Abusos sexuales: la literatura universal no tiene la culpa
Igual que no hay esc¨¢ndalo que mereciera dejar a una familia sin Reyes Magos, no nos castiguen sin Nobel
Hay problemas que son como una sopa que no nos gusta: le damos vueltas en el plato como si eso nos fuera a librar de comerla. A¨²n no hemos superado el debate sobre la censura a los autores involucrados en abusos sexuales, cuando llega el debate inverso: la censura a la literatura universal porque los gestores culturales han cometido abusos. Perdonen, pero ella no tiene la culpa.
Podemos estar seguros de que el cine no se quedar¨ªa sin Premios Oscar ni por cien casos como el de Harvey Weinstein, pero parece que podemos quedarnos sin Nobel de Literatura porque la Academia sueca que lo concede se ha revelado como un pozo de miserias dignas de una trama de Henning Mankell o Stieg Larsson.
Siete de los 18 miembros de la Academia han dimitido despu¨¦s de conocerse que el marido de Katarina Frostenson, poetisa y acad¨¦mica, est¨¢ implicado en graves abusos sexuales a 18 mujeres y filtraci¨®n de informaci¨®n sobre algunos premiados. Ambos, adem¨¢s, han disfrutado supuestamente de cuantiosa financiaci¨®n y poder a trav¨¦s de su peque?a empresa cultural Forum.
La Academia Sueca es una instituci¨®n cerrada desde su nacimiento, hace 230 a?os, de cargos vitalicios, estatutos r¨ªgidos, cuyo m¨¢ximo valedor es el rey y convertida en frasco de las esencias de la ¨¦lite cultural mundial. El poeta G?ran Greider contaba en EL PA?S c¨®mo Katarina Frostenson es, gracias a su posici¨®n en la Academia, una poetisa can¨®nica de las letras suecas sin cuestionamiento ni cr¨ªtica adversa jam¨¢s. El aire est¨¢ viciado en la alta cultura sueca y los acad¨¦micos se marchan porque la instituci¨®n es incapaz de censurarla. Con las manos atadas y sin depurar responsabilidades con rapidez, una de las posibilidades es que no se elija un Nobel de Literatura este a?o hasta lograr reformar la instituci¨®n, algo que solo ha ocurrido en 1935 y en ambas guerras mundiales.
El esc¨¢ndalo arroja luces sobre la podredumbre que pueden albergar las ¨¦lites culturales r¨ªgidas sin espacio para la cr¨ªtica y sobre el divorcio que puede existir entre la creaci¨®n y sus gestores. Deben limpiar la Academia, abrir ventanas, depurar y castigar.
Pero no castiguen a los lectores. El Nobel de Literatura ha sabido conjugar en general de forma eficaz las dos premisas que deben primar en una instituci¨®n cultural: reconocer y descubrir. Muchos son los grandes que no lo lograron, s¨ª, desde Kafka a Proust, Rub¨¦n Dar¨ªo o Borges. Muchos ya estaban descubiertos y lo han gozado en premio a su riqueza, tambi¨¦n: desde Garc¨ªa M¨¢rquez a Vargas Llosa. Algunos han generado enfado por romper la tradici¨®n, como Bob Dylan, o interesantes debates al ampliar los g¨¦neros como el de Svetlana Alexi¨¦vich. Pero muchos son los lectores que han descubierto p¨¢ginas desbordantes de calidad antes ignorada, como la de M¨¹ller, Le Cl¨¦zio o Jelinek. El Nobel genera lectores, debates, competencia y vitalidad, en suma, en el mundo de las letras. Que sea siempre bienvenido. As¨ª que perdonen la ingenuidad, pero igual que no hay esc¨¢ndalo que mereciera dejar una Navidad a una familia sin Reyes Magos, acad¨¦micos suecos: tr¨¢guense la sopa y no nos castiguen.
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