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Opini¨®n
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretaci¨®n de hechos y datos

?D¨®nde estamos ahora?

Hacer un balance del estado del planeta no es tarea sencilla: ?podemos ver la botella medio llena? ?o est¨¢ medio vac¨ªa? Este es un art¨ªculo incluido en volumen inicial de los 11 de la colecci¨®n 'El estado del planeta'. Cada domingo se puede adquirir un nuevo libro con EL PA?S

La Tierra vista desde un sat¨¦lite.
La Tierra vista desde un sat¨¦lite. AFP
M¨¢s informaci¨®n
'El estado del planeta'
Una ¡®enciclopedia¡¯ sobre lo que podemos hacer para evitar lo peor
C¨®mo la imaginaci¨®n puede salvar el mundo

Hacer un balance del estado de nuestro planeta no es una tarea sencilla. La ecuaci¨®n contiene numerosas variables y datos que se relacionan entre s¨ª configurando un complejo andamiaje: recursos naturales que se agotan ante la presi¨®n de una poblaci¨®n en constante crecimiento, contaminaci¨®n, cambio clim¨¢tico, guerras, hambre, pobreza, desigualdad¡­ pero tambi¨¦n unos avances tecnol¨®gicos sin precedentes que han mejorado el bienestar general, una revoluci¨®n cient¨ªfica que nos pone al alcance de la mano de forma inmediata una cantidad de informaci¨®n envidiable para cualquier otra generaci¨®n anterior, disminuci¨®n de la mortalidad infantil, progresos en la medicina que alzan la edad media de las personas, avances espectaculares en la reducci¨®n del hambre y la pobreza¡­

Hacer balance es ver la botella medio llena o medio vac¨ªa. En esta colecci¨®n expondremos por qu¨¦ est¨¢ medio vac¨ªa y c¨®mo puede llenarse. Y cu¨¢l es el peligro de que se haga a?icos y salte todo por los aires.

Nunca en la historia de la humanidad hemos tenido necesidad de tantos recursos, aunque bien es verdad que hasta ahora hemos sido siempre capaces de saciar esa casi ilimitada voracidad del Homo sapiens. Pero ya hay se?ales claras de que esos recursos no son infinitos y que la presi¨®n sobre el planeta empieza a mostrar sus l¨ªmites. Y como bien sabemos, en este dilema no hay un plan B, no hay otro planeta, no existe una opci¨®n alternativa. Hay que gestionar lo que tenemos de forma sostenible, es decir, que siga facilitando nuestra vida y la de las generaciones futuras. ?Seremos capaces? ?Es todav¨ªa posible?

La botella medio vac¨ªa

Desde los albores de la humanidad, es decir, durante unos 2,5 millones de a?os, los humanos se alimentaron con lo que ten¨ªan a su alcance, cazando animales y recolectando plantas. Hace aproximadamente 12.000 a?os, en la cuenca de los grandes r¨ªos de lo que hoy son Ir¨¢n e Irak, tuvo lugar el nacimiento de la agricultura y, con ella, una revoluci¨®n agr¨ªcola que provoc¨® un crecimiento imparable hasta nuestros d¨ªas. En los siguientes siglos vimos alzarse las primeras grandes ciudades y c¨®mo las grandes civilizaciones se suced¨ªan escalonadamente, cada vez m¨¢s potentes: Sumer, China, Egipto, Persia, los mayas, los griegos, Roma, los aztecas, el imperio espa?ol, holand¨¦s, brit¨¢nico¡­ En realidad, el crecimiento de la poblaci¨®n fue relativamente moderado hasta hace muy poco, hasta la Revoluci¨®n Industrial de principios de 1800.

Si contamos desde el nacimiento de la agricultura, la humanidad tard¨® unos 10.000 a?os en alcanzar los 100 millones de habitantes (alrededor de la ¨¦poca del Imperio romano). Hacia 1500 se llega a 500 millones y para 1820 se supera por primera vez la cifra m¨¢gica de 1.000 millones. A partir de aqu¨ª, con la revoluci¨®n industrial, el n¨²mero se dispara: en un siglo se duplica. En 1970 se llega a los 3.000 millones y bastaron solo otras cuatro d¨¦cadas para que se volviera a duplicar superando los 6.000 millones. En la actualidad, se calcula que somos unos 7.600 millones de habitantes y, seg¨²n las proyecciones de las Naciones Unidas, alcanzaremos la barrera de los 10.000 millones alrededor de 2050.

Como hemos visto, la presi¨®n del ser humano sobre los recursos disponibles en el planeta es tremenda. Pero la capacidad del hombre de incrementar y mejorar los rendimientos de los recursos es asimismo espectacular. Desde la revoluci¨®n agr¨ªcola y el inicio de la diab¨®lica progresi¨®n geom¨¦trica del crecimiento demogr¨¢fico, la carrera entre producci¨®n de alimentos y poblaci¨®n la ha venido ganando holgadamente la primera.

