La revuelta de los Grandes Hermanos de la Guayana Francesa
Francia permite que su antigua colonia sudamericana se hunda en la anarqu¨ªa y la inmigraci¨®n incontrolada, o as¨ª lo creen algunos de sus habitantes. Un reportaje desde la frontera remota de la UE
Chicos con la cara cubierta con camisetas lanzaban botellas a los gendarmes armados, que respond¨ªan con gases lacrim¨®genos mientras las motos se acercaban a toda velocidad procedentes de los suburbios. Cuando el presidente Macron visit¨® Guayana Francesa en noviembre de 2017, estallaron los des¨®rdenes. Desde 1946, esta posesi¨®n de Europa en Sudam¨¦rica es un territorio de ultramar, y no una verdadera colonia, con dos representantes en el Parlamento nacional y acceso a unos generosos servicios sociales.
Entre 2014 y 2020, la Uni¨®n Europea gastar¨¢ 2.500 millones de euros en tan solo 250.000 habitantes, y Francia incluso m¨¢s. El nivel de vida es uno de los m¨¢s altos de Latinoam¨¦rica, aunque solo la mitad que en el resto del territorio franc¨¦s. A pesar de todo, 2017 se distingui¨® por las continuas manifestaciones. La sociedad est¨¢ furiosa porque la violencia, el paro y la inmigraci¨®n ilegal han alcanzado niveles que, en su opini¨®n, jam¨¢s se habr¨ªan permitido en la Francia europea.
Guayana Francesa es tierra de inmigrantes: esclavos fugados, campesinos hmong de Laos, chinos, franceses del continente europeo, sudamericanos buscadores de oro y de tesoros, refugiados del clima haitianos y caribe?os, poblaci¨®n criolla y unos pocos miles de ind¨ªgenas. Uno de cada tres adultos ha nacido fuera. El aire est¨¢tico de la capital, Cayena, tiene algo de fantasmag¨®rico con la mortecina luz amarilla de sus farolas, las palmeras envueltas en seda rosa y el sonido de los aparatos de aire acondicionado y las cigarras. Una de cada cuatro personas no tiene trabajo, la mayor¨ªa de los art¨ªculos se importan de Europa y muchos negocios son propiedad de comerciantes chinos que miran al transeunte fijamente y en silencio. Cuando no se subleva, la ciudad duerme.
?La arrogancia colonialista de Macron?
A ra¨ªz de las semanas de protestas de abril de 2017, Francia prometi¨® 1.200 millones de euros para la maltrecha econom¨ªa, dominada por las subcontrataciones p¨²blicas y la miner¨ªa ilegal del oro. En noviembre, Macron se desembaraz¨® de esta promesa durante la conferencia de prensa que ofreci¨® bajo el tejadillo de la parte posterior del edificio de estilo colonial, columnata blanca incluida, sede de la prefectura. ¡°No soy Pap¨¢ Noel porque vosotros no sois ni?os¡±, argument¨® durante su discurso de una hora, abundante en valores pero pobre en soluciones; un serm¨®n arrogante, en opini¨®n de muchos guayaneses. En nada contribuy¨® a atenuar el malestar que provoc¨®, poco antes de la visita, la advertencia del El¨ªseo a los periodistas de que no tuviesen relaciones sexuales con la poblaci¨®n local.
Guayana Francesa es tierra de inmigrantes: esclavos fugados, campesinos hmong de Laos, chinos, franceses, sudamericanos buscadores de oro, refugiados del clima haitianos y caribe?os, poblaci¨®n criolla y unos pocos miles de ind¨ªgenas...
¡°Siguen consider¨¢ndonos unos primates infectados con sida y malaria y se comportan como amos coloniales¡±, protesta el ecologista guayan¨¦s Harry Hodebourg mientras toma un zumo de cipr¨¦s y ciruela, verde y ¨¢cido, en un exquisito caf¨¦ franc¨¦s. Lleva colgada una moneda de seis peniques y en su camiseta se leen esl¨®ganes contra los planes de una pol¨¦mica empresa ruso-canadiense de abrir este a?o la primera mina de oro comercial del territorio. El apoyo de Macron a la compa?¨ªa lo enfurece. ¡°No tiene ning¨²n inter¨¦s en que haya actividades tercermundistas como esta en el territorio europeo, as¨ª que, ?por qu¨¦ aqu¨ª s¨ª? Nos gobiernan con una presencia masiva en unos cuantos lugares estrat¨¦gicos ¡ªhay casi 10.000 soldados dedicados principalmente a proteger el cuartel general de la Legi¨®n Extranjera y la base espacial de la Uni¨®n Europea¡ª y absolutamente ning¨²n control en el resto".
