Estonia, el primer pa¨ªs digital del mundo
Una antigua rep¨²blica sovi¨¦tica a orillas del mar B¨¢ltico es la sociedad digital m¨¢s avanzada del planeta. Improbable pero cierto. En el tranv¨ªa de camino al trabajo o en la sala de espera del dentista, sus ciudadanos pueden matar el tiempo en Facebook o hacer la compra semanal, pero tambi¨¦n renovar su pasaporte, firmar un documento o crear una empresa. Bienvenidos a Estonia, el pa¨ªs que ha puesto la tecnolog¨ªa por bandera.
En el garaje de ambulancias del North Estonia Medical Centre, un hospital p¨²blico situado en el noroeste de Tallin, Arkadi Popov hace una demostraci¨®n pr¨¢ctica. En un ipad, abre la aplicaci¨®n que utiliza el equipo sanitario de urgencias desde 2015. ¡°Si ingresamos el c¨®digo de identificaci¨®n del paciente que acabamos de recoger, podemos acceder a su historial, a los n¨²meros de contacto de sus familiares e incluso al de su m¨¦dico habitual. Tener este tipo de informaci¨®n de calidad desde el primer momento es vital: evita errores en la toma de decisiones y, evidentemente, salva vidas¡±, resume Popov, un m¨¦dico de trato afable que luce la bata blanca de rigor y unas zapatillas de deporte de suelas desgastadas que delatan demasiadas carreras por un servicio que recibe diariamente en torno a 250 personas. Cuando la ambulancia est¨¢ de camino al hospital, el personal del centro puede ver su recorrido gracias al GPS y as¨ª tenerlo todo preparado. ¡°Esa informaci¨®n tambi¨¦n es muy valiosa: todo lo que nos ayude a sofocar el caos es clave¡±.
Si un paciente llega en estado cr¨ªtico y necesita una intervenci¨®n inmediata, la enfermera Rita Beljuskina y el m¨¦dico anestesi¨®logo Sergei Kagalo ver¨¢n su ingreso en el sistema en tiempo real. En la planta de cirug¨ªa, una gran pantalla gobierna los 18 quir¨®fanos disponibles. En blanco se ha quedado la pizarra que utilizaban hasta hace cinco a?os, cuando todo se organizaba a golpe de tel¨¦fono y rotulador. Con este sistema electr¨®nico de reserva de quir¨®fanos pionero en Estonia, subraya Kagalo, los cirujanos introducen los datos del paciente, especifican el nivel de urgencia de la operaci¨®n ¡ªc¨®digo rojo, si necesita ser intervenido de urgencia; amarillo, si puede esperar hasta 2 horas; gris, hasta 24 horas¡ª, el tipo de instrumental y personal necesario, y hasta el tiempo que durar¨¢ la operaci¨®n. ¡°Ahora hay menos overbookings, menos esperas y menos cancelaciones. Incluso se han resuelto temas quiz¨¢s menores, pero ineficientes: antes muchas veces los m¨¦dicos olvidaban poner en la ficha qu¨¦ tipo de antibi¨®ticos se iban a necesitar. Ahora no puede cerrarse la reserva sin esa informaci¨®n¡±, explica Beljuskina. Terminada la intervenci¨®n, los cirujanos se dirigen a una sala de ordenadores donde completan el informe del paciente, que, una vez recibida el alta, se encriptar¨¢ y pasar¨¢ a formar parte de su historial m¨¦dico. En adelante, podr¨¢ decidir que el dosier de su paso por el North Estonia Medical Centre sea accesible para otros especialistas que lo traten o, de lo contrario, blindarlo para que nadie pueda verlo. En el sistema estonio, los ciudadanos son los ¨²nicos propietarios de sus datos, y cuando, por ejemplo, un juez, un polic¨ªa o un funcionario de la red de transporte accede a ellos, esa consulta queda registrada. Y si se considera injustificada, el ciudadano puede presentar una denuncia: las intromisiones constituyen un delito.