Habr¨¢ que seguir incrementando la producci¨®n de alimentos porque la demanda seguir¨¢ creciendo

Incluso hoy el planeta produce mucho m¨¢s de lo que su actual poblaci¨®n necesita. En el Imperio romano, una hect¨¢rea produc¨ªa unos 300 kilos de cereal y el campesino medio trabajaba unas tres hect¨¢reas con lo que obten¨ªa casi una tonelada de grano. Poco despu¨¦s, durante la Edad Media, esa hect¨¢rea rend¨ªa el doble, unos 600 kilos, y el campesino medio pod¨ªa trabajar unas cuatro hect¨¢reas, consiguiendo unas dos toneladas y media de grano. Hoy, en los Estados Unidos, a principios del siglo XXI una hect¨¢rea mejorada e irrigada produce unas 10 toneladas de grano y cada campesino puede trabajar una media de 200 hect¨¢reas, es decir, produce unas 2.000 toneladas de grano. Claro que, tambi¨¦n, en el Sahel del siglo XXI una hect¨¢rea sigue produciendo unos 700 kilos de grano, casi como en la ¨¦poca romana: no todas las zonas del planeta han evolucionado de igual forma.

El baile de cifras no suele ayudar a la reflexi¨®n. Ruego que vuelvan a repasar lo monstruoso de los datos citados hasta ahora: en los ¨²ltimos 500 a?os ?la poblaci¨®n se ha multiplicado por 14! ?La producci¨®n humana por 240!

Deteng¨¢monos de nuevo para reflexionar c¨®mo el mundo ha cambiado de forma tan radical en poco tiempo. Hasta la ¨¦poca moderna tard¨ªa, alrededor de un 90% de la poblaci¨®n mundial viv¨ªa de la agricultura. Dicha cifra fue reduci¨¦ndose a medida que no era ya necesaria tanta gente para producir suficientes alimentos. Hoy, m¨¢s de la mitad de los habitantes del planeta vive en grandes ciudades. En los Estados Unidos tan solo el 2% de la poblaci¨®n vive de la agricultura, pero esa cifra ¨ªnfima produce no solo lo suficiente para alimentar al resto del pa¨ªs sino para exportar sus excedentes. En Europa, la cifra dedicada a la agricultura es apenas del 3% de su poblaci¨®n. Las ciudades del mundo ocupan un escaso 3% del terreno del planeta, pero albergan al 54% de la humanidad, unos 3.500 millones de personas, que viven en zonas urbanas. Y est¨¢ previsto que esta poblaci¨®n urbana aumente hasta el 65% para 2050, especialmente en los pa¨ªses en desarrollo, donde tendr¨¢ lugar el incremento mayor: m¨¢s de dos tercios de la poblaci¨®n mundial vivir¨¢ en ciudades para entonces.

No hay ejemplo m¨¢s evidente que el ocurrido en los ¨²ltimos 50 a?os del siglo XX, entre 1950 y 2000. Mientras la poblaci¨®n del planeta se multiplicaba por 2,5, una serie de avances cient¨ªficos permit¨ªa incrementar los rendimientos agr¨ªcolas de forma espectacular en lo que se ha denominado la revoluci¨®n verde, consiguiendo que la producci¨®n de alimentos se triplicara con creces.

Justo despu¨¦s de la II Guerra Mundial, un ingeniero agr¨®nomo estadounidense especializado en la mejora gen¨¦tica de los cultivos, Norman Borlaug, consigui¨® desarrollar ciertas variedades de trigo de alto rendimiento que produc¨ªan m¨¢s grano y respond¨ªan mejor a los fertilizantes. Otros cient¨ªficos lo aplicaron al arroz. India y Pakist¨¢n consiguieron as¨ª hacer frente a las grandes hambrunas de las d¨¦cadas de los sesenta y setenta. Por todo ello Borlaug recibi¨® el Premio Nobel de la Paz en 1970. Luego hemos sabido que el precio medioambiental pagado por todo ello ha sido enorme, pero por lo pronto los alimentos han seguido ganando con creces a la demograf¨ªa. ?Podremos seguir ganando esta carrera? ?Y si es as¨ª, a qu¨¦ precio? La FAO calcula que para dar de comer a los aproximadamente 10.000 millones de personas en el a?o 2050 habr¨¢ que incrementar aproximadamente un 50% nuestra producci¨®n actual de alimentos.

Nuestra dieta est¨¢ cambiando

En la actualidad, tres cuartas partes de la comida que consumimos son arroz, trigo o ma¨ªz. Solo el arroz supone la mitad de la comida mundial. Pero esa dieta est¨¢ cambiando a un ritmo tan acelerado como nuestro propio mundo. En 1980 los chinos com¨ªan, de media, unos 14 kilos de carne por persona al a?o; ahora unos 55. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, el consumo de carne ha aumentado el doble que la poblaci¨®n, el consumo de huevos tres veces m¨¢s. Hacia 1950 el consumo mundial de carne era de unos 50 millones de toneladas al a?o: en la actualidad se ha multiplicado por seis y se espera que hacia 2030 vuelva a duplicarse.

Un joven indio junto a neum¨¢ticos para reciclaje en Gauhati, India.
Un joven indio junto a neum¨¢ticos para reciclaje en Gauhati, India.Anupam Nath (AP)

Eso sin contar con nuestras macro producciones de cerdos y pollos. Brasil, que es el primer exportador mundial de pollos, produce cada a?o unos 7.000 millones estos animales, tantos como habitantes tiene la tierra, cantidad que exporta a todos los rincones del planeta. Estados Unidos y China producen una cifra parecida, pero se los comen ellos. El ser humano ha pulverizado su entorno para convertirlo en una gran despensa: en la actualidad, frente a los 7.500 leones que todav¨ªa viven y los 200.000 osos en peligro de extinci¨®n conviven unos 1.500 millones de vacas, 1.000 millones de ovejas, 1.000 millones de cerdos y m¨¢s de 25.000 millones de gallinas repartidas por el mundo. La gallina dom¨¦stica es el ave m¨¢s ampliamente extendida en toda la historia de la humanidad. Despu¨¦s del ser humano, las vacas, los cerdos y las ovejas dom¨¦sticas son los mam¨ªferos m¨¢s extendidos por el mundo, en dicho orden.