Francia prometi¨® 1.200 millones de euros para la maltrecha econom¨ªa, pero luego Macron se desembaraz¨® de esta promesa
"En la pr¨¢ctica, admiten que reine la ley de la jungla en los sitios donde vivimos la mayor¨ªa¡±, afirma posteriormente, tras la rueda de prensa de Macron. Est¨¢ detr¨¢s de una barrera en compa?¨ªa de centenares de manifestantes que lanzan gritos de protesta contra la comitiva de coches negros del presidente. Han visto la conferencia por televisi¨®n y se sienten decepcionados. No creen que sus promesas, incluida la de aumentar el n¨²mero de soldados en las fronteras con Brasil y Surinam, vayan a solucionar nada. Las fronteras discurren a trav¨¦s de la densa jungla tropical. Aunque todas las fuerzas armadas de la Rep¨²blica estuviesen destinadas aqu¨ª, ser¨ªan imposibles de controlar.
La revuelta de los Hermanos Mayores
El ambiente es m¨¢s relajado que durante los enfrentamientos con la polic¨ªa de la pasada noche. Ni?os y adultos ondean la bandera del territorio, verde y amarilla con una estrella roja en el centro. Muchos de ellos pertenecen a Les Grandes Fr¨¨res (hermanos mayores o grandes), la asociaci¨®n que lider¨® los disturbios, y llevan el ¨²ltimo a?o negociando en nombre de esta. Patrullan algunos barrios y se sospecha que tambi¨¦n act¨²an como vigilantes callejeros. Suelen ser hombres corpulentos que practican el levantamiento de peso en un gimnasio al aire libre del Village Chinois.
¡°Macron es Hitler¡±, exclama uno de ellos, de gruesos b¨ªceps. Los otros le dicen que se calle e invitan a este periodista a la sede de la asociaci¨®n a charlar con su l¨ªder, Jos¨¦ Achille, un mulato musculoso pero de aspecto apacible con un walkie-talkie en la cintura. Se est¨¢ celebrando una reuni¨®n estrat¨¦gica sobre qu¨¦ hacer durante el resto de la estancia de Macron y a lo largo del a?o 2018. Hay 20 mujeres y un par de hombres sentados en sillas de pl¨¢stico en un extremo del patio trasero debatiendo las formas de acci¨®n. En el otro extremo, Achille y las monta?as de m¨²sculos charlan ruidosamente. En determinado momento, uno de ellos pone en marcha su moto, al parecer solo para armar jaleo.
¡°El problema es la violencia y el desgobierno, pero su origen est¨¢ en d¨¦cadas de inmigraci¨®n incontrolada¡±, opina Jos¨¦ Achille despu¨¦s de la reuni¨®n. ¡°Los reci¨¦n llegados se hacinan en nuestros barrios, donde la mitad de los j¨®venes ya est¨¢ en paro y hay poco control policial¡±. Llama a un par de expolic¨ªas miembros del movimiento para que confirmen sus palabras. Estos a?aden que se quejaron durante a?os de la falta de personal antes de dejar su trabajo.
Seg¨²n los Grandes Hermanos, la chispa que hizo estallar la revuelta fue el asesinato de Herv¨¦ Tambour, un hombre de 30 a?os al que todos apreciaban. El 11 de febrero de 2017 le dispararon delante de una lavander¨ªa autom¨¢tica por negarse a entregar su collar de oro a un ladr¨®n. El asesinato se convirti¨® en un s¨ªmbolo de la brutalidad en Guayana Francesa y su aclaraci¨®n en una de las primeras demandas del movimiento.
El problema es la violencia y el desgobierno, pero su origen est¨¢ en d¨¦cadas de inmigraci¨®n incontrolada
Jos¨¦ Achille, l¨ªder de los Grandes Hermanos
La tasa de asesinatos en la regi¨®n es de 17 por cada 100.000 habitantes, ligeramente inferior a la media de Latinoam¨¦rica pero 10 veces superior a la de Francia. ¡°No estamos preparados para la independencia, y tampoco hay una mayor¨ªa a favor, pero, a la larga, solo independiz¨¢ndonos podremos acabar con la pasividad y la impotencia en las que nos ha dejado el colonialismo¡±, remacha Jos¨¦ Achille.