¡°?Por d¨®nde empezamos?¡±. En 1991, cuando Estonia se independiz¨® de la URSS, esa era la pregunta que acosaba a quienes lideraron la transici¨®n. No ten¨ªan ni Constituci¨®n, ni instituciones democr¨¢ticas ni un sistema legal. Las infraestructuras estaban obsoletas y en malas condiciones, y el sistema bancario, a a?os luz del est¨¢ndar occidental. Estaba casi todo por hacer. Y no dispon¨ªan de grandes presupuestos para la reconstrucci¨®n: la crisis econ¨®mica noque¨® de inmediato al pa¨ªs, que pronto pas¨® de una relativa prosperidad bajo el paraguas sovi¨¦tico a un escenario de inflaci¨®n disparada y PIB en declive. ¡°En realidad, nosotros no quisimos crear un Estado digital. Era una cuesti¨®n de supervivencia. Enseguida nos dimos cuenta de que la Administraci¨®n P¨²blica y la burocracia gubernamental eran muy caras¡±, explica Linnar Viik, ingeniero y economista de 53 a?os, y uno de los art¨ªfices de la apuesta estonia por la tecnolog¨ªa. ¡°Quer¨ªamos hacer las cosas a nuestra manera. Diferenciarnos de la etapa que est¨¢bamos cerrando. Esa fue una gran motivaci¨®n para impulsar la digitalizaci¨®n. En Polonia fueron los sindicatos los que dirigieron el movimiento pos-sovi¨¦tico; en Checoslovaquia, intelectuales como V¨¢clav Havel, y en Estonia, una mezcla de m¨²sicos, poetas, escritores y cient¨ªficos. Los ingenieros estuvieron muy cerca de la creaci¨®n de leyes y de la Administraci¨®n¡±.
En el sistema estonio, los ciudadanos son los ¨²nicos propietarios de sus datos ¡®online¡¯. Consultarlos sin raz¨®n constituye un delito
Burlando las prohibiciones sovi¨¦ticas, un a?o antes de la independencia, la disidencia ya hab¨ªa empezado a construir un registro de la poblaci¨®n. El sistema era rudimentario y, al principio, no era extra?o encontrarse con n¨²meros duplicados, pero ese fue el germen del c¨®digo que posteriormente identificar¨ªa a los ciudadanos de la Rep¨²blica de Estonia. Los primeros pasaportes de la nueva naci¨®n se emitieron en 1992, y cuando, una d¨¦cada despu¨¦s, lleg¨® la hora de la renovaci¨®n, el Gobierno aprovech¨® para dar un paso m¨¢s y entreg¨® la tarjeta de identidad con un chip electr¨®nico para acceder a sus servicios en la Red. Hoy el 99% de los tr¨¢mites oficiales ¡ªun total de 1.789¡ª pueden realizarse en cualquier momento: el portal gubernamental est¨¢ abierto las 24 horas de los siete d¨ªas de la semana. Solo las operaciones inmobiliarias, casarse o divorciarse exigen su presencia f¨ªsica. Los estonios tan solo necesitan una conexi¨®n a Internet para votar, renovar su carnet de conducir, consultar las recetas m¨¦dicas, presentar reclamaciones por importes menores a 2.000 euros, hacer la declaraci¨®n de la renta, impugnar una multa de tr¨¢fico, cambiar la direcci¨®n de su domicilio, registrar una empresa, firmar documentos, ver las notas de sus hijos y comunicarse con los profesores, acceder a su historial m¨¦dico¡ Y sus gobernantes predican con el ejemplo: el papel desapareci¨® de las reuniones del Consejo de Ministros en el a?o 2000 y el primer ministro estampa su firma digital en una pantalla para que las leyes entren en vigor. Ventajas de disfrutar de e-Estonia, un ecosistema eficiente, transparente y seguro que se ha convertido en un ejemplo mundial. El 70% del PIB se nutre del sector servicios, y aquellos relacionados con las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n son los que m¨¢s aportaron al crecimiento de la riqueza nacional en 2016. Adem¨¢s, esta digitalizaci¨®n, presumen, les supone un ahorro del 2% del PIB anual en salarios y gastos. Y no se cansan de repetirlo: si ellos han construido una sociedad digital, cualquiera puede hacerlo. Ese fue el mensaje que lanzaron durante su reciente presidencia del Consejo de la Uni¨®n Europea. La innovaci¨®n no puede ser patrimonio exclusivo del sector privado, los Gobiernos no pueden quedarse atr¨¢s, as¨ª que basta de excusas. No es una cuesti¨®n de dinero. Tampoco de tama?o. Tan solo se necesita voluntad pol¨ªtica.