Durante milenios, los seres humanos hemos dependido de la existencia de unas 10.000 especies de plantas para la alimentaci¨®n. Pero gran parte de esta diversidad se ha ido perdiendo y ahora dependemos de solo unas 150. Y aunque pueda parecer extra?o, son solo cuatro de ellas ¡ªarroz, trigo, ma¨ªz y patata¡ª las que nos proporcionan alrededor del 60% de las calor¨ªas que obtenemos de las plantas.

La paradoja del hambre

Hemos se?alado el gran logro de incrementar nuestra capacidad de producci¨®n de alimentos a pesar del creciente desaf¨ªo demogr¨¢fico. Pero la gran paradoja de nuestro sistema actual es que, a pesar de la abundancia y de que se produce mucho m¨¢s de lo necesario, unos 815 millones de personas siguen pereciendo por causas relacionadas con la falta de alimentos. En pleno siglo XXI de avances tecnol¨®gicos y milagrosas revoluciones agrarias, una de cada nueve personas no tiene acceso a un derecho humano tan b¨¢sico como es el derecho a la alimentaci¨®n, a vivir.

Ese es, sin duda, uno de los grandes retos actuales de la humanidad. A pesar de que se avanza en este sentido (desde 1990 hay unos 200 millones menos de hambrientos y la mitad de los pa¨ªses en desarrollo alcanzaron las metas fijadas en 2015 sobre la reducci¨®n del hambre de los Objetivos de Desarrollo del Milenio), lo cierto es que hay medios suficientes para que todos los habitantes puedan alimentarse de forma aceptable. Los habitantes de este gran planeta est¨¢n dando pasos agigantados, pero no todos al mismo tiempo.

Si hay alimentos suficientes, ?por qu¨¦ entonces millones de personas siguen muriendo de hambre? Por la pobreza o, dicho mejor de otra manera, por la riqueza: unos tienen mucho y otros muy poco. El ya tristemente famoso 1% de la poblaci¨®n posee el 46% de toda la riqueza generada en el planeta. Estas desigualdades han generado una sociedad donde a una amplia capa no le llegan los beneficios colectivos.

Hambre, conflictos y migraci¨®n

Como hemos visto, la cuesti¨®n del hambre no es un problema de producci¨®n, ni de falta de alimentos. Mientras unos nadan en la abundancia, m¨¢s de 800 millones de personas no tienen recursos para comprar alimentos. Una gran parte de esa cifra ¡ªalrededor de la mitad¡ª est¨¢ relacionada con conflictos b¨¦licos de distinta naturaleza. En Yemen, dos tercios de la poblaci¨®n tiene dificultades para obtener alimentos; lo mismo sucede en Sud¨¢n del Sur, Somalia y en la cuenca del lago Chad (donde la violencia del noroeste de Nigeria se ha extendido al norte del Camer¨²n, oeste de Chad y sureste del N¨ªger). Los conflictos y la miseria han provocado que haya m¨¢s de 65 millones de personas desplazadas. Desde la II Guerra Mundial no se viv¨ªa una situaci¨®n similar.

M¨¢s de 20 pa¨ªses han logrado desde 1990 mejorar sus niveles nacionales de seguridad alimentaria

En la actualidad unos 244 millones de personas viven fuera de su pa¨ªs de origen. La mayor¨ªa son refugiados por motivos econ¨®micos, es decir, emigraron con la esperanza de mejorar su vida y suelen enviar remesas de dinero a sus hogares de origen; pero de esa cifra hay 65 millones de desplazados forzosos que se enfrentan a condiciones extremas como la falta de empleo, de ingresos y a la imposibilidad de acceder a servicios sociales y sanitarios m¨ªnimos. A menudo sufren el acoso, animosidad y violencia de los pa¨ªses de acogida.

Para amplificar todav¨ªa m¨¢s, si cabe, la gran paradoja del hambre en el mundo, desperdiciamos alrededor de un tercio de dichos alimentos y, encima, vivimos una nueva epidemia por exceso: la obesidad afecta a todos los pa¨ªses del planeta, ricos y pobres, con la incongruencia de que muere hoy el doble de personas por exceso o mala alimentaci¨®n (obesidad) que por falta de alimentos (hambre).

Porque ese es otro de los grandes sinsentidos de nuestro mundo actual: en un mundo de abundancia hay m¨¢s muertes por enfermedades relacionadas con la salud que por guerras. A pesar del ruido medi¨¢tico de los conflictos actuales como Siria, Afganist¨¢n o Irak, lo cierto es que vivimos ahora una ¨¦poca de relativa paz fuera de esos focos concentrados y espec¨ªficos, como lo muestra el bajo n¨²mero de muertes violentas. De los 56,4 millones de defunciones registradas en 2015, tan solo unos 180.000 fueron v¨ªctimas de la guerra y otras 500.000 lo fueron por cr¨ªmenes violentos. Aun siendo unas cifras estremecedoras, representan menos del 1,5% del total de muertes anuales. Ese a?o, 1.300.000 personas murieron en accidentes de coche (2,25% del total) y otras 815.000 se suicidaron (1,45%).

