La estabilidad de Brasil
Las elecciones presidenciales deben desarrollarse en un clima de normalidad
En una democracia nadie est¨¢ por encima de la ley. El cumplimiento de esta y las resoluciones de sus tribunales no puede convertirse en algo excepcional, sino que se inscribe en la normalidad democr¨¢tica independientemente de qui¨¦n sea afectado. Lo sucedido alrededor de la entrada en prisi¨®n del expresidente de Brasil Luiz In¨¢cio Lula da Silva no ha hecho sino ahondar todav¨ªa m¨¢s la incertidumbre pol¨ªtica e institucional del pa¨ªs sudamericano.
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El Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil rechaz¨® esta semana el recurso de Lula contra su ingreso en prisi¨®n. El expresidente hab¨ªa sido condenado a 12 a?os de c¨¢rcel en uno de los dos procesos abiertos por la Operaci¨®n Lava Jato, el mayor esc¨¢ndalo de corrupci¨®n de Brasil. Los tribunales encontraron culpable al exmandatario de recibir un soborno ¡ªen concreto, una vivienda¡ª de una constructora a cambio de que esta obtuviera contratos con el gigante petrolero estatal Petrobras.
Lula, que durante su etapa como presidente contribuy¨® a sacar de la pobreza a 20 milllones de brasile?os y a modernizar el pa¨ªs, ha gozado de las garant¨ªas establecidas por la ley para su defensa, incluido el ¨²ltimo recurso para evitar su entrada en prisi¨®n, pero el Supremo por apenas un voto de margen ¡ªseis contra cinco¡ª ha decretado esta semana su encarcelamiento. Y la ley debe cumplirse. La negativa inicial de Lula, apoyada por numerosos simpatizantes, ha antepuesto los intereses electorales del Partido de los Trabajadores (PT) al respeto al Estado de derecho en un a?o crucial para su pa¨ªs.
Brasil celebrar¨¢ en octubre elecciones presidenciales en un clima de profunda inestabilidad institucional causada por los continuos casos de corrupci¨®n pol¨ªtica. Las acusaciones han llegado a salpicar incluso al actual presidente de la Rep¨²blica, Michel Temer. Aunque la ejecuci¨®n de la sentencia no inhabilita a Lula para continuar la actividad pol¨ªtica ¡ªal menos hasta el pr¨®ximo agosto, cuando se debe formalizar oficialmente la candidatura¡ª, supone un dur¨ªsimo rev¨¦s para el hist¨®rico l¨ªder pol¨ªtico y su partido ante las elecciones.
Pero en la pol¨¦mica por el recurso de Lula se ha introducido un factor preocupante: la irrupci¨®n en el debate pol¨ªtico de altos jefes militares en activo, incluyendo al comandante en jefe del Ej¨¦rcito, Eduardo Villas-B?as. Que dirigentes del Ej¨¦rcito utilicen un lenguaje amenazante a trav¨¦s de las redes sociales es de todo punto inaceptable. Brasil es una gran democracia consolidada que, a pesar de sus vicisitudes, no necesita unas Fuerzas Armadas que abandonen su papel constitucional y pretendan tutelar a los pol¨ªticos o a los jueces.
No se trata de un episodio aislado, sino de una tendencia que ha venido adivin¨¢ndose desde hace un tiempo y que ha incluido alabanza p¨²blica de ex altos mandos a conocidos torturadores de la dictadura (1964-1985), la petici¨®n p¨²blica del citado general Villas-B?as para que el Ej¨¦rcito desplegado en R¨ªo de Janeiro no sea escrutado en sus acciones o diversos actos del candidato presidencial de extrema derecha Jair Bolsonaro realizados en algunas instalaciones militares.
Brasil debe celebrar elecciones en un clima de estabilidad. Pol¨ªticos, jueces y militares est¨¢n obligados a conseguirlo.
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