El se?or del acero
Trump pertenece a ese tipo de ricos que adem¨¢s quieren ser magnates. Para ¨¦l, el dinero se disfruta cuando se transforma en poder
Donald Trump vaci¨® con un ¨²ltimo trago su duod¨¦cima lata de Coca-Cola Diet y se qued¨® mir¨¢ndola antes de aplastarla entre las manos. ?Qu¨¦ metal era aquel, tan blando?, pregunt¨®. Le respondi¨® Melania: Aluminio. ?Lo fabricamos nosotros? No todo, una buena parte la tenemos que importar, al igual que el acero. ?De qu¨¦ pa¨ªses? De Europa y de Canad¨¢, pero tambi¨¦n de China, M¨¦xico, Brasil, Corea del Sur¡ El presidente se esforz¨® por ubicar en el mapa aquellos lejanos pa¨ªses, que le sonaban como enemigos, mientras sus dedos acariciaban nerviosos la pantalla de su m¨®vil donde parpadeaba el icono de Twitter.
En la rueda de prensa del d¨ªa siguiente, pensando en el acero imprescindible para la industria militar y en el aluminio imprescindible para las latas de Coca-Cola, anunci¨® que hab¨ªa decidido gravar con aranceles sus importaciones y revitalizar la industria sider¨²rgica estadounidense. ?America first!, exclam¨® con una mirada desafecta hacia los corresponsales extranjeros.
La declaraci¨®n de la guerra del acero no ha sido inesperada. Hace unos a?os China hab¨ªa abierto las hostilidades con el fin de encaramarse al primer puesto del ranking de la producci¨®n, aun a costa de recibir acusaciones de vender a un precio m¨¢s bajo que los costes de fabricaci¨®n para arruinar a la competencia y llevarla a la quiebra. Actualmente, de sus acer¨ªas sale el 50% del acero mundial, cinco veces m¨¢s que la producci¨®n europea y diez veces m¨¢s que la de Estados Unidos.
El inter¨¦s chino por el acero ven¨ªa desde tiempo atr¨¢s. Era una obsesi¨®n personal de Mao Zedong, que ve¨ªa en ¨¦l una met¨¢fora, como si su dureza, resistencia y perennidad hicieran invencible a quien lo dominara. Mao lo mencionaba a menudo en sus discursos como algo m¨¢s que una fuente productiva, era algo as¨ª como el az¨²car para Fidel Castro, el trigo para Stalin o los pantanos para Franco. En 1953, tan solo cuatro a?os despu¨¦s de iniciar su Gobierno, ya se propuso llegar en tres lustros a producir cuarenta millones de toneladas de acero, casi triplicando la producci¨®n brit¨¢nica de entonces. Dos a?os m¨¢s tarde segu¨ªa con el mismo empe?o, y en uno de sus discursos, al compararse con Estados Unidos, volvi¨® a tomar el acero como s¨ªmbolo de poder al afirmar que aquel pa¨ªs, a pesar de producir cien millones de toneladas de ese metal, no hab¨ªa conseguido ¡°ni siquiera lanzar un boniato al espacio¡±.
El atractivo metaf¨®rico del acero ya estaba antes en el lenguaje, en los t¨ªtulos de obras literarias de toda ideolog¨ªa. Ernst Junger lo utiliz¨® en Tempestades de acero para glorificar el valor y la nobleza de las tropas alemana en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, y Herrera Petere para ensalzar al ej¨¦rcito republicano durante la Guerra Civil. Alejado de cualquier connotaci¨®n b¨¦lica, el origen de la actual UE est¨¢ en aquella primera Comunidad Europea del Carb¨®n y del Acero que se fund¨® en 1950. Y el mundo se dividi¨® en dos bloques durante la Guerra Fr¨ªa, separados por el Tel¨®n de Acero.
Todos los estadistas belicosos se han sentido imantados por esta aleaci¨®n de hierro y carbono. Puestos a fantasear, es f¨¢cil imaginarlos con el pulso acelerado y las pupilas brillantes, con un reflejo del fuego de las fraguas, cuando visitaban los altos hornos y o¨ªan el chorreo de chatarras cayendo en las tolvas y el borboteo de las lechadas incandescentes, que se convert¨ªan en las planchas con las que construir sus tanques y aviones y con las que proteger sus acorazados.
As¨ª, la actual guerra del acero tiene un valor simb¨®lico del que carecen otras guerras comerciales, y no es extra?o que Trump se haya lanzado a ella con un especial arrojo.
La econom¨ªa de la especulaci¨®n crea millonarios discretos e invisibles, due?os de un dinero virtual que engorda en las cuentas corrientes, pero que no se ve ni se huele ni se toca, que al d¨ªa siguiente puede desaparecer tal como apareci¨®, bajo un golpe de dados de la bolsa. Pero los ricos m¨¢s primarios prefieren otra riqueza m¨¢s ostentosa, la de los lingotes de oro guardados en una caja fuerte, la de los diamantes en un saquito negro, la del acero brillante e irrompible.
Donald Trump pertenece a ese tipo de ricos que adem¨¢s quieren ser magnates, para quienes el dinero se disfruta cuando se transforma en poder. Empe?ado en recuperar para los Estados Unidos un liderazgo que ve¨ªa peligrar por las pol¨ªticas de Obama, no quiere que Europa tenga prestigio, ni que China tenga industria, ni que Rusia tenga armas, ni que los ¨¢rabes tengan dinero, y no quiere que el resto del mundo tenga ni prestigio ni industria ni armas ni dinero. Y para ejercer ese liderazgo, nada mejor que vestirse con la coraza del Se?or del Acero.
Eugenio Fuentes es escritor. Su ¨²ltima novela es Mistralia (Tusquets) y La hoguera de los inocentes (Tusquets), su ¨²ltimo ensayo.
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