En otras palabras, una persona tiene muchas m¨¢s posibilidades de perecer en un accidente de tr¨¢fico que de morir asesinado por un terrorista, un soldado o un delincuente. Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) las diez causas principales de fallecimiento en nuestra ¨¦poca est¨¢n vinculadas a la salud y la alimentaci¨®n. Hoy, el exceso de az¨²car y el autom¨®vil son m¨¢s peligrosos que los conflictos b¨¦licos. Y en este mundo de sinsentidos nos gastamos 1,69 trillones de d¨®lares en armas mientras que las cifras para afrontar retos clave como erradicar el hambre o garantizar el acceso a la educaci¨®n podr¨ªan ser solucionados con un porcentaje ¨ªnfimo de d¨®lares.

Un entorno al l¨ªmite

El efecto de toda esta poblaci¨®n en constante aumento sobre los recursos naturales ha sido devastador. Casi la mitad de los bosques que en tiempos cubrieron la Tierra han desaparecido. Solo desde 1990 se han perdido unos 129 millones de hect¨¢reas de bosques: una superficie casi equivalente a la de Sud¨¢frica. Hacen falta 27.000 ¨¢rboles para cubrir la demanda anual de papel higi¨¦nico a nivel mundial y 17 para fabricar 3.000 cuadernos universitarios de 100 hojas. Cada a?o deforestamos una superficie equivalente a Panam¨¢ y cada minuto, el equivalente a 36 campos de f¨²tbol.

No va mucho mejor nuestra relaci¨®n con los mares. Lo que parec¨ªa una fuente inagotable, los recursos marinos, han sufrido un impacto brutal en un periodo escandalosamente escaso. Hasta hace tan poco como los a?os cincuenta, los mares eran sostenibles y estaban repletos de peces que consegu¨ªan reproducirse sin problemas, nivelando la cantidad de pesca realizada por el hombre. Adem¨¢s, alrededor de un 78% de todos los oc¨¦anos estaba pr¨¢cticamente sin explotar. Pero en pocos a?os esta tendencia ha cambiado radicalmente. La producci¨®n pesquera mundial se ha disparado y ha crecido de manera constante en las ¨²ltimas cinco d¨¦cadas, incluso por encima del incremento demogr¨¢fico. Entre la d¨¦cada de 1960 y el 2012, el promedio de consumo de pescado per c¨¢pita casi se duplic¨®, pasando de algo menos de 10 kilos a m¨¢s de 19.

Una comida t¨ªpica saud¨ª.
Una comida t¨ªpica saud¨ª.Amr Nabil (AP)

Esto ha tenido un efecto atroz sobre nuestras aguas marinas: a partir de los a?os sesenta varias zonas del oc¨¦ano comenzaron a ser sobreexplotadas a un nivel nunca visto en toda nuestra historia y desde entonces dicha tendencia no hace m¨¢s que aumentar. Se estima que m¨¢s de un tercio del total de la poblaci¨®n marina ha sufrido un nivel de explotaci¨®n no sostenible debido a una pesca excesiva, es decir, no les permite repoblarse. Las diez especies m¨¢s productivas representaron alrededor del 27% de la producci¨®n de la pesca de captura marina mundial en 2013. Sin embargo, la mayor¨ªa de sus poblaciones est¨¢ plenamente explotada y es imposible aumentar su producci¨®n; el resto son objeto de sobrepesca y solo se puede aumentar su producci¨®n despu¨¦s de restaurar las poblaciones.

Adem¨¢s, los oc¨¦anos son de todos y de nadie: el 67% de la superficie marina est¨¢ fuera de la jurisdicci¨®n nacional por lo que es preciso recurrir a la no siempre eficiente maquinaria de los acuerdos internacionales para protegerla, lo cual complica todav¨ªa m¨¢s su explotaci¨®n responsable. Por otra parte, la contaminaci¨®n humana est¨¢ causando estragos: en 2050 podr¨ªa haber en nuestros mares m¨¢s pl¨¢sticos que peces, como ha alertado la ONU.

Otro recurso natural que sufre el impacto del Homo sapiens es el agua, cuya escasez, acrecentada por el cambio clim¨¢tico, afecta ya a todos los continentes. Las necesidades son claras: se requieren de una a tres toneladas de agua para producir un kilo de cereal y hasta 15 toneladas para producir un kilo de carne. Se calcula que para producir la comida diaria de una persona hacen falta entre 2.000 y 5.000 litros del l¨ªquido elemento. La creciente escasez de agua es uno de los principales desaf¨ªos para el desarrollo sostenible y, seguramente, se agravar¨¢ a medida que la poblaci¨®n mundial siga creciendo y el cambio clim¨¢tico se intensifique.

Cerca de 1.200 millones de personas, casi una quinta parte de la poblaci¨®n mundial, vive en ¨¢reas de escasez f¨ªsica de agua, mientras que unos 500 millones se aproximan a esta situaci¨®n. Otros 1.600 millones, alrededor de un cuarto de la poblaci¨®n mundial, se enfrenta a situaciones de escasez econ¨®mica de agua, donde los pa¨ªses carecen de la infraestructura necesaria para transportar el agua desde r¨ªos y acu¨ªferos.