Siglos de atrocidades
Guayana Francesa, cuya superficie equivale aproximadamente a la de Portugal, tiene una carretera buena y una selva enorme. En la hora de camino en coche hasta Kourou se ven autom¨®viles quemados a ambos lados de la calzada. En ning¨²n otro sitio la doble cara de la relaci¨®n de Guayana Francesa con la exmetr¨®poli es tan evidente como aqu¨ª.
Ser franc¨¦s es una ventaja y un trauma al mismo tiempo.
Entre las ventajas est¨¢n las casas de Kourou y su base espacial, con sus puestos de trabajo altamente tecnol¨®gicos y la Legi¨®n Extranjera, su admirada unidad de fuerzas especiales. En la actualidad, una cuarta parte de los reclutas son emigrantes sudamericanos que obtienen el pasaporte franc¨¦s despu¨¦s de cinco a?os de servicio. La legi¨®n pertenece a la ¨¦lite militar mundial, el puerto espacial para lo m¨¢s selecto de la alta tecnolog¨ªa.
Pero, al mismo tiempo, Kourou fue escenario de uno de los cap¨ªtulos m¨¢s oscuros de la historia de Francia. Entre 1852 y 1938, 70.000 prisioneros zarparon de all¨ª rumbo a la isla del Diablo y a otras islas menores situadas frente a la costa de la ciudad. Tres de cada cuatro perdieron la vida en ellas. Se les obligaba a presenciar c¨®mo los desobedientes eran decapitados en la guillotina. Sol¨ªan comer tibur¨®n, y cuando mor¨ªan, ellos mismos eran pasto de los tiburones. ¡°Estaba atado a la cama y no me pod¨ªa mover. Las cadenas me apretaban y me hac¨ªan heridas en los tobillos. Las noches eran insoportables¡± escribi¨® en su diario el oficial francojud¨ªo Alfred Dreyfus, el prisionero m¨¢s famoso del penal, condenado por motivos pol¨ªticos. Otros prisioneros fueron enviados a penales todav¨ªa m¨¢s espantosos, situados en plena jungla, a talar ¨¢rboles. Viv¨ªan en agujeros de cemento del tama?o de un ata¨²d y mor¨ªan por docenas a causa de las mordeduras de las ara?as venenosas, los escorpiones, las serpientes y los murci¨¦lagos.
La tasa de asesinatos es de 17 por cada 100.000 habitantes, inferior a la media de Latinoam¨¦rica pero 10 veces superior a la de Francia
Durante todo el imperio franc¨¦s sucedieron hechos inhumanos como estos. En su pol¨¦mico libro Le crime de Napol¨¦on (Los cr¨ªmenes de Napole¨®n, 2005), Claude Ribbe afirma que, a principios del siglo XIX, Francia mat¨® a casi 100.000 esclavos en Guadalupe y Hait¨ª en c¨¢maras de gas primitivas construidas en los cascos de los barcos. El hecho se olvid¨® y diluy¨® mucho m¨¢s tarde tras la victoria sobre la Alemania nazi.
Una violencia heredada
Sin embargo, en Guayana Francesa mucha gente cree ¡ªal igual que Claude Ribbe¡ª que la Francia oficial no ha saldado suficientemente cuentas con los cr¨ªmenes de su pasado. El pa¨ªs no reconoce a¨²n el hecho de que los ind¨ªgenas estaban all¨ª antes, y el desequilibrio racial es hereditario. Los blancos y los criollos siguen siendo m¨¢s ricos que los ind¨ªgenas y los negros.
En Village Saramanca, el barrio m¨¢s violento de Kourou, todos sus habitantes son negros. La gente est¨¢ sentada en los amplios porches de las casas bajas de madera de estilo sure?o. Reina un ambiente de nerviosismo y reclusi¨®n, no el aire lleno de vida de los barrios pobres de otros pa¨ªses de Sudam¨¦rica. En una fachada, una pintada de una banda dominicana promete venganza para un ca¨ªdo: ¡°Rip boss /m¨¢talo¡±, dice.
