?La primera gobernadora ¡®trans¡¯ en Estados Unidos?
Christine Hallquist se convirti¨® en mujer cuando era CEO de una compa?¨ªa el¨¦ctrica. Ahora se pasa a la pol¨ªtica
La de Christine Hallquist es una historia de miedos, coraje y la imposibilidad de ser otro. Podr¨ªa haber acabado con Dave, su anterior yo, en una caja de madera. Sin familia, como ella tem¨ªa. Despojada de su cargo de directora de una pionera compa?¨ªa energ¨¦tica. El miedo paraliza. Niega. O no, si pesa m¨¢s el terror de no reconocerse.
Christine es hoy una mujer muy alta, fuerte y risue?a que puede convertirse en la primera gobernadora trans por un gran partido (el dem¨®crata) en Estados Unidos. A los 61 a?os, con tres hijos y dos nietos, acaba de dejar la direcci¨®n de Vermont Electric Cooperative (VEC) para entrar en campa?a. Pretende impulsar el desarrollo rural del estado donde ha vivido pr¨¢cticamente toda su existencia, trasladar un liderazgo que llev¨® a una compa?¨ªa en quiebra a ser reconocida entre las m¨¢s innovadoras del sector energ¨¦tico de su pa¨ªs. Su vida se desgrana en Denial, un documental filmado por su hijo que comenz¨® como alegato contra el cambio clim¨¢tico, pero cont¨® a la vez el viaje que Dave emprendi¨® para convertirse en Christine.
Estuvo en Madrid en el Festival Rizoma para presentar el filme y contestar a las preguntas de los asombrados espectadores que ve¨ªan pasar en la pantalla la mirada privilegiada sobre los desaf¨ªos energ¨¦ticos del director de la cooperativa, sometido, ¨¦l y toda su familia, a tensiones insoportables, similares a los que sufre el planeta. Hasta que el 2 de diciembre de 2015, una mujer sali¨® de casa de Dave y una directora lleg¨® a la oficina.
Al d¨ªa siguiente de la proyecci¨®n, se abren las puertas del ascensor del hotel y aparece Christine, imponente, vestida con ropa deportiva. Est¨¢ dispuesta a descubrir Madrid y antes, a seguir mostr¨¢ndose como una mujer que ha mordido el polvo que mordemos todas. Pero tambi¨¦n como alguien que por primera vez en su vida puede conciliar el sue?o. "Siempre fui insomne. Por eso tocaba el piano por las noches. Sufr¨ªa ansiedad y ataques de p¨¢nico. Desde la transici¨®n, duermo como una ni?a. Se acab¨® la angustia. Cuando haces caer las barreras liberas tu mente".
Sinti¨® que crec¨ªa la confianza en s¨ª misma. Profesionalmente eso se reflej¨®. Se convirti¨® en presidenta de una asociaci¨®n el¨¦ctrica para cinco estados y responsable de estrategia de la entidad nacional que agrupa a las cooperativas rurales. ¡°Me encanta la gente y ayudar a otros, hacer que crezcan. Recibo mensajes de todo el mundo. Cada vez que veo la pel¨ªcula es muy duro para m¨ª. Porque fue muy duro. Pero yo preferir¨ªa que me matasen antes de dejar de ser quien soy ahora¡±.
El nombre de la cinta, Denial, (negaci¨®n, en ingl¨¦s) vincula el cambio clim¨¢tico y a Christine. Cuando tienes que aceptar algo doloroso y dif¨ªcil lo primero que haces es negarlo. Christine lo reconoce a c¨¢mara en la pel¨ªcula, que narra el viaje para liberarla. Un arduo trayecto de 10 a?os. Al inicio era una presencia de una hora al d¨ªa en la intimidad del hogar conyugal, vestida como quer¨ªa. Luego sali¨® a locales gais. Pasaron tres a?os antes de que el matrimonio se lo dijera a los hijos, y ellos tambi¨¦n pasaron por el terapeuta. ¡°Fue un proceso precioso, de crecimiento para toda la familia¡±. Incluso se dio una extra?a coincidencia. Se enter¨® de que padec¨ªa un grave c¨¢ncer de pr¨®stata. ¡°El m¨¦dico dijo que me ten¨ªan que quitar los test¨ªculos, y justo unos d¨ªas despu¨¦s yo ten¨ªa cita para iniciar la transici¨®n con bloqueantes de la testosterona¡±.