A lo largo del ¨²ltimo siglo, el uso y consumo de agua creci¨® a un ritmo dos veces superior al de la tasa de crecimiento de la poblaci¨®n y la ONU calcula que para el a?o 2030 casi la mitad de la poblaci¨®n mundial vivir¨¢ en ¨¢reas de estr¨¦s h¨ªdrico.

Si bien la importancia del agua es bien conocida, no lo es tanto la de la degradaci¨®n de los suelos, un problema extremadamente serio y que afecta a m¨¢s de la mitad de la tierra dedicada a la agricultura, as¨ª como el aumento de la desertificaci¨®n. No es m¨¢s que una degradaci¨®n de la tierra en zonas ¨¢ridas o semi¨¢ridas, y est¨¢ causada principalmente por la actividad humana y por las variaciones clim¨¢ticas, agudizadas ahora por el efecto del cambio clim¨¢tico. La desertificaci¨®n no se refiere tanto a la expansi¨®n de los actuales desiertos como al deterioro de los ecosistemas de las tierras ¨¢ridas o semi¨¢ridas y que son extremadamente vulnerables a la explotaci¨®n excesiva y el uso inapropiado de pr¨¢cticas tales como la deforestaci¨®n, el pastoreo excesivo, riego inadecuado o pr¨¢cticas inadecuadas asociadas a la pobreza y la inestabilidad pol¨ªtica, es decir, factores todos del impacto humano sobre ellas. La FAO calcula que m¨¢s de 250 millones de personas est¨¢n directamente afectadas por la desertificaci¨®n y que m¨¢s de 1.000 millones en m¨¢s de un centenar de pa¨ªses est¨¢n en peligro si no se toman las medidas necesarias para impedirlo.

A la sombra del cambio clim¨¢tico

Por si todo lo anterior fuera poco, la acci¨®n del Homo sapiens en la era de la industrializaci¨®n ha conseguido que la concentraci¨®n de gases como el di¨®xido de carbono, el ¨®xido nitroso y el metano, que son liberados por la industria, la agricultura y la combusti¨®n de combustibles f¨®siles, haya aumentado un 30% desde el siglo pasado, cuando, sin la actuaci¨®n humana, la naturaleza se encargaba de equilibrar las emisiones que se producen de forma natural en el planeta. Nuestro modo de producci¨®n y consumo energ¨¦tico ha generado una alteraci¨®n clim¨¢tica global que provoca, a su vez, serios impactos tanto sobre la tierra como sobre los sistemas socioecon¨®micos.

De 1880 a 2012 la temperatura media mundial aument¨® 0,85¡ãC. Los oc¨¦anos se han calentado, las cantidades de nieve y hielo han disminuido y el nivel del mar ha subido. De 1901 a 2010, el nivel medio mundial del mar ascendi¨® 19 cent¨ªmetros, ya que los oc¨¦anos se expandieron debido al hielo derretido por el calentamiento. La extensi¨®n del hielo marino en el ?rtico ha disminuido en cada d¨¦cada desde 1979, con una p¨¦rdida de unos 100 kil¨®metros cada diez a?os.

Debido a la concentraci¨®n actual y a las continuas emisiones de gases de efecto invernadero, es probable que el final de este siglo presencie un aumento de 1 o 2¡ãC en la temperatura media mundial en relaci¨®n con el nivel de 1990 (aproximadamente de 1,5 a 2,5¡ãC por encima del nivel preindustrial). Si alguien albergaba dudas sobre el calentamiento global, los datos m¨¢s recientes muestran que los a?os 2015, 2016 y 2017 han sido los m¨¢s calurosos desde que hay registros. As¨ª, los oc¨¦anos se calentar¨¢n y el deshielo continuar¨¢. Se estima que el aumento del nivel medio del mar ser¨¢ de entre 24 y 30 cent¨ªmetros para 2065 y de 40 a 63 para 2100, en relaci¨®n al periodo de referencia de 1986-2005. Si usted vive en una isla o en una zona costera ya puede empezar a temblar¡­

Ni?os juegan en una playa llena de pl¨¢sticos en Manila (Filipinas).
Ni?os juegan en una playa llena de pl¨¢sticos en Manila (Filipinas).Jes Aznar (Getty Images)

La mayor¨ªa de los efectos del cambio clim¨¢tico persistir¨¢n durante muchos siglos, incluso si se detienen las emisiones. Existen pruebas alarmantes de que se pueden haber alcanzado o sobrepasado puntos de inflexi¨®n que dar¨ªan lugar a cambios irreversibles en importantes ecosistemas y en el sistema clim¨¢tico del planeta. Ecosistemas tan diversos como la selva amaz¨®nica y la tundra ant¨¢rtica pueden estar llegando a umbrales de cambio dr¨¢stico debido al calentamiento y a la p¨¦rdida de humedad. Los glaciares de monta?a se encuentran en alarmante retroceso y los efectos producidos por el abastecimiento reducido de agua en los meses m¨¢s secos tendr¨¢n repercusiones sobre varias generaciones.

Aunque el cambio clim¨¢tico nos afecta a todos, los pa¨ªses m¨¢s pobres, que est¨¢n peor preparados para enfrentar cambios r¨¢pidos, sufrir¨¢n las peores consecuencias. Y ¡ªlo que es peor¡ª son los que menos han contribuido a dicho calentamiento.

