¡®Veneri servit amica manus¡¯
Ya reinaba Ner¨®n cuando se hizo necesario que la humanidad recordara algo que, en el fondo, no hab¨ªa olvidado del todo: "Tu mano sirve como due?a de tu placer", escribi¨® Marcial
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/444WAA34U2AIV6E7H7MBI7O24Y.jpg?auth=a6fdf257845ed380c3e32009e48f53cfe468c7111a04564c32f78cd3e4be02df&width=414)
De la fortuna que supone que, como especie, vengamos ya equipados con un mecanismo de placer autosuficiente, se hab¨ªa percatado hasta Di¨®genes: "?Ojal¨¢, frot¨¢ndome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan d¨®cil!", dijo, asiendo su enhiesto miembro, antes de eyacular en el ¨¢gora ateniense. Otras, mientras tanto, descubr¨ªan que m¨¢s all¨¢ del tango de cinco dedos pod¨ªan echar mano de otros ¨²tiles para correrse en soledad: las griegas se penetraban con f¨¢licos olisbos sin que aflorara en ellas ninguna tristeza posterior ni, tampoco, anterior. Faltaban siglos para que se llamaran "consoladores" y para que fuera imperativo un diagn¨®stico de desconsuelo que avalara la terapia.
Nosotros ¡ªcon pacatos edictos, con mitolog¨ªas aterradoras y absurdas represiones¡ª lo convertimos en pecado, pero masturbarse siempre fue tarea divina. Agradable y propia de deidades: la vida no es consecuencia de un polvo. El mundo, tal y como lo conocemos, surgi¨® de una paja. La del dios egipcio Autum, que al correrse alumbr¨® el universo. Por eso las aguas del Nilo, en tiempos, flu¨ªan plagadas del semen de faraones que cumpl¨ªan su deber ceremonial para asegurar una buena cosecha.
Ya afirmamos que la masturbaci¨®n ¡ªcomo el cine de acci¨®n¡ª no necesita justificaci¨®n ni defensa porque se legitima por s¨ª misma. Carece de cl¨¢usulas de moralidad. Es un placer exento de sabotajes o, como lo llamaba Shakespeare, un "traffic with thyself alone"; esa variante del sexo donde siempre puedes salirte con la tuya.
Aun as¨ª¡ tiene algo de vicio impuro. Esa es la inesperada conclusi¨®n a la que nos han conducido meses y meses de concienzuda recopilaci¨®n de material. Pretend¨ªamos celebrar este placer lib¨¦rrimo, autoinfligido y democr¨¢tico con un volumen literario sobre y para el erotismo: "T¨®cate", como imperativo legal. Y empezamos por lo b¨¢sico: desvelar las estrategias de una paja.
Juan Tall¨®n quiso compartir destellos de su sabidur¨ªa y brotaron las met¨¢foras: "Algunos di?as, o varias veces al di?a, segu?n la e?poca, la paja se equipara a un mechero encendido en mitad de la noche. Su resplandor te da una nocio?n de cua?nta oscuridad reina alrededor, y co?mo esa luz, a menudo, es suficiente". A Marta Fern¨¢ndez le rogamos algo de su acostumbrada elegancia y nos hizo temblar con un soneto can¨ªbal desde lo m¨¢s profundo de su garganta. Y, hablando de m¨¦tricas, descubrimos que los tercetos pueden encadenarse no solo como ABA, BCB o CDC, tambi¨¦n como Beatriz, Luc¨ªa y Raquel (los delirium tremens de Juli¨¢n Hern¨¢ndez son m¨¢s perversos de lo esperado). Celia Blanco nos empuja sin pudor a la salvajada. La ambig¨¹edad de Gabriel Rufi¨¢n remueve y revela una sorpresa. M¨®nica Carrillo ordena: "Lame, a?brete paso". A Jenn D¨ªaz tambi¨¦n le exigen: "S¨¦ buena"; sabremos si hizo (o no) voto de desobediencia. Fue necesario que dos mujeres m¨¢s ¡ªFlavia Company y Yaiza Santos¡ª condensaran sus perversiones en germ¨¢nicos decretos ¡ª"Acu¨¦state. As¨ª" y "B¨¢jate las bragas", respectivamente¡ª para que nos surgieran las dudas.