La ingeniera relata una historia tremenda, la suya, con candidez. Sin poso de amargura.
Podemos hacerlo
Christine Hallquist supo adelantarse a las exigencias de un planeta herido. La cooperativa que ha dejado para abordar su carrera pol¨ªtica fue un laboratorio para enfrentarse al cambio clim¨¢tico. Adem¨¢s, sus asociados reciben incentivos para comprar coches el¨¦ctricos, calefacciones por aire y otros aparatos alimentados por energ¨ªas limpias, "Los seres humanos somos capaces de cosas incre¨ªbles; explica con entusiasmo, "por ejemplo la red el¨¦ctrica. Hay una enorme cantidad de ciencia y talento detr¨¢s del mero hecho de encender una bombilla".
Una mujer fascinada con la electricidad toda su vida sabe que existen oportunidades, tal y como se ve en el documental Denial. "Luchar contra el cambio clim¨¢tico es muy dif¨ªcil pero podemos hacerlo. Para m¨ª, la humanidad est¨¢ hecha a imagen y semejanza de Dios, y somos capaces de cualquier cosa, pero tenemos que actuar juntos y s¨¦ como se hace. Lo hemos probado con nuestra cooperativa. Cada persona ha de tomar su propia decisi¨®n, no tenemos que esperar al gobierno".
-En el colegio me pegaban. Era diferente. M¨¢s femenino, no encajaba. Recuerdo cuando una monja me golpeaba la cabeza. Yo rezaba: "Perd¨®nale, se?or, porque no sabe qui¨¦n soy. No sabe que soy distinto¡±.
Hasta quisieron exorcizarle. Pero los padres sacaron a todos los hijos del colegio. El tormento no acab¨® ah¨ª. Los chicos de la otra escuela le segu¨ªan dando palizas. "Cuando llegu¨¦ al instituto, pens¨¦, tengo que actuar como un hombre, y result¨® muy bien durante toda mi vida...". El chaval curioso que dominaba los juegos de qu¨ªmica estudi¨® ingenier¨ªa. Quer¨ªa ser como su padre. Despunt¨® en el dise?o y fabricaci¨®n de ordenadores. Se cas¨® y se mud¨® a una casa abrazada por un lago. Un d¨ªa, su esposa, Pat, descubri¨® la ropa de mujer que escond¨ªa el marido. Dave maniat¨® a su yo femenino alegando que era solo un juego. Llegaron tres hijos. Con el cambio de milenio, ficho por una compa?¨ªa energ¨¦tica de Vermont cercana a la bancarrota.
"Estaba a 12 millas de mi casa, que para m¨ª era muy importante porque la verdad es que vivo en un para¨ªso. En esa ¨¦poca ya se estaba vislumbrando el fin del petr¨®leo y se ve¨ªa que la electricidad iba a ser esencial. En 2005 llegu¨¦ a dirigirla. La convert¨ª en pionera". VEC, con 107 empleados, sirve hoy energ¨ªa limpia casi en su totalidad a 32.000 cooperativistas del norte de Vermont y obtiene unos beneficios anuales de 77 millones de d¨®lares.
Mientras, Christine, amordazada en alg¨²n rinc¨®n dentro del gran triunfador, no le permit¨ªa dormir. "Me sent¨ªa culpable. Me dec¨ªa, ?c¨®mo no puedes ser feliz con esta vida de pel¨ªcula que tienes?" Cuando se acerc¨® a los 50 a?os y sus hijos entraban en la edad adulta, el dolor de no ser honesto con ellos le superaba. "Pens¨¦ en suicidarme. Mi dilema era: 'Me voy a la tumba con mi secreto para proteger a mi mujer o digo la verdad para ayudar a crecer a mis hijos". Elegi¨® eso sabiendo que iba a perder a su familia, su trabajo, todo.
