es que estuvo encerrada dos meses y medio, mucho menos de lo habitual.
Como muchas otras mujeres, Taya cruz¨® la frontera en Nepalgunj, una ca¨®tica ciudad del noroeste del pa¨ªs. All¨ª, para tratar de reducir el n¨²mero de j¨®venes que sufren experiencias como la suya, la ONG local Maiti Nepal, financiada por Ayuda en Acci¨®n, ha instalado uno de sus 12 puestos de control. Es una caseta met¨¢lica de color azul con dos estancias separadas. Desde aqu¨ª, tres o cuatro mujeres vestidas con un sencillo uniforme azul trabajan junto a la polic¨ªa y el ej¨¦rcito, que tienen una presencia limitada en la frontera, para controlar a quienes viajan a India.
¡°Nuestra labor es identificar a las mujeres vulnerables. A aquellas que pueden caer en manos de las mafias de la trata¡±, explica Laxmi Singh, una de las trabajadoras que revisa los pasajeros que cruzan en carricoches y autobuses. ¡°Cuando vemos alguna mujer que nos hace sospechar, nos fijamos en tres cosas diferentes: con qui¨¦n viaja, qu¨¦ aspecto tiene y si la informaci¨®n que proporciona puede ser contrastada y verificada¡±, enumera.
No es un trabajo sencillo. Cientos de autobuses, camiones y triciclos recorren cada d¨ªa la carretera de doble sentido que lleva de Nepalgunj a India. La polic¨ªa los mira con desgana a cierta distancia, con sus agentes sentados en sillas de chiringuito o apoyados en fusiles que parecen m¨¢s propios de otra era. El subinspector K.S. Kathayat reconoce que no tiene los efectivos suficientes para evitar que los traficantes operen en la zona. ¡°Creemos que es mejor para nosotros apoyarnos en las mujeres de Maiti, que cuentan con toda nuestra ayuda cuando la necesitan¡±, afirma antes de bajar la voz y reconocer que, si algo extra?o se descubre en la frontera, las formalidades se dejan a un lado ¡ªcualquier operaci¨®n requerir¨ªa la intervenci¨®n de Interpol¡ª y tanto sus agentes como los indios act¨²an de inmediato.
En cualquier caso, la dificultad est¨¢ en determinar qui¨¦n est¨¢ en peligro. ¡°Las mafias no son como aparecen en las pel¨ªculas, y las mujeres no van maniatadas en camiones de mercanc¨ªa. La realidad es que viajan con un solo individuo, o incluso solas, y no son conscientes de lo que les espera porque est¨¢n convencidas de que van a realizar un trabajo legal que mejorar¨¢ su calidad de vida¡±, apunta Bishwo Ram Khadka, presidente de Maiti. ¡°La falta de educaci¨®n y de advertencias al respecto hacen que muchas adolescentes de las zonas rurales sean demasiado confiadas. Presas f¨¢ciles¡±, apostilla.
Las mafias no son como aparecen en las pel¨ªculas, y las mujeres no van maniatadas en camiones de mercanc¨ªa
Durante los dos d¨ªas en los que acompa?amos a las patrullas de la organizaci¨®n en Nepalgunj, las trabajadoras retienen temporalmente a decenas de chicas. Las hacen bajar del veh¨ªculo en el que viajan y las separan del resto de pasajeros para interrogarlas en el arc¨¦n o, en caso de que haya indicios de riesgo, en la caseta azul. Primero comprueban su identidad, y luego preguntan ad¨®nde van, para qu¨¦, y con qui¨¦n. Si las sospechas no se disipan, piden el n¨²mero de tel¨¦fono de familiares que puedan corroborar la historia, porque muchas veces las chicas escapan como hizo Taya. As¨ª es como descubren que varias mienten.
Tres de ellas afirman ir de compras a India, pero sus padres niegan tener informaci¨®n sobre ese viaje. Hace poco que estrenaron la mayor¨ªa de edad, pero Maiti tiene potestad para impedirles cruzar la frontera. ¡°Creemos que no tienen intenci¨®n de prostituirse, pero s¨ª de ir a comprar droga. Est¨¢n muy nerviosas¡±, explica Singh. Se tapan la cara y una de ellas rompe a llorar. ¡°No soy yo qui¨¦n para juzgar lo que hacen, pero sabemos que cuando est¨¢n bajo el efecto de los estupefacientes son mucho m¨¢s vulnerables¡±.