En Guayana Francesa, los parados reciben del Estado la aceptable cantidad de 450 euros mensuales. Aun as¨ª, la delincuencia aumenta. ¡°Muchas veces la causa de los robos no es m¨¢s que el aburrimiento¡±, afirma un joven que tambi¨¦n ha salido a correr.
Ya ni siquiera un ex sargento del Ej¨¦rcito colombiano con cicatrices en la cara como Eduardo Rodr¨ªguez se libra. Sentado en su coche mirando al oc¨¦ano, dice que la tranquilidad fue lo que lo atrajo aqu¨ª hace 23 a?os, despu¨¦s de haber dirigido varias batallas contra la guerrilla marxista rebelde de las FARC en la provincia colombiana de Caqueta durante la guerra. ¡°La tranquilidad se ha perdido¡±, suspira. Hace poco, un grupo de bandidos armados le robaron su coche, las joyas y el dinero cerca de la frontera con Brasil.
Los esclavos fugitivos
Tambi¨¦n muchos culpan a la afluencia de emigrantes, cuya mayor¨ªa entra en la regi¨®n por Saint-Laurent-du-Maroni, en el oeste. La ciudad se encuentra a la orilla del r¨ªo que hace frontera con Surinam. Es una ciudad joven, construida en 1858 como centro de admisi¨®n de los condenados, pero hoy en d¨ªa es la segunda m¨¢s grande del pa¨ªs, con unos 40.000 habitantes y un ambiente m¨¢s animado que Cayena.
Los parados reciben del Estado 450 euros mensuales. Aun as¨ª, la delincuencia aumenta
El barrio de Charbonni¨¦re fue fundado por los cimarrones, los esclavos fugitivos. A los lados de la calzada hay lonas sobre las que se extienden las sand¨ªas y los art¨ªculos tra¨ªdos de contrabando de Surinam. Un educado afrosurinam¨¦s busca vender su coca¨ªna. Dice que se llama Biks. Una bandera pirata ondea en un poste de luz. Los ni?os saltan en los charcos. Mucha gente huy¨® aqu¨ª cuando estall¨® la guerra en Surinam en 1986 y se qued¨® cuando acab¨® en 1992. Uno de ellos es Desi Voeter, un simp¨¢tico hombre de 56 a?os de ascendencia africana, alemana y china, vestido con unos vaqueros cortos de un verde agresivo. Asegura que las autoridades aduaneras no registran los art¨ªculos que importa y que la polic¨ªa hace poco al respecto. Desde que tiene memoria, comprar barato a un lado de la frontera y vender m¨¢s caro al otro ha sido el mejor negocio de la ciudad.
Una frontera invisible
¡°En la pr¨¢ctica, la frontera no existe¡±, dice el comerciante, y se r¨ªe. ¡°Podr¨ªan abandonar la farsa perfectamente¡±. Mientras mira hacia la otra orilla del r¨ªo Maroni, empieza a llover. A pesar del cielo blanco por la lluvia, se pueden ver continuamente al menos dos piraguas con motor cruzando la corriente.
Nadie comprueba los pasaportes o si transportan emigrantes indocumentados. El estrecho r¨ªo fronterizo fluye a lo largo de centenares de kil¨®metros a trav¨¦s de la selva amaz¨®nica, as¨ª que probablemente ser¨ªa una p¨¦rdida de tiempo intentarlo, cosa que los dos funcionarios de aduanas de Port de L¡¯Ouest, el ¨²nico punto de control oficial, parecen saber. Uno de ellos est¨¢ viendo un partido de baloncesto por Internet mientas el otro bosteza y consulta su iPhone. Fuera del edificio, una se?al da la bienvenida a la Uni¨®n Europea y especifica detalladamente los l¨ªmites de velocidad. Un rastafari con las piernas arqueadas fuma marihuana apoyado en el cartel. Se llama Johnny, es barquero y ¡°vive en las dos orillas¡±. En esta tiene su mujer, y en la opuesta, su casa.
As¨ª es una de las fronteras exteriores europeas m¨¢s remotas: completamente invisible. ¡°Regiones ultraperif¨¦ricas¡± es como la Uni¨®n Europea denomina a los nueve territorios franceses, portugueses y espa?oles de ultramar con el mismo estatus que Guayana Francesa. Esta ¨²ltima es el territorio no insular m¨¢s lejano. No se puede emigrar al resto de la UE directamente desde all¨ª, pero al cabo de unos a?os, a los emigrantes se les ofrece la nacionalidad francesa, lo que les permite moverse libremente por Europa. Macron quiere endurecer la normativa.