Se predice la extinci¨®n de animales y plantas, ya que los h¨¢bitats cambiar¨¢n tan r¨¢pidamente que muchas especies no se podr¨¢n adaptar a tiempo. La OMS ha advertido que la salud de millones de personas podr¨ªa verse amenazada por el aumento de la malaria, la desnutrici¨®n y las enfermedades transmitidas por el agua.

Por su parte la FAO se?ala que el calentamiento global afecta de forma directa a la producci¨®n alimentaria: los rendimientos de los productos b¨¢sicos est¨¢n ya reduci¨¦ndose y, para 2050, es probable que la norma sea un descenso de dichos rendimientos de entre un 10% y un 25%. Mientras tanto, sequ¨ªas, inundaciones, aumento del nivel del mar y huracanes amenazan cada vez m¨¢s la vida y las formas de vida de los m¨¢s vulnerables. Este tipo de desastres relacionados con el clima contribuyen en gran medida a las p¨¦rdidas econ¨®micas y al desplazamiento de la poblaci¨®n. El cambio clim¨¢tico es uno de los grandes retos colectivos de la humanidad para salvar nuestro planeta. Por eso se considera un hito hist¨®rico el Acuerdo de Par¨ªs, firmado en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York por 175 l¨ªderes mundiales en abril de 2016. Su finalidad principal es reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio clim¨¢tico estabilizando el aumento de la temperatura mundial en este siglo por debajo de los 2?C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir con los esfuerzos para limitar a¨²n m¨¢s el aumento de la temperatura a 1,5?C.

La botella medio llena

No hay lugar a dudas sobre los impresionantes avances que el ser humano ha realizado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, especialmente durante los ¨²ltimos 25 a?os. A pesar del aumento de la poblaci¨®n mundial en unos 2.000 millones de personas, la cantidad de personas que vive en pobreza extrema se ha reducido en m¨¢s de la mitad (cayendo de 1.900 millones en 1990 a unos 836 millones en 2015). Unos 2.100 millones pudieron acceder a un saneamiento mejorado y m¨¢s de 2.600 millones consiguieron acceso a agua potable.

Entre 1990 y 2015, la tasa de mortalidad infantil en ni?os menores de cinco a?os se redujo en m¨¢s de la mitad, de 91 a 43 por cada mil nacidos vivos. Enfermedades como el VIH, la malaria y la tuberculosis bajaron de forma dr¨¢stica. La cantidad de ni?os en edad escolar que no asistieron al colegio ha disminuido de la mitad a nivel mundial y el ?frica subsahariana ha registrado la mayor alza en ense?anza primaria entre todas las regiones.

En resumen, hoy la poblaci¨®n es m¨¢s longeva, hay m¨¢s ni?os y ni?as que van al colegio, la medicina moderna ha elevado nuestro nivel de bienestar como a ninguna otra generaci¨®n anterior y se han realizado importantes avances en la reducci¨®n del hambre y la pobreza.

Por si eso fuera poco, a pesar de que cada d¨ªa desayunemos con noticias de guerras y bombas, lo cierto es que vivimos en un periodo de relativa tranquilidad b¨¦lica comparado con nuestro aterrador pasado. De hecho, aunque hay tensi¨®n en ciertas ¨¢reas, apenas existen conflictos b¨¦licos entre pa¨ªses y los medios se ocupan de enfrentamientos internos (Afganist¨¢n, Sud¨¢n, Siria, Somalia, Yemen¡­) aunque puedan estar alentados por intereses externos. Un continente como el americano, desde la Tierra del Fuego hasta Alaska, ha erradicado completamente la guerra como recurso y carece de conflictos armados internos de importancia: en Colombia se ha puesto punto final a la ¨²ltima guerrilla del continente.

A inicios del siglo XXI hemos conseguido controlar las pestes, sabemos c¨®mo reducir el hambre y en gran medida los conflictos b¨¦licos. La amenaza nuclear parecer¨ªa haber convencido a las grandes potencias que su uso desencadenar¨ªa un suicidio colectivo al que nadie quiere llegar, lo cual ha incrementado las formas de resoluci¨®n de conflictos por otras v¨ªas. Crucemos los dedos.

Es m¨¢s, en la era de la econom¨ªa del conocimiento, donde las cinco mayores empresas son virtuales (Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook), las guerras tradicionales a gran escala no parecen ser una opci¨®n. En el pasado, ten¨ªa sentido controlar un pa¨ªs ¡ªinvadirlo o dominarlo militarmente¡ª para acceder a sus riquezas naturales como minas o petr¨®leo. Pero, en la actualidad, ?alguien cree seriamente que China o la Federaci¨®n de Rusia estar¨ªan interesados en invadir los Estados Unidos para controlar Silicon Valley, donde est¨¢n ubicadas la mayor¨ªa de dichas empresas? Las guerras entre pa¨ªses est¨¢n claramente a la baja y los conflictos son de otra naturaleza.