El trabajo de Maiti Nepal, fundada en 1993, ha sido clave para encarcelar a 1.571 traficantes y mediar en 10.665 casos de violencia machista
Otra joven acompa?ada por una mujer m¨¢s mayor que ella provoca sospechas a ¨²ltima hora de la tarde. Primero aseguran que van de compras. Luego, que la joven va a contraer matrimonio en India. Las alarmas saltan cuando descubren que ya est¨¢ casada en Nepal. ¡°Creemos que la que la acompa?a puede ser una traficante¡±, dice Singh en voz baja. Consciente de las sospechas que levanta, la mujer prueba otra historia. Ahora dice que ha rescatado a la chica de un marido que abusa de ella. Sin embargo, la aludida no articula palabra.
Singh trata de sacarle informaci¨®n mientras otra de las trabajadoras revisa las pertenencias su acompa?ante en la estancia contigua. La mujer mayor reacciona con virulencia. Grita y se indigna ante la posibilidad de que sea acusada de tr¨¢fico de personas. Pero luego rompe a llorar. ¡°La mayor¨ªa de los casos son complejos y puede llevar mucho tiempo aclararlos. Lo importante es que, si esta chica estaba en peligro, ya no lo est¨¢¡±, sentencia Singh.
El trabajo de Maiti Nepal, fundada en 1993, ha sido clave para encarcelar a 1.571 traficantes y mediar en 10.665 casos de violencia machista. La ONG fundada por Anuradha Koirala tambi¨¦n ha interceptado a 36.045 ni?as y mujeres v¨ªctima o vulnerables al tr¨¢fico de personas. Solo en 2016, retuvo a 5.700. La mayor¨ªa en la frontera ¡ª1.100 en Nepalgunj¡ª, pero tambi¨¦n en puestos internos que han establecido en algunas de las principales estaciones de autob¨²s de Nepal.
En la de Bharatpur, un nudo de transporte de camino a Katmand¨² y cercano al popular parque natural de Chitwan, sorprende el n¨²mero de ni?as que viajan solas. Una vez m¨¢s, las patrullas de Maiti revisan los veh¨ªculos, reparten folletos explicativos en los que se advierte de las promesas m¨¢s comunes que hacen los traficantes, y evitan que muchas acaben en los prost¨ªbulos de la capital. ¡°Cada vez hay m¨¢s. Funcionan tras la fachada de salones de masajes y de cabar¨¦s, pero lo cierto es que la industria del sexo en Nepal est¨¢ en auge. Quienes se lucran con ella necesitan mujeres, y las buscan en las zonas rurales¡±, apunta Khadka.
Tambi¨¦n ha aumentado considerablemente la trata de mujeres nepalesas en otros pa¨ªses en los que antes no exist¨ªa. ¡°La globalizaci¨®n ha permitido que se extienda hasta llegar a pa¨ªses tan lejanos como Tanzania, aunque la mayor¨ªa de los casos se concentran en Oriente Medio. Desde lugares peligrosos como Irak o Siria, hasta pa¨ªses ricos como Emiratos ?rabes Unidos, Arabia Saud¨ª, o Kuwait. Antes los traficantes embaucaban a las chicas con promesas de un trabajo en India. Ahora hacen lo mismo, pero las env¨ªan m¨¢s lejos. El mal se transforma, pero no muere¡±, se?ala Koirala en la sede de Maiti, en Katmand¨².
Y el problema tambi¨¦n ha comenzado a darse en la frontera norte de Nepal. Ni siquiera la gigantesca mole del Himalaya es suficiente para prevenir el tr¨¢fico de personas, que ha encontrado en el auge econ¨®mico de China otro gran aliado. ¡°Se han creado unas zonas en las que los nepaleses pueden cruzar y estar un d¨ªa. El problema es que esas localidades ¡ªen T¨ªbet¡ª se han convertido en zonas de ocio para camioneros en las que se controla muy poco si la gente que entra con ese permiso de un d¨ªa vuelve a salir¡±, denuncia la fundadora de Maiti, que ha recibido importantes reconocimientos como el t¨ªtulo de Hero¨ªna del A?o, concedido por la cadena estadounidense CNN en 2010, el premio Unifem alem¨¢n, o la medalla de plata Reina Sof¨ªa.
