El regreso de la filosof¨ªa- sonajero
Vuelve el viejo debate entre discurso filos¨®fico acad¨¦mico y mundano, muy presente este ¨²ltimo en las redes. No debe confundirse la resonancia p¨²blica con la divulgaci¨®n; no puede divulgar bien quien carece de la necesaria solvencia
Ignoro d¨®nde encontr¨® F¨¦lix Ovejero la fuente de inspiraci¨®n para emparejar en uno solo los t¨¦rminos ¡°concepto¡± y ¡°sonajero¡± y hablar de ¡°conceptos sonajero¡±, tal y como gusta de hacer. Por mi parte, el est¨ªmulo para asociar el segundo t¨¦rmino al de filosof¨ªa, seg¨²n aparece en el t¨ªtulo del presente art¨ªculo, lo encontr¨¦ en unas lejanas declaraciones de Juan Mars¨¦ en las que el emparejamiento lo llevaba ¨¦l a cabo para calificar la prosa de Francisco Umbral.
Otros art¨ªculos del autor
Las razones de su rechazo a este tipo de prosa tienen que ver con los gustos literarios del autor catal¨¢n, ciertamente, pero la conclusi¨®n que acababa presentando resulta tambi¨¦n de aplicaci¨®n al pensamiento. Por lo que respecta a sus gustos, lo cierto es que nunca los ocult¨®: ¡°Me gusta en las novelas que leo no darme cuenta de que estoy leyendo¡±. Su opci¨®n literaria estaba clara: ¡°A m¨ª me interesa la imaginaci¨®n creadora al servicio de la ficci¨®n literaria, no los fuegos artificiales de la lengua¡±. Era pues una cuesti¨®n de gustos, aunque tambi¨¦n de principios, porque su rechazo a que un lenguaje con pretensiones de brillantez se impusiera por encima de cualquier otra cosa se basaba en su convencimiento de que ello equival¨ªa a hacer trampas con las palabras.
Como dec¨ªamos, sin esfuerzo se podr¨ªan aplicar tales consideraciones a algunas producciones filos¨®ficas recientes, en las que volvemos a encontrar un gusto por el mero tintineo verbal y por los juegos de artificio (en forma de adjetivos inesperados, aliteraci¨®n de palabras u otros efectismos parecidos), que ocultan la completa ausencia de ideas en sentido m¨ªnimamente propio y fuerte. De quienes presentan tales producciones se podr¨ªa predicar la misma afirmaci¨®n que aquel veterano dirigente conservador le dedicaba durante la Transici¨®n a un joven pol¨ªtico entonces emergente: ¡°X comunica bien: lo que pasa es que no comunica nada¡±.
Deslumbrar no es iluminar; lo ¨²nico que arroja luz sobre el mundo es una idea potente
La referencia al pasado no es casual, y enlaza con una palabra que tambi¨¦n viene incluida en el t¨ªtulo de la presente pieza: regreso. Porque no son pocas en materia de ideas las cosas que parecen estar regresando. Regresan las reflexiones sobre la sociedad del espect¨¢culo, el debate sobre el humanismo, la pol¨¦mica sobre si hacer pol¨ªtica o no desde dentro de las instituciones... incluso regresa el mism¨ªsimo materialismo hist¨®rico. Aunque, eso s¨ª, casi siempre lo que regresa lo hace con el leve a?adido actualizador de alg¨²n prefijo (vgr., transhumanismo) o de alg¨²n oportuno adjetivo (por ejemplo, nueva institucionalidad) para se?alar que no se trata exactamente de un revival mim¨¦tico de lo que ya hubo.
En realidad, no podr¨ªa ser un mero revival porque, desde luego, las circunstancias son en muchos aspectos sensiblemente diferentes. En el caso de la filosof¨ªa, se dir¨ªa que lo que regresa es el viejo debate entre filosof¨ªa acad¨¦mica y filosof¨ªa mundana, tan setentero ¨¦l. Aunque asimismo es un hecho f¨¢cil de constar que ambas instancias parecen haberse visto ¨²ltimamente muy fortalecidas. Hasta el punto de que podr¨ªamos sospechar que han sido las nuevas circunstancias las que m¨¢s han contribuido a potenciar las viejas l¨®gicas. Tal vez sea porque, en el fondo, si algo regresa es en parte porque nunca se fue del todo, pero tambi¨¦n en buena medida porque es convocado desde el presente para que lo haga. Pero no nos perdamos en digresiones y vayamos a lo nuestro.