El 27 de abril de 2007 Estonia retir¨® una estatua de bronce del centro de Tallin. Erigida en 1947 para conmemorar a los soldados sovi¨¦ticos ca¨ªdos en la Segunda Guerra Mundial, simbolizaba un pasado de ocupaci¨®n, as¨ª que se reubic¨® en un cementerio militar a pesar de las advertencias rusas: el traslado, reiteraron, tendr¨ªa consecuencias ¡°desastrosas¡±. Y as¨ª fue. Unos d¨ªas m¨¢s tarde, los estonios no pudieron acceder a las webs del Gobierno, los principales peri¨®dicos, las universidades o los bancos. El pa¨ªs era v¨ªctima de un ciberataque (y el Kremlin negar¨ªa posteriormente toda implicaci¨®n en el asunto). Linnar Viik, que ahora asesora a Gobiernos en materia de transformaci¨®n digital desde la e-Governance Academy, recuerda una war room con ingentes cantidades de agua, c¨ªtricos y caf¨¦ donde trabajaron, sin tregua, funcionarios, profesores universitarios, estudiantes de doctorado y empleados de compa?¨ªas privadas. ¡°?Todas estas personas tienen el visto bueno de seguridad?, nos pregunt¨® el ministro de Defensa al asomarse a la sala. ¡®No, pero tienen la competencia digital necesaria para solucionar el problema. Por favor, d¨¦jenos trabajar¡±. A Viik se le dibuja una sonrisa. En ese preciso instante, dice, muchos entendieron que el mundo hab¨ªa cambiado. El Gobierno sali¨® airoso, todo volvi¨® a la normalidad y, desde entonces, Estonia se ha convertido en una referencia en materia de ciberseguridad: en 2008 se inaugur¨® en Tallin el Centro de Excelencia de Cooperaci¨®n en Ciberdefensa de la OTAN, y el a?o pasado el pa¨ªs b¨¢ltico anunci¨® la creaci¨®n de la primera ¡°embajada de datos¡± en Luxemburgo. Es decir, en caso de sufrir un nuevo ataque, tendr¨¢n una copia de seguridad de todo su Estado a buen recaudo y el pa¨ªs podr¨¢ seguir funcionando sin interrupci¨®n. Seg¨²n Andre Krull, CEO de Nortal, una compa?¨ªa que ha colaborado estrechamente con la Administraci¨®n P¨²blica para desarrollar, por ejemplo, el censo o el sistema de recaudaci¨®n de impuestos, ¡°esa crisis, y otras posteriores, nos han ayudado a madurar. Hace una d¨¦cada abr¨ªamos cualquier enlace que nos enviaban por correo electr¨®nico, pero ahora todos entendemos que hay que tener una cierta higiene cuando nos conectamos a la Red. Esta es la realidad de vivir en una sociedad digital¡±.
Birgy Lorenz sacude la cabeza al recordar la derrota: el equipo estonio qued¨® quinto en las ciberolimpiadas que se celebraron en M¨¢laga el pasado noviembre. No les fall¨® la tecnolog¨ªa, sino la presentaci¨®n. ¡°Nos pasa siempre. Los estonios nos extendemos demasiado¡±. Ella no va a cometer el mismo error. Recorre a paso ligero los edificios del colegio p¨²blico Pelgulinna en Tallin, donde es responsable de desarrollo de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n (TIC) desde hace 17 a?os, y solo se detiene cuando le falta el aliento. ¡°La cifra de alumnos, entre los 7 y los 18 a?os, es de 960 y somos un total de 65 profesores. Hay wifi en todas las instalaciones y, aunque sea hora de entrar en clase no oir¨¦is el timbre, cada alumno debe ser responsable y llegar puntual. Ense?amos ciberseguridad, rob¨®tica y programaci¨®n, tenemos un laboratorio de drones, utilizamos impresoras 3D y ahora estamos buscando financiaci¨®n para las clases de realidad virtual y aumentada. Aqu¨ª no hacemos hincapi¨¦ en las habilidades digitales porque ya forman parte de nuestra vida diaria y tampoco son lo m¨¢s importante: nuestros pilares son las artes, el deporte y la tecnolog¨ªa¡±.