Quiz¨¢ los censores ten¨ªan algo de raz¨®n. La masturbaci¨®n no se conformaba con ser imp¨²dica. ?Tendr¨ªa que ser impura? Hay indicios.
Si llevas alianza tocarte es adulterio, ya que practicas sexo con alguien (t¨²) que no es tu c¨®nyuge. Como Risto Mejide, que nos plantea otra orgi¨¢stica posibilidad a la vida marital. O Coque Malla, que se vac¨ªa sobre la mujer con la que duerme y sobre la mujer que sue?a.
La masturbaci¨®n es pederastia si se practica cuando a¨²n no tenemos edad para votar. Ana Mil¨¢n titula "Quince a?os", aunque juguetea dentro de la ¡ªh¨²meda¡ª legalidad. No as¨ª Charles Chaplin, cuya biograf¨ªa evita escatimar una pizca de perversi¨®n o rijosidad.
Masturbarse es incesto, practicas sexo con tu propia sangre. Algo en lo que se enredan los so?adores de Bertolucci, las vi?etas de Mar¨ªa Llovet y las peripecias de la casquivana Lucrecia Borgia. Y todas ellas est¨¢n en T¨®cate, encajadas entre las siluetas de Leonor Watling, Am¨¦rica Valenzuela, Leiva, M¨¤xim Huerta, Cayetana Guill¨¦n Cuervo, Nikki Garc¨ªa, Ana de Castro o Gabriela Gonz¨¢lez. Dicho de otra forma: las v¨ªctimas de Alberto Garc¨ªa-Alix, Manu Brabo, Ricard Garc¨ªa Vilanova o Luis Gaspar.
Encerrarse en un fantaseo para correrse, es ¡ªlo dej¨® dicho Rousseau¡ª una forma de esclavitud, autoabuso y violaci¨®n del sujeto al que convoques en tus sudorosas fantas¨ªas. Y si lo dijo ¨¦l, que conoci¨® de primera mano la irrefrenable lujuria de los azotes¡ ?en qu¨¦ lugar nos deja eso a nosotros, que consignamos p¨¢ginas y m¨¢s p¨¢ginas al fetichismo y la barbarie o al sexo con cefal¨®podos? ?A nosotros, que brindamos espacio para que Chapero-Jackson rememore los jadeos de su Madame, para que Fernando Le¨®n de Aranoa naufrague dulcemente en una corriente c¨¢lida y vertiginosa o para que Fito P¨¢ez esp¨ªe a jovencitas?
En uno tan obsceno que nos permite entender (y explicar) la diferencia entre una fellatio y una irrumatio, que se parecen pero no son lo mismo. "Paedicabo ego vos et irrumabo", afirm¨® Catulo, a lo que Helioga?balo ¡ªemperador que jugaba a ser puta¡ª se habr¨ªa prestado encantado.
Entre tanto relato, biograf¨ªa e imprescindible recomendaci¨®n calenturienta, alguien podr¨ªa equivocarse. No es descartable: las mamadas de Houellebecq, la libidinosa Lucille Bogan, los sonetos lujuriosos de Pietro Aretino, el BDSM de Pauline Re?age o aquel baile de Jamie Lee Curtis¡ ?Es todo eso cultura? ?Y turbarse por ello? ?Y masturbarse? Retorci¨¦ndolo m¨¢s: ?la paja es cultura?
Contemplando la ilustraci¨®n de Paula Bonet ¡ªBalada de la masturbadora solitaria¡ª o las vi?etas de Horacio Altuna ser¨ªa tan sencillo afirmarlo como acordarse de Anne Sexton.
Pero la masturbaci¨®n es otra cosa. Algo que existe en una triple condici¨®n: puede ser solitaria, dual o mutua. Como la Sant¨ªsima Trinidad. Una Sant¨ªsima Trinidad que nos arrastra hacia lo impuro. R¨ªndase. Peque. Lo indecente ser¨ªa no hacerlo.
James Joyce defendi¨® el derecho de sus personajes a tener ¡ªal menos¡ª una experiencia er¨®tica al d¨ªa. No vaya usted a ser menos.
T¨®cate se presenta oficialmente en Barcelona el d¨ªa de Sant Jordi. Puedes comprar ya tu ejemplar aqu¨ª y en todas nuestras librer¨ªas.
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