Por lo que respecta a la filosof¨ªa acad¨¦mica y a los requisitos que anta?o ella parec¨ªa imponer sobre los discursos de sus miembros (sistematicidad, conocimiento riguroso de las fuentes, competencia historiogr¨¢fica, etc¨¦tera), ya no se puede considerar que deriven de las exigencias, man¨ªas o costumbres de un sector de viejos catedr¨¢ticos empe?ados en la persistencia de los h¨¢bitos y modos de hacer m¨¢s tradicionales, sino que se han materializado en el propio sistema universitario, dando lugar a procedimientos administrativamente reglados (vgr., controles para las evaluaciones peri¨®dicas del profesorado funcionario o para el acceso del interino a la funci¨®n p¨²blica) y a instituciones dedicadas a su control (por ejemplo, agencias de evaluaci¨®n como la ANECA).
En cuanto a la filosof¨ªa mundana, los nuevos escenarios de comunicaci¨®n que han significado las redes sociales han reforzado notablemente su presencia en el espacio p¨²blico. Ya no cabe hablar, como s¨ª pod¨ªan hacerlo anta?o algunos fil¨®sofos atacados por fr¨ªvolos, de que esta filosof¨ªa est¨¦ padeciendo forma alguna de marginaci¨®n o de exclusi¨®n. Al contrario, las redes constituyen un enorme amplificador no solo de las tesis, por endebles que sean, de los profesionales del sonajero sino tambi¨¦n de sus variadas andanzas de todo tipo, lo que sin duda les permite una proyecci¨®n p¨²blica incomparable con la de los acad¨¦micos.
Volvemos a encontrar un gusto por el tintineo verbal y por los juegos de artificio
Pero la rotundidad en las afirmaciones no deber¨ªa impedirnos introducir alg¨²n matiz importante. Por lo que respecta a la filosof¨ªa mundana, objetivar los m¨¦ritos de sus diferentes productos no es, desde luego, tarea f¨¢cil. En muchas ocasiones puede ocurrir que la b¨²squeda de criterios m¨¢ximamente fiables y compartibles derive en una mec¨¢nica traslaci¨®n de aquello que parece ofrecer la garant¨ªa de funcionar en otros ¨¢mbitos, como el cient¨ªfico, al de las humanidades, que sin duda poseen su propia especificidad. Pero la cr¨ªtica a los errores en las maneras de objetivar la valoraci¨®n no deber¨ªa desembocar en la renuncia a llevarla a cabo, sino que, si acaso, deber¨ªa empujarnos hacia una adecuada adaptaci¨®n de los criterios a la concreta producci¨®n intelectual que en cada caso se trate de valorar.
De la misma forma, y para terminar con el cap¨ªtulo de los matices, tampoco deber¨ªa confundirse la resonancia p¨²blica, o la notoriedad medi¨¢tica, que puedan alcanzar en un momento dado las filosof¨ªas m¨¢s sonajeriles (si se me permite el neologismo) con la divulgaci¨®n, que es algo rigurosamente necesario pero que muy pocos est¨¢n en condiciones de realizar. Y es que por definici¨®n no puede divulgar bien quien no posee la imprescindible solvencia. Sin ella, lo que se pretenda presentar como una divulgativa ¡°filosof¨ªa al alcance de todos¡± solo ser¨¢ mera pirot¨¦cnica y charlataner¨ªa insustancial revestida de ropajes filos¨®ficos y de citas de tercera mano, una falsa divulgaci¨®n que se limitar¨¢ a hacerse eco, sin reconocerlo, de lo divulgado de forma adecuada previamente por otros.
Espero que se me entienda. No discuto que los haya que puedan quedar deslumbrados por una paradoja chocante, un r¨®tulo llamativo o cualquier otro efectismo an¨¢logo. Pero deslumbrar no es iluminar. Y no deber¨ªamos olvidar una de las ense?anzas m¨¢s valiosas heredadas de nuestra propia tradici¨®n, la de que lo ¨²nico que de verdad arroja luz sobre el mundo es una idea potente. A ser posible, dentro de una argumentaci¨®n articulada. As¨ª de simple.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona y portavoz del PSOE en la Comisi¨®n de Educaci¨®n del Congreso de los Diputados.
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