Ser un estado plenamente digital supone un ahorro a Estonia del 2% de su PIB anual en salarios y gastos
Todoterreno, adem¨¢s de su trabajo en este centro y de dirigir el equipo de ¡°futuros cibertalentos¡± estonios, Lorenz da clases de seguridad digital en la Universidad de Tallin. ¡°Mi misi¨®n consiste en vigilar que ni profesores ni alumnos hacen un uso excesivo de la tecnolog¨ªa. La llegada de las pantallas ha hecho que, como docentes, debamos ser m¨¢s creativos. Competimos con ellas, as¨ª que hay que darle vueltas a la cabeza para despertar el inter¨¦s de los chavales¡±. Por ejemplo, en los suelos de los pasillos del Pelgulinna han pintado rayuelas para que, entre clase y clase, los alumnos despeguen la nariz del m¨®vil y se animen a jugar.
El pueblo de Aegviidu est¨¢ a 45 minutos en tren desde la estaci¨®n central de Tallin. Abandonar la capital, donde se concentran 450.000 habitantes, supone sumirse, en cuesti¨®n de minutos, en un paisaje solitario: Estonia tiene la extensi¨®n de los Pa¨ªses Bajos, pero mientras en el territorio holand¨¦s habitan 17 millones de personas, en el de la centenaria rep¨²blica b¨¢ltica tan solo 1,3 millones. En el breve trayecto que separa la estaci¨®n de tren de la casa de su vecina Maris Joona, Erica Ader enumera los servicios de esta poblaci¨®n de 715 habitantes: escuela, iglesia, tienda de ultramarinos, gasolinera, biblioteca¡ ¡°Esta ¨²ltima es importante porque ayuda a muchos mayores a quienes los tr¨¢mites online se les hace cuesta arriba¡±, explica. El 88% de los estonios navega por Internet a diario y el 87% de la poblaci¨®n entre los 16 y los 74 a?os se conecta al portal gubernamental. La brecha digital est¨¢ superada. Y en los planes de la presidenta, Kersti Kaljulaid ¡ªla primera mujer en ocupar el cargo y, a sus 46 a?os, tambi¨¦n la m¨¢s joven¡ª, est¨¢ tambi¨¦n dejar atr¨¢s la que tradicionalmente ha separado al campo y la ciudad. En un par de d¨¦cadas, creen, el trabajo en remoto permitir¨¢ que ya no haga falta mudarse a un centro urbano por motivos laborales. Y ese es un horizonte especialmente atractivo para los estonios. ¡°Este lugar puede ser exasperantemente tranquilo. Pero esta es una forma de vida. Somos un pueblo al que nos gusta estar cerca de la naturaleza¡±. Traductora e int¨¦rprete ¡ªhabla, adem¨¢s de estonio, ruso, ingl¨¦s y fin¨¦s¡ª, Ader ahora est¨¢ semirretirada, y tan solo da clases de idiomas por Skype. Joona, que trabaja en el departamento de marketing de la oficina de turismo de Tallin, est¨¢ de baja de maternidad y su casa desprende un delicioso olor a bollos de canela. Ambas nacieron en esta localidad y solo se ausentaron para estudiar en la universidad. Ten¨ªan claro que la practicidad no era suficiente para echar ra¨ªces en la ciudad. Y ahora, con Internet siempre activo y el teletrabajo abri¨¦ndose paso, las incomodidades rurales son menos. ¡°Quiz¨¢s por eso cada vez m¨¢s gente de mi generaci¨®n decide volver a sus pueblos¡±, dice Joona.