Pecado de omisi¨®n
Fabio Leon se opone al endurecimiento de las leyes de inmigraci¨®n. Es vicepresidente de la asociaci¨®n ind¨ªgena Jeunesse Autochtone y est¨¢ casado con la hija del jefe de la tribu. ¡°Los emigrantes no son el problema¡±, asegura. ¡°El problema es que el Gobierno abandona a los reci¨¦n llegados a su suerte sin proporcionarles suficiente acceso a las escuelas, el trabajo y los hospitales para satisfacer la demanda creciente¡±.
Se encuentra en su pueblo, Terre Rouge, situado a la orilla del r¨ªo, a media hora en coche tierra adentro. El poblado tiene una apariencia id¨ªlica, con sus casas de madera bien construidas, las gallinas sueltas y los lilos con sus enormes copas, pero las tasas de desempleo, alcoholismo y suicidio son altas. Muchos habitantes no est¨¢n de acuerdo con las ideas tolerantes de Fabio Leon con respecto a la emigraci¨®n. Su tribu se llama Kalina porque a Col¨®n le parec¨ªa que, con sus adornos de plumas, se asemejaban a las gallinas.
Los kalina son una de las seis tribus ind¨ªgenas con lengua propia que quedan en Guayana Francesa. Llevan miles de a?os viviendo aqu¨ª y casi siempre han sido hospitalarias. Ense?aron a los cimarrones a cazar, se llevaban bien con los reci¨¦n llegados de Asia y Hait¨ª y recibieron de buen grado a los surinameses, pero ahora muchos est¨¢n hartos. La emigraci¨®n en masa est¨¢ empezando a amenazar su forma de vida.
La m¨¢xima de Francia es ¡®libertad, igualdad y fraternidad¡¯, pero estas pronto ser¨¢n sustituidas por la ley de la jungla y el oportunismo
Fabio Leon, vicepresidente de la asociaci¨®n ind¨ªgena Jeunesse Autochtone
Aqu¨ª, la gente ¡ªentre ellos Fabio Leon¡ª caza con mucho cuidado. Sabe, por ejemplo, que no debe matar a dos tapires que vayan juntos, porque uno de ellos seguramente es la madre. ¡°Muchos emigrantes lo ignoran¡±, reconoce Leon, ¡°as¨ª que matan los tapires por parejas, adem¨¢s de much¨ªsimos micos nocturnos y colibr¨ªs. Cuando extraen oro tambi¨¦n contaminan, y en la selva, las barcas de motor no nos dejan dormir. Mucha gente ya est¨¢ tan cansada que hasta les disparan¡±, explica en su acogedora casa con una amplia marquesina, llena de libros y herramientas para el huerto.
Cuando el l¨ªder ind¨ªgena era joven, hizo amistad con los capos de la droga de la zona y los acompa?aba en sus juergas en Surinam. Cuenta que cada d¨ªa mandaban a una docena de personas que transportaban peque?as cantidades de droga en direcci¨®n a Cayena, donde, hasta hace poco, no se compr¨® un esc¨¢ner para el aeropuerto. Para que las mulas con los mayores cargamentos pudiesen pasar, delataban a la polic¨ªa a algunas con cargas m¨¢s peque?as.
Este negocio ilegal es relativamente inocente en comparaci¨®n con lo que es habitual en Latinoam¨¦rica, pero cada vez m¨¢s j¨®venes ind¨ªgenas sin trabajo se sienten tentados de unirse a los delincuentes, que, por su parte, se aprovechan de la familiaridad con que estos se mueven por la selva y sus r¨ªos. De vuelta a Maroni, Fabio Leon adelanta a un coche rojo, peque?o y destartalado, con un corpulento ind¨ªgena al volante. El hombre cuenta que se dedica a buscar mulas, y que oblig¨® a sus propias hermanas a trabajar transportando droga. ¡°Nos hemos convertido en un pueblo enfermo. La m¨¢xima de Francia es ¡®libertad, igualdad y fraternidad¡¯, pero estas pronto ser¨¢n sustituidas por la ley de la jungla y el oportunismo¡±.
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