Incluso el terrorismo, del que tanto inter¨¦s hay en que contribuya a nuestra ansiedad diaria, es cuantitativamente ¨ªnfimo en cuesti¨®n de mortandad a nivel mundial. Mientras que en 2016 la obesidad caus¨® la muerte de unos tres millones de personas (OMS), los terroristas mataron en todo el mundo a 29.376 personas, la mayor¨ªa en pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Como ha se?alado alg¨²n autor, para el norteamericano o el europeo medio, la Coca-Cola supone una amenaza mucho m¨¢s letal que Al-Qaeda. Este espectacular progreso se ha sustentado fundamentalmente en un crecimiento econ¨®mico sin precedentes. Son avances prometedores que nos ofrecen la esperanza de que las cosas pueden cambiar y las transformaciones colectivas son posibles.

En lo que respecta a los recursos naturales tambi¨¦n tenemos se?ales positivas. El ritmo de deforestaci¨®n, por ejemplo, est¨¢ descendiendo, de 7,3 millones de hect¨¢reas al a?o en la d¨¦cada de los noventa a 3,3 millones en 2015. Cada vez hay m¨¢s experiencias positivas que muestran c¨®mo es posible gestionar correctamente los bosques, todav¨ªa hoy son fuente de prote¨ªnas, minerales y vitaminas de la dieta rural y adem¨¢s unos 2.400 millones de personas dependen de le?a para cocinar y para esterilizar el agua.

Seg¨²n los ¨²ltimos datos de la FAO, m¨¢s de 20 pa¨ªses han logrado desde 1990 mejorar sus niveles nacionales de seguridad alimentaria y, al mismo tiempo, mantener o aumentar la cubierta forestal, demostrando as¨ª que no es necesario talar los bosques para producir m¨¢s alimentos. Doce de esos pa¨ªses aumentaron su cubierta forestal en m¨¢s de un 10%: Argelia, Chile, China, Rep¨²blica Dominicana, Gambia, Ir¨¢n, Marruecos, Tailandia, T¨²nez, Turqu¨ªa, Uruguay y Vietnam.

La obesidad afecta a todos los pa¨ªses del planeta, ricos y pobres, con la incongruencia de que muere hoy el doble de personas por exceso o mala alimentaci¨®n que por falta de alimentos

Un ejemplo esperanzador es la iniciativa lanzada en 2007 por la Uni¨®n Africana, con la ayuda de la FAO y otros organismos internacionales, de un ambicioso programa conocido como la Gran Muralla Verde del S¨¢hara y el Sahel. El objetivo es revertir la degradaci¨®n de la tierra y la desertificaci¨®n para ayudar a las comunidades locales de 14 pa¨ªses a adaptarse al cambio clim¨¢tico y proteger su seguridad alimentaria. Se trata de un muro de arbolado de 15 km de ancho, una monumental defensa forestal, junto con un programa de desarrollo rural en las zonas fronterizas con el S¨¢hara cuyos m¨¦todos ya se exportan a lugares como Hait¨ª o Fiyi.

Todos estos logros se basan en un conjunto similar de medidas: marcos legales eficaces, tenencia segura de la tierra, regulaci¨®n de los cambios del uso del suelo, incentivos para la agricultura sostenible y la silvicultura, financiaci¨®n adecuada y una clara definici¨®n de los roles y responsabilidades de los gobiernos y comunidades locales.

Una revoluci¨®n todav¨ªa m¨¢s esperanzadora es la que nos viene del planeta azul. A pesar de que ¡ªcomo se ha se?alado con anterioridad¡ª el consumo de pescado per c¨¢pita se ha duplicado en las ¨²ltimas cinco d¨¦cadas, muchos milenios despu¨¦s de que la producci¨®n alimentaria terrestre pasara de actividades de caza y recolecci¨®n a la agricultura, la producci¨®n de alimentos acu¨¢ticos ha dejado de basarse principalmente en la captura de peces salvajes para comprender la cr¨ªa de un n¨²mero creciente de especies cultivadas: 2014 marc¨® un hito hist¨®rico cuando el pescado procedente del sector acu¨ªcola para consumo humano super¨® por primera vez la del pescado capturado en el mar.

Ante la estabilidad de la producci¨®n de la pesca de captura desde finales de la d¨¦cada de 1980, la acuicultura ha sido la desencadenante del impresionante crecimiento del abastecimiento de pescado para el consumo humano. Si bien la acuicultura proporcionaba solo el 7% del pescado para consumo humano en 1974, este porcentaje aument¨® al 26% en 1994 y al 39% en 2004. China ha desempe?ado una importante funci¨®n en este crecimiento, ya que representa m¨¢s del 60% de la producci¨®n acu¨ªcola mundial. Sin embargo, el resto del mundo (a excepci¨®n de China) tambi¨¦n se ha visto beneficiado al haberse duplicado su proporci¨®n de acuicultura en el suministro general de pescado para consumo humano desde 1995.

El concepto de ¡°econom¨ªa azul¡±, surgido de la Conferencia de R¨ªo+20 de 2012, desempe?ar¨¢ un papel importante en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a nivel mundial. El modelo hace hincapi¨¦ en la conservaci¨®n y la gesti¨®n sostenible, basado en la premisa que los ecosistemas oce¨¢nicos saludables son m¨¢s productivos y representan la ¨²nica manera de garantizar que los peque?os Estados insulares en desarrollo y los Estados costeros del mundo en desarrollo se beneficien de manera equitativa de sus recursos marinos.