El temor de nuevo. "Como hombre no ten¨ªa miedo, era el primero en saltar, en arriesgarme. Pero para convertirme en mujer me aterraba ponerme un vestido y salir a la calle. Eleg¨ª un congreso que ten¨ªa en Tampa para hacerlo. Cuando, ya ataviada como mujer, iba a abrir la puerta, me qued¨¦ paralizada. Congelada. Sab¨ªa que deb¨ªa hacerlo, pero estuve por lo menos 20 minutos all¨ª. Cuando finalmente abr¨ª, baj¨¦ las escaleras. Atraves¨¦ el aparcamiento con todas aquellas familias alrededor... comprob¨¦ que nadie me miraba. Era un miedo totalmente irracional."
Pens¨¦ en suicidarme.? Pero segu¨ª sabiendo que iba a perder mi trabajo y mi familia"
Christine super¨® el terror. Y tambi¨¦n la verg¨¹enza. "Cuando lo anunci¨¦ en mi empresa hubiera preferido comunicar mi propia muerte. Hab¨ªa estado convencida de que me iba a morir cuando me diagnosticaron el c¨¢ncer. El poder de la verg¨¹enza es terrible. Nadie deber¨ªa sentirla. Liberarte de ella es una de las cosas que has de hacer".
Hubo algunas caras de asombro en VEC. Aparte de eso, nada m¨¢s. El buen l¨ªder, en quien confiaban tanto los trabajadores, prosigui¨® durante seis meses un camino sin referentes hasta llegar a un d¨ªa de diciembre. Ella por fin se reconoc¨ªa en el espejo. Pero el mundo le deparaba sorpresas.
"He aprendido muchas cosas. C¨®mo las mujeres est¨¢n oprimidas en todas las culturas. Un d¨ªa cen¨¦ con mi hija mediana y me pregunt¨®: ¡°Mam¨¢, ?c¨®mo vas con la transici¨®n?¡±. Le contest¨¦: ¡°Creo que estoy sufriendo transfobia porque el otro d¨ªa estaba con unos directivos a los que veo cada mes. Son 20. Todos hombres. Por la ma?ana hice unas cu¨¢ntas preguntas y nadie me escuchaba. Pens¨¦, qu¨¦ raro, esto no me ha ocurrido nunca. M¨¢s tarde pas¨® lo mismo. Entonces uno de ellos coment¨® algo y otro le respondi¨®; "Oh, s¨ª, ya lo dijo Christine esta ma?ana". ¡°Eso no es transfobia¡±, me dijo mi hija, ¡°bienvenida a ser mujer¡±.
En la calle, pasaron cosas. Sutiles o evidentes. Un d¨ªa un hombre le espet¨®: ¡°Sonr¨ªe, encanto¡±. Ella quiso pegarle. ¡°Me llev¨® ocho meses acostumbrarme. Estaba enfadad¨ªsima. Y resulta que he hablado con gente que ha transicionado hacia hombre y me cuenta justo lo contrario, que siente una fuerza y un reconocimiento nuevos¡±.
Cre¨ª que sufr¨ªa transfobia. No, me dijo mi hija, ¡°bienvenida a ser mujer¡±.
Ahora vive de nuevo con su esposa. Segu¨ªan cenando juntas, son amigas y pensaron que para qu¨¦ iban a gastar dinero en dos alojamientos. "Decimos que somos compa?eras de casa cinco estrellas", se r¨ªe.
A punto de concluir, se ve pasar una sombra por sus ojos siempre brillantes. "Hay much¨ªsima gente que quiere hacer la transici¨®n, pero no puede ir m¨¢s all¨¢. Van deambulando como muertos vivientes. Y es verdad que puedo sonar arrogante, porque vengo de donde vengo, he ganado dinero y he sido un hombre blanco. S¨¦ que otros lo tienen mucho peor".
Una pausa. Y termina:
-Lo que pienso es que tenemos un tiempo limitado en este planeta. Busca la felicidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.