La libertad geogr¨¢fica es otro de los conceptos revolucionarios que abandera Estonia. Si para muchos trabajos solo se necesitar¨¢ banda ancha, ?por qu¨¦ siquiera vivir en este pa¨ªs cubierto en un 51% por bosque en lugar de en una c¨¢lida ciudad ba?ada por el mar Mediterr¨¢neo? Pero este es un objetivo que reservan para un futuro m¨¢s lejano. En el inmediato, desgrana Siim Sikkut, jefe de informaci¨®n del Gobierno estonio, ¡°estamos centrados en simplificar los tr¨¢mites entre Administraci¨®n y ciudadanos y emprendedores. Ahora mismo la mayor¨ªa de esas interacciones se realizan online: entras en la plataforma, rellenas unos datos y listo. Pero queremos automatizar y agrupar esos procesos. Ser m¨¢s predictivos. Por ejemplo, si una empresa permite que nuestra agencia tributaria tenga acceso a su contabilidad, nunca tendr¨ªamos que pedirle las declaraciones correspondientes. Obtendr¨ªamos la informaci¨®n de la fuente original y un trabajador no tendr¨ªa que introducir los datos en nuestro sistema. O, cuando nace un beb¨¦, en lugar de que sus padres vayan a cinco sitios distintos en nuestro portal, podr¨ªamos enviarles un correo dici¨¦ndoles: ¡®?Enhorabuena y muchas gracias por el nuevo ciudadano/a! Sabemos que ha nacido tu beb¨¦ porque el hospital ha introducido su nombre en el registro de poblaci¨®n. Completemos los siguientes tr¨¢mites¡¯. As¨ª lo solucionar¨ªamos en una sola tacada. A eso aspiramos ahora mismo, pero requiere un gran cambio en la forma de funcionamiento de una Administraci¨®n¡±.
La iniciativa estrella es la residencia virtual. Estonia aspira a ser a los servicios digitales lo que suiza es a los servicios bancarios
Estonia ocupa el cuarto lugar en el ranking de los pa¨ªses menos habitados de Europa ¡ªle preceden Malta, Luxemburgo y Chipre¡ª. Y su poblaci¨®n est¨¢ en declive. Al menos, la f¨ªsica. Porque la digital no para de crecer. ¡°La idea surgi¨® en 2014. Entonces lo entendimos como un paso m¨¢s en nuestro desarrollo tecnol¨®gico: ?por qu¨¦ limitar nuestros servicios a nuestros ciudadanos? Nos propusimos ser una sociedad sin fronteras y permitir a cualquier persona que fuera residente virtual de nuestra naci¨®n¡±, relata el director de esta iniciativa estrella, Kaspar Korjus, de 30 a?os, que recibe a las visitas ataviado con un elegante traje gris, corbata y zapatillas de andar por casa. ¡°Es una costumbre muy de moda en las start-ups de aqu¨ª. Nosotros trabajamos para el Gobierno, pero tambi¨¦n queremos ser cool¡±, bromea.
Cada semana se da de alta un mayor n¨²mero de e-residents que ni?os nacen en los hospitales estonios. Ya superan los 30.000 y Estonia aspira a ser a los servicios digitales lo que Suiza es a los servicios bancarios. El documento de identidad digital trasnacional, que emite el Estado estonio al precio de 100 euros, no concede la nacionalidad, ni la residencia fiscal, ni permiso de entrada a Estonia o la Uni¨®n Europea. No es ni un visado ni un pasaporte. Es simplemente un instrumento creado para gestionar un negocio internacional de forma sencilla sin necesidad de pisar jam¨¢s Estonia. En estos momentos, los solicitantes proceden sobre todo de Turqu¨ªa, Ucrania, el Reino Unido pos-Brexit, Jap¨®n y Corea del Sur. ¡°Por ejemplo, el Gobierno surcoreano es un buen aliado porque entiende el valor de un programa como este que permite a sus ciudadanos exportar al mercado europeo y expandir su negocio. Adem¨¢s, Estonia es lo contrario a un para¨ªso fiscal: aqu¨ª todo es transparente porque toda operaci¨®n deja un rastro digital¡±, precisa Korjus, que cierra los ojos para concentrarse en sus respuestas. Seg¨²n Deloitte, en sus tres primeros a?os de existencia, la residencia electr¨®nica ha reportado unos ingresos de 14,4 millones de euros para el erario estonio. ¡°Facebook tiene 2.000 millones de usuarios en todo el mundo y nos parece normal. Pero ni siquiera nos planteamos que una naci¨®n pueda tener la mentalidad de una empresa y aspirar a esos n¨²meros. Si Estonia puede atraer a miles de millones de usuarios, el impacto en su econom¨ªa ser¨¢ enorme¡±.
