El rey del ajedrez
Alfonso X el Sabio era muy aficionado a este juego y se cuenta que lo utiliz¨® para elegir a un consejero
Por suerte, los dioses no escucharon la petici¨®n de Arist¨®teles de la que habl¨¢bamos la semana pasada. Porque para que dos personas se entendieran a la perfecci¨®n, es decir, para que entendieran todas las palabras ¨Ccon todos sus matices y connotaciones¨C de id¨¦ntica manera, tendr¨ªan que ser pr¨¢cticamente la misma persona. En el plano denotativo del lenguaje podemos lograr niveles de acuerdo relativamente satisfactorios; de lo contrario, hablar no servir¨ªa de nada y las sociedades humanas no existir¨ªan como tales. Pero el plano connotativo es, en gran medida, un universo personal e intransferible (o de muy dif¨ªcil transferencia: por eso existe la literatura, y muy especialmente la poes¨ªa). Eso da lugar a numerosos desencuentros y malentendidos, y alimenta una irreductible sensaci¨®n de alteridad (que Kafka expres¨® magistralmente: ¡°A m¨ª me conozco, en los dem¨¢s creo; esta contradicci¨®n me separa de todo¡±). Puede que sea muy alto, pero ese es el precio de la individualidad.
El pensamiento es fundamentalmente ling¨¹¨ªstico. Somos lenguaje, incluso cuando callamos. Continuamente nos recorre un r¨ªo de palabras, y somos los ecos innumerables que esas palabras multiplican en el irrepetible laberinto de nuestra mente. Por eso el sue?o de Arist¨®teles, como tantos otros sue?os filantr¨®picos, se resuelve en pesadilla. Si las palabras significaran exactamente lo mismo para todos, solo habr¨ªa un individuo repetido millones de veces, y entonces s¨ª que su soledad, atrapada en un laberinto de espejos, ser¨ªa absoluta.
El ap¨®logo del Rey Sabio
Nuestro ¡°usuario destacado¡± Manuel Amor¨®s propuso un instructivo problema de ajedrez retr¨®grado (ver comentario 5 de la semana pasada), tomado de un libro del maestro Raymond Smullyan, que dio lugar a algunos comentarios sobre los ajedrecistas y su mentalidad. En esa l¨ªnea, propongo, como tema de reflexi¨®n, el siguiente ap¨®logo:
En cierta ocasi¨®n, Alfonso X el Sabio, muy aficionado al ajedrez, quiso elegir a un consejero entre varios candidatos. Jug¨® con todos ellos al ajedrez, y solo dos le ganaron. Entonces orden¨® que esos dos se enfrentaran a lo largo y a lo ancho de seis partidas, y uno de los aspirantes las gan¨® todas. Y para sorpresa de sus cortesanos, Alfonso escogi¨® como consejero al perdedor. ?Qu¨¦ explicaci¨®n dio el Rey Sabio para justificar su sorprendente decisi¨®n?
Y hablando del rey del ajedrez, ?de cu¨¢ntas maneras distintas puede recorrer todo el tablero partiendo de su casilla inicial y sin visitar dos veces la misma casilla?
Otro lector se preguntaba, en relaci¨®n con la petici¨®n de Arist¨®teles, por qu¨¦ no ha tenido m¨¢s ¨¦xito el esperanto (ni la ¡°interlingua¡± del gran matem¨¢tico Giuseppe Peano, dicho sea de paso). ?Qu¨¦ opinas al respecto?
Carlo Frabetti es escritor y matem¨¢tico, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York. Ha publicado m¨¢s de 50 obras de divulgaci¨®n cient¨ªfica para adultos, ni?os y j¨®venes, entre ellos Maldita f¨ªsica, Malditas matem¨¢ticas o El gran juego. Fue guionista de La bola de cristal.
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