Claro que no es suficiente con evitar que las mujeres sean v¨ªctima de la trata. ¡°Hay que ofrecerles alternativas para que dejen de ser vulnerables¡±, comenta Khadka. As¨ª, aquellas que son rescatadas, sobre todo si tienen problemas familiares, encuentran un segundo hogar en los centros de prevenci¨®n que la organizaci¨®n tiene en varias localidades de Nepal. Algunas tambi¨¦n aprenden oficios con los que se podr¨¢n ganar la vida.
Kamala y Mina son dos de las que se forman en peluquer¨ªa y maquillaje en Nepalgunj. La primera, de solo 16 a?os, fue retenida por Maiti cuando trataba de cruzar la frontera sola. ¡°Mi madre hab¨ªa muerto y sab¨ªa que mi padre estaba en India, pero no exactamente d¨®nde porque nos hab¨ªa abandonado. No ten¨ªa ad¨®nde ir y pens¨¦ que all¨ª encontrar¨ªa algo¡±, recuerda. Ahora comprende de lo que se ha librado. ¡°He escuchado muchas historias de las chicas que han pasado por aqu¨ª y estoy agradecida de que no me dejasen pasar¡±.
Mina no tuvo tanta suerte. Ella quer¨ªa trabajar en el extranjero y pag¨® por los servicios de una agencia que prometi¨® colocarla como empleada dom¨¦stica en Dub¨¢i. Pero cuando aterriz¨® en los Emiratos ?rabes Unidos descubri¨® que su destino final era Kuwait. All¨ª, le retiraron el pasaporte y el tel¨¦fono m¨®vil y se convirti¨® en la esclava de una familia adinerada que termin¨® envi¨¢ndola a Arabia Saud¨ª. El aquel reino estuvo trabajando durante tres a?os sin sueldo y en condiciones infrahumanas. ¡°Hasta que conoc¨ª a otra empleada indonesia que vino a la casa en la que trabajaba acompa?ando a unos amigos de la familia. Hablamos un poco y cuando nadie miraba me dej¨® su tel¨¦fono y llam¨¦ a la embajada de Nepal¡±, cuenta. La rescataron y el pasado mes de abril regres¨® a Nepal.
Maiti le ha ayudado a interponer una denuncia contra la agente, que se encuentra en prisi¨®n preventiva, y a formarse como esteticista. ¡°Pedimos 20 a?os de c¨¢rcel para la mujer que trafic¨® conmigo, y que recibi¨® una buena suma de dinero. Pero me apena saber que la familia que me esclaviz¨® no sufrir¨¢ ninguna consecuencia. Seguro que encuentran a otra chica que me sustituya¡±, lamenta Mina.
Las j¨®venes que han encontrado refugio en el Hogar de prevenci¨®n de Maiti en Nawalparisi ¡ªque acoge a 20 mujeres¡ª, cuentan historias similares. Y mucho m¨¢s desalentadoras. La explotaci¨®n laboral y el abuso sexual est¨¢n presentes en la mayor¨ªa de sus relatos, aunque todos tienen final feliz porque han sido rescatadas y han recuperado el control sobre sus vidas.
No obstante, la directora del centro, Maya Chhetri, considera que, aunque la situaci¨®n general mejora, el pa¨ªs se enfrenta a nuevos retos. ¡°El de las redes sociales es el que m¨¢s nos preocupa. Porque est¨¢n siendo utilizadas por los traficantes para reclutar chicas que no son conscientes del riesgo que esconden plataformas como Facebook, donde la gente puede fingir ser cualquier persona. Y la adicci¨®n al m¨®vil es tal que muchas j¨®venes rechazan participar en nuestros cursos porque se les prohibimos utilizar este aparato. Antes el peligro se daba localmente, ahora Internet lo ha globalizado¡±, sentencia.
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