Enclavado entre la costa y la ciudad vieja, Kalamaja fue el barrio de pescadores de Tallin hasta finales del siglo XIX, cuando el ferrocarril conect¨® la capital estonia con la vecina San Petersburgo. A partir de entonces, se transformar¨ªa en una zona industrial y, con el tiempo, ese terreno de casitas de madera ¡ªdonde viv¨ªan los obreros¡ª y f¨¢bricas ofrecer¨ªa el escenario perfecto para alojar el distrito hipster de la ciudad. No falta un detalle: ni las galer¨ªas, ni las tiendas de dise?o y cosm¨¦tica org¨¢nica, ni los mercadillos de fin de semana, ni los bares que sirven fr¨ªas cervezas artesanales. Tampoco las start-ups.
¡°Europa del Este es muy distinta a Silicon Valley, pero tenemos algo en com¨²n: profesionales t¨¦cnicos muy preparados¡±
En 2003 naci¨® aqu¨ª Skype, la compa?¨ªa que revolucion¨® las llamadas gratuitas por Internet y que en 2011 Microsoft compr¨® por 8.500 millones de d¨®lares. Los fundadores son el sueco Niklas Zennstr?m y el dan¨¦s Janus Friis, pero el soft?ware lo desarrollaron ingenieros estonios y la compa?¨ªa todav¨ªa mantiene en Tallin una de sus principales oficinas. Skype forma parte del orgullo nacional. ¡°Gener¨® un gran cambio de mentalidad. Despu¨¦s de Skype, muchos se animaron a estudiar carreras t¨¦cnicas y lanzarse a emprender¡±, relata Ragnar Sass. ?l fund¨® en 2007 United Dogs and Cats, un facebook para perros y gatos. La historia de su hundimiento sali¨® en las noticias. ¡°Fue uno de los primeros fracasos p¨²blicos de un emprendedor¡±. Despu¨¦s prob¨® suerte con Pipedrive, una compa?¨ªa que comercializa un software de gesti¨®n de ventas para peque?as y medianas empresas. A la segunda triunf¨®. Y ahora, a sus 42 a?os, divide su tiempo entre aeropuertos y Lift99, un espacio de coworking que fund¨® en 2016. ¡°Hay que crear tejido y ayudar a que haya m¨¢s empresas de ¨¦xito. Europa del Este es muy distinta a Silicon Valley, pero tenemos algo en com¨²n: un gran sistema educativo del que salen profesionales t¨¦cnicos muy preparados¡±. Mientras Sass se extiende sobre el presente y futuro del ecosistema emprendedor estonio, a su lado, dormita su perro Riki. De fondo, una martilleante banda sonora: ya han empezado las obras para ampliar este espacio de grandes ventanales y salas dise?adas para seducir a su cosmopolita comunidad. Y a Instagram. Todas las fotog¨¦nicas estancias est¨¢n bautizadas en honor a personajes de fama internacional (y con esta premisa, los estonios quedaban descartados: hagan el ejercicio, busquen un futbolista, director de cine, empresario o celebridad oriundo del pa¨ªs b¨¢ltico) con alguna, por leve que sea, relaci¨®n con el pa¨ªs: el periodista brit¨¢nico Edward Lucas, que fue el primer residente virtual de Estonia; Ernest Hemingway, que una vez dijo ¡°ninguna d¨¢rsena para yates est¨¢ completa sin, al menos, dos estonios¡±; Chaikovski, porque el compositor ruso tuvo una casa de veraneo en Estonia, o Rodriguez, el cantante protagonista del oscarizado documental Searching for Sugar Man, que en una de sus canciones menciona a un arc¨¢ngel estonio. A Obama, que confes¨®: ¡°Tendr¨ªa que haber llamado a los estonios cuando montamos nuestra web sanitaria¡±, le han reservado un peque?o cub¨ªculo destinado a hablar por tel¨¦fono. ¡°Ahora viajo por todos los continentes y muchas veces ya directamente saludo diciendo ¡®hola, soy del pa¨ªs de Skype¡±, relata Sass. ¡°Espero que, dentro de poco, tambi¨¦n podamos decir que somos del pa¨ªs de Taxify [un Uber local] o de cualquier otra empresa. Estonia est¨¢ encontrando su lugar en el mundo¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.