El fuego de San Telmo
Hasta que la raz¨®n cient¨ªfica vino a desvelar el misterio del fuego de San Telmo, los marineros seguir¨ªan creyendo en asuntos sobrenaturales a la hora de resolver tal fen¨®meno
Las explicaciones m¨¢gicas de los fen¨®menos de la naturaleza han sido durante mucho tiempo trucos para dormir la raz¨®n cient¨ªfica. Un ejemplo de esto lo tenemos en el fen¨®meno conocido como el fuego de San Telmo; prodigio natural semejante a una fosforescencia que envuelve la arboladura de los barcos, por las puntas de sus palos, cuando hay tormenta en alta mar.
El citado fen¨®meno toma su nombre del santo auxiliador y patr¨®n de los hombres de la mar que, seg¨²n cuentan las leyendas, anunci¨® que regresar¨ªa del reino de los muertos para salvar a los marineros de las borrascas. Por lo mismo, cuando en uno de sus viajes al Nuevo Mundo, la nave de Cristobal Col¨®n fue sorprendida por la tormenta y el fuego de San Telmo vino a prender sus velas encima de la gavia, el citado fen¨®meno fue tomado como un buen augurio. ¡°Donde se aparezca, nada puede peligrar¡±, escribir¨ªa su hijo, Hernando Col¨®n en su testimonio del viaje.
Con tales asuntos, el lado m¨ªstico de la f¨ªsica ocultar¨ªa su verdadera cara, llenando de explicaciones m¨¢gicas un mundo que, hasta entonces, era contemplado como pregunta. Tardar¨ªa mucho tiempo el mundo en ser contemplado como respuesta, tardar¨ªa mucho tiempo en ir al encuentro de las preguntas que hab¨ªan provocado su origen. Ser¨ªa Benjam¨ªn Franklin quien determin¨® la verdadera naturaleza del fuego de San Telmo. Pero hasta que la raz¨®n cient¨ªfica vino a desvelar el misterio, los marineros seguir¨ªan creyendo en asuntos sobrenaturales a la hora de resolver tal fen¨®meno. Durante siglos resonar¨ªa el eco de lo escrito por Plinio el Viejo, naturalista latino que, en una de las p¨¢ginas de su Historia Natural, identific¨® el fuego de San Telmo con estrellas en las vergas de los barcos, se?alando los peligros de este tipo de estrellas cuando vienen solas, ya que, si caen al barco, lo prenden fuego. Seg¨²n cuenta Plinio, cuando las citadas estrellas aparecen en solitario, reciben el nombre de Helena, ya que este nombre hace referencia a la luz que brilla en la oscuridad. Por el contrario, si aparecen por pares, se les llama Castor y P¨®lux, como los h¨¦roes mellizos.
El aire de los alrededores se ioniza, deja de ser gas y se convierte en plasma
Supersticiones aparte, tampoco Plinio el Viejo andaba tan descaminado pues la materia de las estrellas es energ¨ªa en su estado radiante y tal estado es el mismo de la materia cuando emite ese halo luminoso que conocemos como efecto corona y que ocurre cada vez que hay una acumulaci¨®n grande de carga el¨¦ctrica. Es entonces cuando el mismo aire de los alrededores queda ionizado, deja de ser gas y se convierte en plasma. Por explicarlo de corrido, cabe decir que, debido a su alta temperatura, el citado plasma empieza a azulear, dando origen a un fulgor que rodea los cuerpos con un halo fantasmag¨®rico.
Benjam¨ªn Franklin ilustrar¨ªa el fen¨®meno de manera sencilla y popular, denomin¨¢ndolo ¡°efecto punta¡± en uno de sus almanaques; unas publicaciones anuales que llevaban por t¨ªtulo ¡°El almanaque del pobre Richard¡± y que ven¨ªan con refranes, aforismos, santoral y juegos did¨¢cticos de mucho ¨¦xito en su ¨¦poca. Para hacernos una idea del estilo llano de la publicaci¨®n, sirva como ejemplo uno de los proverbios que dec¨ªa ¡°Si quieres saber cu¨¢l el valor del dinero, trata de conseguirlo prestado¡±. De esta manera, entre chascarrillos y consejos, Benjam¨ªn Franklin explicar¨ªa que la naturaleza de las tormentas no era sobrenatural sino el¨¦ctrica. Puso de manifiesto que los objetos puntiagudos acumulan cargas el¨¦ctricas alrededor de ellos, lo que atrae la electricidad entre la nube y la tierra cuando el cielo pinta gris. El fundamento de su invento, el pararrayos, se basa en esta misma atracci¨®n.
Para demostrar que el rayo era electricidad, Benjam¨ªn Franklin sali¨® al campo un d¨ªa de tormenta llevando con ¨¦l una cometa de la que colgaba una llave que tendr¨ªa la funci¨®n de atraer la carga el¨¦ctrica. Su pasi¨®n por el conocimiento racional acabar¨ªa por despertar la raz¨®n de este fen¨®meno oculto tras la majestad de la naturaleza y que nos remite a aquella imagen sagrada que Herman Melville consigui¨® para su novela Moby Dick, cuando una lengua de fuego surgi¨® en lo alto del palo mayor y los m¨¢stiles del barco ballenero parec¨ªan arder en mitad del oc¨¦ano.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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