El milagro es posible

En este complejo contexto de escasez de recursos, aumento de la poblaci¨®n y cambio clim¨¢tico, la respuesta a la pregunta inicial sigue siendo la clave para entender nuestras opciones de futuro. ?Podremos alimentar a la cada vez m¨¢s numerosa poblaci¨®n de forma sostenible y preservar nuestro planeta para las generaciones futuras?

En primer lugar, est¨¢ claro que habr¨¢ que seguir incrementando la producci¨®n de alimentos porque la demanda seguir¨¢ creciendo, y lo har¨¢ en un contexto de creciente escasez de recursos e importantes cambios en la composici¨®n estructural de la demanda agr¨ªcola. Hist¨®ricamente, como he se?alado con anterioridad, se han logrado aumentos mayores en la producci¨®n en periodos comparables. Sin embargo, pese a las mejoras generalizadas en la eficiencia agr¨ªcola, los aumentos de rendimiento se est¨¢n ralentizando y puede resultar dif¨ªcil mantener el ritmo de crecimiento. Este desarrollo econ¨®mico acelera los cambios en la dieta e impulsa una demanda agr¨ªcola distinta, especialmente en los pa¨ªses emergentes donde se ha impulsado el auge de una clase media a nivel mundial que a su vez est¨¢ acelerando los cambios diet¨¦ticos. Por ejemplo, esa nueva clase media de los pa¨ªses emergentes cada vez come m¨¢s carne y m¨¢s productos l¨¢cteos, lo que tiene serias repercusiones en el uso sostenible de los recursos naturales.

Una ni?a india recoge en el bosque hojas secas, que le servir¨¢n a su madre para encender el fuego con el que cocinar.
Una ni?a india recoge en el bosque hojas secas, que le servir¨¢n a su madre para encender el fuego con el que cocinar.Anupam Nath (AP)

A nivel global cada vez habr¨¢ m¨¢s personas consumiendo menos cereales y mayores cantidades de carne, frutas, hortalizas y alimentos procesados, resultado de los cambios en los h¨¢bitos alimentarios que seguir¨¢ a?adiendo mayor presi¨®n, lo que provocar¨¢ ¡ªa menos que lo impidamos¡ª m¨¢s deforestaci¨®n, degradaci¨®n de la tierra y emisiones de gases de efecto invernadero.

El cambio clim¨¢tico y la competencia por los recursos naturales seguir¨¢n contribuyendo a la degradaci¨®n del medio ambiente, con consecuencias negativas para los medios de vida y la seguridad alimentaria de las personas si no somos capaces de adaptar las t¨¦cnicas agr¨ªcolas al nuevo medioambiente. Los problemas de pobreza extrema, hambre, inseguridad alimentaria y subnutrici¨®n persistir¨¢n, junto con el aumento del sobrepeso, la obesidad y las enfermedades cr¨®nicas asociadas a la dieta a menos que se tomen las medidas apropiadas.

La comunidad internacional conoce muy bien todos estos desaf¨ªos. La ambiciosa Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, proporciona una visi¨®n global y compleja de c¨®mo pueden combinarse m¨²ltiples objetivos para afrontar un desarrollo sostenible. Se trata de 17 objetivos precisos para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Cada objetivo tiene metas espec¨ªficas que deben alcanzarse en los pr¨®ximos 15 a?os. Para alcanzar estas metas todo el mundo tiene que hacer su parte: los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y cada uno de nosotros.

Los objetivos presentan la singularidad de instar a todos los pa¨ªses, ya sean ricos, pobres o de ingresos medios, a adoptar medidas para promover la prosperidad al tiempo que protegen el planeta. Reconocen que las iniciativas para poner fin a la pobreza deben ir de la mano de estrategias que favorezcan el crecimiento econ¨®mico y aborden una serie de necesidades sociales, entre las que cabe se?alar la educaci¨®n, la salud, la protecci¨®n social y las oportunidades de empleo, a la vez que luchan contra el cambio clim¨¢tico y promueven la protecci¨®n del medio ambiente.

El resultado final de esta ambiciosa agenda depender¨¢ de si los encargados de la elaboraci¨®n de pol¨ªticas y las partes interesadas logran integrar e implementar las distintas acciones para alcanzar dichos objetivos. El desarrollo sostenible es un desaf¨ªo universal cuya responsabilidad colectiva recae en todos los pa¨ªses y en cada uno de nosotros.

Los vientos que corren sobre un retorno al unilateralismo no son buenos augurios para el cumplimiento de los compromisos colectivos que representan un avance fundamental en la gesti¨®n de nuestro planeta. El statu quo ya no es una opci¨®n, por tanto, todas las sociedades deber¨¢n introducir cambios fundamentales en su forma de producci¨®n y consumo. Se precisan importantes cambios en los sistemas agr¨ªcolas, econom¨ªas rurales y la gesti¨®n de los recursos naturales para superar los muchos desaf¨ªos que existen y garantizar un futuro seguro y saludable para todos.

Mirando hacia delante y, respondiendo entonces a la pregunta inicial, es posible que seamos capaces de producir una cantidad de alimentos suficiente, pero para hacerlo de forma global, inclusiva y sostenible tendremos que revisar a fondo el actual sistema socio-econ¨®mico de producci¨®n. En ello nos jugamos el futuro.

Enrique Yeves es director de comunicaci¨®n de la FAO, Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura. Este texto forma parte del primer libro de la colecci¨®n El estado del planeta, que se puede adquirir cada domingo con EL PA?S.

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